21 sept 2019

Santo Evangelio 21 de septiembre 2019



Día litúrgico: 21 de Septiembre: San Mateo, apóstol y evangelista

Texto del Evangelio (Mt 9,9-13): En aquel tiempo, cuando Jesús se iba de allí, al pasar vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

«No he venido a llamar a justos, sino a pecadores»

Rev. D. Joan PUJOL i Balcells 
(La Seu d'Urgell, Lleida, España)

Hoy celebramos la fiesta del apóstol y evangelista san Mateo. Él mismo nos cuenta en su Evangelio su conversión. Estaba sentado en el lugar donde recaudaban los impuestos y Jesús le invitó a seguirlo. Mateo —dice el Evangelio— «se levantó y le siguió» (Mt 9,9). Con Mateo llega al grupo de los Doce un hombre totalmente diferente de los otros apóstoles, tanto por su formación como por su posición social y riqueza. Su padre le había hecho estudiar economía para poder fijar el precio del trigo y del vino, de los peces que le traerían Pedro y Andrés y los hijos de Zebedeo y el de las perlas preciosas de que habla el Evangelio.

Su oficio, el de recaudador de impuestos, estaba mal visto. Quienes lo ejercían eran considerados publicanos y pecadores. Estaba al servicio del rey Herodes, señor de Galilea, un rey odiado por su pueblo y que el Nuevo Testamento nos lo presenta como un adúltero, el asesino de Juan Bautista y el que escarneció a Jesús el Viernes Santo. ¿Qué pensaría Mateo cuando iba a rendir cuentas al rey Herodes? La conversión de Mateo debía suponer una verdadera liberación, como lo demuestra el banquete al que invitó a los publicanos y pecadores. Fue su manera de demostrar el agradecimiento al Maestro por haber podido salir de una situación miserable y encontrar la verdadera felicidad. San Beda el Venerable, comentando la conversión de Mateo, escribe: «La conversión de un cobrador de impuestos da ejemplo de penitencia y de indulgencia a otros cobradores de impuestos y pecadores (...). En el primer instante de su conversión, atrae hacia Él, que es tanto como decir hacia la salvación, a todo un grupo de pecadores».

En su conversión se hace presente la misericordia de Dios como lo manifiestan las palabras de Jesús ante la crítica de los fariseos: «Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 9,13).

Signos de la inmadurez

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Signos de la inmadurez

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Para llegar a la madurez, es preciso haber desarrollado la facultad de hacerse responsable de la propia vida, independiente de los padres u otras personas que aparecen como elementos protectores. A medida que va creciendo, la persona adquiere autonomía, así como criterios, valores y principios propios. Cuando la infancia es muy prolongada, especialmente en familias donde el cuidado protector es excesivo, se desarrolla la tendencia a depender demasiado de los demás. Muchas madres cultivan la dependencia de los hijos, cuando más bien deberían modelar su independencia. Se encuentran muchos casos de personas que dependen casi totalmente de otras para pensar o decidir y esto es fatal. 
Una persona puede crecer mucho físicamente o puede crecer su bolsillo, su fama, su conocimiento en una profesión determinada o su grado de santidad. Pero nada de eso significa que la persona crece integralmente. Por lo tanto, no es una persona madura. Una actitud característicamente infantil es el afán de recibir todo lo que se desea, lo cual es la puerta de entrada para las emociones mezquinas. A medida que estas personas se hacen mayores, ya no consiguen lo que recibían en la infancia, pero continúan pensando que les corresponde ser obsequiados. Este deseo de ser complacido siempre los coloca en un callejón sin salida en el que se estrellan con un desencanto profundo. Estas personas suelen obrar según lo que piensan obtener. Sus emociones tensas y agarrotadas por la frustración de estar siempre esperando recibir en vez de dar se reflejan en su continua falta de salud. Muchas personas cultivan y promueven la actitud infantil de la egolatría, aún a los 30, 40 ó 50 años y jamás pierden esa fijación de egoísmo y rivalidad, resultando difícil convivir con ellas porque siempre se enfrentan a todo el mundo. Las personas que cultivan ese espíritu de rivalidad exacerbada son desgraciadas porque las domina constantemente la envidia, el orgullo herido, la hostilidad contra sus semejantes y contra sí mismos. Es triste encontrar personas con enfermedades emotivas serias por estar demasiado llenas de este espíritu de rivalidad para llegar a la cumbre, sin importarles pisotear, avasallar o atropellar con tal de subir. Hay que procurar llegar a la meta de las aspiraciones compitiendo con uno mismo y llegar a ser lo máximo que uno pueda de acuerdo con sus posibilidades. 

Las personas que despliegan emociones agresivas hostiles, como la cólera, el odio y la crueldad, lejos de ser fuertes demuestran inmadurez, debilidad, miedo y fracaso. En el fondo son como niños que se sienten débiles, dependientes e inseguros, y cuando ven contrariados sus deseos, reaccionan agresivamente. En cambio, las personas verdaderamente fuertes saben ser dulces y amables. 

Otro signo de inmadurez es no ser realista. Un niño acepta una fantasía como la realidad sin tratar de establecer diferencias y se le incentiva a esto para que cultive su imaginación y creatividad. Lo malo es que ese niño llegue a la edad adulta no sabiendo distinguir entre la realidad y la fantasía, lo que causa un diluvio de conflictos que le inunda de emociones perniciosas. Son personas cuyo sentido irreal de la vida los lleva a imaginar las cosas más catastróficas. Sienten que todo el mundo está en su contra, que hablan mal de ellos, los persiguen, los rechazan y buscan hacerles daño. Se habitúan a la mentira y llenan su mundo de fantasías irrealizables, soñando llegar a ser y creyendo que son muy inteligentes, sabias e importantes cuando realmente están rayando en la demencia. Inventan toda clase de cuentos e historietas y no les importa manchar la fama de cualquiera con tal de alimentar su imaginación enfermiza. 

Claro está que algunas hay situaciones en las que parece que el suelo se hunde bajo los pies: el fracaso de un negocio, la enfermedad o muerte de un ser querido, una enfermedad propia, un problema grave que ocurra en la familia, el negocio o la oficina. Pero rebelarse, llenarse de ira, cólera o frustración, cuestionar el por qué de las cosas, no aceptar la realidad que un desastre puede llegar en cualquier momento y no adaptarse para seguir luchando, levantándose y surgiendo, lleva a cultivar un cúmulo de emociones que engendran enfermedades. La persona inmadura se encuentra permanentemente en medio de conflictos, porque no acepta las cosas negativas que vengan en la vida y hay muchas que no hay más remedio que aceptar. Hay que luchar, sacar provecho a la situación negativa, levantarse y perseverar en las metas propuestas. Lógicamente, tampoco hay que conformarse apáticamente creyendo que nada se puede hacer. 

La persona madura prefiere dar más que recibir. La madurez trae consigo una hermosa preocupación: la de alegrar la vida de las demás personas, con lo que los horizontes y perspectivas se ensanchan. Queremos que usted sea una persona que luche para ser mucho mejor de lo que es. Con el Señor se puede vencer todo lo que venga en la vida y superar la inmadurez, porque CON El, EN VERDAD SOMOS . . . ¡INVENCIBLES! 


                        

20 sept 2019

Santo Evangelio 20 de septiembre 2019



Día litúrgico: Viernes XXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 8,1-3): En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.


«Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios»

Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells 
(Salt, Girona, España)

Hoy, nos fijamos en el Evangelio en lo que sería una jornada corriente de los tres años de vida pública de Jesús. San Lucas nos lo narra con pocas palabras: «Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva» (Lc 8,1). Es lo que contemplamos en el tercer misterio de Luz del Santo Rosario.

Comentando este misterio dice el Papa San Juan Pablo II: «Misterio de luz es la predicación con la que Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios e invita a la conversión, perdonando los pecados de quien se acerca a Él con fe humilde, iniciando así el misterio de misericordia que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia».

Jesús continúa pasando cerca de nosotros ofreciéndonos sus bienes sobrenaturales: cuando hacemos oración, cuando leemos y meditamos el Evangelio para conocerlo y amarlo más e imitar su vida, cuando recibimos algún sacramento, especialmente la Eucaristía y la Penitencia, cuando nos dedicamos con esfuerzo y constancia al trabajo de cada día, cuando tratamos con la familia, los amigos o los vecinos, cuando ayudamos a aquella persona necesitada material o espiritualmente, cuando descansamos o nos divertimos... En todas estas circunstancias podemos encontrar a Jesús y seguirlo como aquellos doce y aquellas santas mujeres.

Pero, además, cada uno de nosotros es llamado por Dios a ser también “Jesús que pasa”, para hablar —con nuestras obras y nuestras palabras— a quienes tratamos acerca de la fe que llena de sentido nuestra existencia, de la esperanza que nos mueve a seguir adelante por los caminos de la vida fiados del Señor, y de la caridad que guía todo nuestro actuar.

La primera en seguir a Jesús y en “ser Jesús” es María. ¡Que Ella con su ejemplo y su intercesión nos ayude!

Sea siempre agradecido

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Sea siempre agradecido

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.



Usted es un ser afortunado y por eso debe dar gracias, siempre gracias por lo inmensamente rico que es. Es tanto lo bueno que tiene: salud, familiares que le quiere, amigos que se preocupan por usted. Tantas cosas buenas, pero sobre todo tiene el don de la Presencia de Dios en su alma, lo cual tiene un valor incalculable e infinitamente valioso.

En realidad somos inmensamente ricos, pero somos tan inconscientes que no valoramos nuestros haberes positivos y por lo tanto no los aprovechamos y disfrutamos completamente. Sin embargo, nos quejamos todo el tiempo, somos una máquina de quejas y por eso andamos tristes y malhumorados.

Si diariamente hiciéramos un recuento de todo lo bueno que tenemos y diéramos gracias a Dios, así como a las personas que nos han ayudado a ser lo que somos, seríamos muy felices. Uno es más feliz en la medida en que es más agradecido. No espera a mañana, haga hoy un recuento de las cosas buenas que posee. Adquiera el saludable hábito de hacer un recuento diario de sus haberes positivos y se asombrará de su inmensa riqueza personal.

Bienaventurados los que tienen espíritu de gratitud porque llevarán la felicidad donde quiera que vayan. Agradezca todo lo bueno que hagan por usted, diga gracias por todo y a todos. Admire las cosas buenas de la vida; enseñe a otros a ser agradecidos, a descubrir lo que usted está viviendo; no con afán exhibicionista, sino con el sano propósito de que descubran la belleza real de la vida.

Para penetrar en la belleza de la vida debe usted:

1.- Purificar su visión negativa de la vida: Admire lo bueno, aparte de usted todo lo negativo, recuerde que proyectamos lo que percibimos.

2.- Saber alabar: Conviértase en el poeta de lo lindo que hay en la vida. Cante las maravillas de la naturaleza, de la grandeza de Dios, de sus semejantes. Alabe siempre.

3.- Agradecer todo lo bueno que hagan por usted: Diga gracias por todo y a todos, recuerde que la gratitud es la memoria del alma buena.

Como pueden ver, hay un buen número de formas en que podemos cambiar nuestra vida. Por supuesto, esto es si así lo deseamos; si lo llevamos a cabo y claro que podemos llevarlo a cabo si tenemos presente que con Dios somos Invencibles.



                       

19 sept 2019

Santo Evangelio 19 de septiembre 2019


Día litúrgico: Jueves XXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 7,36-50): En aquel tiempo, un fariseo rogó a Jesús que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de Jesús, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. 

Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora». Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte». Él dijo: «Di, maestro». «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?». Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más». Él le dijo: «Has juzgado bien», y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra». 

Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados». Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?». Pero Él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz».


«A los pies de Jesús, comenzó a llorar»

Mons. José Ignacio ALEMANY Grau, Obispo Emérito de Chachapoyas 
(Chachapoyas, Perú)

Hoy, Simón fariseo, invita a comer a Jesús para llamar la atención de la gente. Era un acto de vanidad, pero el trato que dio a Jesús al recibirlo, no correspondió ni siquiera a lo más elemental.

Mientras cenan, una pecadora pública hace un gran acto de humildad: «Poniéndose detrás, a los pies de Jesús, comenzó a llorar y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume» (Lc 7,38).

El fariseo, en cambio, al recibir a Jesús no le dio el beso del saludo, agua para sus pies, toalla para secarlos, ni le ungió la cabeza con aceite. Además el fariseo piensa mal: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora» (Lc 7,39). ¡De hecho, el que no sabía con quién trataba era el fariseo!

El Papa Francisco ha insistido mucho en la importancia de acercarse a los enfermos y así “tocar la carne de Cristo”. Al canonizar a santa Guadalupe García, Francisco dijo: «Renunciar a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús; amar la pobreza, para poder amar más a los pobres, enfermos y abandonados, para servirles con ternura y compasión: esto se llama “tocar la carne de Cristo”. Los pobres, abandonados, enfermos y los marginados son la carne de Cristo». Jesús tocaba a los enfermos y se dejaba tocar por ellos y los pecadores. 

La pecadora del Evangelio tocó a Jesús y Él estaba feliz viendo cómo se transformaba su corazón. Por eso le regaló la paz recompensando su fe valiente. —Tú, amigo, ¿te acercas con amor para tocar la carne de Cristo en tantos que pasan junto a ti y te necesitan? Si sabes hacerlo, tu recompensa será la paz con Dios, con los demás y contigo mismo.

Saber alegrarse con el bien de los demás




SABER ALEGRARSE CON EL BIEN DE LOS DEMÁS

Por Antonio García-Moreno

1.- ES EL MOMENTO.- "Buscad al Señor mientras se le encuentra..." (Is 55, 6) Hay que aprovechar las ocasiones, no podemos dejar que pasen las oportunidades que la vida nos brinda. Todas tienen su importancia, y sólo el que sabe apreciarlas en su justo valor llegará a triunfar plenamente en la vida. Por el contrario, el que deja pasar el tiempo sin salir al paso de lo que se le ofrece, acabará fracasando, quedándose atrás siempre, olvidado en el más gris anonimato. Y de todas las ocasiones, hay una que resulta decisiva. Tan decisiva que de aprovecharla o no, depende nuestra felicidad en esta vida y en la otra. Casi nada. Es decir, todo. Absolutamente todo. Porque lo demás, comparado con la eternidad es bien poquita cosa, nada en definitiva.

Despierta. Abre los ojos. El Señor está cerca. Tan cerca, que está, ahora mismo, a tu lado, mirándote con su mirada de infinito amor. Invócalo, dile que quieres estar siempre cerca de Él. Pídele que te ayude a no alejarte jamás de su mirada paternal y amable. Dile que te haga comprender de una vez que sólo tenerle a Él importa en la vida y en la muerte, que sólo cuando él nos acompaña la soledad no existe.

Resulta relativamente fácil descubrir el sentido de las acciones humanas. Siempre, más o menos claramente, hay una motivación que explica por qué se hacen las cosas... Pero con Dios no ocurre lo mismo. Él se escapa de nuestras reglas lógicas muchas veces, rebasa nuestros cálculos y suposiciones, sin que podamos enmarcarlo en unos moldes determinados.

Como el cielo es más alto que la tierra, así los caminos de Dios son más altos que los caminos de los hombres, sus planes que nuestros planes. Hay una diferencia insondable, distancia infinita, inabarcable. Y, sin embargo, Dios está cercano, íntimo, entrañable. Grande, inmenso, terrible. Pero al mismo tiempo sencillo, bueno, comprensivo, amable...

Sí, el Señor está a nuestro lado disponiendo todas las cosas, para nuestro bien. Aunque a veces nos parezca lo contrario y no veamos cómo aquello pueda terminar felizmente... Caminos de paz y de amor. Caminos escarpados que llevan hasta la cumbre más maravillosa que el hombre pudo soñar. Caminos de Dios, caminos ante los que sólo cabe una actitud, la de una fe rendida y una esperanza sin límites. La fe y la esperanza que lleva consigo la caridad, el amor a Dios.

2.- UN DENARIO.- Dios que sale una u otra vez, y otra, a contratar jornaleros para su viña. Afán divino para que todos trabajen en su tarea, para que no haya parados en este Reino suyo que trae la salvación universal. Nadie, al final de los tiempos, podrá decir que no fue llamado por Dios. Es cierto que esa llamada puede ocurrir en las más diversas circunstancias, en las épocas más dispares de la vida. Pero nadie, repito, se podrá quejar de no haber sido llamado a trabajar en la tarea de extender el Reino. Podemos afirmar, incluso, que esa llamada se repite en más de una ocasión para cada uno. Hay momentos en los que uno parece haber perdido el rumbo y de pronto comprende que su camino se está desviando. Resuena entonces, de forma indefinida quizá, la voz de Dios para indicarnos que hay que recuperar el rumbo perdido.

Vamos a pararnos a considerar nuestra vida en el momento presente, vamos a pensar si realmente estamos trabajando en la viña del Señor, o por el contrario, nos empeñamos en vivir ausentes de la gran tarea de salvar al mundo. Es cierto que el amo de esta viña va a ser comprensivo y bueno, dándonos al final no según el resultado de nuestro trabajo, sino según la medida generosa de su gran corazón. Pero eso mismo nos ha de empujar a trabajar con denuedo y afán renovado. En definitiva, de lo que se trata es que hagamos en cada instante, con sencillez y rectitud de intención, lo que debemos hacer.

Otra lección importante que se desprende de esta página evangélica es la de saber alegrarse con el bien de los demás. Aquellos que protestaron por ser tratados los últimos de la misma forma que los primeros, se entristecían de no recibir ellos más que los de la última hora. Se deberían haber alegrado de la generosidad del dueño de la viña, de haber servido a un amo tan compasivo y dadivoso, aunque a ellos sólo les diese lo acordado.

Saber contentarse con lo recibido, saber vivir con aquello que se tiene. Comportarse así es tener paz y sosiego, ser felices siempre. A veces por mirar y desear lo que otros poseen, dejamos de gozar y disfrutar lo que nosotros tenemos. En lugar de mirar a los que tienen más, mirar a los que tienen menos, no sólo para darnos cuenta de que tenemos más, sino para ayudar en lo que podamos a esos que tienen menos, que a veces por no tener no tienen ni lo necesario.

18 sept 2019

Santo Evangelio 18 de septiembre 2019



Día litúrgico: Miércoles XXIV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 7,31-35): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».


«¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación?»

Rev. D. Xavier SERRA i Permanyer 
(Sabadell, Barcelona, España)

Hoy, Jesús constata la dureza de corazón de la gente de su tiempo, al menos de los fariseos, que están tan seguros de sí mismos que no hay quien les convierta. No se inmutan ni delante de Juan el Bautista, «que no comía pan ni bebía vino» (Lc 7,33), y le acusaban de tener un demonio; ni tampoco se inmutan ante el Hijo del hombre, «que come y bebe», y le acusan de “comilón” y “borracho”, es más, de ser «amigo de publicanos y pecadores» (Lc 7,34). Detrás de estas acusaciones se esconden su orgullo y soberbia: nadie les ha de dar lecciones; no aceptan a Dios, sino que se hacen su dios, un dios que no les mueva de sus comodidades, privilegios e intereses.

Nosotros también tenemos este peligro. ¡Cuántas veces lo criticamos todo: si la Iglesia dice eso, porque dice aquello, si dice lo contrario...!; y lo mismo podríamos criticar refiriéndonos a Dios o a los demás. En el fondo, quizá inconscientemente, queremos justificar nuestra pereza y falta de deseo de una verdadera conversión, justificar nuestra comodidad y falta de docilidad. Dice san Bernardo: «¿Qué más lógico que no ver las propias llagas, especialmente si uno las ha tapado con el fin de no poderlas ver? De esto se sigue que, ulteriormente, aunque se las descubra otro, defienda con tozudez que no son llagas, dejando que su corazón se abandone a palabras engañosas».

Hemos de dejar que la Palabra de Dios llegue a nuestro corazón y nos convierta, dejar cambiarnos, transformarnos con su fuerza. Pero para eso hemos de pedir el don de la humildad. Solamente el humilde puede aceptar a Dios, y, por tanto, dejar que se acerque a nosotros, que como “publicanos” y “pecadores” necesitamos que nos cure. ¡Ay de aquél que crea que no necesita al médico! Lo peor para un enfermo es creerse que está sano, porque entonces el mal avanzará y nunca pondrá remedio. Todos estamos enfermos de muerte, y solamente Cristo nos puede salvar, tanto si somos conscientes de ello como si no. ¡Demos gracias al Salvador, acogiéndolo como tal!

Se siente viejo... ¡Cuidado!



Se siente viejo... ¡Cuidado!

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Una de las cosas que usted tiene que vigilar, quizás con más atención que el peso, los ingresos económicos y los líos del mundo, es su actitud ante la edad, sobre todo ante la tercera edad. Pasa usted de los sesenta o está llegando allí y ya se siente viejo, cansado, acabado... ¡Cuidado! No malogre lo que le queda de vida con una sicología de "viejo". No diga: "Ya estoy viejo", "no sirvo para nada". Viejo se pone el carro, un mueble, el pantalón, los zapatos. Esas son cosas que se deterioran y cuando no sirven, se "tiran" y se acabó. Pero usted no es una cosa. Usted es una persona: espíritu, alma y cuerpo. 

Es normal que venga el desgaste físico al paso de los años. Ya no puede correr como cuando tenía 20 años. Ni quizás levantar los pesos como hace treinta años. Pero es porque su organismo físico tiene una limitación en el tiempo y el desgaste es normal. Pero su espíritu, su alma son eternamente jóvenes. No hay desgaste. Son realidades espirituales que no pueden ser golpeadas por el tiempo ni por el espacio. En ellas se refleja con más pureza la grandeza y eternidad de Dios, de quien provenimos. Somos hechos a imagen y semejanza de Él. Y con el alma joven, con el espíritu siempre recién hecho, usted puede reír, cantar, hablar y pensar positivamente; amar, perdonar, jugar, sentir, vibrar, apreciar lo hermoso de la vida y sentirse y ser joven siempre, con sus ochenta o noventa años. O sus cincuenta, porque algunos tristemente creen que llegar allí es prepararse para la decadencia. No hay decadencia en el ser humano. No existe eso en lo profundo del ser, allí donde está nuestro yo interior. El alma puede ser siempre vigorosa, firme, ágil, liviana, lúcida, iluminada, despierta, feliz. Usted puede experimentar el desgaste físico, pero mantenerse siempre así: joven y lleno de vida 

Pero si usted se acompleja, si compara su rostro con ciertas arrugas con el de ese joven o aquella muchacha, si está siempre lamentándose: "Si tuviera veinte años de nuevo"... Si está añorando tiempos idos, si está arrinconándose, si le da pena decir la edad, si está siempre expresando que es un viejo, que ya no hay nada que hacer, está desperdiciando una época de su vida que podría ser maravillosa, porque su alma no envejece. Su alma no se desgasta. 

Hoy le aconsejamos a usted. Entre en contacto con el Dios de la vida, con Jesús Nuestro Señor. Él quiere darle vida en abundancia. Renovar su alma, hacerle nacer de nuevo, rejuvenecer su vida y hacerle sonreír. Él puede transformarlo y hacerle ver su realidad más profunda: que usted siempre es joven, porque su alma, su espíritu están hechos a imagen y semejanza de Dios. Y no se olvide... ¡CON DIOS, SOMOS INVENCIBLES! 

17 sept 2019

Santo Evangelio 17 de septiembre 2019



Día litúrgico: Martes XXIV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 7,11-17): En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.


«Joven, a ti te digo: levántate»

+ Rev. D. Joan SERRA i Fontanet 
(Barcelona, España)

Hoy, dos comitivas se encuentran. Una comitiva que acompaña a la muerte y otra que acompaña a la vida. Una pobre viuda, seguida por sus familiares y amigos, llevaba a su hijo al cementerio y de pronto, ve la multitud que iba con Jesús. Las dos comitivas se cruzan y se paran, y Jesús dice a la madre que iba a enterrar a su hijo: «No llores» (Lc 7,13). Todos se quedan mirando a Jesús, que no permanece indiferente al dolor y al sufrimiento de aquella pobre madre, sino, por el contrario, se compadece y le devuelve la vida a su hijo. Y es que encontrar a Jesús es hallar la vida, pues Jesús dijo de sí mismo: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25). San Braulio de Zaragoza escribe: «La esperanza de la resurrección debe confortarnos, porque volveremos a ver en el cielo a quienes perdemos aquí».

Con la lectura del fragmento del Evangelio que nos habla de la resurrección del joven de Naím, podría remarcar la divinidad de Jesús e insistir en ella, diciendo que solamente Dios puede volver un joven a la vida; pero hoy preferiría poner de relieve su humanidad, para que no veamos a Jesús como un ser lejano, como un personaje tan diferente de nosotros, o como alguien tan excesivamente importante que no nos inspire la confianza que puede inspirarnos un buen amigo.

Los cristianos hemos de saber imitar a Jesús. Debemos pedir a Dios la gracia de ser Cristo para los demás. ¡Ojalá que todo aquél que nos vea, pueda contemplar una imagen de Jesús en la tierra! Quienes veían a san Francisco de Asís, por ejemplo, veían la imagen viva de Jesús. Los santos son aquellos que llevan a Jesús en sus palabras y obras e imitan su modo de actuar y su bondad. Nuestra sociedad tiene necesidad de santos y tú puedes ser uno de ellos en tu ambiente.

¡Salve su matrimonio!

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¡Salve su matrimonio!

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Hoy queremos decirle: ¡Salve su matrimonio! Vale la pena, está bajo la bendición de Dios y, probablemente, hay hijos de por medio. Sí es posible. Para Dios no hay imposibles. La vida no es fácil, en la vida hay muchos obstáculos. Ustedes saben que todo lo bueno cuesta conseguirlo y que en el caso del matrimonio, el complementarse, el llegar a ser una sola carne, amar a pesar de todo, comprender, perdonar, tratar de ser paciente ante los defectos del otro, toma tiempo. Hermano, hermana, recuerde que su cónyuge es un ser imperfecto. Para salvar su matrimonio hay que aprender a amarse nuevamente. ¿Cómo se puede hacer esto? Usted no puede producir sentimientos, sacarlos del aire, pues no me refiero a sentimientos, sino al amor y no es lo mismo. El amor no es puramente sentimientos. El amor es la determinación, el deseo y la acción de hacerle el bien al otro. De esa actitud nace el sentimiento. 

En muchas partes de la Biblia, en el Antiguo y sobre todo en el Nuevo Testamento, Dios nos manda amar: "Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas y amarás al prójimo como a ti mismo". Dios nos ordena amar. Si el amor fuera exclusivamente un sentimiento, Dios no podría dar un mandamiento así. El amor está por encima del sentimiento. Es algo más. A través del Apóstol San Pablo el Señor nos dice: "Maridos, amen a sus esposas como Cristo ama a la Iglesia y se entregó a sí mismo". La cuestión está en amar. Ustedes pueden aprender a amar de verdad, de una manera profunda, por encima de los sentimientos. Se puede dejar de querer por un tiempo. Los sentimientos se pueden apagar, pero el amor es una actitud, un deseo, una forma de actuar. Lo que les pasa a muchas parejas es que han dejado de vivir en Dios y, en consecuencia, están en crisis. 

Muchos matrimonios fracasan, porque se casan simplemente por una atracción carnal, por una pasión momentánea y no por un amor profundo. Por eso hay que insistir mucho más en la importancia del noviazgo. El noviazgo es algo muy serio e importante. En el noviazgo tiene que existir amor en el sentido bíblico: presencia de Dios en el alma. Muchos creen que la solución a los problemas matrimoniales es el divorcio; mas no es lo más adecuado. En casos excesivos como demencia, salvajismo, la Iglesia recomienda separación y en casos extremos, por seguridad, un divorcio. Esto cuando no hay solución humana. 

Hay muchos casos de matrimonios que se hubieran salvado con una buena orientación espiritual y psicológica, con un encuentro profundo con Dios. Muchos matrimonios se pueden salvar, si aprenden a amarse. ¡El divorcio conlleva tantos problemas! Dios nos quiere dar la paz y el gozo, pero para eso hay que abrirle el corazón. Hay que renunciar al pecado, sobre todo al pecado de la soberbia y del orgullo, que muchas veces hace a las parejas no ceder mutuamente. Hay que bajar las armas, aprender a amarse aún a pesar de todo. Todavía es posible la solución. Se puede ser como antes o mejor que antes.

¿Por qué no abren sus corazones? ¿Por qué no hablan y se ayudan a cambiar mutuamente? Reconozcan sus defectos. Aprendan a perdonarse y olviden el pasado. Toda persona tiene la oportunidad de un cambio. Hay que estar continuamente conquistándose. Quizás se han descuidado mutuamente y esto ha provocado un abismo. Comprendan los dos que el amor no es un simple sentimiento: amar implica un darse. Muchas veces el sentimiento es egocéntrico, mientras el amor se enfoca hacia los demás. El amor está vinculado al dar como ha hecho Dios con nosotros. Deben aprender a darse el uno al otro. No importa que el otro no responda igual. Entréguense sin esperar nada o, de lo contrario, nunca lo harán. 

Hermano o hermana, que quizás estén en crisis matrimonial: ¡se puede salvar el matrimonio! Aprenda a amar. El que aprende a amar, aprende a perdonar y el que aprende a perdonar, aprende a olvidar, aprende a servir, a ser paciente, aprende a darse, aprende a ser humilde, en fin, aprende tantas cosas… ¿Por qué no comienza a salvar su matrimonio? Todo es posible, baje las armas, deje de estar rivalizando con el otro, cambie de actitud, hágalo por usted, por su pareja, por sus hijos, por su futuro, por el Señor. Se puede, sí se puede, porque ¡CON DIOS, EN VERDAD, USTED ES INVENCIBLE!





16 sept 2019

Santo Evangelio 16 de septiembre 2019



Día litúrgico: Lunes XXIV del tiempo ordinario

Ver santoral 16 de Septiembre: Santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires

Texto del Evangelio (Lc 7,1-10): En aquel tiempo, cuando Jesús hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde Él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Éstos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga». 

Jesús iba con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace». 

Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande». Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.

«Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande»

Fr. John A. SISTARE 
(Cumberland, Rhode Island, Estados Unidos)

Hoy, nos enfrentamos a una pregunta interesante. ¿Por qué razón el centurión del Evangelio no fue personalmente a encontrar a Jesús y, en cambio, envió por delante algunos notables de los judíos con la petición de que fuese a salvar a su criado? El mismo centurión responde por nosotros en el pasaje evangélico: Señor, «ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado» (Lc 7,7). 

Aquel centurión poseía la virtud de la fe al creer que Jesús podría hacer el milagro —si así lo quería— con sólo su divina voluntad. La fe le hacía creer que, prescindiendo de allá donde Jesús pudiera hallarse, Él podría sanar al criado enfermo. Aquel centurión estaba muy convencido de que ninguna distancia podría impedir o detener a Jesucristo, si quería llevar a buen término su trabajo de salvación.

Nosotros también estamos llamados a tener la misma fe en nuestras vidas. Hay ocasiones en que podemos ser tentados a creer que Jesús está lejos y que no escucha nuestros ruegos. Sin embargo, la fe ilumina nuestras mentes y nuestros corazones haciéndonos creer que Jesús está siempre cerca para ayudarnos. De hecho, la presencia sanadora de Jesús en la Eucaristía ha de ser nuestro recordatorio permanente de que Jesús está siempre cerca de nosotros. San Agustín, con ojos de fe, creía en esa realidad: «Lo que vemos es el pan y el cáliz; eso es lo que tus ojos te señalan. Pero lo que tu fe te obliga a aceptar es que el pan es el Cuerpo de Jesucristo y que en el cáliz se encuentra la Sangre de Jesucristo». 

La fe ilumina nuestras mentes para hacernos ver la presencia de Jesús en medio de nosotros. Y, como aquel centurión, diremos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo» (Lc 7,6). Por tanto, si nos humillamos ante nuestro Señor y Salvador, Él viene y se acerca a curarnos. Así, dejemos a Jesús penetrar nuestro espíritu, en nuestra casa, para curar y fortalecer nuestra fe y para llevarnos hacia la vida eterna.

Respete lo Sagrado

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Respete lo Sagrado

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.



En este Mensaje al Corazón quiero hablarle de el respeto a lo sagrado. Y ¿qué es lo sagrado? Lo sagrado es lo divino, lo trascendente, lo absoluto. Lo sagrado es Él que creó el mundo de la nada; es Él que tiene todo el poder y la gloria. Lo sagrado es Dios y todo lo que tiene que ver con Dios. Lo sagrado es lo más importante porque es la fuente de donde proviene todo; por eso debemos respetarlo. 

Dios se ha manifestado a todos los hombres a través de la fe. A pesar de que la única religión que tiene la verdad completa es la de nuestra Iglesia, en toda religión, aún en las no cristianas, hay algo de verdad. Por ello hay que manifestar respeto a todas las religiones. 

Para nosotros el ámbito de lo sagrado está en el templo, donde vamos a adorar nuestro Creador que es el Padre, un Dios liberador y redentor, que es el Hijo y un Dios santificador, el Dios amor, que es El Espíritu Santo. Está en las oraciones que hacemos donde nos comunicamos con Dios, en las devociones particulares y comunitarias, en los sacramentos donde encontramos la presencia santa del Señor. También el ámbito de lo sagrado está en el hogar, en la familia, en el matrimonio y por supuesto en toda persona en la que Dios está por ser nosotros templos vivos del Espíritu Santo. 

Respetar lo sagrado es darle importancia al culto, a la oración, a la liturgia y a la Eucaristía; no hacer las cosas como "robots" y simplemente por rutina, por obligación, por compromiso o por miedo a condenarse. Respetar lo sagrado va a implicar hacer las cosas de corazón, porque en verdad creemos en ellas, y en verdad amamos y queremos honrar y glorificar a Dios. Si sentimos pereza es cuando más debemos esforzarnos y disciplinarnos porque el Señor merece todo el respeto y la gloria. 

Muchas veces vamos a la Eucaristía o estamos rezando, "tocando lo divino", tocando lo sagrado, pero sin fe. Esto no produce el efecto que queremos. Es fundamental que nos acerquemos a lo sagrado con el corazón abierto, muy despiertos mentalmente y sintiendo la necesidad de experimentar la presencia de Dios. 

Respetar lo sagrado va a implicar no usar el nombre de Dios en vano; esto implica no jurar en el nombre de Dios. No poner a Dios como testigo de nuestros actos. Es una tentación no usar bien el nombre del Señor, haciéndolo testigo de cosas que son mentiras. Evite jurar en el nombre de Dios y no blasfeme. Blasfemia significa insultar a Dios. Esto es un irrespeto terrible a lo sagrado, al igual que hacer chistes de lo divino. ¡De Dios nadie se ríe! 

No usemos el nombre de Dios para manipular a las personas. Es común en los papás decirle a los niños: "Dios te va a castigar por esto". ¡Cuidado! No le inculquemos a los pequeños una idea de un Dios castigador o de un Dios que simplemente está defendiendo a los papás. Tampoco manipulemos a los demás diciendo: "Dios me dijo tal cosa". Ciertamente Dios anuncia, Dios inspira, pero cuidado con usar el nombre de Dios para imponer sus ideas. 

En cuanto al respeto a lo sagrado, no podemos confundir lo sagrado, lo que es de Dios, con la superstición, con la hechicería o brujería. No permita la mezcla de lo sagrado con todo aquello que es superstición ya que esto es tinieblas. También respetar lo sagrado, va a implicar amar a Dios, honrarle, darle gloria y no permitir que nadie ocupe su lugar. 

Le pedimos pues que respete lo sagrado, porque respetar lo sagrado es también respetar lo humano y es respetarse a sí mismo, porque usted es sagrado ya que el Señor está en usted. Respétese y valórese porque también así respeta a Dios y no se olvide, ¡CON DIOS USTED ES INVENCIBLE! 


                       

15 sept 2019

Santo Evangelio 15 de septiembre 2019



Día litúrgico: Domingo XXIV (C) del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 15,1-32): En aquel tiempo, todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión. 

»O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido’. Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta». 

Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre.

»Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.

»Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’. Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’».

«Habrá (...) alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta»

Rev. D. Alfonso RIOBÓ Serván 
(Madrid, España)

Hoy consideramos una de las parábolas más conocidas del Evangelio: la del hijo pródigo, que, advirtiendo la gravedad de la ofensa hecha a su padre, regresa a él y es acogido con enorme alegría.

Podemos remontarnos hasta el comienzo del pasaje, para encontrar la ocasión que permite a Jesucristo exponer esta parábola. Sucedía, según nos dice la Escritura, que «todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírle» (Lc 15,1), y esto sorprendía a fariseos y escribas, que murmuraban: «Éste acoge a los pecadores y come con ellos» (Lc 15,2). Les parece que el Señor no debería compartir su tiempo y su amistad con personas de vida poco recta. Se cierran ante quien, lejos de Dios, necesita conversión.

Pero, si la parábola enseña que nadie está perdido para Dios, y anima a todo pecador llenándole de confianza y haciéndole conocer su bondad, encierra también una importante enseñanza para quien, aparentemente, no necesita convertirse: no juzgue que alguien es “malo” ni excluya a nadie, procure actuar en todo momento con la generosidad del padre que acepta a su hijo. El recelo del mayor de los hijos, relatado al final de la parábola, coincide con el escándalo inicial de los fariseos.

En esta parábola no solamente es invitado a la conversión quien patentemente la necesita, sino también quien no cree necesitarla. Sus destinatarios no son solamente los publicanos y pecadores, sino igualmente los fariseos y escribas; no son solamente los que viven de espaldas a Dios, sino quizá nosotros, que hemos recibido tanto de Él y que, sin embargo, nos conformamos con lo que le damos a cambio y no somos generosos en el trato con los otros. Introducidos en el misterio del amor de Dios —nos dice el Concilio Vaticano II— hemos recibido una llamada a entablar una relación personal con Él mismo, a emprender un camino espiritual para pasar del hombre viejo al nuevo hombre perfecto según Cristo.

La conversión que necesitamos podría ser menos llamativa, pero quizá ha de ser más radical y profunda, y más constante y mantenida: Dios nos pide que nos convirtamos al amor.

La ternura de Dios

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LA TERNURA DE DIOS

Por José María Martín OSA

1.- Dios es misericordioso. El Salmo Penitencial (nº 50) y el Evangelio de la Misericordia (las tres Parábolas del capítulo 15 de Lucas) transmiten una feliz noticia: que Dios es misericordioso y bueno con nosotros. En el fragmento del salmo se expresan dos sentimientos: el reconocimiento de nuestro pecado ante Dios y la seguridad de ser renovados por su Espíritu en lo más íntimo de nuestro ser. El pecado es una infidelidad al amor que Dios nos tiene, y no una mera infracción de un código externo. El pecado nos separa de Dios, principio de vida. El perdón que Dios nos regala es una nueva creación, una renovación interior expresada mediante la imagen de "un corazón nuevo". La purificación profunda que el salmista pide a Dios produce la restauración de las relaciones con Dios. El pecador arrepentido se siente perdonado por Dios y quiere que todos los conozcan: "Señor, me abrirás los labios y mi boca proclamará tu alabanza". Quiere que todo el mundo experimente la misericordia de Dios y se hace pregonero de su amor. Dios acepta como única ofrenda "un corazón quebrantado y humillado".

2.- Es Dios quien toma la iniciativa de buscar al extraviado. En evangelio de Lucas se describen tres parábolas de la misericordia: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo. En los tres relatos se repiten los binomios, perdido-encontrado y tristeza-alegría. La lejanía de Dios es lo que produce la pérdida y su cercanía la posibilidad del encuentro. La tristeza por la soledad experimentada lejos de Dios se transforma en alegría tras el encuentro. Es Dios quien toma la iniciativa de buscar al extraviado, simbolizado en la oveja perdida, la moneda o el hijo pródigo. Es Dios el auténtico protagonista de las tres parábolas.

3. – Acogida paternal de Dios. La intención de Lucas en la llamada "Parábola del Hijo Pródigo" es manifestar la ternura de un Dios que nos invita a estar a su lado. Dios Padre refleja en su rostro los rasgos de la vida. El da vida a aquellos que, libremente, deciden seguirle. Dios Padre nos da vida porque es Amor. Habitar en la casa del Padre es gozar de la misericordia y el cariño de Dios. El hijo menor representa al discípulo autosuficiente que se ha alejado del camino. Lejos de la casa del padre no hay vida verdadera, sino desgracia y muerte. Pero el discípulo decide volver al buen camino y allí goza de la profundidad de la vida. El Padre lo acoge de nuevo y, de alguna manera, vuelve a engendrarlo. La acogida paternal y amistosa del Padre devuelve a aquel hombre la certeza de sentirse querido y lo rehabilita como persona.

4.- El verdadero protagonista de la parábola es el padre. El hermano mayor es el paradigma del cristiano que siempre se ha creído en el camino adecuado, pero le ha faltado lo más importante: el amor que supone el encuentro personal con el Dios que nos da vida. Había vivido en la misma casa del Padre, ha pertenecido desde su bautismo a la Iglesia, quizá ha trabajado duramente en defensa de su fe, pero no ha experimentado el gran gozo del amor del Padre. Por eso pone dificultades a la misericordia, no entiende a una Dios que perdona siempre sin límites. El Padre es el auténtico protagonista de la Parábola, que debería llamarse mejor "Parábola del Padre Pródigo en amor", o "Parábola del Padre que sale al encuentro y perdona". El Dios de Jesucristo es el Dios de la vida. Cuando nos alejamos de El nuestra vida se debilita. Cuanto más estemos lejos del fuego de su amor, más frío tendremos. Nos sentimos solos y abandonados, como la oveja perdida. Cuando nos cerramos a su amor, como el hijo mayor, nos invade la rutina, la desesperación y el desamor. Lo más significativo que nos enseña la parábola no es ni nuestra huida ni nuestra cerrazón, lo más importante es la misericordia y la ternura de Dios, que quiere que vivamos de verdad. Hemos de darnos cuenta de que Dios nos lleva en la palma de la mano, solo quiere nuestra autorrealización personal. Esta es la invitación que el Padre nos hace, ¿la aceptamos?