20 ene 2018

Santo Evangelio 20 de enero 2018



Día litúrgico: Sábado II del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 3,20-21): En aquel tiempo, Jesús volvió a casa y se aglomeró otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de Él, pues decían: «Está fuera de sí».


«Está fuera de sí»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy vemos cómo los propios de la parentela de Jesús se atreven a decir de Él que «está fuera de sí» (Mc 3,21). Una vez más, se cumple el antiguo proverbio de que «un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio» (Mt 13,57). Ni que decir tiene que esta lamentación no “salpica” a María Santísima, porque desde el primero hasta el último momento —cuando ella se encontraba al pie de la Cruz— se mantuvo sólidamente firme en la fe y confianza hacia su Hijo.

Ahora bien, ¿y nosotros? ¡Hagamos examen! ¿Cuántas personas que viven a nuestro lado, que las tenemos a nuestro alcance, son luz para nuestras vidas, y nosotros...? No nos es necesario ir muy lejos: pensemos en el Papa San Juan Pablo II: ¿cuánta gente le siguió, y... al mismo tiempo, cuántos le interpretaban como un “tozudo-anticuado”, celoso de su “poder”? ¿Es posible que Jesús —dos mil años después— todavía siga en la Cruz por nuestra salvación, y que nosotros, desde abajo, continuemos diciéndole «baja y creeremos en ti» (cf. Mc 15,32)?

O a la inversa. Si nos esforzamos por configurarnos con Cristo, nuestra presencia no resultará neutra para quienes interaccionan con nosotros por motivos de parentesco, trabajo, etc. Es más, a algunos les resultará molesta, porque les seremos un reclamo de conciencia. ¡Bien garantizado lo tenemos!: «Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). Mediante sus burlas esconderán su miedo; mediante sus descalificaciones harán una mala defensa de su “poltronería”.

¿Cuántas veces nos tachan a los católicos de ser “exagerados”? Les hemos de responder que no lo somos, porque en cuestiones de amor es imposible exagerar. Pero sí que es verdad que somos “radicales”, porque el amor es así de “totalizante”: «o todo, o nada»; «o el amor mata al yo, o el yo mata al amor».

Es por esto que san Juan Pablo II nos habló de “radicalismo evangélico” y de “no tener miedo”: «En la causa del Reino no hay tiempo para mirar atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza».

A caminar sin Ti, Señor, no atino



Himno: 

A CAMINAR SIN TI, SEÑOR, NO ATINO 

A caminar sin ti, Señor, no atino;
tu palabra de fuego es mi sendero;
me encontraste cansado y prisionero
del desierto, del cardo y del espino.

Descansa aquí conmigo del camino,
que en Emaús hay trigo en el granero,
hay un poco de vino y un alero
que cobije tu sueño, Peregrino.

Yo contigo, Señor, herido y ciego;
tú conmigo, Señor, enfebrecido,
el aire quieto, el corazón en fuego.

Y en diálogo sediento y torturado
se encontrarán en un solo latido,
cara a cara, tu amor y mi pecado. Amén.

19 ene 2018

Santo Evangelio 19 de enero 2018


Día litúrgico: Viernes II del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 3,13-19): En aquel tiempo, Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso; y vinieron donde Él. Instituyó Doce, para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó.

«Jesús subió al monte y llamó a los que Él quiso»
Rev. D. Llucià POU i Sabater 
(Granada, España)


Hoy, el Evangelio condensa la teología de la vocación cristiana: el Señor elige a los que quiere para estar con Él y enviarlos a ser apóstoles (cf. Mc 3,13-14). En primer lugar, los elige: antes de la creación del mundo, nos ha destinado a ser santos (cf. Ef 1,4). Nos ama en Cristo, y en Él nos modela dándonos las cualidades para ser hijos suyos. Sólo en vistas a la vocación se entienden nuestras cualidades; la vocación es el “papel” que nos ha dado en la redención. Es en el descubrimiento del íntimo “por qué” de mi existencia cuando me siento plenamente “yo”, cuando vivo mi vocación.

¿Y para qué nos ha llamado? Para estar con Él. Esta llamada implica correspondencia: «Un día —no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana —que es la razón más sobrenatural—, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (San Josemaría). 

Es don, pero también tarea: santidad mediante la oración y los sacramentos, y, además, la lucha personal. «Todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aún en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir» (Concilio Vaticano II).

Así, podemos sentir la misión apostólica: llevar a Cristo a los demás; tenerlo y llevarlo. Hoy podemos considerar más atentamente la llamada, y afinar en algún detalle de nuestra respuesta de amor.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA



Salmo 94

 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

18 ene 2018

Santo Evangelio 18 de enero 2018


Día litúrgico: Jueves II del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 3,7-12): En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.


«Le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón»
Rev. D. Melcior QUEROL i Solà 
(Ribes de Freser, Girona, España)


Hoy, todavía reciente el bautismo de Juan en las aguas del río Jordán, deberíamos recordar el talante de conversión de nuestro propio bautismo. Todos fuimos bautizados en un solo Señor, una sola fe, «en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo» (1Cor 12,13). He aquí el ideal de unidad: formar un solo cuerpo, ser en Cristo una sola cosa, para que el mundo crea.

En el Evangelio de hoy vemos cómo «una gran muchedumbre de Galilea» y también otra mucha gente procedente de otros lugares (cf. Mc 3,7-8) se acercan al Señor. Y Él acoge y procura el bien para todos, sin excepción. Esto lo hemos de tener muy presente durante el octavario de oración para la unidad de los cristianos.

Démonos cuenta de cómo, a lo largo de los siglos, los cristianos nos hemos dividido en católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, y un largo etcétera de confesiones cristianas. Pecado histórico contra una de las notas esenciales de la Iglesia: la unidad.

Pero aterricemos en nuestra realidad eclesial de hoy. La de nuestro obispado, la de nuestra parroquia. La de nuestro grupo cristiano. ¿Somos realmente una sola cosa? ¿Realmente nuestra relación de unidad es motivo de conversión para los alejados de la Iglesia? «Que todos sean uno, para que el mundo crea» (Jn 17,21), ruega Jesús al Padre. Éste es el reto. Que los paganos vean cómo se relaciona un grupo de creyentes, que congregados por el Espíritu Santo en la Iglesia de Cristo tienen un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32-34).

Recordemos que, como fruto de la Eucaristía —a la vez que la unión de cada uno con Jesús— se ha de manifestar la unidad de la Asamblea, ya que nos alimentamos del mismo Pan para ser un solo cuerpo. Por tanto, lo que los sacramentos significan, y la gracia que contienen, exigen de nosotros gestos de comunión hacia los otros. Nuestra conversión es a la unidad trinitaria (lo cual es un don que viene de lo alto) y nuestra tarea santificadora no puede obviar los gestos de comunión, de comprensión, de acogida y de perdón hacia los demás.

Oh Jesús, que en tu Cruz has demostrado



Himno: 

OH JESÚS, QUE EN TU CRUZ HAS DEMOSTRADO

Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.

Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.

Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu Santo, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.

17 ene 2018

Santo Evangelio 17 de enero 2018



Día litúrgico: Miércoles II del tiempo ordinario

Santoral 17 de Enero: San Antonio, abad
Texto del Evangelio (Mc 3,1-6): En aquel tiempo, entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?». Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra Él para ver cómo eliminarle.

«¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?»
Rev. D. Joaquim MESEGUER García 
(Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, Jesús nos enseña que hay que obrar el bien en todo tiempo: no hay un tiempo para hacer el bien y otro para descuidar el amor a los demás. El amor que nos viene de Dios nos conduce a la Ley suprema, que nos dejó Jesús en el mandamiento nuevo: «Amaos unos a otros como yo mismo os he amado» (Jn 13,34). Jesús no deroga ni critica la Ley de Moisés, ya que Él mismo cumple sus preceptos y acude a la sinagoga el sábado; lo que Jesús critica es la interpretación estrecha de la Ley que han hecho los maestros y los fariseos, una interpretación que deja poco lugar a la misericordia.

Jesucristo ha venido a proclamar el Evangelio de la salvación, pero sus adversarios, lejos de dejarse convencer, buscan pretextos contra Él: «Había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle» (Mc 3,1-2). Al mismo tiempo que podemos ver la acción de la gracia, constatamos la dureza del corazón de unos hombres orgullosos que creen tener la verdad de su parte. ¿Experimentaron alegría los fariseos al ver aquel pobre hombre con la salud restablecida? No, todo lo contrario, se obcecaron todavía más, hasta el punto de ir a hacer tratos con los herodianos —sus enemigos naturales— para mirar de perder a Jesús, ¡curiosa alianza!

Con su acción, Jesús libera también el sábado de las cadenas con las cuales lo habían atado los maestros de la Ley y los fariseos, y le restituye su sentido verdadero: día de comunión entre Dios y el hombre, día de liberación de la esclavitud, día de la salvación de las fuerzas del mal. Nos dice san Agustín: «Quien tiene la conciencia en paz, está tranquilo, y esta misma tranquilidad es el sábado del corazón». En Jesucristo, el sábado se abre ya al don del domingo.

16 ene 2018

Santo Evangelio 16 de enero 2018



Día litúrgico: Martes II del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 2,23-28): Un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Decíanle los fariseos: «Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?». Él les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?». Y les dijo: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado».

«El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado»
Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents 
(Terrassa, Barcelona, España)


Hoy como ayer, Jesús se las ha de tener con los fariseos, que han deformado la Ley de Moisés, quedándose en las pequeñeces y olvidándose del espíritu que la informa. Los fariseos, en efecto, acusan a los discípulos de Jesús de violar el sábado (cf. Mc 2,24). Según su casuística agobiante, arrancar espigas equivale a “segar”, y trillar significa “batir”: estas tareas del campo —y una cuarentena más que podríamos añadir— estaban prohibidas en sábado, día de descanso. Como ya sabemos, los panes de la ofrenda de los que nos habla el Evangelio, eran doce panes que se colocaban cada semana en la mesa del santuario, como un homenaje de las doce tribus de Israel a su Dios y Señor.

La actitud de Abiatar es la misma que hoy nos enseña Jesús: los preceptos de la Ley que tienen menos importancia han de ceder ante los mayores; un precepto ceremonial debe ceder ante un precepto de ley natural; el precepto del reposo del sábado no está, pues, por encima de las elementales necesidades de subsistencia. El Concilio Vaticano II, inspirándose en la perícopa que comentamos, y para subrayar que la persona ha de estar por encima de las cuestiones económicas y sociales, dice: «El orden social y su progresivo desarrollo se han de subordinar en todo momento al bien de la persona, porque el orden de las cosas se ha de someter al orden de las personas, y no al revés. El mismo Señor lo advirtió cuando dijo que el sábado había sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado (cf. Mc 2,27)».

San Agustín nos dice: «Ama y haz lo que quieras». ¿Lo hemos entendido bien, o todavía la obsesión por aquello que es secundario ahoga el amor que hay que poner en todo lo que hacemos? Trabajar, perdonar, corregir, ir a misa los domingos, cuidar a los enfermos, cumplir los mandamientos..., ¿lo hacemos porque toca o por amor de Dios? Ojalá que estas consideraciones nos ayuden a vivificar todas nuestras obras con el amor que el Señor ha puesto en nuestros corazones, precisamente para que le podamos amar a Él.

Salmo 36 I - LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD


Salmo 36 I - LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD

No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará brillar tu justicia como el amanecer;
tu derecho, como el mediodía.

Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:

cohíbe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.

Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

15 ene 2018

Santo Evangelio 15 de enero 2018


Día litúrgico: Lunes II del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 2,18-22): Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen a Jesús: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día. 

»Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos».


«¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?»
Rev. D. Joaquim VILLANUEVA i Poll 
(Barcelona, España)


Hoy comprobamos cómo los judíos, además del ayuno prescrito para el Día de la Expiación (cf. Lev 16,29-34) observaban muchos otros ayunos, tanto públicos como privados. Eran expresión de duelo, de penitencia, de purificación, de preparación para una fiesta o una misión, de petición de gracia a Dios, etc. Los judíos piadosos apreciaban el ayuno como un acto propio de la virtud de la religión y muy grato a Dios: el que ayuna se dirige a Dios en actitud de humildad, le pide perdón privándose de aquellas cosas que, satisfaciéndole, le hubieran apartado de Él. 

Que Jesús no inculque esta práctica a sus discípulos y a los que le escuchan, sorprende a los discípulos de Juan y a los fariseos. Piensan que es una omisión importante en sus enseñanzas. Y Jesús les da una razón fundamental: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?» (Mc 2,19). El esposo, según la expresión de los profetas de Israel, indica al mismo Dios, y es manifestación del amor divino hacia los hombres (Israel es la esposa, no siempre fiel, objeto del amor fiel del esposo, Yahvé). Es decir, Jesús se equipara a Yahvé. Está aquí declarando su divinidad: llama a sus discípulos «los amigos del esposo», los que están con Él, y así no necesitan ayunar porque no están separados de Él.

La Iglesia ha permanecido fiel a esta enseñanza que, viniendo de los profetas e incluso siendo una práctica natural y espontánea en muchas religiones, Jesucristo la confirma y le da un sentido nuevo: ayuna en el desierto como preparación a su vida pública, nos dice que la oración se fortalece con el ayuno, etc. 

Entre los que escuchaban al Señor, la mayoría serían pobres y sabrían de remiendos en vestidos; habría vendimiadores que sabrían lo que ocurre cuando el vino nuevo se echa en odres viejos. Les recuerda Jesús que han de recibir su mensaje con espíritu nuevo, que rompa el conformismo y la rutina de las almas avejentadas, que lo que Él propone no es una interpretación más de la Ley, sino una vida nueva.

Alfarero del hombre, mano trabajadora



Himno: 

ALFARERO DEL HOMBRE, MANO TRABAJADORA

Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto los primeros animales.

De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, vigor, origen, meta
de los profundos ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;
tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia del mundo a mediodía,
y estás de corazón en cada cosa.

No hay brisa si no alientas, monte si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia; vivir es este encuentro:
tú, por la luz; el hombre, por la muerte.

¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte
dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte
de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.

14 ene 2018

Santo Evangelio 14 de enero 2018


Día litúrgico: Domingo II (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.

«Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives?»
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés 
(Tarragona, España)


Hoy vemos a Jesús que venía por la ribera del Jordán: ¡es Cristo que pasa! Debían ser las cuatro de la tarde cuando, viendo que dos chicos le seguían, se ha girado para preguntarles: «Qué buscáis?» (Jn 1,38). Y ellos, sorprendidos por la pregunta, han respondido: «Rabbí —que quiere decir “Maestro”— ¿dónde vives? (...) ‘Venid y lo veréis’» (Jn 1,39).

También yo sigo a Jesús, pero... ¿qué quiero?, ¿qué busco? Es Él quien me lo pregunta: «De verdad, ¿qué quieres?». ¡Oh!, si fuera suficientemente audaz para decirle: «Te busco a ti, Jesús», seguro que le habría encontrado, «porque todo el que busca encuentra» (Mt 7,8). Pero soy demasiado cobarde y le respondo con palabras que no me comprometen demasiado: «¿Dónde vives?». Jesús no se conforma con mi respuesta, sabe demasiado bien que no es un montón de palabras lo que necesito, sino un amigo, el Amigo: Él. Por esto me dice: «Ven y lo verás», «venid y lo veréis».

Juan y Andrés, los dos mozos pescadores, fueron con Él, «vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día» (Jn 1,39). Entusiasmado por el encuentro, Juan podrá escribir: «La gracia y la verdad se han hecho realidad por Jesucristo» (Jn 1,17b). ¿Y Andrés? Correrá a buscar a su hermano para hacerle saber: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41). «Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: ‘Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas’, que quiere decir “Piedra”» (Jn 1,42).

¡Piedra!, ¿Simón, una piedra? Ninguno de ellos está preparado para comprender estas palabras. No saben que Jesús ha venido a levantar su Iglesia con piedras vivas. Él tiene ya escogidos los dos primeros sillares, Juan y Andrés, y ha dispuesto que Simón sea la roca en la que se apoye todo el edificio.

Y, antes de subir al Padre, nos dará respuesta a la pregunta: «Rabbí, ¿dónde vives?». Bendiciendo a su Iglesia dirá: «Yo estaré con vosotros cada día hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

Dios nos conoce por nuestro nombre propio



DIOS NOS CONOCE POR NUESTRO NOMBRE PROPIO

Por Antonio García-Moreno

1.- AQUÍ ESTOY, SEÑOR.- Samuel vivía en el templo de Jerusalén. Su madre, Ana, era estéril y, a fuerza de oraciones y lágrimas, había conseguido de Dios tener hijos. Y ella, agradecida, había consagrado Para servicio de Dios a Samuel, el primogénito... Y una noche Dios llamó a Samuel. El niño despierta al oír su nombre y acude a la habitación de Helí, el sacerdote y le dice: "Heme aquí, pues me has llamado". "No te he llamado -responde el anciano-, vuelve a acostarte, hijo mío". Pero Dios sigue llamando segunda y tercera vez. Hasta ser escuchado. Y es que Dios es un Padre providente y bueno que se pre-ocupa de sus hijos, que tiene un proyecto maravilloso para cada uno de ellos. Y los llama, una y otra vez, para que sigan el camino concreto que él ha soñado con cariño desde toda la eternidad.

La voz de Dios resuena también en la noche de tu vida. De mil maneras te puede llegar el deseo de Dios sobre ti. Un pensamiento que te hiere en el alma, un acontecimiento que te conmueve, unas palabras que te afectan, un ejemplo que te arrastra. Cualquier cosa es buena para hacer vibrar en nuestro espíritu la voz de Dios. Puedes estar seguro, él hablará. Te seguirá hablando al corazón, esperando tu respuesta.

Dios nos conoce por nuestro nombre propio. Para la sociedad, para el Estado, somos unos números, una sigla que ocupa un lugar determinado en unos ficheros metálicos y fríos, o en un "disco duro". Pero Dios, no. Él nos lleva "escritos en sus manos", muy metidos en su inmenso y tierno corazón... Samuel, el pequeño primogénito de la que fue estéril, responde: "Habla, Señor, que tu siervo escucha". Actitud de entrega sin condiciones, de docilidad total. Consciente de que lo que Dios diga, es, sin duda alguna, lo mejor.

Ponte a la escucha. Dios no se ha vuelto mudo. No habla tan bajo que se haga difícil entenderle. Siendo lo mejor para ti y amándote el Señor como te ama, no puede ser tan arriesgado conocer cuál es su voluntad. Lo que ocurre es que somos torpes, tremendamente torpes. Y no comprendemos la voluntad de Dios, tan contraria a veces a la nuestra. Y nos empeñamos en seguir nuestro propio camino, el que nuestra imaginación de niño tonto ha escogido. Hay que rectificar y recorrer la ruta que el Señor nos indica. Sin importarnos para nada el sendero, en apariencia cuesta arriba, que Dios nos marque.

2.- LA CRUZ Y LA GLORIA.- Siempre hubo líderes entre los hombres, siempre existieron caudillos, jefes natos, maestros con autoridad que supieron convencer y arrastrar a otros tras de sí. Sin embargo, en determinadas épocas el liderazgo se hizo más frecuente. Quizá porque entonces había más necesidad de ello, de alguien que guiara y liberara al pueblo de la opresión. En tiempo de Jesucristo hubo muchos que pretendieron erigirse en guías salvadores del pueblo, según nos refiere Gamaliel en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Fueron hombres que, aprovechando la situación de desamparo y desconcierta-to que había en el pueblo, se presentaban como Mesías redentor, capaces de liberar a la gente de las cadenas del imperio romano que les subyugaba.

Me da pena esta gente -dijo Jesús- porque están abatidos y descaminados, como ovejas sin pastor. Y llevado por su inmensa compasión, Cristo se puso al frente de su pueblo, como supremo Pastor que no huiría ante el peligro como hicieron, y hacen siempre, los pastores malos, los mercenarios. El Buen Pastor, en cambio, no busca su propio provecho sino el de sus ovejas, a las que conoce una a una y las llama por su nombre, a las que ama hasta entregarles su vida misma.

Apenas aparece Jesús por las riberas del Jordán, el Bautista le señala sin titubeos: Este es el Cordero de Dios. Ante sus palabras algunos de sus discípulos van tras el nuevo Rabí. La impresión del primer encuentro fue tan profunda, que dejan al antiguo Maestro y siguen a Jesús el Nazareno. Respecto al título de Cordero de Dios, es cierto que, a primera vista, puede parecer un tanto extraño, impropio incluso de quien es el líder supremo, el más excelso rey soberano de la Historia. Sin embargo, es un título que en aquel tiempo tenía un sentido que implicaba realeza y poderío. Así, en efecto, lo refleja la literatura apocalíptica de aquella época, como se puede ver claramente en el Apocalipsis, el último libro de la Biblia.

Ese título cristológico está, además, relacionado con el cordero pascual con cuya sangre, según el libro del Éxodo, fueron señalados los dinteles de las casas israelitas, librando así de la muerte a sus moradores, cuando el ángel exterminador pasó ejecutando el castigo de Yahveh. Por otra parte esa figura deriva de los poemas de Isaías sobre el Siervo paciente de Yahveh, que marcha al sacrificio sin protestar, lo mismo que un cordero hacia el matadero. De esa forma aparece el Siervo paciente de Yahveh, que con su muerte redime al pueblo y es constituido como Rey de Israel y de todo el Orbe... En efecto, Jesús llega por el camino de la Cruz hasta la cumbre de la Gloria. Con la huella indeleble de sus pisadas marca el itinerario, costoso y alegre a la vez, que hemos de recorrer cuantos creemos y esperamos en él, cuantos le amamos sobre todas las cosas.