6 jul 2019

Santo Evangelio 6 de julio 2019



Día litúrgico: Sábado XIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 9,14-17): En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan».


«Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán»

Rev. D. Joaquim FORTUNY i Vizcarro 
(Cunit, Tarragona, España)

Hoy notamos cómo con Jesús comenzaron unos tiempos nuevos, una doctrina nueva, enseñada con autoridad, y cómo todas las cosas nuevas chocaban con la praxis y el ambiente dominante. Así, en las páginas que preceden al Evangelio que estamos contemplando, vemos a Jesús perdonando los pecados al paralítico y curando su enfermedad, mientras que los escribas se escandalizan; Jesús llamando a Mateo, cobrador de impuestos y comiendo con él y otros publicanos y pecadores, y los fariseos “subiéndose por las paredes”; y en el Evangelio de hoy son los discípulos de Juan quienes se acercan a Jesús porque no comprenden que Él y sus discípulos no ayunen.

Jesús, que no deja nunca a nadie sin respuesta, les dirá: «¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán» (Mt 9,15). El ayuno era, y es, una praxis penitencial que contribuye a «adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón» (Catecismo de la Iglesia, n. 2043) y a impetrar la misericordia divina. Pero en aquellos momentos, la misericordia y el amor infinito de Dios estaba en medio de ellos con la presencia de Jesús, el Verbo Encarnado. ¿Cómo podían ayunar? Sólo había una actitud posible: la alegría, el gozo por la presencia del Dios hecho hombre. ¿Cómo iban a ayunar si Jesús les había descubierto una manera nueva de relacionarse con Dios, un espíritu nuevo que rompía con todas aquellas maneras antiguas de hacer?

Hoy Jesús está: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20), y no está porque ha vuelto al Padre, y así clamamos: ¡Ven, Señor Jesús!

Estamos en tiempos de expectación. Por esto, nos conviene renovarnos cada día con el espíritu nuevo de Jesús, desprendernos de rutinas, ayunar de todo aquello que nos impida avanzar hacia una identificación plena con Cristo, hacia la santidad. «Justo es nuestro lloro —nuestro ayuno— si quemamos en deseos de verle» (San Agustín).

A Santa María le suplicamos que nos otorgue las gracias que necesitamos para vivir la alegría de sabernos hijos amados.

¿Como es Ud.?

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¿Como es Ud.?

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Generalmente nos preguntamos: ¿Cómo estás? Y uno dice "bien", o "regular", o también "mal". Pero la clave para saber cómo está usted, que siente, cómo se encuentra, está en saber: COMO ES USTED. Sí, el cómo es usted determina el como está usted. Si usted es una persona intransigente, clavada en su línea férrea de pensar y de actuar, inflexible a los cambios y muy dogmática en sus puntos de vista, generalmente no se sentirá bien, no estará bien. Choques con la gente, deseo de que todos piensen como usted, que todos funcionen como usted quiere. ¿No se da cuenta de que todos no podemos pensar igual? De que cada uno tiene su manera de ver las cosas, de pensar y de que nadie tiene toda la razón? De que aparte de la fe muchas de nuestras verdades son relativas y la intransigencia trae resentimientos, úlceras, iras y buscar convivir solamente con la gente que piensa como usted.

Si usted es una persona perfeccionista y que quiere que todo salga "lo máximo", sin fallas, "nítido", inmaculado, se sentirá muchísimas veces mal. Y lo que es peor contagiando con su estado de ánimo a otra gente. No se puede hacer todo bien, perfecto. Esto lo inmoviliza. Le impide hacer muchísimas cosas simplemente por divertirse, por aprender. Pintar un cuadro, cantar una canción, conocer algo de karate. Simplemente para experimentar algo nuevo. Pero si dice: "Si no pinto como Dali, canto como Julio Iglesias o practico artes marciales como Kung Fu, entonces jamás ..." se quedará sin hacer muchas cosas buenas, gozosas, simplemente por experimentarlas. Dedíquese con todo su corazón a hacer algunas cosas lo mejor posible, y otras muchas, hágalas sin obsesionarse en la perfección. Los perfeccionistas acaban frustrados, con complejos de culpa y problemas de autorechazo. Nadie es perfecto. Se sentirá mucho mejor no siendo tan perfecto.

Si usted es una persona que solo está pendiente de la aprobación de los demás, del sí de otros, del aplauso de aquellos, de la mirada complaciente de alguien para actuar, muchísimas veces se sentirá muy mal. Paralizado cuando no le dan el visto bueno. Hundido cuando hizo algo que siendo para usted bueno, cayó mal a algunos a los que usted ha cedido el dirigir su propia existencia. Cuando usted ha puesto en las manos de otros el decidir sobre lo que es bueno o malo para usted; cuando usted no piensa, decide, analiza, actúa movido por sus propias convicciones, se convierte en un prisionero, en un ser manipulado e infeliz. Y así no se sentirá bien. Solamente se sentirá bien cuando se convierta en el dueño de su propia vida.

Se sentirá mal o bien, de acuerdo a cómo sea usted. Sea libre, espontáneo, alegre, amoroso, creativo, activo. Sea lo mejor de usted mismo. Y sobre todo, sea usted mismo. Siéntase orgulloso de su ser, acéptese, quiérase, ríase un poco de la vida, no se tome tan en serio, sea positivo. No intente hacer que los demás sean como usted. Todos tenemos derecho a la autenticidad. Y no se olvide, con Dios usted será feliz, INVENCIBLE.




5 jul 2019

Santo Evangelio 5 de julio 2019



Día litúrgico: Viernes XIII del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 9,9-13): En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».


«Sígueme»

+ Rev. D. Pere CAMPANYÀ i Ribó 
(Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio nos habla de una vocación, la del publicano Mateo. Jesús está preparando el pequeño grupo de discípulos que han de continuar su obra de salvación. Él escoge a quien quiere: serán pescadores, o de una humilde profesión. Incluso, llama a que le siga un cobrador de impuestos, profesión menospreciada por los judíos —que se consideraban perfectos observantes de la ley—, porque la veían como muy cercana a tener una vida pecadora, ya que cobraban impuestos en nombre del gobernador romano, a quien no querían someterse.

Es suficiente con la invitación de Jesús: «Sígueme» (Mt 9,9). Con una palabra del Maestro, Mateo deja su profesión y muy contento le invita a su casa para celebrar allí un banquete de agradecimiento. Era natural que Mateo tuviera un grupo de buenos amigos, del mismo “ramo profesional”, para que le acompañaran a participar de aquel convite. Según los fariseos, toda aquella gente eran pecadores reconocidos públicamente como tales.

Los fariseos no pueden callar y lo comentan con algunos discípulos de Jesús: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» (Mt 9,10). La respuesta de Jesús es inmediata: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal» (Mt 9,12). La comparación es perfecta: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 9,13).

Las palabras de este Evangelio son de actualidad. Jesús continúa invitándonos a que le sigamos, cada uno según su estado y profesión. Y seguir a Jesús, con frecuencia, supone dejar pasiones desordenadas, mal comportamiento familiar, pérdida de tiempo, para dedicar ratos a la oración, al banquete eucarístico, a la pastoral misionera. En fin, que «un cristiano no es dueño de sí mismo, sino que está entregado al servicio de Dios» (San Ignacio de Antioquía).

Ciertamente, Jesús me pide un cambio de vida y, así, me pregunto: ¿de qué grupo formo parte, de la persona perfecta o de la que se reconoce sinceramente defectuosa? ¿Verdad que puedo mejorar?

Còmo emfremtar las Crisis

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Cómo Enfrentar las Crisis 



Las crisis son provocadas por situaciones lamentables y dolorosas, como la muerte de un ser querido, una gran pérdida económica, un accidente u otra cosa semejante. Estas situaciones pueden causar un gran trauma, dolor y angustia en nuestra vida y conducirnos a la desesperación y desesperanza. 

Una crisis puede ser producida por alguna situación presente, en la que alguna persona intenta arruinar su vida, quitándole la paz. Pero, algunas veces las crisis no son producto de un problema presente, sino que son cosas del pasado. Por ejemplo, una persona puede recordar una situación pasada en la que falló y al recordar "entra en crisis" y aflora su complejo de culpabilidad. 

La mayoría de la gente no cree o espera que en su vida puedan ocurrir problemas. Esta es una actitud infantil y además peligrosa. Hay que estar preparado para las crisis y esperar los problemas como algo inevitable. Los problemas son parte de la vida y hay que esperarlos como se espera que salga el sol, que oscurezca o llueva. Pero también hay que estar preparado para enfrentarlos con valentía y decisión. 

Las crisis exigen realismo. Hay que darse cuenta de que no se puede volver al pasado para cambiar las cosas. Lo único que se puede hacer es aprender de las experiencias y utilizar estas vivencias para transformar su vida y ser mucho mejor de lo que era antes. El error que haya cometido le servirá de estímulo para superarse. 

Existen situaciones en que alguna persona, movida por las tinieblas, intenta arruinar su vida y quitarle la paz. Contrólese y repita, "Soy superior, fuerte e invencible." No permita que la desesperación, amargura, odio o pesimismo aniden en su corazón. 

Ante las crisis, lo más importante es afrontar lo ocurrido. Levante su cabeza y diga con valentía, "Yo soy superior a esto y no me podrá vencer, pues encontraré la manera de derrotarlo." 

La muerte de un ser querido se puede superar si pensamos en que esa persona tiene que estar más feliz en el cielo. Más importante que la situación económica es su paz e integridad, su armonía con su familia y su relación con Dios. Hay valores muchísimo más grandes que los valores materiales. Cuando comprendemos que esta vida es temporal y pasajera, que existe un más allá, un reino que el Señor nos ha preparado, todo lo demás se convierte en secundario y relativo. Dios nos da la suficiente fortaleza, entereza, lucidez e iluminación para continuar a pesar de todos los problemas. 

Para superar las crisis, pida al Señor serenidad e iluminación: serenidad para estar en paz y, así, con la mente más lúcida intentar resolver el problema; iluminación para que la ayuda divina del Espíritu del Señor le dé una visión más profunda de todo y le permita solucionar los problemas. 

Analice punto por punto todos los elementos del problema y no dude en consultar a personas entendidas que le puedan aconsejar sabiamente. Prepare una estrategia o plan de acción que le permita resolver los puntos claves del problema. Luego, ¡actúe! No se quede paralizado y haga lo que usted considera necesario y adecuado. 

Cuando sienta preocupación o angustia por una crisis, repita la frase, "Esto también pasará." Practique algún método de relajación, haga algún deporte o por lo menos camine y permita que la belleza de la naturaleza inunde sus sentidos y le relaje. No permita que la angustia le domine. 

Tenga muy mala memoria ante las ofensas que le han hecho y perdone. Es clave y fundamental perdonar siempre y olvidar lo ocurrido. Comprenda que aquel que hace daño lo hace porque está invadido por el mal y está enfermo emocional y espiritualmente. Pero, usted tiene todo el derecho a defenderse, utilizando medios decentes, honestos y adecuados para no seguir permitiendo atropellos. Lo que no debe permitir jamás es que algo o alguien dañe su corazón, causando que usted se hunda interiormente y que el odio enferme su alma. 

Después de que usted haya hecho todo lo que ha podido, confíe ciega y totalmente en el Señor y El se encargará de todo lo demás. Las cosas saldrán como tienen que salir. Sobre todo, acuda a la oración, pidiendo la bendición de Dios para las personas que le están haciendo daño. El Señor le dará la paz. 

Prepárese para cualquier crisis en la vida porque toda crisis tiene una solución. Dios le preparó desde la eternidad para solucionar sus crisis. La cuestión es nunca doblegarse ante nada. No olvide que con Dios puede vencer cualquier crisis, porque ¡CON EL, USTED ES . . . INVENCIBLE!


4 jul 2019

Santo Evangelio 4 de Julio 2019



Día litúrgico: Jueves XIII del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.


«Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»

Rev. D. Francesc NICOLAU i Pous 
(Barcelona, España)

Hoy encontramos una de las muchas manifestaciones evangélicas de la bondad misericordiosa del Señor. Todas ellas nos muestran aspectos ricos en detalles. La compasión de Jesús misericordiosamente ejercida va desde la resurrección de un muerto o la curación de la lepra, hasta perdonar a una mujer pecadora pública, pasando por muchas otras curaciones de enfermedades y la aceptación de pecadores arrepentidos. Esto último lo expresa también en parábolas, como la de la oveja descarriada, la didracma perdida y el hijo pródigo.

El Evangelio de hoy es una muestra de la misericordia del Salvador en dos aspectos al mismo tiempo: ante la enfermedad del cuerpo y ante la del alma. Y puesto que el alma es más importante, Jesús comienza por ella. Sabe que el enfermo está arrepentido de sus culpas, ve su fe y la de quienes le llevan, y dice: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados» (Mt 9,2).

¿Por qué comienza por ahí sin que se lo pidan? Está claro que lee sus pensamientos y sabe que es precisamente esto lo que más agradecerá aquel paralítico, que, probablemente, al verse ante la santidad de Jesucristo, experimentaría confusión y vergüenza por las propias culpas, con un cierto temor a que fueran impedimento para la concesión de la salud. El Señor quiere tranquilizarlo. No le importa que los maestros de la Ley murmuren en sus corazones. Más aun, forma parte de su mensaje mostrar que ha venido a ejercer la misericordia con los pecadores, y ahora lo quiere proclamar.

Y es que quienes, cegados por el orgullo se tienen por justos, no aceptan la llamada de Jesús; en cambio, le acogen los que sinceramente se consideran pecadores. Ante ellos Dios se abaja perdonándolos. Como dice san Agustín, «es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más grande es la misericordia de Dios humilde». Y en este caso, la misericordia divina todavía va más allá: como complemento del perdón le devuelve la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Jesús quiere que el gozo del pecador convertido sea completo.

Nuestra confianza en Él se ha de afianzar. Pero sintámonos pecadores a fin de no cerrarnos a la gracia.

Como conseguir buenos amigos

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Como conseguir buenos amigos

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


¡La amistad es un gran tesoro! No se puede vivir la vida sólo. Es necesario tener amigos, por eso hoy le daremos 12 pasos para ayudarle a conquistar y mantener buenos amigos:

1.- Tenga una apertura con los demás. Acéptelos con sus defectos y virtudes. Nadie es totalmente perfecto ya que estamos en un proceso de superación.

2.- Sea asequible en el trato. Nunca demuestre una postura de superioridad, ni por su cargo, ni por su posición social. Todos somos esencialmente iguales, diferentes en nuestras funciones. Sea asequible, humilde y sencillo .

3.- Demuestre siempre interés por lo que los demás le quieren comunicar. Atienda al otro con respeto sabiendo que lo merece.

4.- Fuera todo complejo de inferioridad. Nunca demuestre sentirse inferior a los demás. Sienta que usted vale mucho y mantenga la confianza en sí mismo.

5.- Si al conversar con sus nuevos amigos llegan temas impropios o inmorales, recháselos y en última instancia evite esa amistad porque lo empobrece en vez de enriquecerlo. Las formas demasiado familiares en el trato no son convenientes en la amistad. Con el buen amigo hay que mantener una sutil distancia para evitar lo que se llama la ofensa por "excesiva familiaridad".Es importante que usted sepa corregir desde el principio. No dé una imagen de ligereza porque con el tiempo le faltarán al respeto.

6.- Sepa estar presentable en su forma de vestir, en sus gestos y en su vocabulario. Su imagen debe ser correcta, digna y adecuada. Vestir correctamente no significa tener lujos, sino hacerlo con decencia y limpieza. Su imagen exterior dice mucho de usted ; es parte de su personalidad.

7.- Hay cosas en su vida que son sólo suyas. Allí nadie puede llegar, sólo Dios, su consejero espiritual, un psicólogo o alguien de mucha confianza. Nadie puede llegar a las cosas íntimas de su corazón, sino después de un proceso de acercamiento, confianza, diálogo y convivencia. No todo el mundo puede ser su confidente.

8.- Póngase en el lugar del otro. Intente comprenderlo. No haga el papel de juez, sino de amigo. Aprenda a escuchar. Eso es lo que hace Dios con nosotros.

9.- Diga siempre la verdad. Sepa corregir con amor y oportunamente. Un buen amigo es aquél que no detiene la marcha de su amigo hacia la cumbre, pero si lo ve caer sí detiene la marcha para que no caiga más.

10.- Una buena amistad se mantiene si en medio de ella Dios está presente. Ore con su amigo.

11.- Tenga metas en común. Los amigos comparten ideales, luchan juntos, se animan, se ayudan mutuamente para realizar sus metas y nunca detiene al otro en la consecución de sus ideales.

12.- Evite discusiones y resentimientos estériles. Sepa perdonar y olvidar.

Amplíe su círculo de amistades y sepa que la amistad es un gran tesoro, que vale la pena cultivar. Jesús dijo: "Ya no os llamo siervos sino amigos". Además de nuestra relación filial con Dios Padre, cultive la amistad con Jesús que también es nuestro hermano mayor y quien mejor que El Señor con todo su poder para que usted vierta sus preocupaciones y descanse en El. Coloque su dolor, y su frustración a los pies del Salvador y El le ayudará. Jesús es el único en quien hay garantía plena de que le amará, lo comprenderá , guardará sus secretos, y siempre estará con usted acompañándolo en el camino de la vida. Cultive la amistad con El y no se olvide que ¡CON DIOS SOMOS INVENCIBLES!                     

3 jul 2019

Santo Evangelio 3 de julio 2019



Día litúrgico: 3 de Julio: Santo Tomás, apóstol

Texto del Evangelio (Jn 20,24-29): 

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». 

Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».


«Señor mío y Dios mío»

+ Rev. D. Joan SERRA i Fontanet 
(Barcelona, España)

Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de santo Tomás. El evangelista Juan, después de describir la aparición de Jesús, el mismo domingo de resurrección, nos dice que el apóstol Tomás no estaba allí, y cuando los Apóstoles —que habían visto al Señor— daban testimonio de ello, Tomás respondió: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» (Jn 20,25).

Jesús es bueno y va al encuentro de Tomás. Pasados ocho días, Jesús se aparece otra vez y dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente» (Jn 20,27).

—Oh Jesús, ¡qué bueno eres! Si ves que alguna vez yo me aparto de ti, ven a mi encuentro, como fuiste al encuentro de Tomás.

La reacción de Tomás fueron estas palabras: «Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28). ¡Qué bonitas son estas palabras de Tomás! Le dice “Señor” y “Dios”. Hace un acto de fe en la divinidad de Jesús. Al verle resucitado, ya no ve solamente al hombre Jesús, que estaba con los Apóstoles y comía con ellos, sino su Señor y su Dios.

Jesús le riñe y le dice que no sea incrédulo, sino creyente, y añade: «Dichosos los que no han visto y han creído» (Jn 20,28). Nosotros no hemos visto a Cristo crucificado, ni a Cristo resucitado, ni se nos ha aparecido, pero somos felices porque creemos en este Jesucristo que ha muerto y ha resucitado por nosotros.

Por tanto, oremos: «Señor mío y Dios mío, quítame todo aquello que me aparta de ti; Señor mío y Dios mío, dame todo aquello que me acerca a ti; Señor mío y Dios mío, sácame de mí mismo para darme enteramente a ti» (San Nicolás de Flüe).

Carta a un joven


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Carta a un joven

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Hola muchacho: 

Una de las cosas que quisiera hoy decirte es que tienes el deber de ir descubriendo tu vocación, tu misión en la tierra. Dios te hizo con un gran propósito, con una tarea que realizar. Y es importante que valores al máximo tu persona, que no te sientas inferior a nadie. No cultives complejos. Valórate por lo que eres: un ser humano, hijo de Dios y con una misión importante que cumplir en la vida. 

Nunca te arrodilles ante nadie. Mantén en alto tu dignidad. Sólo de rodillas ante Dios. Escucha y acepta el consejo de los mayores. La experiencia es sabia. Aprecia el buen ejemplo de ellos y comprende las debilidades y fallos que tengan. No te olvides que somos simplemente seres humanos. 

Ten siempre a Dios en tu corazón. Acostúmbrate a orar. Lee la Palabra de Dios y vive plenamente ese gran sacramento que es la Eucaristía. Ten cuidado con la maldad que hay en el mundo. Abre tus ojos. No seas ingenuo. No todo lo que se presente en tu vida será bueno para ti. No te dejes confundir por malos amigos. Cuidado con los lobos con piel de oveja. Te quieren llevar a la ruina. Sé valiente y di ¡NO! a tiempo. La droga y el licor han hecho estragos en la humanidad y tú no serías una excepción. Mira a tu alrededor. Observa la cantidad de gente que ha destruido su vida envenenándose con el licor, asesinadas muchas de sus neuronas cerebrales, consumido su hígado, fracasando en el trabajo, en la familia, mucha gente que ha caído en la trampa del alcoholismo son todo un mensaje para ti. Cuídate muchacho, muchacha... La ruina mental, emocional y espiritual es espantosa. Di ¡NO! a tiempo. 

Valora el amor. Es un don de Dios. Lo puedes vivir en la familia, con los amigos, siguiendo ideales nobles, adorando al Señor. Pero no confundas el amor con el sexo. Éste es expresión del amor en el marco matrimonial. No profanes tu cuerpo usando tus instintos como los animalitos. Sé dueño de ti mismo. Respétate y haz que te respeten los demás. Y cuando tengas pareja, el gran regalo que puedes darle es tu atención, cariño, compañía y respeto . 

Si tuvieras vocación sacerdotal, te necesitamos. ¡Somos tan pocos! Si en tu alma existe esa llamada, di sí al Señor. Deja todo y síguelo. 

En tus estudios, sé perseverante. Es el estudio tu trabajo ahora. San Pablo dice: "El que no trabaja que no coma". Gánate el pan de cada día estudiando y si ya tienes un trabajo, esmérate en hacer las cosas bien. Sólo así te irás superando y alcanzando poco a poco el nivel que te corresponde en el mundo laboral. El ocio es madre de muchos vicios. Practica algún deporte. Mente sana, cuerpo sano. Esta interrelación entre espíritu y materia es muy profunda. Si tus pensamientos están limpios, en tu cuerpo influirán y si éste está sano, en tu mente tendrá repercusión. El deporte mantiene tus músculos ágiles y tu mente despierta .

Cultiva buenas amistades. Éstas son una bendición de Dios en tu vida. Los que hemos tenido de jóvenes buenos amigos, nunca los olvidamos. Ama la naturaleza. Los montes, los ríos, las excursiones por los verdes campos, el respirar el aire fresco de las montañas, te hace mejor y te humaniza. 

Acostúmbrate a decir la verdad. Que tu lenguaje sea decente. Que tu comportamiento sea ejemplar. Sigue al "Maestro", Jesús de Nazaret. Que Él sea tu modelo y tu guía. Lee historias de hombres y mujeres célebres. Ellos te dirán mucho sobre cómo puede ser tu futuro. 

Y si caes en algún pecado, si te derrumba en algún momento la maldad, ¡LEVÁNTATE! Sí, no te quedes caído en la vida. ¡LEVÁNTATE! y sigue adelante. Sube hacia la cumbre. No te quedes en el camino. Sigue a lo más alto. No te detengas. No te contentes con la mediocridad. Lucha hasta el final por tus ideales.

Quiero que convivas más con tus papás. Ahora los tienes. Aprovecha su compañía. Mírales como tus más grandes amigos ahora, porque mañana ya no estarán. Y quizás te duela no haber estado más con ellos. Y recuerda que también tienes otro papá. Éste es eterno. Él te creó, te dio la vida. Él está contigo, te cuida, te ama y con Él tú serás, ¡INVENCIBLE! 




2 jul 2019

Santo Evangelio 2 de Julio 2019



Día litúrgico: Martes XIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 8,23-27): En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».


«Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza»

Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet 
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).

El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.

Busquemos la reconciliación

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Busquemos la reconciliación

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


La reconciliación es un elemento necesario para la convivencia humana y significa recuperar o reconstruir lo que se rompe en pedazos o se daña. Reconciliación implica volver a empezar una relación más profunda y restablecer con fundamentos más sólidos lo que se está desmoronando. Significa volver a construir un puente que conduzca a una mejor relación entre dos o más personas. 
La criatura o el hombre viejo ve todo distorsionado desde sus prejuicios o formas negativas de apreciar las cosas que otros provocan en su vida, por interés o manipulación mental, desde el día que nacen y que definitivamente condicionan su manera de actuar. Desde muy pequeñitos nos acostumbran a señalar a otros y a ser jueces, porque también nuestros papás y abuelos fueron educados de esa manera. Desde niños nos acostumbramos a acusar a nuestros hermanos o amiguitos para protegernos, manipulando la verdad para evadir castigo sin importarnos que lo reciba otro. Cada vez que acusamos a alguien, nos constituimos en los buenos, santos e inmaculados. 

Todo el mundo tiene cosas feas y malas, pero rápidamente y sin medir las consecuencias levantamos el dedo para señalar y acusar a los demás. Pasamos por la vida inmaculados e intachables, creyendo que somos los únicos perfectos y esto es muy peligroso. Al convertirnos en jueces, creemos que todos los demás merecen enfrentar nuestra justicia y seguimos por la vida señalando culpabilidades. 

Satanás, quien es el acusador por naturaleza, no quiere que tengamos una visión positiva de los demás, sino que seamos acusadores morbosos. Satanás nos quiere ver siempre señalando a todo el mundo, criticando a la humanidad, dividiendo, intrigando y cuidándonos de éste o aquel. Satanás quiere que seamos como culebras, inyectando veneno, mordiendo la conciencia de otros y manteniéndonos al acecho, a la defensiva, gruñendo y enseñando los colmillos para que nadie se pueda acercar. A Satanás le conviene que existan enfrentamientos, encontronazos, crímenes, batallas y guerras, para que el Reino de Dios no se manifieste. El Señor no quiere un mundo así. 

Cristo Jesús es el único que puede romper el muro que divide, aparta y margina a los seres humanos, y causa que se enfrenten unos a otros, convirtiéndose en rivales. Cristo Jesús vino a eliminar la división y la intriga que nos divide y tanto daño nos hace dentro de nuestras familias. Cristo vino a romper el muro que nos divide en castas sociales y en razas; que nos divide, muchas veces de manera fanática, a nivel político dentro de la vida nacional. Jesús vino para que volviéramos a nacer y nos convirtiéramos en criaturas nuevas. Para poder volver a nacer tenemos que ver las cosas de una manera diferente. El Espíritu Santo nos proporciona esa manera nueva de ver las cosas y, sobre todo, a las personas. 

El Reino de Dios es un mundo de personas reconciliadas, solidarias y en armonía, que respetan la dignidad humana y pueden dialogar. Es un mundo donde podemos convivir, comunicarnos y entendernos; un mundo donde hay justicia social, nos sintamos verdaderamente hermanos y nadie pase hambre física ni de amor. El Señor quiere un mundo donde Cristo Jesús reine y se viva la fraternidad. 

Escuche mi hermano, para que el Reino de Dios se haga presente en nuestra vida, necesitamos reconciliarnos con el Señor. Nadie puede reconciliarse con su hermano si no está previamente reconciliado con Dios. La fuente del amor, la comprensión, la generosidad y la paz es Dios, nuestro Señor. El amor de Dios brota como un ojo de agua que derrama el agua cristalina a borbotones, llevando un caudal impresionante y convirtiéndose en un río majestuoso. Si queremos vivir reconciliados con los demás, reconciliémonos con Dios. Caigamos de rodillas ante el Señor y pidamos perdón por nuestros pecados, para que El arranque de raíz el mal y las sombras que hay en nuestra vida y con Su poder y Su fuerza rompa las cadenas que nos atan al pecado. Reconciliados con el Señor, puestos de rodillas ante El, recibiendo esa paz que solamente El nos puede dar, esa paz que es el mismo Dios, podemos levantarnos y abrir los brazos para acoger a nuestros hermanos. No puede existir reconciliación con los demás si no existe una previa reconciliación con Dios. Cristo es el camino, la verdad y la vida. El nos conduce a un Padre amoroso que está siempre esperándonos para reconciliarnos. 

Ore mucho por la persona con quien usted tiene problemas; bendígala, láncele flechas de amor profundo para que se le ablande el corazón. Pida ayuda a Dios para lograr la reconciliación. No olvide que con Dios todo es posible porque CON EL, USTED ES . . . ¡INVENCIBLE! 




1 jul 2019

Santo Evangelio 1 de Julio 2019



Día litúrgico: Lunes XIII del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 8,18-22): En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».


«Sígueme»


Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells 
(Salt, Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos presenta —a través de dos personajes— una cualidad del buen discípulo de Jesús: el desprendimiento de los bienes materiales. Pero antes, el texto de san Mateo nos da un detalle que no querría pasar por alto: «Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre...» (Mt 8,18). Las multitudes se reúnen cerca del Señor para escuchar su palabra, ser curados de sus dolencias materiales y espirituales; buscan la salvación y un aliento de Vida eterna en medio de los vaivenes de este mundo.

Como entonces, algo parecido pasa en nuestro mundo de hoy día: todos —más o menos conscientemente— tenemos la necesidad de Dios, de saciar el corazón de los bienes verdaderos, como son el conocimiento y el amor a Jesucristo y una vida de amistad con Él. Si no, caemos en la trampa de querer llenar nuestro corazón de otros “dioses” que no pueden dar sentido a nuestra vida: el móvil, Internet, el viaje a las Bahamas, el trabajo desenfrenado para ganar más y más dinero, el coche mejor que el del vecino, o el gimnasio para lucir el mejor cuerpo del país.... Es lo que les pasa a muchos actualmente. 

En contraste, resuena el grito lleno de fuerza y de confianza del Papa San Juan Pablo II hablando a la juventud: «Se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo». Para eso es preciso, como el Señor, el desprendimiento de todo aquello que nos ata a una vida demasiado materializada y que cierra las puertas al Espíritu.

«El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza (...). Sígueme» (Mt 8,22), nos dice el Evangelio de hoy. Y san Gregorio Magno nos recuerda: «Tengamos las cosas temporales para uso, las eternas en el deseo; sirvámonos de las cosas terrenales para el camino, y deseemos las eternas para el fin de la jornada». Es un buen criterio para examinar nuestro seguimiento de Jesús.

Autoimpulsores positivos

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Autoimpulsores positivos 


Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.



Dios es el único que permanece. Por eso, en El debo poner toda mi confianza y rendirme.
Viviré sin temor cuando aprenda a mirar a Dios en el mañana.
Con Dios.... soy Invencible.
La fe mueve montañas. Si pido, se me dará; si busco, hallaré.
Nada tiene tanta importancia como para hacerme enfadar.
Es bueno recordar aquellos momentos felices que he vivido. ME DAN PAZ.
Haré con mi barro un castillo, no una cueva, porque nací para el triunfo.
Debo aprender de mis fracasos para ser exitoso.
Si soy sabio, aceptaré la derrota como un maestro valioso.
Apuntaré a la luna: aunque no acierte caeré entre las estrellas.
Para triunfar tendré un deseo intenso, una meta precisa, un propósito noble.
Encontraré el poder del AMOR y no caeré en la tentación del amor al PODER


                        

30 jun 2019

Santo Evangelio 30 de Junio 2019



Día litúrgico: Domingo XIII (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,51-62):

 Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo. 

Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».


«Sígueme»

Pbro. José MARTÍNEZ Colín 
(Culiacán, México)

Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar sobre nuestro seguimiento de Cristo. Importa saber seguirlo como Él lo espera. Santiago y Juan aún no habían aprendido el mensaje de amor y de perdón: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» (Lc 9,54). Los otros convocados aún no se desprendían realmente de sus lazos familiares. Para seguir a Jesucristo y cumplir con nuestra misión, hay que hacerlo libres de toda atadura: «Nadie que (...) mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios» (Lc 9,62).

Con motivo de una Jornada Misionera Mundial, San Juan Pablo II hizo un llamamiento a los católicos a ser misioneros del Evangelio de Cristo a través del diálogo y el perdón. El lema había sido: «La misión es anuncio de perdón». Dijo el Papa que sólo el amor de Dios es capaz de hermanar a los hombres de toda raza y cultura, y podrá hacer desaparecer las dolorosas divisiones, los contrastes ideológicos, las desigualdades económicas y los violentos atropellos que oprimen todavía a la Humanidad. Mediante la evangelización, los creyentes ayudan a los hombres a reconocerse como hermanos.

Si nos sentimos verdaderos hermanos, podremos comenzar a comprendernos y a dialogar con respeto. El Papa ha subrayado que el empeño por un diálogo atento y respetuoso es una condición para un auténtico testimonio del amor salvífico de Dios, porque quien perdona abre el corazón a los demás y se hace capaz de amar. El Señor nos lo dejó dicho en la Última Cena: «Que os améis los unos a los otros, así como Yo os he amado (...). En esto reconocerán todos que sois discípulos míos» (Jn 13,34-35).

Evangelizar es tarea de todos, aunque de modo diferente. Para algunos será acudir a muchos países donde aún no conocen a Jesús. A otros, en cambio, les corresponde evangelizar a su alrededor. Preguntémonos, por ejemplo, si quienes nos rodean saben y viven las verdades fundamentales de nuestra fe. Todos podemos y debemos apoyar, con nuestra oración, sacrificio y acción, la labor misionera, además del testimonio de nuestro perdón y comprensión para con los demás.

Autocontrol y felicidad



Autocontrol y felicidad

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


¿Tiene usted problemas en controlar sus emociones? ¿Padece de depresiones frecuentes? ¿Sabía usted que la felicidad depende en gran parte del auto control? Tome conciencia de que el descontrol emocional es nefasto. Recuerde la cantidad de crímenes pasionales que se dan en nuestros tiempos, piense que muchas de las cosas que hacemos movidos por el descontrol quedan en el corazón de quienes las reciben. Las heridas quedan grabadas en el sistema nervioso. Tome conciencia también de que el daño que se hace uno a sí mismo por causa del descontrol es grande. Uno se va convirtiendo en una persona variable de acuerdo con los acontecimientos.

Dios nos hizo para ser dueños de nuestra vida. Estamos hechos para dar gloria a Dios con nuestra propia existencia. No debemos ser esclavos de nuestras pasiones. Dios nos exige llegar a ser grandes como personas. Todo lo poseemos en semilla. Tenemos que luchar por llegar a ser lo que tenemos que ser. 

Mencionaremos algunos pasos para lograr un auto control: 

1.- Conózcase a sí mismo. Hay que vigilar y conocer el funcionamiento de nuestros instintos, de nuestras pasiones. Recuerde la última vez que cayó víctima de sus ímpetus, de sus inclinaciones, de su agresividad. 

2.- Cultive pensamientos positivos. Analice la situación. Descubra su razón, su lógica. El descontrol emocional viene cuando no se piensa. 

3.- Ejercite su voluntad. Dios se la dio para que se forme por medio de ella. Aprenda a decir no a las cosas que nada bueno dejan. 

4.- Mire y analice las cosas que más le enojan y verá que la mayoría son intrascendentes. El descontrol emocional nunca produce nada positivo. 

5.- Póngase como meta ser una persona serena. Entrénese mentalmente. Visualícese como una persona calmada. Ore y pídale al Señor que le dé el don de la paz, que le dé serenidad de espíritu. 

6.- Practique los métodos de relajación que le puedan ayudar durante el día. 

7.- Salga de paseo, busque el campo, las montañas, la playa. 

8.- Evite el uso de bebidas alcohólicas. Éstas estimulan o relajan, pero causan hábito y no dejan funcionar su mente debidamente. 

9.- No culpe a su sistema nervioso de su descontrol. Éste actúa en función de sus pensamientos y emociones. Tampoco culpe a los demás. 

10.- Evite preocuparse demasiado, ya que por más que se preocupe no podrá cambiar el pasado ni alterar el futuro demasiado. Lo que hay que hacer es actuar más y preocuparse menos. La preocupación excesiva produce enfermedades y nos impide pensar con lucidez. Una fe y confianza absoluta en Dios evita las preocupaciones en exceso: es la curación perfecta. 

11.- Observe las personas que pierden siempre el control. Son, en el fondo, muy amargadas a las cuales todo el mundo rehuye. Viven una existencia vacía e infernal. 

12.- Admire, en cambio, a las personas que se conservan tranquilas y serenas. Mire cómo marchan por la vida. Cómo llevan sus cruces con una gran paz. Generalmente tienen una vida espiritual profunda y aprendieron a poner sus problemas en las manos de Dios. 

13.- No se altere demasiado; no va a resolver así ningún contratiempo. Más bien lo que hace es complicar la situación. 

14.- No agrande demasiado los problemas. Nunca haga de los problemas unos gigantes. Aprenda a racionalizarlos. Si Dios está consigo, ¿quién puede estar contra usted? 

15.- Cuando vengan las situaciones difíciles y nazca la triste sensación de que todo se hunde, mantenga viva la llama de la esperanza. 

16.- Nunca se doblegue ante las situaciones difíciles y dolorosas. Viva esperando lo mejor, aunque no siempre saldrá todo perfecto. Sea optimista. 

¡Y no se olvide que con Dios, usted es invencible!