Eres una flor en el jardín de Dios
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
La creación de Dios es maravillosa. Mire a su alrededor y verá las montañas, los ríos, los valles, los mares, los árboles y las flores que son preciosos. Contemple detenidamente un jardín de flores y observe sus colores, sus pétalos y hojas. Existe una gran variedad de flores, como jazmines, amapolas, orquídeas, rosas, tulipanes, que crecen en cualquier parte. Se pueden encontrar en una selva, plantadas en una roca, en un terreno desértico, en macetas y en los jardines de las casas. Están por todos lados. ¡Qué hermoso entrar en una casa donde hay flores!
Las flores se regalan en las bodas, cumpleaños y triunfos deportivos; se encuentran también en los altares y en los cementerios. ¿Sabe usted que Dios fue el que creó las flores? Dios les dio vida y por medio de ellas nos da un mensaje: que todo lo que El ha hecho es hermoso y que la vida también lo es.
El mensaje de las flores es que Dios quiere que cada ser humano procure ser siempre hermoso ante Sus ojos como ellas, sin marchitarse. Las flores siempre llevan un mensaje, pero en el ciclo de la vida también se marchitan, mueren y luego nacen otras. Cada ser humano es hermoso como las flores. Las personas tienen pétalos de mil colores, que son sus carismas, dones, virtudes y cualidades. De hecho, cada persona despide gratos y buenos olores: de amor, amabilidad, gratitud, humildad. En verdad, cada persona es una auténtica flor del jardín de Dios. Si cada uno se lo propusiera, jamás se marchitaría, pues esto sólo sucede en la medida en que entra el odio en el corazón y el alma se amarga. Cuando esto sucede, la persona se vuelve rencorosa, envidiosa y egoísta. Hay muchas vidas marchitas por esta razón. Conozco a un hombre que por no perdonar una ofensa terrible que sufrió en su vida, vivió vengándose de todo el mundo y se marchitó hiriendo a sus semejantes. También conozco a una muchacha que marchitó su vida prefiriendo la vida fácil de placeres, lujos y comodidades. Ahora es una mujer fracasada y frustrada. Recuerdo también el caso de una señora que marchitó su vida con un terrible mal carácter. Ella sembró odio, rechazo y repugnancia en sus hijos hacia ella y, sencillamente, se marchitó.
Si usted es sincero con usted mismo, reconocerá que también sus pétalos han perdido sus vistosos colores, se han ido apagando y posiblemente no volverán a recuperarse nunca más. Pregúntese por qué se amargó, se desesperó y se hundió. ¿Le habrá ocurrido por cultivar en su corazón rencor, odio o egoísmo?
Conozco una señora ya anciana que tiene la cara arrugada y la espalda un poco encorvada, pero siempre se le ve sonriente, con buen carácter, orando, sirviendo a los demás. Cuando se entra a la casa de esa anciana, se respira aire fresco y se siente la fragancia suave y penetrante de las flores que sólo se encuentran en el jardín de Dios. Ella no se ha marchitado, a pesar de los muchos años que ha vivido. En cambio, hay un pobre jovencito que ya se marchitó a la temprana edad de 14 años por el desenfreno sexual, las drogas y el vacío de Dios.
El ser humano es la más bella y maravillosa flor del jardín de Dios. Mas algunas de esas flores se han marchitado. No sea usted una de esas que por el odio y el rencor que ha cultivado por tanto tiempo se ha marchitado y hundido en el pecado. Piense por un momento que usted es una de esas flores lindísimas del jardín de Dios. ¿Qué ha pasado con su vida? ¿Por qué perdió sus vistosos colores? ¿Por qué se desdibujó la sonrisa en su rostro y tiene esos ojos tan tristes? ¿Por qué sus gestos son los de una persona derrotada y deprimida? ¿Qué ha pasado con usted, hermosa flor del jardín de Dios? ¿Por qué está así? No ve que Dios es el dueño y también el jardinero de ese jardín. El se entristece cuando ve a una de sus flores marchita y encorvada. ¿Qué le pasa, por qué está su rostro tan triste, sus ojos tan llorosos y sus gestos los de una persona deprimida? ¿Por qué mira tanto al suelo, en vez de mirar a su Padre Dios en el cielo? ¿Qué pasa con usted, oh flor del jardín de Dios? ¡Si El lo creó para que fuera una hermosa rosa en su jardín!
Si verdaderamente lo desea, usted puede ser una linda y maravillosa flor del jardín de Dios, que no se marchitará nunca. Piense por un momento por qué no está hermosa, como deben ser todas las flores de ese jardín. ¿Qué puede hacer para no marchitarse?
Primero, ore mucho y con frecuencia, porque la vida de Dios está en usted siempre y esa es la base para que no se marchite. La oración le hará recobrar sus energías y fuerzas para que pueda volver a ser una bella rosa del jardín de Dios.
Segundo, tenga mucha fe en Dios. El siempre riega sus plantitas, que somos nosotros, si nos dejamos. Déjese amar, abrazar y bendecir por Dios. Permita al jardinero del reino que haga maravillas en usted. Tenga disponibilidad absoluta.
Tercero, sea una persona alegre y sonriente. Cultive el hábito de la sonrisa. Aunque usted no lo desee realmente, pruebe todos los días a hacer el esfuerzo de sonreír, pensando en la belleza, la bondad y la misericordia del Señor.
Cuarto, tenga siempre buen humor. Cultive el buen humor porque eso relaja sus nervios y músculos y lo ayuda a conservar la fragancia propia de las rosas del jardín de Dios. Haga lo posible por reír cuando pueda y en el momento adecuado. Ría y hágalo con ganas.
Quinto, sea siempre servicial y cariñoso. Siempre que pueda, manifieste cariño a sus semejantes y sírvales con amor. Busque siempre hacer el bien a los demás y aproveche cualquier momento para ser servicial, cariñoso, comprensivo y amable con todos los que pueda.
Sexto, no se fije demasiado en su edad. Usted es una flor permanente en el reino de Dios y su edad no importa. Yo he conocido viejos que son jóvenes y jóvenes que son ancianos. No se preocupe por su edad sino por ser una hermosa flor que embellezca el jardín de Dios.
Séptimo, sea también una flor en el jardín de los demás. Si usted quiere permanecer siendo una flor hermosa y fragante, plántese en el jardín de otros. Plántese en otros corazones, donde quizás sólo existe el desierto y la soledad. Plántese en el jardín del hombre que se encuentra solo o el de la persona que sufre y llora. Busque la manera de plantarse como flor del jardín de Dios en el corazón de los demás. Mientras usted más lleve un mensaje de amor y sea un motivo de alegría para los demás, esa flor se mantendrá joven, fresca, fragante y hermosa con sus colores vibrantes. Para permanecer siendo flor en el jardín de los demás, hay que meterse en su corazón y amar, pero amar muchísimo, dialogando, comprendiendo, escuchando, poniéndose en el lugar de ellos para entenderlos.
Yo conozco personas que van a un asilo y a base de cariño y amor se han metido y conquistado el corazón de los ancianos. Ellos se han plantado como flores permanentes en el jardín de esos ancianos. Conozco también a un hombre muy rico que una vez fue abordado por un mendigo que le extendió su mano temblorosa y esperó recibir una limosna. Mas, lo que hizo el hombre fue sentarse y pedirle al mendigo que le contara la historia de su vida. Se interesó por él y el mendigo ese día recibió la más grande limosna de toda su vida: ¡ser escuchado y amado! A ese mendigo le corrían las lágrimas de la emoción porque fue tratado como una persona.
Conozco a un huerfanito que fue aceptado por una familia y creció al amparo de ese hogar cristiano. En el corazón de ese niño hay un jardín y las rosas son su papá y mamá adoptivos. Es cuestión de empezar a amar.
Aquel marido que era terrible, parrandero, hiriente y ofensivo se convirtió a Dios y, a base de amor y ternura, es ahora una rosa bella plantada en el corazón de su esposa. Allí nunca se marchitará porque él supo amar, pedir perdón y comenzar de nuevo.
Recuerdo aquel hijo agradecido con su padre, que murió ya hace muchos años. Aquel padre sigue viviendo en el corazón de su hijo. Esa flor que es su padre no se ha marchitado en el corazón de su hijo porque fue un padre de verdad, auténtico, noble, cariñoso, responsable y lleno de amor para él. Aunque murió hace años, aún vive en el corazón de su propio hijo como una rosa permanente en su jardín agradecido.
Usted también puede ser una flor hermosa, una rosa preciosa en el jardín de muchas personas y, lógicamente, en el jardín de Dios. Eso se consigue a base de mucha oración, conociendo más al Señor, cumpliendo Su voluntad y haciendo lo que El pide.
Sea también una flor en el jardín de los demás, porque hay muchas personas que no tienen jardín. Hay tanta gente solitaria, triste y sola en cuyos corazones desolados y desérticos no crece ni una rosa porque nadie se ha acercado a ellos. Siémbrese y plántese en el corazón de otros para hacer florecer en ellos el amor de Dios.
Si usted quiere ser una rosa permanente en el jardín de Dios y en el jardín de los demás, abra sus pétalos sin miedo ni complejos. Quizás usted ha estado un poco acomplejado en su vida. Abra sus pétalos y demuestre lo que es y lo que vale. Son muchos los colores vivos y hermosos que hay. Quizás la gente lo ha despreciado porque usted no se ha apreciado a sí mismo. Abra sus pétalos al mundo sin miedo ni complejos porque usted vale muchísimo. Haga siempre lo mejor que pueda.
Contémplese bien tal y como es. Créase hermoso porque Dios lo creó y como hijo de Dios lo es. Vea sus pétalos, que son todas las increíbles cualidades que tiene. Hay muchas personas que sabrán apreciar y admirar la belleza de sus pétalos, si usted sabe abrirse sin miedo a los demás y darse a ellos.
Mas tenga mucho cuidado con las manos asesinas de la gente que tiene malas intenciones y quiere deshojar sus flores, romper sus pétalos y destruir su jardín. No se lo permita.
Ese es el caso de aquel joven que a los 16 años se dejó influenciar por malas amistades que lo llevaron a experimentar con el sexo y la droga. Ahora, después de varios años, se encuentra recluido en un asilo de locos, trastornado, desesperado y drogado permanentemente para poder mantenerse un poco tranquilo. Las malas amistades son manos asesinas.
También es el caso de aquella muchacha que se relacionó con un joven que se rió de ella y la dejó abandonada. Inducida por ese hombre, ella mató a la criatura de sus entrañas por medio del aborto. Cuídese de las manos asesinas que lo atacan con alcohol, drogas e inmoralidad sexual. Cuídese para que no sea usted mismo quien rompa sus pétalos y se marchite. Sepa que Dios es el dueño y el jardinero del jardín.
Si unos cuantos pétalos de su vida se le han perdido o marchitado, no se ponga triste. Piense que usted puede reconstruir su vida, si cuenta con la ayuda de Dios. Como un Padre amoroso, El nunca le negará su ayuda. Recuerde que para El nada es imposible. Mas usted debe querer reconstruirse. Propóngase metas y objetivos concretos. Visualícese con las virtudes que quisiera tener. Apártese de las manos asesinas. Busque ayuda y consejo. Ore mucho. Practique todos los días para ser flor del jardín de otra persona. Anímese con una sonrisa, una palabra de aliento, con amabilidad y servicialidad. Usted puede ser flor en muchos jardines si rompe con sus prejuicios y comienza a ser alguien para los demás y a amar a todos, al blanco y al negro, al pobre y al rico. Imite a esa gran rosa que es Cristo Jesús, quien abrió sus pétalos y, aunque fue asesinado, no pudieron matar su amor. Ese inmenso amor perdura y es la flor permanente, sentado a la derecha del Padre. El vive, reina y envía al Espíritu Santo para que todos sean rosas en el jardín de Dios. Sea usted una rosa en ese jardín y en el jardín de otros. Esto puede ser una realidad si usted busca a Dios, porque CON EL, USTED ES EN VERDAD . . . ¡INVENCIBLE!