12 may 2018

Santo Evangelio 12 de mayo 2018


Día litúrgico: Sábado VI de Pascua


Texto del Evangelio (Jn 16, 23-28): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado. Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre. Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre».


«Salí del Padre (...) y voy al Padre»

Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano 
(Cervera, Lleida, España)

Hoy, en vigilias de la fiesta de la Ascensión del Señor, el Evangelio nos deja unas palabras de despedida entrañables. Jesús nos hace participar de su misterio más preciado; Dios Padre es su origen y es, a la vez, su destino: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28).

No debiera dejar de resonar en nosotros esta gran verdad de la segunda Persona de la Santísima Trinidad: realmente, Jesús es el Hijo de Dios; el Padre divino es su origen y, al mismo tiempo, su destino.

Para aquellos que creen saberlo todo de Dios, pero dudan de la filiación divina de Jesús, el Evangelio de hoy tiene una cosa importante a recordar: “Aquel” a quien los judíos denominan Dios es el que nos ha enviado a Jesús; es, por tanto, el Padre de los creyentes. Con esto se nos dice claramente que sólo puede conocerse a Dios de verdad si se acepta que este Dios es el Padre de Jesús.

Y esta filiación divina de Jesús nos recuerda otro aspecto fundamental para nuestra vida: los bautizados somos hijos de Dios en Cristo por el Espíritu Santo. Esto esconde un misterio bellísimo para nosotros: esta paternidad divina adoptiva de Dios hacia cada hombre se distingue de la adopción humana en que tiene un fundamento real en cada uno de nosotros, ya que supone un nuevo nacimiento. Por tanto, quien ha quedado introducido en la gran Familia divina ya no es un extraño.

Por esto, en el día de la Ascensión se nos recordará en la Oración Colecta de la Misa que todos los hijos hemos seguido los pasos del Hijo: «Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo». En fin, ningún cristiano debiera “descolgarse”, pues todo esto es más importante que participar en cualquier carrera o maratón, ya que la meta es el cielo, ¡Dios mismo!

Salmo 85 Oración del pobre ante los problemas

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Salmo 85

Oración del pobre ante los problemas



Inclina tu oído, Señor, escúchame, 
que soy un pobre desamparado; 
protege mi vida, que soy un fiel tuyo; 
salva a tu siervo, que confía en ti. 

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, 
que a tí te estoy llamando todo el día; 
alegra el alma de tu siervo, 
pues levanto mi alma hacia tí; 

porque tú, Señor, eres bueno y clemente, 
rico en misericordia 
con los que te invocan. 
Señor, escucha mi oración, 
atiende a la voz de mi súplica. 

En el día del peligro te llamo, 
y tú me escuchas. 
No tienes igual entre los dioses, Señor, 
ni hay obras como las tuyas. 

Todos los pueblos vendrán 
a postrarse en tu presencia, Señor; 
bendecirán tu nombre: 
"Grande eres tú, y haces maravillas; 
tú eres el único Dios". 

Enséñame, Señor, tu camino, 
para que siga tu verdad; 
mantén mi corazón entero 
en el temor de tu nombre. 

Te alabaré de todo corazón, Dios mío; 
daré gloria a tu nombre por siempre, 
por tu gran piedad para conmigo, 
porque me salvaste 
del abismo profundo. 

Dios mío, unos soberbios 
se levantan contra mí, 
una banda de insolentes 
atenta contra mi vida, 
sin tenerte en cuenta a ti. 

Pero tú, Señor, 
Dios clemente y misericordioso, 
lento a la cólera, rico en piedad y leal, 
mírame, ten compasión de mí. 

Da fuerza a tu siervo, 
salva al hijo de tu esclava; 
dame una señal propicia, 
que la vean mis adversarios 
y se avergüencen, 
porque tú, Señor, 
me ayudas y consuelas.

11 may 2018

Santo Evangelio 11 de mayo 2018


Día litúrgico: Viernes VI de Pascua

Texto del Evangelio (Jn 16,20-23a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. Aquel día no me preguntaréis nada».


«Vuestra tristeza se convertirá en gozo»

+ Rev. D. Joaquim FONT i Gassol 
(Igualada, Barcelona, España)

Hoy comenzamos el Decenario del Espíritu Santo. Reviviendo el Cenáculo, vemos a la Madre de Jesús, Madre del Buen Consejo, conversando con los Apóstoles. ¡Qué conversación tan cordial y llena! El repaso de todas las alegrías que habían tenido al lado del Maestro. Los días pascuales, la Ascensión y las promesas de Jesús. Los sufrimientos de los días de la Pasión se han tornado alegrías. ¡Qué ambiente tan bonito en el Cenáculo! Y el que se está preparando, como Jesús les ha dicho.

Nosotros sabemos que María, Reina de los Apóstoles, Esposa del Espíritu Santo, Madre de la Iglesia naciente, nos guía para recibir los dones y los frutos del Espíritu Santo. Los dones son como la vela de una embarcación cuando está desplegada y el viento —que representa la gracia— le va a favor: ¡qué rapidez y facilidad en el camino!

El Señor nos promete también en nuestra ruta convertir las fatigas en alegría: «Vuestra alegría nadie os la podrá quitar» (Jn 16,23) y «vuestra alegría será completa» (Jn 16,24). Y en el Salmo 126,6: «Al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo sus gavillas».

Durante toda esta semana, la Liturgia nos habla de rejuvenecer, de exultar (saltar de alegría), de la felicidad segura y eterna. Todo nos lleva a vivir de oración. Como nos dice san Josemaría: «Quiero que estés siempre contento, porque la alegría es parte integrante de tu camino. —Pide esa misma alegría sobrenatural para todos».

El ser humano necesita reír para la salud física y espiritual. El humor sano enseña a vivir. San Pablo nos dirá: «Sabemos que todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios» (Rom 8,28). ¡He aquí una buena jaculatoria!: «¡Todo es para bien!»; «Omnia in bonum!».

Salmo 84 Nuestra salvación está cerca

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Salmo 84

Nuestra salvación está cerca


Señor, has sido bueno con tu tierra, 
has restaurado la suerte de Jacob, 
has perdonado la culpa de tu pueblo, 
has sepultado todos sus pecados, 
has reprimido tu cólera, 
has frenado el incendio de tu ira. 

Restáuranos, Dios Salvador nuestro; 
cesa en tu rencor contra nosotros. 
¿Vas a estar siempre enojado, 
o a prolongar tu ira de edad en edad? 

¿No vas a devolvernos la vida, 
para que tu pueblo se alegre contigo? 
Muéstranos, Señor, tu misericordia, 
y danos tu salvación. 

Voy a escuchar lo que dice el Señor: 
"Dios anuncia la paz 
a su pueblo y a sus amigos 
y a los que se convierten de corazón". 

La salvación está ya cerca de sus fieles, 
y la gloria habitará en nuestra tierra; 
la misericordia y la fidelidad se encuentran, 
la justicia y la paz se besan; 

La fidelidad brota de la tierra, 
y la justicia mira desde el cielo; 
el Señor nos dará la lluvia, 
y nuestra tierra dará su fruto. 

La justicia marchará ante él, 
la salvación seguirá sus pasos.

10 may 2018

Santo Evangelio 10 de mayo 2018


Día litúrgico: Jueves VI de Pascua


Texto del Evangelio (Jn 16,16-20): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: ‘Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver’ y ‘Me voy al Padre’?». Y decían: «¿Qué es ese ‘poco’? No sabemos lo que quiere decir». Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: ‘Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?’. En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo».


«Vuestra tristeza se convertirá en gozo»

Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu 
(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy contemplamos de nuevo la Palabra de Dios con la ayuda del evangelista Juan. En estos últimos días de Pascua sentimos una inquietud especial por hacer nuestra esta Palabra y entenderla. La misma inquietud de los primeros discípulos, que se expresa profundamente en las palabras de Jesús —«Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver» (Jn 16,16)— concentra la tensión de nuestras inquietudes de fe, de búsqueda de Dios en nuestra vida cotidiana.

Los cristianos de hoy sentimos la misma urgencia que los cristianos del primer siglo. Queremos ver a Jesús, necesitamos experimentar su presencia en medio de nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y caridad. Por esto, nos provoca tristeza pensar que Él no esté entre nosotros, que no podamos sentir y tocar su presencia, sentir y escuchar su palabra. Pero esta tristeza se transforma en alegría profunda cuando experimentamos su presencia segura entre nosotros.

Esta presencia, así nos lo recordaba San Juan Pablo II en su última Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia, se concreta —específicamente— en la Eucaristía: «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: ‘He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28,20). (...) La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, “misterio de luz”. Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: 'Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron' (Lc 24,31)».

Pidamos a Dios una fe profunda, una inquietud constante que se sacie en la fuente eucarística, escuchando y entendiendo la Palabra de Dios; comiendo y saciando nuestra hambre en el Cuerpo de Cristo. Que el Espíritu Santo llene de luz nuestra búsqueda de Dios.

Salmo 83 Añoranza del templo

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Salmo 83
Añoranza del templo

¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:

Cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte
hasta ver a Dios en Sión.

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.

¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en tí!

9 may 2018

Santo Evangelio 9 de mayo 2018


Día litúrgico: Miércoles VI de Pascua


Texto del Evangelio (Jn 16,12-15): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros».


«Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa»

Rev. D. Santi COLLELL i Aguirre 
(La Garriga, Barcelona, España)

Hoy, Señor, una vez más, nos quieres abrir los ojos para que nos demos cuenta de que, con demasiada frecuencia, hacemos las cosas al revés. «El Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16,13), aquello que el Padre ha dado a conocer al Hijo.

¡Es curioso!: más que dejarnos guiar por el Espíritu (¡qué gran desconocido en nuestras vidas!), lo que hacemos es, bien pasar de Él, bien “imponerle” las cosas una vez ya hemos tomado nuestras decisiones. Y lo que hoy se nos dice es más bien lo contrario: dejar que Él nos guíe.

Pienso, Señor, en voz alta... Vuelvo a leer el Evangelio de hoy y me vienen a la cabeza los chicos y chicas que recibirán la Confirmación este año. Veo los que me rodean y estoy tentado a pensar: —¡Qué verdes están! ¡A éstos, tu Espíritu no les va ni por delante ni por detrás; y más bien se dejan guiar por todo y por nada!

A quienes se nos considera adultos en la fe, haznos instrumentos eficaces de tu Espíritu para llegar a ser “contagiadores” de tu verdad; para intentar “guiar-acompañar”, ayudar a abrir los corazones y los oídos de quienes nos rodean.

«Mucho tengo todavía que deciros» (Jn 16,12). —¡No te retengas, Señor, en dirigirnos tu voz para revelarnos nuestras propias identidades! Que tu Espíritu de Verdad nos lleve a reconocer todo aquello de falso que pueda haber en nuestras vidas y nos haga valientes para enmendarlo. Que ponga luz en nuestros corazones para que reconozcamos, también, aquello que de auténtico hay dentro de nosotros y que ya participa de tu Verdad. Que reconociéndolo sepamos agradecerlo y vivirlo con alegría.

Espíritu de Verdad, abre nuestros corazones y nuestras vidas al Evangelio de Cristo: que sea ésta la luz que ilumine nuestra vida cotidiana. Espíritu Defensor, haznos fuertes para vivir la verdad de Cristo, dando testimonio a todos.

Salmo 82 Oración indignada del justo

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Salmo 82

Oración indignada del justo


Señor, no te estés callado, en silencio e inmóvil, oh Dios; 
mira que tus enemigos se agitan 
y los que te odian levantan la cabeza; 

traman planes contra tu pueblo, 
se conjuran contra tus protegidos. 

Dicen: "Vamos a aniquilarlos como nación, 
que el nombre de Israel no se pronuncie más". 

Están de acuerdo en la conjura, hacen liga contra ti: 
los beduinos, idumeos, ismaelitas, moabitas y agarenos, 

Biblos, Amón, Amalec, los filisteos con los tirios; 
también los asirios se aliaron con ellos 
y prestaron refuerzos a los hijos de Lot. 

Trátalos como a Madián, como a Sísara, 
como a Yabín, junto al torrente Quisón: 

que fueron aniquilados en Fuendor 
y sirvieron de estiércol para el campo. 

Trata a sus príncipes como al Cuervo y al Lobo, 
a sus capitanes como a Zebá y a Salmaná, 
que arengaban: "Conquistemos las vegas fértiles". 

Dios mío, vuélvelos hojarasca, vilanos frente al vendaval; 
como fuego que prende en la maleza, 

como incendio que abrasa los montes, 
persíguelos así con tu tormenta, 
atérralos con tu huracán. 

Cúbreles el rostro de ignominia, 
para que te busquen a ti, Señor; 

abrumados de vergüenza para siempre, 
perezcan derrotados; 

y reconozcan que te llamas Señor, 
que tú eres el Soberano de toda la tierra. 




8 may 2018

Santo Evangelio 8 de mayo 2018


Día litúrgico: Martes VI de Pascua



Texto del Evangelio (Jn 16,5-11): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’. Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando Él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado».


«Os conviene que yo me vaya»

Fr. Joseph A. PELLEGRINO 
(Tarpon Springs, Florida, Estados Unidos)

Hoy el Evangelio nos ofrece una comprensión más profunda de la realidad de la Ascensión del Señor. En la lectura del Evangelio de Juan del Domingo de Pascua, Jesús le dice a María Magdalena que no se aferre a Él porque «aún no he subido a mi Padre» (Jn 20,17). En el Evangelio de hoy Jesús se da cuenta de que «por haberos dicho esto, vuestros corazones se han llenado de tristeza» (Jn 16,6), por eso indica a sus discípulos que «os conviene que yo me vaya» (Jn 16,7). Jesús debe ascender al Padre. Sin embargo, todavía está entre nosotros.

¿Cómo puede irse y quedarse al mismo tiempo? Este misterio lo explicó el Papa Benedicto XVI: «Y, dado que Dios abraza y sostiene a todo el cosmos, la Ascensión del Señor significa que Cristo no se ha alejado de nosotros, sino que ahora, gracias al hecho de estar con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros, para siempre».

Nuestra esperanza se halla en Jesucristo. Con su conquista sobre la muerte nos dio una vida que la muerte no podrá nunca destruir, su Vida. Su resurrección es la verificación de que lo espiritual es real. Nada puede separarnos del amor de Dios. Nada puede disminuir nuestra esperanza. Las negativas del mundo no pueden destruir lo positivo de Jesucristo.

El mundo imperfecto en el que vivimos, un mundo donde sufren los inocentes, puede conducirnos al pesimismo. Pero Jesucristo nos ha transformado en eternos optimistas. 

La presencia viva del Señor en nuestra comunidad, en nuestras familias, en aquellos aspectos de nuestra sociedad que, con todo derecho, pueden ser llamados “cristianos”, nos confieren una razón para la esperanza. La Presencia Viva del Señor en cada uno de nosotros nos ha proporcionado alegría. No importa cuán grande sea el aluvión de noticias negativas que los medios disfrutan presentándonos; lo positivo del mundo supera con mucho a lo negativo, pues Jesús ha ascendido.

Él, en efecto, ha ascendido, pero no nos ha abandonado.

Salmo 81 Invectivas contra los jueces inicuos

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Salmo 81

Invectivas contra los jueces inicuos


Dios se levanta en la asamblea divina; 
rodeado de ángeles, juzga: 
"¿Hasta cuándo daréis sentencia injusta, 
poniéndoos de parte del culpable? 

Proteged al desvalido y al huérfano, 
haced justicia al humilde y al necesitado, 
defended al pobre y al indigente, 
sacándolos de las manos del culpable". 

Ellos, ignorantes e insensatos, caminan a oscuras, 
mientras vacilan los cimientos del orbe. 

Yo declaro: "Aunque seáis dioses, 
e hijos del Altísimo todos, 
moriréis como cualquier hombre, 
caeréis, príncipes, como uno de tantos". 

Levántate, oh Dios, y juzga la tierra, 
porque tú eres el dueño de todos los pueblos. 

7 may 2018

Santo Evangelio 7 de Mayo 2018


Día litúrgico: Lunes VI de Pascua


Texto del Evangelio (Jn 15,26—16,4): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho».


«También vosotros daréis testimonio»

Rev. P. Higinio Rafael ROSOLEN IVE 
(Cobourg, Ontario, Canadá)

Hoy, en el evangelio Jesús anuncia y promete la venida del Espíritu Santo: «Cuando venga el Paráclito (…) que procede del Padre, Él dará testimonio de mí» (Jn 15,26). “Paráclito” literalmente significa “aquél que es llamado junto a uno”, y habitualmente es traducido como “Consolador”. De este modo, Jesús nos recuerda la bondad de Dios, pues siendo el Espíritu Santo el amor de Dios, Él infunde en nuestros corazones la paz, la serenidad en las adversidades y la alegría por las cosas de Dios. Él nos hace mirar hacia las cosas de arriba y unirnos a Dios.

Además Jesús dice a los Apóstoles: «También vosotros daréis testimonio» (Jn 15,27). Para dar testimonio es necesario:

1º Tener comunión e intimidad con Jesús. Ésta nace del trato cotidiano con Él: leer el Evangelio, escuchar sus palabras, conocer sus enseñanzas, frecuentar sus sacramentos, estar en comunión con su Iglesia, imitar su ejemplo, cumplir los mandamientos, verlo en los santos, reconocerlo en nuestros hermanos, tener su espíritu y amarlo. Se trata de tener una experiencia personal y viva de Jesús.

2º Nuestro testimonio es creíble si aparece en nuestras obras. Un testigo no es sólo una persona que sabe que algo es verdad, sino que también está dispuesta a decirlo y vivirlo. Lo que experimentamos y vivimos en nuestra alma debemos transmitirlo al exterior. Somos testigos de Jesús no sólo si conocemos sus enseñanzas, sino —y principalmente— cuando queremos y hacemos que otros lo conozcan y lo amen. Como dice el dicho: «Las palabras mueven, los ejemplos arrastran».

El Papa Francisco nos decía: «Agradezco el hermoso ejemplo que me dan tantos cristianos que ofrecen su vida y su tiempo con alegría. Ese testimonio me hace mucho bien y me sostiene en mi propio deseo de superar el egoísmo para entregarme más». Y añadía: «Quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente». Eso es siempre una luz que atrae.


«Cuando venga el Paráclito, (...) el Espíritu de la verdad, (...) Él dará testimonio de mí»

Rev. D. Jordi POU i Sabater 
(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Hoy, el Evangelio es casi tan actual como en los años finales del evangelista san Juan. Ser cristiano entonces no estaba de moda (más bien era bastante peligroso), como tampoco no lo está ahora. Si alguno quiere ser bien considerado por nuestra sociedad, mejor que no sea cristiano —porque en muchas cosas— tal como los primeros cristianos judíos, le «expulsarán de las sinagogas» (Jn 16,2).

Sabemos que ser cristiano es vivir a contracorriente: lo ha sido siempre. Incluso en épocas en que “todo el mundo” era cristiano: los que querían serlo de verdad no eran demasiado bien vistos por algunos. El cristiano es, si vive según Jesucristo, un testimonio de lo que Cristo tenía previsto para todos los hombres; es un testigo de que es posible imitar a Jesucristo y vivir con toda dignidad como hombre. Esto no gustará a muchos, como Jesús mismo no gustó a muchos y fue llevado a la muerte. Los motivos del rechazo serán variados, pero hemos de tener presente que en ocasiones nuestro testimonio será tomado como una acusación.

No se puede decir que san Juan, por sus escritos, fuera pesimista: nos hace una descripción victoriosa de la Iglesia y del triunfo de Cristo. Tampoco se puede decir que él no hubiese tenido que sufrir las mismas cosas que describe. No esconde la realidad de las cosas ni la substancia de la vida cristiana: la lucha.

Una lucha que es para todos, porque no hemos de vencer con nuestras fuerzas. El Espíritu Santo lucha con nosotros. Es Él quien nos da las fuerzas. Es Él, el Protector, quien nos libra de los peligros. Con Él al lado nada hemos de temer.

Juan confió plenamente en Jesús, le hizo entrega de su vida. Así no le costó después confiar en Aquel que fue enviado por Él: el Espíritu Santo.

Salmo 80 Solemne revocación de la alianza

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Salmo 80

Solemne revocación de la alianza


Aclamad a Dios, nuestra fuerza; 
dad vítores al Dios de Jacob: 

acompañad, tocad los panderos, 
las cítaras templadas y las arpas; 
tocad la trompeta por la luna nueva, 
por la luna llena, que es nuestra fiesta. 

Porque es una ley de Israel, 
un precepto del Dios de Jacob, 
una norma establecida por José 
al salir de Egipto. 

Oigo un lenguaje desconocido: 
"retiré sus hombros de la carga, 
y sus manos dejaron la espuerta. 

Clamaste en la aflicción, y te libré, 
te respondí oculto entre los truenos, 
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá. 

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti; 
¡ojalá me escuchases Israel! 

No tendrás un dios extraño, 
no adorarás un dios extranjero; 
yo soy el Señor, Dios tuyo, 
que saqué del país de Egipto; 
abre la boca que te la llene". 

Pero mi pueblo no escuchó mi voz, 
Israel no quiso obedecer: 
los entregué a su corazón obstinado, 
para que anduviesen según sus antojos. 

¡Ojalá me escuchase mi pueblo 
y caminase Israel por mi camino!: 
en un momento humillaría a sus enemigos 
y volvería mi mano contra sus adversarios; 

Los que aborrecen al Señor te adularían, 
y su suerte quedaría fijada; 
te alimentaría con flor de harina, 
te saciaría con miel silvestre. 

6 may 2018

Santo Evangelio 6 de Mayo 2018


Día litúrgico: Domingo VI (B) de Pascua

Texto del Evangelio (Jn 15,9-17): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.

»Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».


«A vosotros os he llamado amigos»

Rev. D. Francesc CATARINEU i Vilageliu 
(Sabadell, Barcelona, España)

Hoy celebramos el último domingo antes de las solemnidades de la Ascensión y Pentecostés, que cierran la Pascua. Si a lo largo de estos domingos Jesús resucitado se nos ha manifestado como el Buen Pastor y la vid a quien hay que estar unido como los sarmientos, hoy nos abre de par en par su Corazón.

Naturalmente, en su Corazón sólo encontramos amor. Aquello que constituye el misterio más profundo de Dios es que es Amor. Todo lo que ha hecho desde la creación hasta la redención es por amor. Todo lo que espera de nosotros como respuesta a su acción es amor. Por esto, sus palabras resuenan hoy: «Permaneced en mi amor» (Jn 15,9). El amor pide reciprocidad, es como un diálogo que nos hace corresponder con un amor creciente a su amor primero.

Un fruto del amor es la alegría: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros» (Jn 15,11). Si nuestra vida no refleja la alegría de creer, si nos dejamos ahogar por las contrariedades sin ver que el Señor también está ahí presente y nos consuela, es porque no hemos conocido suficientemente a Jesús.

Dios siempre tiene la iniciativa. Nos lo dice expresamente al afirmar que «yo os he elegido» (Jn 15,16). Nosotros sentimos la tentación de pensar que hemos escogido, pero no hemos hecho nada más que responder a una llamada. Nos ha escogido gratuitamente para ser amigos: «No os llamo ya siervos (...); a vosotros os he llamado amigos» (Jn 15,15).

En los comienzos, Dios habla con Adán como un amigo habla con su amigo. Cristo, nuevo Adán, nos ha recuperado no solamente la amistad de antes, sino la intimidad con Dios, ya que Dios es Amor.

Todo se resume en esta palabra: “amar”. Nos lo recuerda san Agustín: «El Maestro bueno nos recomienda tan frecuentemente la caridad como el único mandamiento posible. Sin la caridad todas las otras buenas cualidades no sirven de nada. La caridad, en efecto, conduce al hombre necesariamente a todas las otras virtudes que lo hacen bueno».

El Amor cristiano es universal, católico




EL AMOR CRISTIANO ES UNIVERSAL, CATÓLICO

Por Gabriel González del Estal

1.- Es claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Estas palabras que el autor de Hechos pone en boca de Pedro son muy significativas para entender el paso del amor judío al amor cristiano. En la mayor parte de los textos del Antiguo Testamento y en algunos textos del Nuevo el amor de Dios a su pueblo se refiere exclusivamente al amor de Dios hacia su pueblo elegido, hacia Israel. No olvidemos que los apóstoles eran judíos practicantes de la religión judía, tal como ésta está regulada en el Antiguo Testamento, en la Ley Mosaica. Por eso, digo que este texto del apóstol Pedro es muy importante y significativo, para comprender el cambio de mentalidad religiosa de Pedro y de los demás apóstoles, que no fue un cambio puntual, que se produjera en un momento determinado, de una sola vez. Fue un cambio progresivo, con sus normales y lógicas dificultades. Los cristianos de hoy afortunadamente ya no dudamos del carácter universal y católico de nuestra fe cristiana. Lo importante ahora es que nosotros prediquemos y vivamos este nuestra universal y católica fe cristiana con verdadera humildad y generosidad de espíritu, cosa que no siempre hemos hecho, a lo largo de nuestra historia cristiana. No sólo cuando nos relacionamos con otras confesiones cristianas, como puede ser la confesión protestante, sino con las otras religiones no cristianas, como la religión musulmana, la budista, la hindú, u otra cualquiera de las muchas religiones que existen en este momento. La religión, cualquier religión, debe ser un instrumento, un camino que nos acerca y nos conduce al verdadero Dios, al único Dios que existe. Todos los que buscamos a Dios, todos los buscadores de Dios, debemos considerarnos compañeros y hermanos en la búsqueda del único y verdadero Dios. Hagamos, pues, de nuestro cristianismo un cristianismo universal y católico, buscando siempre la fraternidad y el encuentro, más que la diversidad, en nuestra continua búsqueda del único Dios verdadero. En este sentido debemos rezar el salmo responsorial, el salmo 97, cuando decimos que “el Señor revela a las naciones su salvación”.

2.- Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. En esta primera carta del apóstol y evangelista san Juan se nos dice la frase que podemos considerar como resumen de todo el pensamiento de san Juan sobre lo que es Dios: Dios es amor. Toda nuestra relación con Dios, si queremos que sea una relación directa y fundamental, debe fundarse siempre en el amor. El amor de Dios es divino, claro, pero nos lo manifestó de forma clara y manifiesta en un hombre, en su Hijo Jesús. Por eso, nosotros, cuando queremos amar a Dios como él nos amó, debemos amarnos unos a otros como Cristo nos amó. Cristo nos amó hasta dar su vida por nosotros, por eso nosotros debemos amarnos unos a otros hasta gastarnos y desgastarnos en el servicio a los demás. Si no amamos a los demás no amamos a Dios, porque así nos lo enseñó Jesús.

3.- Este es mi mandamiento; que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando… Esto os mando: que os améis unos otros. Estas frases las pone el evangelista san Juan en boca de Jesús. El amor no es sólo, ni principalmente, una teoría, sino una práctica. “Obras son amores y no buenas razones”. Cumplir el mandamiento de Jesús: amarnos unos a otros como él nos amó, no es algo fácil, pero es algo que los cristianos debemos intentar todos los días. Si no nos amamos unos a otros como Cristo nos amó, no amamos a Dios, ni conocemos a Dios. Si Dios, al final de nuestra vida, nos va a examinar en el amor, todos los días nosotros, al examinar nuestro comportamiento diario, debemos examinarnos en el amor. Todo lo que hacemos durante el día, aunque se trate de cosas que nos parecen poco importantes, son muy importantes ante Dios, si lo hacemos con amor. Amémonos, pues unos a otros, porque sólo así podemos estar seguros de que estamos amando a Dios.