21 dic 2019

Santo Evangelio 21 de Diciembre 2019



Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 21 de Diciembre


Texto del Evangelio (Lc 1,39-45): En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».
«¡Feliz la que ha creído!»

Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch
(Salt, Girona, España)

Hoy, el texto del Evangelio corresponde al segundo misterio de gozo: la «Visitación de María a su prima Isabel». ¡Es realmente un misterio! ¡Una silenciosa explosión de un gozo profundo como nunca la historia nos había narrado! Es el gozo de María, que acaba de ser madre, por obra y gracia del Espíritu Santo. La palabra latina “gaudium” expresa un gozo profundo, íntimo, que no estalla por fuera. A pesar de eso, las montañas de Judá se cubrieron de gozo. María exultaba como una madre que acaba de saber que espera un hijo. ¡Y qué Hijo! Un Hijo que peregrinaba, ya antes de nacer, por senderos pedregosos que conducían hasta Ain Karen, arropado en el corazón y en los brazos de María.

Gozo en el alma y en el rostro de Isabel, y en el niño que salta de alegría dentro de sus entrañas. Las palabras de la prima de María traspasarán los tiempos: «¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!» (cf. Lc 1,42). El rezo del Rosario, como fuente de gozo, es una de las nuevas perspectivas descubiertas por San Juan Pablo II en su Carta apostólica sobre El Rosario de la Virgen María.

La alegría es inseparable de la fe. «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1,43). La alegría de Dios y de María se ha esparcido por todo el mundo. Para darle paso, basta con abrirse por la fe a la acción constante de Dios en nuestra vida, y recorrer camino con el Niño, con Aquella que ha creído, y de la mano enamorada y fuerte de san José. Por los caminos de la tierra, por el asfalto o por los adoquines o terrenos fangosos, un cristiano lleva consigo, siempre, dos dimensiones de la fe: la unión con Dios y el servicio a los otros. Todo bien aunado: con una unidad de vida que impida que haya una solución de continuidad entre una cosa y otra.

Cuando descienda la sombra... Vísperas



Cuando descienda la sombra... Vísperas

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv



Cuando desciende la sombra
queda tu luz encendida
en el alma que te mira
y el corazón que te nombra.

Duerme el sol y el horizonte
se tiñe de su belleza
símbolo de tu grandeza
cuando proclama tu nombre.

Serena duerme la tarde
y en el silencio reposa
el alma que en ti se goza
cuando reza al contemplarte.

El día ya se oscurece
queda encendida tu llama
la del Amor que te llama
y en el alma resplandece.

Gloria a Ti trinidad santa
adorado sea tu nombre
y el misterio en que se esconde
el hombre cuando te canta.

20 dic 2019

Santo Evangelio 20 de diciembre 2019



Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 20 de Diciembre

Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.


«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»

Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells
(Salt, Girona, España)

Hoy contemplamos, una vez más, esta escena impresionante de la Anunciación. Dios, siempre fiel a sus promesas, a través del ángel Gabriel hace saber a María que es la escogida para traer al Salvador al mundo. Tal como el Señor suele actuar, el acontecimiento más grandioso para la historia de la Humanidad —el Creador y Señor de todas las cosas se hace hombre como nosotros— pasa de la manera más sencilla: una chica joven, en un pueblo pequeño de Galilea, sin espectáculo.

El modo es sencillo; el acontecimiento es inmenso. Como son también inmensas las virtudes de la Virgen María: llena de gracia, el Señor está con Ella, humilde, sencilla, disponible ante la voluntad de Dios, generosa. Dios tiene sus planes para Ella, como para ti y para mí, pero Él espera la cooperación libre y amorosa de cada uno para llevarlos a término. María nos da ejemplo de ello: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). No es tan sólo un sí al mensaje del ángel; es un ponerse en todo en las manos del Padre-Dios, un abandonarse confiadamente a su providencia entrañable, un decir sí a dejar hacer al Señor ahora y en todas las circunstancias de su vida.

De la respuesta de María, así como de nuestra respuesta a lo que Dios nos pide —escribe san Josemaría— «no lo olvides, dependen muchas cosas grandes».

Nos estamos preparando para celebrar la fiesta de Navidad. La mejor manera de hacerlo es permanecer cerca de María, contemplando su vida y procurando imitar sus virtudes para poder acoger al Señor con un corazón bien dispuesto: —¿Qué espera Dios de mí, ahora, hoy, en mi trabajo, con esta persona que trato, en la relación con Él? Son situaciones pequeñas de cada día, pero, ¡depende tanto de la respuesta que demos!

Creación

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Creación

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv



En el cielo de las nadas puras
sopló el viento de Dios enamorado
y en un instante de amor quedó preñado
de angélicas presencias de ternura.

En un desborde de bondad magnificente
quiso el Amor plasmarse en la materia
y en estallido de Amor la nada eterna
se cuajó en un cielo sorprendente.

Estrellas fulgurantes y cometas
asteroides y soles rojo intenso
nebulosas más allá de lo que pienso
y galaxias preñadas de planetas.

En nuestra tierra soplaste con dulzura
y se cubrió de mares y de peces
de selvas tropicales y de mieses
de montañas que emulan tu hermosura.

Animales galopan las praderas
y pájaros que vuelan en los cielos
el canto enamorado del jilguero
y las flores que nos da la primavera.

Todo lo hiciste bien y desbordante
y complacido en el don maravilloso
quisiste darle almas al Esposo
y al hombre a su imagen lo creaste.

Lo sacaste del polvo de la tierra
del abismo de los limos primordiales
le diste gracia y luz angelicales
y un tesoro de virtudes que él encierra.

Lo pensaste desde siempre para darle
la dignidad de tu Hijo tan amado
aquel que de María se ha encarnado
y tomó su condición para salvarle.


Gracias a Ti, Padre Dios Omnipotente
hacedor del Universo y de la vida
por tu Amor la dejaste redimida
en la sangre del Hijo eternamente.



19 dic 2019

Santo Evangelio 19 de diciembre 2019


Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 19 de Diciembre


Texto del Evangelio (Lc 1,5-25): Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.

Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».

Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».

El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».


«El ángel le dijo: ‘No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo’»

Rev. D. Ignasi FUSTER i Camp
(La Llagosta, Barcelona, España)

Hoy, el ángel Gabriel anuncia al sacerdote Zacarías el nacimiento “sobrenatural” de Juan el Bautista, que preparará la misión del Mesías. Dios, en su amorosa providencia, prepara el nacimiento de Jesús con el nacimiento de Juan, el Bautista. Aunque Isabel sea estéril, no importa. Dios quiere hacer el milagro por amor a nosotros, sus criaturas.

Pero Zacarías no manifiesta en el momento oportuno la visión sobrenatural de la fe: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad» (Lc 1,18). Tiene una mirada excesivamente humana. Le falta la docilidad confiada en los planes de Dios, que siempre son más grandes que los nuestros: ¡en este caso, ni más ni menos que la Encarnación del Hijo de Dios para la salvación del género humano! El ángel encuentra a Zacarías como “despistado”, lento para las cosas de Dios, como estando en “fuera de juego”.

Cuando ya faltan pocos días para la Navidad, conviene que el Ángel del Señor nos encuentre preparados, como María. Es necesario tratar de mantener la presencia de Dios a lo largo del día, intensificar nuestro amor a Jesucristo en nuestro tiempo de oración, recibir con mucha devoción la Sagrada Comunión: ¡porque Jesús nace y viene a nosotros! Y que no nos falte la visión sobrenatural en todos los quehaceres de nuestra vida. Hemos de poner visión sobrenatural en nuestro trabajo profesional, en nuestros estudios, en nuestros apostolados, incluso en los contratiempos de la jornada. ¡Nada escapa a la providencia divina! Con la certeza y la alegría de saber que nosotros colaboramos con los ángeles y con el Señor en los planes amorosos y salvadores de Dios.

Al Señor del universo



Al Señor del universo

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv


Al Señor del universo,
al Dios de todo consuelo,
a Aquel que reina en el cielo,
al Dios del Amor excelso.

A ti nuestra gratitud
nuestra oración y alabanza
pues en ti nuestra confianza
alcanza su plenitud.

A Ti todo honor y gloria
en profunda adoración
en Ti nuestro corazón
ha alcanzado la victoria.

Gloria al Padre de los cielos
amoroso y providente
al que creó la simiente
y bendice nuestro suelo.

Gloria al Hijo Salvador
que en la cruz venció la muerte
el que cambió nuestra suerte
y en su Amor es redentor.

Gloria al Espíritu Santo
Señor y dador de vida
fuego eterno y alegría
que alimenta nuestro canto.



18 dic 2019

Santo Evangelio 18 de diciembre 2019



Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 18 de Diciembre


Texto del Evangelio (Mt 1,18-24): La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.


«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, la liturgia de la palabra nos invita a considerar el maravilloso ejemplo de san José. Él fue extraordinariamente sacrificado y delicado con su prometida María.

No hay duda de que ambos eran personas excelentes, enamorados entre ellos como ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que reconocer que el Altísimo quiso que su amor esponsalicio pasara por circunstancias muy exigentes.

Ha escrito el Papa San Juan Pablo II que «el cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).

Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.

Lo que es muy bonito es que María reveló muy pocos detalles de su alumbramiento: un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos versículos (cf. Lc 2,6-7). En cambio, fue más explícita al hablar de la delicadeza que su esposo José tuvo con Ella. El hecho fue que «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,19), y por no correr el riesgo de infamarla, José hubiera preferido desaparecer discretamente y renunciar a su amor (circunstancia que le desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese sido promulgada la ley de la caridad, san José ya la practicó: María (y el trato justo con ella) fue su ley.

17 dic 2019

Santo Evangelio 17 de diciembre 2019



Día litúrgico: Feria privilegiada de Adviento: 17 de Diciembre

Texto del Evangelio (Mt 1,1-17): Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.

David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia.

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakim, Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Mattán, Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.


«Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham»

Rev. D. Vicenç GUINOT i Gómez
(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy, en la liturgia de la misa leemos la genealogía de Jesús, y viene al pensamiento una frase que se repite en los ambientes rurales catalanes: «De Josés, burros y Juanes, los hay en todos los hogares». Por eso, para distinguirlos, se usa como motivo el nombre de las casas. Así, se habla, por ejemplo: José, el de la casa de Filomena; José, el de la casa de Soledad... De esta manera, una persona queda fácilmente identificada. El problema es que uno queda marcado por la buena o mala fama de sus antepasados. Es lo que sucede con el «Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham» (Mt 1,1).

San Mateo nos está diciendo que Jesús es verdadero Hombre. Dicho de otro modo, que Jesús —como todo hombre y como toda mujer que llega a este mundo— no parte de cero, sino que trae ya tras de sí toda una historia. Esto quiere decir que la Encarnación va en serio, que cuando Dios se hace hombre, lo hace con todas las consecuencias. El Hijo de Dios, al venir a este mundo, asume también un pasado familiar.

Rastreando los personajes de la lista, podemos apreciar que Jesús —por lo que se refiere a su genealogía familiar— no presenta un “expediente inmaculado”. Como escribió el Cardenal Nguyen van Thuan, «en este mundo, si un pueblo escribe su historia oficial, hablará de su grandeza... Es un caso único, admirable y espléndido encontrar un pueblo cuya historia oficial no esconde los pecados de sus antepasados». Aparecen pecados como el homicidio (David), la idolatría (Salomón) o la prostitución (Rahab). Y junto con ello hay momentos de gracia y de fidelidad a Dios, y sobre todo las figuras de José y María, «de la que nació Jesús, llamado Cristo» (Mt 1,16).

En definitiva, la genealogía de Jesús nos ayuda a contemplar el misterio que estamos próximos a celebrar: que Dios se hizo Hombre, verdadero Hombre, que «habitó entre nosotros» (Jn 1,14).

16 dic 2019

Santo Evangelio 16 diciembre 2019



Día litúrgico: Lunes III de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 21,23-27): En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?». Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?». Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y Él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».


«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?»

Rev. D. Melcior QUEROL i Solà
(Ribes de Freser, Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos invita a contemplar dos aspectos de la personalidad de Jesús: la astucia y la autoridad. Fijémonos, primero, en la astucia: Él conoce profundamente el corazón del hombre, conoce el interior de cada persona que se le acerca. Y, cuando los sumos sacerdotes y los notables del pueblo se dirigen a Él para preguntarle, con malicia: «Con qué autoridad haces esto?» (Mt 21,23), Jesús, que conoce su falsedad, les responde con otra pregunta: «El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?» (Mt 21,25). Ellos no saben qué contestarle, ya que si dicen que venía de Dios, entrarían en contradicción con ellos mismos por no haberle creído, y si dicen que venía de los hombres se pondrían en contra del pueblo, que lo tenía por profeta. Se encuentran en un callejón sin salida. Astutamente, Jesús con una simple pregunta ha denunciado su hipocresía; les ha dado la verdad. Y la verdad siempre es incómoda, te hace tambalear.

También nosotros estamos llamados a tener la astucia de Jesús, para hacer tambalear a la mentira. Tantas veces los hijos de las tinieblas usan toda su astucia para conseguir más dinero, más poder y más prestigio; mientras que los hijos de la luz parece que tengamos la astucia y la imaginación un poco adormecidas. Del mismo modo que un hombre del mundo utiliza la imaginación al servicio de sus intereses, los cristianos hemos de emplear nuestros talentos al servicio de Dios y del Evangelio. Por ejemplo: cuando uno se encuentra ante una persona que habla mal de la Iglesia (cosa que pasa con frecuencia), ¿con qué astucia sabemos responder a la crítica negativa? O bien, en un ambiente de trabajo, con un compañero que sólo vive para él mismo y “pasa de todos”, ¿con qué astucia sabremos devolver bien por mal? Si le amamos, como Jesús, nuestra presencia le será muy “incómoda”.

Jesús ejercía su autoridad gracias al profundo conocimiento que tenía de las personas y de las situaciones. También nosotros estamos llamados a tener esta autoridad. Es un don que nos viene de lo alto. Cuanto más nos ejerzamos en poner las cosas en su sitio —las pequeñas cosas de cada día—, mejor sabremos orientar a las personas y las situaciones, gracias a las inspiraciones del Espíritu Santo.

Por el amigo gracias



Por el amigo gracias

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv


Hoy quiero cantarte, mi Dios, agradecido
la alegría inmensa por haberme regalado
en la presencia fascinante del amigo amado
el rostro concreto del amor que has prometido.

En él me das la dulzura del tiempo compartido
y encuentro nuevamente el gozo ya olvidado
de la dicha inmensa de sentirme amado
con la amable ternura conque Tú has querido.

El es sabiduría, comprensión, pasión y afecto,
fuerza, contención y en todo caso,
la mano compartida y el abrazo cierto.

En él he descubierto el misterioso efecto
de la gracia de tu Espíritu en su paso
para indicarme, en el amor, el rumbo cierto.

15 dic 2019

Santo Evangelio 15 de diciembre 2019



Día litúrgico: Domingo III (A) de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 11,2-11): En aquel tiempo, Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?». Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!».

Cuando éstos se marchaban, se puso Jesús a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes. Entonces, ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Éste es de quien está escrito: ‘He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino’. En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él».


«No ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista»

Dr. Johannes VILAR
(Köln, Alemania)

Hoy, como el domingo anterior, la Iglesia nos presenta la figura de Juan el Bautista. Él tenía muchos discípulos y una doctrina clara y diferenciada: para los publicanos, para los soldados, para los fariseos y saduceos... Su empeño es preparar la vida pública del Mesías. Primero envió a Juan y Andrés, hoy envía a otros a que le conozcan. Van con una pregunta: «Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» (Mt 11,3). Bien sabía Juan quién era Jesús. Él mismo lo testimonia: «Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo’» (Jn 1,33). Jesús contesta con hechos: los ciegos ven y los cojos andan...

Juan era de carácter firme en su modo de vivir y en mantenerse en la Verdad, lo cual le costó su encarcelamiento y martirio. Aún en la cárcel habla eficazmente con Herodes. Juan nos enseña a compaginar la firmeza de carácter con la humildad: «No soy digno de desatarle las sandalias» (Jn 1,27); «Es preciso que Él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30); se alegra de que Jesucristo bautice más que él, pues se considera sólo “amigo del esposo” (cf. Jn 3,26).

En una palabra: Juan nos enseña a tomar en serio nuestra misión en la tierra: ser cristianos coherentes, que se saben y actúan como hijos de Dios. Debemos preguntarnos: —¿Cómo se prepararían María y José para el nacimiento de Jesucristo? ¿Cómo preparó Juan las enseñanzas de Jesús? ¿Cómo nos preparamos nosotros para conmemorarlo y para la segunda venida del Señor al final de los tiempos? Pues, como decía san Cirilo de Jerusalén: «Nosotros anunciamos la venida de Cristo, no sólo la primera, sino también la segunda, mucho más gloriosa que aquélla. Pues aquélla estuvo impregnada por el sufrimiento, pero la segunda traerá la diadema de la divina gloria».

Preguntemos a Jesús



PREGUNTEMOS A JESÚS

Por Ángel Gómez Escorial

1.- El Evangelio de este Tercer Domingo de Adviento plantea uno de los aspectos más difíciles de todo el relato de la Buena Nueva. Juan, el Bautista, hace preguntar a Jesús por la autenticidad de la misión como Mesías. El tema contrasta con las afirmaciones inequívocas que Juan ha hecho del mismo Cristo. El Bautista ya está en prisión y, probablemente, a pesar de su austeridad y de su escasa búsqueda de satisfacciones, siente la incertidumbre ante que no sea ese el camino de ambos: de Jesús y el suyo, el más adecuado. No es difícil imaginar la inquietud que sufre Juan cuando envía a sus discípulos con tal embajada. Quien había anunciado hasta el heroísmo la llegada del Salvador, duda en los últimos momentos. No es raro porque la psicología humana vive y lucha en un mundo de realidades inseguras y de creencias sometidas, siempre, a la duda. Ahí es donde hace falta el apoyo del Señor para no perder el camino.

2.- En la vida de los creyentes existen esos periodos de duda permanente, de vacilación. Parece como si Dios nos hubiese abandonado, aunque también ocurre que nosotros mismos somos capaces de crear unas expectativas que nada tienen que ver con el camino trazado por Dios. Sea como sea, con momentos terribles. Y dicha situación nos sirve para presentar aquí el frecuente camino de discrepancia que parece inundar todo el ambiente cristiano en muchas ocasiones. No es bastante con las separaciones, cismas o lejanías entre los seguidores de Cristo. En el mismo seno de la Iglesia Católica acontecen esas continuas acciones de discrepancia que, en la mayoría de los casos, no sirven para mucho. ¿Podría Dios librarnos de ellas y conseguir que el Espíritu Santo velase, siempre, por nuestra unidad de criterio? ¿Es eso lo deseable? No. Parece que no. En el trasfondo de cada discrepancia aflora la libertad de cada uno para pensar y opinar. Y Dios nos ha creado libres, aunque a veces reneguemos de esa libertad por lo costosa que es para nosotros ante, precisamente, esas posibilidades de cambios.

3.- Y ante la duda, ¿qué hacer? Pues lo mismo que hizo el Bautista: preguntar a Jesús. Y ante eso, sin duda, llegará la respuesta. Hay que aceptar la discrepancia, pero no hay que sacarla del ámbito de nuestra fe, ni tampoco intentar que nuestras posiciones sean las que ganen. Hay una necesidad permanente de conversar con el Señor --eso es la oración-- y ante lo que pedimos siempre nos llegará respuesta. Es necesario tener abiertos los ojos del corazón para recibir y discernir esa respuesta. En cualquiera de los casos, una nueva duda traerá otra petición de conocimiento a Dios y así sucesivamente. No hay más camino que el de la oración como posición final de nuestras dudas. Ciertamente, que será necesario estudiar y documentarse y, por supuesto, meditar en los caminos ya trazados por el Magisterio de la Iglesia.

4.- La experiencia demuestra que las convicciones humanas, sociales, históricas o ambientales influyen a veces más que las estrictamente religiosas. Hay una tendencia muy actual a valorar las posiciones en la Iglesia como progresistas o conservadoras. Y, en realidad, ambas definiciones suelen ser utilizadas como arma arrojadiza. Hay un ejemplo muy extendido en algunos medios de comunicación al referirse al actual Pontífice y tildarle de muy progresista. No es aceptable la idea de que Francisco sea un Papa revolucionario, pues es, a su vez, muy de los tiempos contemporáneos, muy de lo que la gente espera ahora de la Iglesia. Y unos temas pueden ser muy conservadores y otros. muy progresistas.

5.- El Evangelio habla de vida, paz, pacíficos, amor a los enemigos, humildad, mansedumbre y todo eso es lo contrario a la justicia inapelable, al castigo ejemplar, a soluciones últimas. Se supone que si nosotros somos buenos, nuestros enemigos serán los malos, los asesinos, los desalmados, los que merecen la pena de muerte. Y si les amamos, tenemos que perdonarles. Además solo Dios es propietario de la vida y eso afecta a todos los casos de destrucción de la misma, no hay diferencias particulares. La guerra --que tampoco es justificable-- solo puede estar permitida por la defensa propia. La pena de muerte planteada en el interior de un conflicto bélico llega –si es correctamente administrada— tras un juicio y es ese un acto de reflexión –en el tiempo y en la valoración del delito— en el que los hombres buscan una decisión justa. La única decisión justa respecto a la destrucción de la vida solo está en las manos de Dios. El seguimiento del Evangelio tiende a producir un posicionamiento de la conciencia que repudia toda violencia, incluso que la pudiera justificarse por hechos lícitos. Y esa paz y mansedumbre ha de marcar también los comportamientos sociales y políticos.

6.- Es sabido que la Iglesia condenó a Galileo por sus teorías ciertas sobre la obvia –hoy— redondez de la Tierra. Y Santa Teresa dijo que se sentía satisfecha por morir en el seno de la Iglesia. La frase contiene la idea de que, a pesar de su santidad, era fácil que la apartasen de la misma. Pero ahí está el límite. Antes de salir de la Comunión, de la opción a recibir “legalmente” los sacramentos, es mejor callarse. Aplicar un principio de humildad basado en que la verdad prevalecerá finalmente en el seno de la Iglesia por la presencia continuada del Espíritu. La dificultad aparece, no obstante, en la capacidad actual para difundir mensajes en medios masivos --como Internet--, los cuales pueden producir dudas o escandalizar. Eso es muy digno de tenerse en cuenta y, además, obrar en consecuencia.

7.- La Comunión de los Santos, la condición de la Iglesia como cuerpo del que Cristo es la cabeza nos va a ayudar. No estamos solos. Y una misteriosa relación superior entre todos los miembros del Cuerpo de Cristo nos apoya. En estos tiempos, necesitamos, asimismo, presentar a nuestra Iglesia como un camino actual, fuerte y sincero que pone en lo más alto el amor a Dios sobre todas las cosas y desde ese mismo amor irradia la ternura --en forma de servicio-- dirigida a nuestros hermanos. Sabemos, además, que Jesús quiere que todos los hombres se conviertan, pero para conseguirlo hay que llegar a ellos. Juan, el Bautista, tuvo dudas. Nosotros, hombres de hoy, también. Pero la respuesta de Jesús llegará enseguida. Y, sobre todo, en estos días del Adviento.

8.- Pablo pide paciencia a los creyentes. Es una virtud difícil. El hombre tiene instinto de superviviente y siempre está intentado cambiar, para su provecho, el curso de las cosas. En muchos casos eso será una acción interesante y, en otras, un auténtico suplicio. La serenidad de esperar no parece que sea una virtud muy extendida. Pero, sin embargo, es necesaria. Los momentos de duda e inquietud --los modernos agobios, el estrés, el bombardeo de noticias, etc.-- producen mucha ansiedad. Y la ansiedad es mala consejera. Jesús nos pide serenidad cuando dice "que cada día tiene su afán" e Ignacio de Loyola habla de que "en tiempo de desolación no hacer mudanza. Seria, precisamente, el santo fundador de la Compañía de Jesús, quien mejor iba a definir –en sus "Ejercicios Espirituales"— esas variaciones internas dentro de la vida espiritual. La "consolación" y la "desolación" definen momentos muy habituales del devenir religioso y condensan tantos cambios internos de carácter que, incluso, producen estupor. Pues, frente a esos cambios, hemos de ejercitar la paciencia, el comportamiento pacifico ante los avatares de la vida.

Qué la oración constante y humilde nos guíe. Ella nos ayudará a entender al camino para no estar diariamente preguntándole a Jesús si Él es el Mesías.