27 may 2018

Dios, la Luz que alegra nuestra vida entera

LA SANTISIMA TRINIDAD

DIOS, LA LUZ QUE ALEGRA NUESTRA VIDA ENTERA

Por Antonio García-Moreno

1.- DIOS INFINITO.- El Señor invita a los suyos a que pregunten por doquier si se ha visto en algún lugar tanta grandeza y maravilla como ellos han contemplado, tan grande amor como ellos han experimentado. Por eso la ira de Dios se enciende contra su pueblo, porque a pesar de lo que han visto le han abandonado. No han comprendido aún que "Yahvé es fuego abrasador, un Dios celoso".

Misterio profundo de Dios que se nos escapa por mucho que nos esforcemos en comprehenderlo. Misterio que hay que aceptar al margen de la razón, de esa lógica que los hombres usamos en nuestro pensar y en nuestro obrar. Dios que ama hasta los celos, siempre, también cuando el pueblo le traiciona o le olvida, le desprecia o le vuelve la espalda. Ese pueblo de dura cerviz que con sus claudicaciones insistentes no logra apagar la capacidad infinita de perdón que el Señor tiene.

Incluso su castigo terrible, todo el daño que sobreviene al pueblo, no es otra cosa que una tentativa más para beneficiar a su pueblo. Ese pueblo del que también nosotros formamos ahora parte, repitiendo con nuestros pecados e infidelidades la historia triste del pueblo elegido.

Haz que lo sepamos, Señor, y lo meditemos en lo más profundo de nuestro corazón. Es tu misterio tan grande que supera nuestra corta capacidad de entendimiento. Saber lo que tú eres, saberlo de verdad, con todas sus consecuencias, con todas sus implicaciones prácticas. Es algo que está por encima de las fuerza humanas. Por eso te rogamos, Señor, que nos concedas saber de veras que tú eres Dios y que fuera de ti no hay nada ni nadie que pueda colmar las ansias del hombre.

Dios Uno y Trino, inmensamente bueno, y justo, y poderoso. Pobre mente y pobre corazón, cuánta estrechez para dar cabida a tanta amplitud. Y, sin embargo, sólo él colmará esa sed ardiente de plenitud que nos devora. Sólo Dios. En definitiva lo nos queda es escuchar la voz del Señor y esforzarnos en cumplirla: "Guarda las leyes y mandamientos que yo te prescribo hoy para que seas feliz tú y tus hijos después de ti y vivas largos años en la tierra que Yahvé, tu Dios, te da".

 Hay que fiarse de Dios, hay que atender a lo que nos dice y luchar por ponerlo en práctica. Hemos de tener fe en él, aunque a veces no comprendamos ni veamos con claridad el camino que se nos abre. Hemos de pensar, incluso, que esa grandeza y ese misterio de Dios es una razón más para creer en él y amarle con toda el alma. Siendo como somos tan limitados, es lógico que el Señor sobrepase nuestra capacidad de entendimiento.

2.- CONFIDENCIA SUPREMA.- Un monte es de nuevo el escenario propicio para el encuentro del hombre con Dios... En el silencio de las alturas es más fácil escuchar la palabra inefable del Señor, en la luz de las cumbres es más asequible contemplar la grandeza divina, sentir su grandiosa majestad. En esta ocasión que nos relata el evangelio, Jesús se despide de los suyos y antes de marchar les recuerda que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Esto supuesto los envía a todo el mundo para que hagan discípulos de entre todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Podríamos afirmar que en ese momento la revelación de los divinos misterios llega a su plenitud: se desvanecen los celajes que durante milenios habían cubierto los secretos de Dios. Su Corazón movido por su infinito amor se abre a todos los hombres su más íntima confidencia, su misterioso y sorprendente modo de ser, su inefable esencia una y trina: Una sola Naturaleza y tres divinas Personas, distintas entre sí e iguales al mismo tiempo en grandeza y soberanía.

Ante este rasgo de confianza suprema por parte de Dios, nos corresponde a los hombres un acatamiento rendido, un acto de fe profunda y comprometida para con este Dios y Señor nuestro, único y verdadero, muy por encima de nuestra corta capacidad de conocimiento y de amor. Creer firmemente en él, esperar también contra toda esperanza su ayuda y su perdón. Tratar sobre todo de amarle y servirle con todas las fuerzas de nuestro ser.

Hoy es un buen día para remozar las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. Fomentar además nuestro trato en intimidad y confianza con las tres divinas Personas. Con el Padre que hizo el cielo y la tierra. Con el Hijo que dio su vida por nosotros y se nos ha quedado cercano y asequible en la Eucaristía. Con el Espíritu Santo que en todo momento nos impulsa hacia Dios, la Luz que alegra nuestra vida entera.

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