28 ene 2017

Santo Evangelio 28 de Enero 2017


Día litúrgico: Sábado III del tiempo ordinario

Santoral 28 de Enero: Santo Tomás de Aquino, presbítero y doctor de la Iglesia
Texto del Evangelio (Mc 4,35-41): Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Pasemos a la otra orilla». Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con Él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?». Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?».


«¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?»
Rev. D. Joaquim FLURIACH i Domínguez 
(St. Esteve de P., Barcelona, España)


Hoy, el Señor riñe a los discípulos por su falta de fe: «¿Cómo no tenéis fe?» (Mc 4,40). Jesucristo ya había dado suficientes muestras de ser el Enviado y todavía no creen. No se dan cuenta de que, teniendo con ellos al mismo Señor, nada han de temer. Jesús hace un paralelismo claro entre “fe” y “valentía”.

En otro lugar del Evangelio, ante una situación en la que los Apóstoles dudan, se dice que todavía no podían creer porque no habían recibido el Espíritu Santo. Mucha paciencia le será necesaria al Señor para continuar enseñando a los primeros aquello que ellos mismos nos mostrarán después, y de lo que serán firmes y valientes testigos.

Estaría muy bien que nosotros también nos sintiéramos “reñidos”. ¡Con más motivo aun!: hemos recibido el Espíritu Santo que nos hace capaces de entender cómo realmente el Señor está con nosotros en el camino de la vida, si de verdad buscamos hacer siempre la voluntad del Padre. Objetivamente, no tenemos ningún motivo para la cobardía. Él es el único Señor del Universo, porque «hasta el viento y el mar le obedecen» (Mc 4,41), como afirman admirados los discípulos.

Entonces, ¿qué es lo que me da miedo? ¿Son motivos tan graves como para poner en entredicho el poder infinitamente grande como es el del Amor que el Señor nos tiene? Ésta es la pregunta que nuestros hermanos mártires supieron responder, no ya con palabras, sino con su propia vida. Como tantos hermanos nuestros que, con la gracia de Dios, cada día hacen de cada contradicción un paso más en el crecimiento de la fe y de la esperanza. Nosotros, ¿por qué no? ¿Es que no sentimos dentro de nosotros el deseo de amar al Señor con todo el pensamiento, con todas las fuerzas, con toda el alma?

Uno de los grandes ejemplos de valentía y de fe, lo tenemos en María, Auxilio de los cristianos, Reina de los confesores. Al pie de la Cruz supo mantener en pie la luz de la fe... ¡que se hizo resplandeciente en el día de la Resurrección!

Esperas como Buen Pastor en el Sagrario



Esperas como Buen Pastor en el Sagrario

Y Tú estás ahí, Jesús, por la única razón, por el único deseo que llena tu corazón que es amarnos a cada uno.

Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net 



Una vez más, Señor, ante ti.

La tarde está lluviosa. Han llegado las lluvias.. Tardes grises, húmedas, silenciosas.... y Tu siempre ahí esperando...

Estás en todos los Sagrarios de la Tierra desde hace más de dos mil años. Estás desde aquella "noche" en que te quisiste quedar para no dejarnos solos, para acompañarnos como se acompaña al amigo en sus momentos felices, en sus horas tristes y amargas, también en el lecho de la enfermedad, en la soledad de los años viejos.

Estuviste, estás y estarás. Las generaciones pasan, el tiempo no se detiene y Tú quisiste quedarte porque sabías que te íbamos a necesitar
Y vamos recordando cómo te afanabas por enseñarnos cuánto es tu amor por los que te olvidan:

por lo que dicen que no creen en ti,
por los que un día, quizá sin saber por qué, se fueron de tu redil..
del que recuerda como una cosa lejana y bella el día en que te recibió por primera vez y después...nada,
del que te empezó a negar porque se rieron de él el grupo de aquellos nuevos amigos...
del que por una pasión, donde hubo lagrimas en otro hogar, comenzó una vida encadenado o encadenada a un delirio donde tu ya no cabías...

Jesús... y nos hablas del pastor que echa en falta a una de sus ovejas, y sale a buscarla hasta que la encuentra..... Y tus palabras tienen el mensaje de tu gran amor:

"Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros, y llegando a su casa convoca a los amigos y vecinos y les dice: ALEGRAOS COMIGO PORQUE HE HALLADO LA OVEJA QUE SE ME HABÍA PERDIDO"

¡Qué profunda ternura, que gran alegría encierran estas palabras, Jesús mío!

Y Tú estás ahí, Jesús, por la única razón, por el único deseo que llena tu corazón que es, que alguien que te abandonó...que alguien que se olvidó de ti, n día volverá. Que aquel que ya no reza, un día abra sus labios y desde su corazón te diga que lo perdones, que quiere volver a ti, a formar parte de tu rebaño, que quiere, como el hijo pródigo volver al Padre, y que aquel que te dijo: no creo... te diga: NO SOLO CREO.... TAMBIÉN TE AMO.

"OS DIGO QUE, DE IGUAL MODO, HABRA MAS ALEGRIA EN EL CIELO POR UN SOLO PECADOR QUE SE CONVIERTA QUE POR NOVENTA Y NUEVE JUSTOS QUE NO TENGAN NECESIDAD DE CONVERSIÓN"

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Del Evangelio de Lc. 15, 4-7


27 ene 2017

Santo Evangelio 27 de Enero 2017


Día litúrgico: Viernes III del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 4,26-34): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega». 

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.


«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano (...y) la tierra da el fruto por sí misma»
Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells 
(Salt, Girona, España)


Hoy Jesús habla a la gente de una experiencia muy cercana a sus vidas: «Un hombre echa el grano en la tierra (...); el grano brota y crece (...). La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga» (Mc 4,26-28). Con estas palabras se refiere al Reino de Dios, que consiste en «la santidad y la gracia, la Verdad y la Vida, la justicia, el amor y la paz» (Prefacio de la Solemnidad de Cristo Rey), que Jesucristo nos ha venido a traer. Este Reino ha de ser una realidad, en primer lugar, dentro de cada uno de nosotros; después en nuestro mundo.

En el alma de cada cristiano, Jesús ha sembrado —por el Bautismo— la gracia, la santidad, la Verdad... Hemos de hacer crecer esta semilla para que fructifique en multitud de buenas obras: de servicio y caridad, de amabilidad y generosidad, de sacrificio para cumplir bien nuestro deber de cada instante y para hacer felices a los que nos rodean, de oración constante, de perdón y comprensión, de esfuerzo por conseguir crecer en virtudes, de alegría...

Así, este Reino de Dios —que comienza dentro de cada uno— se extenderá a nuestra familia, a nuestro pueblo, a nuestra sociedad, a nuestro mundo. Porque quien vive así, «¿qué hace sino preparar el camino del Señor (...), a fin de que penetre en él la fuerza de la gracia, que le ilumine la luz de la verdad, que haga rectos los caminos que conducen a Dios?» (San Gregorio Magno).

La semilla comienza pequeña, como «un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas» (Mc 4,31-32). Pero la fuerza de Dios se difunde y crece con un vigor sorprendente. Como en los primeros tiempos del cristianismo, Jesús nos pide hoy que difundamos su Reino por todo el mundo.

La Eucaristía deleita



La Eucaristía deleita

Muchas almas pierden el deleite actual de la Eucaristía... ¡porque están distraídas en Misa o en la Adoración!


Por: www.iveargentina.org | Fuente: www.iveargentina.org 


“¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1). Santo Tomás aplica este versículo del Cantar de los Cantares a la Eucaristía.

Este es uno de los efectos de la Eucaristía: DELEITAR. (“Delectat”, dice Santo Tomás). Así como la comida material deleita al cuerpo, este manjar espiritual deleita al alma.

Por eso: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).

Este sacramento da espiritualmente la gracia junto con la caridad. De ahí que San Juan Damasceno lo compara con el carbón encendido que vio el profeta Isaías: “Como el carbón no es simple leña, sino leña con fuego, así el pan de la comunión no es pan corriente, sino pan unido a la divinidad”.

¡Oh cosa milagrosa! 
“¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).

Enseña San Gregorio Magno que: “el amor de Dios no está ocioso, sino que, teniéndolo, obra cosas grandes”, se sigue que este sacramento tiene de suyo eficacia, no sólo para dar el hábito de la gracia y de la virtud -en especial de la caridad-, sino también para excitar el acto de la caridad, porque como dice San Pablo “el amor de Cristo nos apremia” (2 Cor 5, 14). Con el amor de Cristo “el alma se fortalece, espiritualmente se deleita y de algún modo se embriaga con la dulzura de la divina bondad” enseña Santo Tomás.

El alma... “¡se deleita y de algún modo se embriaga!”

De ahí que: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).

Por eso exclamamos en el “Anima Christi”: “sangre de Cristo, ¡embriáganos!”.


¡Oh cosa milagrosa! 

A este deleite llama Santo Tomás efecto actual o caridad actual y, también fervor, porque implica actualidad y actualidad tensa. La gracia de la Eucaristía, que los teólogos llaman gracia cibativa, entre otras cosas produce en acto el sustentar la vida espiritual, el aumentarla, el desarrollarla, el reparar las fuerzas que se pierden, dando mayor gracia y mayor caridad habituales. Pero más allá de la actualidad del hábito está la actualidad del acto en el que prorrumpe el hábito poseído. La Eucaristía produce en las almas el amor a Dios. Por eso cuando estamos en la Misa amamos más; por eso la Misa nos hace bien, porque nos enseña a amar más al prójimo al enseñarnos a amar más a Dios.

También se le llama gozo a este deleite que produce la Eucaristía, porque proviene de la percepción actual del bien que se posee -¡nada menos que Cristo!-, para lo cual no debe haber distracción en la recepción -sacramental o espiritual- de la Eucaristía. Muchas almas pierden el deleite actual de la Eucaristía... ¡porque están distraídas en Misa o en la Adoración! ¡Deja de lado las tontas distracciones!: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).

El deleite que produce la Eucaristía no es necesariamente sensible, ni de un afecto sensible tampoco. Se trata de un gozo espiritual, de un gozo profundo del alma, de un gozo sobrenatural que proviene de la apreciación del gran bien que se recibe: el Señor, ¡Jesucristo!, con todo lo que Él es y con todo lo que Él tiene. Por eso dice Don Miguel de Cervantes Savedra, en una poesía:

¡Oh cosa milagrosa! 

El deleite consiste sustancialmente en la prontitud de la voluntad para las obras virtuosas de la vida cristiana.

Además de las distracciones actuales, o sea en el momento de la comunión, ¿qué otras cosas impiden el deleite de la Eucaristía? Los pecados veniales. Las faltas veniales actuales impiden el efecto actual de la Eucaristía; no el habitual pero sí el actual. La dulzura espiritual es infalible por parte del sacramento, pero el afecto actual a las faltas veniales o la distracción actual en el momento de la Comunión -sacramental o espiritual-, impiden el efecto del gozo actual, del fervor espiritual, del deleite o del amor actual, que es todo lo mismo.

"Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).

Decía Urbano IV de la Eucaristía: memorial admirable y estupendo, deleitable, suave... en el cual se gusta todo deleite y toda suavidad de sabor y se paladea la misma dulzura de Dios...” Y León XIII: “derrama en (las almas) gozos dulcísimos, que exceden en mucho a cuanto los hombres puedan en este punto entender y ponderar”.

Por eso: Amigos queridos, ”¡Comed, ... bebed, ...embriagaos!” (Cant 5, 1).

¡Oh cosa milagrosa! 

Panem de coelo praestitisti eis. Omne delectamentum in se habentem.

Nos diste, Señor, el pan del cielo. ¡Qué contiene en sí todo deleite!

26 ene 2017

Santo Evangelio 26 de Enero 2016


Día litúrgico: Jueves III del tiempo ordinario

Santoral 26 de Enero: Santos Timoteo y Tito, obispos
Texto del Evangelio (Mc 4,21-25): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto. Quien tenga oídos para oír, que oiga». 

Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará».

«¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho?»
Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch 
(Salt, Girona, España)



Hoy, Jesús nos explica el secreto del Reino. Incluso utiliza una cierta ironía para mostrarnos que la “energía” interna que tiene la Palabra de Dios —la propia de Él—, la fuerza expansiva que debe extenderse por todo el mundo, es como una luz, y que esta luz no puede ponerse «debajo del celemín o debajo del lecho» (Mc 4,21).

¿Acaso podemos imaginarnos la estupidez humana que sería colocar la vela encendida debajo de la cama? ¡Cristianos con la luz apagada o con la luz encendida con la prohibición de iluminar! Esto sucede cuando no ponemos al servicio de la fe la plenitud de nuestros conocimientos y de nuestro amor. ¡Cuán antinatural resulta el repliegue egoísta sobre nosotros mismos, reduciendo nuestra vida al marco de nuestros intereses personales! ¡Vivir bajo la cama! Ridícula y trágicamente inmóviles: “ausentes” del espíritu.

El Evangelio —todo lo contrario— es un santo arrebato de Amor apasionado que quiere comunicarse, que necesita “decirse”, que lleva en sí una exigencia de crecimiento personal, de madurez interior, y de servicio a los otros. «Si dices: ¡Basta!, estás muerto», dice san Agustín. Y san Josemaría: «Señor: que tenga peso y medida en todo..., menos en el Amor».

«‘Quien tenga oídos para oír, que oiga’. Les decía también: ‘Atended a lo que escucháis’» (Mc 4,23-24). Pero, ¿qué quiere decir escuchar?; ¿qué hemos de escuchar? Es la gran pregunta que nos hemos de hacer. Es el acto de sinceridad hacia Dios que nos exige saber realmente qué queremos hacer. Y para saberlo hay que escuchar: es necesario estar atento a las insinuaciones de Dios. Hay que introducirse en el diálogo con Él. Y la conversación pone fin a las “matemáticas de la medida”: «Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mc 4,24-25). Los intereses acumulados de Dios nuestro Señor son imprevisibles y extraordinarios. Ésta es una manera de excitar nuestra generosidad.

¿Es la Eucaristía una cosa sagrada?


¿Es la Eucaristía una cosa sagrada?

La Eucaristía no es una cosa, es la presencia de una Persona Santísima: Jesucristo Nuestro Señor.

Por: Rubén Robles Monge | Fuente: anmconsamex.homestead.com 


¿Es la Eucaristía una cosa sagrada?
La Eucaristía NO ES UNA COSA, aunque le pongamos el adjetivo de sagrada. La Eucaristía ES UNA PERSONA; es la presencia de una PERSONA SANTISIMA: Jesucristo Nuestro Señor

¿Es la Eucaristía una cosa sagrada?
Si lo fuera seríamos idólatras y, por cierto, de los más vulgares, baratos y corrientes.

Sin embargo, cada vez que hago esta pregunta, la respuesta rápida es: ¡sí!

Por alguna razón el Pueblo de Dios ha mantenido esta idea corrupta de la Eucaristía, en su mente y en su corazón, que pervierte sus sentimientos hacia quien está presente en los dones consagrados.

Y es que la Eucaristía NO ES UNA COSA, aunque le pongamos el adjetivo de sagrada.

La Eucaristía ES UNA PERSONA; es la presencia de una PERSONA SANTISIMA: Jesucristo Nuestro Señor, El Verbo Eterno, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Quizá en parte se deba a que se le designan sus características con palabras que, fuera de un contexto complementario que manifieste su calidad de persona, en principio dan idea de cosas.

Así sucede con las palabras como sacramento, santísimo o Santísimo Sacramento con que se ha designado a la Presencia Santa durante siglos.

Y no es que esas palabras designen algo que no es.

La Eucaristía es verdaderamente un sacramento. El Señor no se presenta con un cuerpo físico como hace dos mil años lo fué Jesús de Nazaret, sino que se presenta como signo en los dones consagrados, es decir, como sacramento.

Igualmente, es verdaderamente Santísimo --o Santísima (Eucaristía)--; es el Señor "tres veces santo"; es aquel de quien se dice "ángeles y querubines dicen santo, santo, santo".

Como Dios Hijo es verdaderamente el Santísimo que se presenta como Sacramento. Es realmente el Santísmo Sacramento.

El problema está, como se dijo antes, que esas palabras tienen que ir complementadas con otras que afirmen y confirmen que el Santísimo, o el Santísimo Sacramento, es una Persona.

Por ejemplo, en las preces litánicas para la reserva del Santísimo Sacramento se dice maravillosamente: "Bendito sea JESÚS en el Santísimo Sacramento del Altar".

En nuestro Ritual Nacional, en México, se dice: "¡CRISTO, Pan Celestial, danos la vida eterna!"

La Adoración Nocturna Española tiene como su lema de presentación; ¡Adorado sea JESÚS Sacramentado!

Frases acordes a esta necesidad serían: "El Señor Jesús en el Santísimo Sacramento"; "El Señor de la Eucaristía"; "Nuestro Señor Jesucristo Sacramentado"... y así de forma semejante.

Con la palabra eucaristía sucede lo mismo. Igualmente, al usarla sin su contexto de persona, como primera idea se entiende una cosa.

Alguien podría decir, peyorativamente, que se es perfeccionista. Entonces pregúntese si es válido el actual desprestigio del Resucitado, el Viviente de la Eucaristía, que se observa en los ambientes de fe, tan infestados, más en otras latitudes, de relativismo infantil.

Para muchas otras fiestas y celebraciones religiosas, hay ocasiones en que se derrocha gusto y fervor, se hacen las inmensas peregrinaciones. ¿Cuántas peregrinaciones grandiosas, al menos en nuestro país, se harán a Guadalajara con motivo del Congreso Eucarístico Internacional, para acudir al llamado del Señor de la Eucaristía, Nuestro Dios y Señor Jesucristo? ¿O siquiera peregrinaciones sencillas? Quizá se realicen de estas últimas; pero pocas.

Es que la cosa no llama, no se le escucha; la cosa solo sirve para usarse utilitariamente.

Pero si sabemos que quien llama es una persona, se pondrá más atención al llamado. Y si amamos a esa Persona, porque sabemos que nos ama con amor divino e infinito, más fácilmente acudiremos a su llamado; es que no podemos quedar mal con ALGUIEN que amamos y que sabemos que nos ama.

San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía, observa: "La Eucaristía es la Persona del Señor...La Sagrada Eucaristía es Jesús pasado, presente y futuro... Es Jesús hecho Sacramento". Y con palabras que son válidas en nuestros días, también dice: "El gran mal de nuestra época es que no vemos a Jesucristo como su salvador y a su Dios. Se abandona el único fundamento, la única fe, la única gracia de la salvación... Entonces ¿qué hacer? Regresar a la fuente de la vida, pero no al Jesús histórico o al Jesús glorificado en el cielo sino al Jesús que está en la Eucaristía..."

El Pueblo de Dios merece que se le anuncie la verdad sobre el Viviente que está con nosotros en la Eucaristía.

Que sepa que Dios misericordioso ha puesto su tienda junto a la nuestra: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros..." (Jn 1, 14). "He aquí que Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). "No los voy a dejar huérfanos; volveré para estar con ustedes. Dentro de poco, los que son del mundo ya no me verán; pero ustedes me verán y vivirán porque Yo vivo" (Jn 14, 18-19).

El Señor Jesús, en la Eucaristía, se ha hecho, por amor, nuestro vecino, nuestro amigo, nuestro confidente, nuestro prójimo.

Es la Persona del Santísimo Sacramento, la Eucaristía, que, brazo al hombro, nos va contando de cómo Él va preparando nuestra historia rumbo a la patria prometida y de cómo, en comunión con Él, compartimos el mismo destino: la instauración del Reino.


¡Adorado sea el Santísimo Sacramento! ¡Ave María Purísima!

25 ene 2017

Santo Evangelio 25 de Enero 2017


Día litúrgico: 25 de Enero: La Conversión de san Pablo, apóstol

Texto del Evangelio (Mc 16,15-18): En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».

«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva»
Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera 
(Ripollet, Barcelona, España)


Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol. El breve fragmento del Evangelio según san Marcos recoge una parte del discurso acerca de la misión que confiere el Señor resucitado. Con la exhortación a predicar por todo el mundo va unida la tesis de que la fe y el bautismo son requisitos necesarios para la salvación: «El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará» (Mc 16,16). Además, Cristo garantiza que a los predicadores se les dará la facultad de hacer prodigios o milagros que habrán de apoyar y confirmar su predicación misionera (cf. Mc 16,17-18). La misión es grande —«Id por todo el mundo»—, pero no faltará el acompañamiento del Señor: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

La oración colecta de hoy, propia de la fiesta, nos dice: «Oh Dios, que con la predicación del Apóstol san Pablo llevaste a todos lo pueblos al conocimiento de la verdad, concédenos, al celebrar hoy su conversión, que, siguiendo su ejemplo, caminemos hacia Ti como testigos de tu verdad». Una verdad que Dios nos ha concedido conocer y que tantas y tantas almas desearían poseer: tenemos la responsabilidad de transmitir hasta donde podamos este maravilloso patrimonio.

La Conversión de san Pablo es un gran acontecimiento: él pasa de perseguidor a convertido, es decir, a servidor y defensor de la causa de Cristo. Muchas veces, quizá, también nosotros mismos hacemos de “perseguidores”: como san Pablo, tenemos que convertirnos de “perseguidores” a servidores y defensores de Jesucristo.

Con Santa María, reconozcamos que el Altísimo también se ha fijado en nosotros y nos ha escogido para participar de la misión sacerdotal y redentora de su Hijo divino: Regina apostolorum, Reina de los apóstoles, ¡ruega por nosotros!; haznos valientes para dar testimonio de nuestra fe cristiana en el mundo que nos toca vivir.

La Misa, misterio de fe y amor.



La Misa, misterio de fe y amor.

La Iglesia es la familia de los hijos de Dios, extendida por todo el mundo, y esta familia tiene un hogar en el que se reúnen todos.


Por: P Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net 


En la Misa, estamos hablando de un misterio de fe y de amor. De fe, porque a Jesús no lo vemos; de Amor, porque del suyo participamos.

En cuanto a la fe, decir que es un "misterio" no es quedarse en un "no se puede entender": es más bien un mar sin orillas, y penetrar en él es como atravesar la puerta de un gran palacio y encontrarnos una estancia preciosa llena de tesoros que tiene a su vez cinco puertas, cada una de las cuales da a habitaciones más espléndidas... tesoros escondidos nos depara la Misa si ponemos el corazón, si profundizamos en ella desligándonos de los lazos de la tierra y del tiempo y penetramos con Jesús en el cielo. El descubrimiento de este día es una gracia que se ha de pedir.

Y es también misterio de amor. Dicen de un obispo que daba catequesis a unos peques, y preguntó por qué comulgar a Jesús. Entonces, un gitano de entre los más traviesos, contestó: "Zeñó, porque pa querelo hay que rosarlo". Hay muchos jóvenes que no van a Misa, cierto, y otros usan esta excusa para tampoco ir ellos, pero no se trata de hacer lo que todos, sino de actuar en conciencia. Podemos recordar la vieja historia de un chico que tenía una novia en el pueblo, y se fue a hacer la mili. Desde ahí escribía a la novia cada día. El cartero llevaba puntualmente las cartas a casa de la novia cada día, pero él, influido por malas compañías, no iba nunca al pueblo a verla, sino que utilizaba los permisos para irse de juerga. Cuando acabó la mili y volvió al pueblo, fue a casa de la novia y se encontró con la sorpresa de que la novia se había casado... ¡con el cartero! Ojos que no ven, corazón que no siente, y al no ver nunca a su novio y ver sólo al cartero, acabó por enamorarse de él. Si dejamos de tratar a una persona, poco a poco podemos quererla menos, y si esto nos pasa con Dios nuestro corazón puede llenarse con las cosas en las que ponemos el corazón. Si dejamos de tratar a Dios nos “casamos” con otras cosas…

Decía una chica, leyendo el "Cántico espiritual" de San Juan de la Cruz, que "hasta entonces no se me había ocurrido plantearme mi relación con Dios como la de dos amantes... la palabra amor no me sonaba como amor real... esto me abrió una puerta, y pido al Señor cuando comulgo que me haga descubrirle/vivir como mi Amado, y sentirme yo su amada". La Misa es un acontecimiento de amor, en el que Jesús, "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo". Esta entrega nos interpela y nos lleva a preguntarnos: ¿Estamos tratando a Dios como se merece?

La Misa también es un encuentro con Jesús, y con los hermanos. Las grandes experiencias humanas (enamoramiento, amistad, contemplación, sentido estético, etc.) son muy difíciles de transmitir si no es desde la "experiencia vivida". Es como si alguien nos pregunta: “cuéntame el sabor de las cerezas, de las fresas…” le diremos: “toma, come una”, porque sólo desde el gusto podemos hablar. También si nos describen desde fuera las vidrieras de las catedrales, explicaremos que no se puede ver la luz que ellas desprenden sino desde dentro, que hay que entrar para gozar de estas cosas…

Sin la experiencia del amor de Dios, el fracaso y la muerte, el dolor y los desengaños que acompañan el camino de la vida nos dan un carácter agrio y resentido, y en cambio el sentido de Dios nos hace ver que tanto nacer como morir son fases hacia la resurrección, así todo tiene un lugar en los planes de Dios.

Nos abre las puertas a la esperanza. No estamos solos, pues nos dice Jesús: "Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). No es Jesús un recuerdo pasado sino que se queda Él mismo. Aquel “Yo soy el que soy/el que seré” es “Enmanuel”, Dios-con-nosotros, presencia viva del Resucitado en medio de los suyos que se presenta de nuevo por el Espíritu Santo en la "ekklesia", asamblea convocada por el Señor resucitado, quien ofreció su vida "para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11, 52). Se hace una fiesta que ya se vive desde los primeros cristianos: "acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hechos 2, 42). Nos toca vivir el mandato de Jesús: "Haced esto en memoria mía". Así como la memoria de una persona conserva su identidad, y la de un pueblo, así el memorial del Señor que nos acompaña siempre constituye nuestra identidad, que hemos de conservar.

La Iglesia es la familia de los hijos de Dios, extendida por todo el mundo, y esta familia tiene un hogar en el que se reúnen todos, y en él una mesa donde se celebra la comida preparada y servida con amor. Faltar a esta comida es separarse de la vida familiar, pues esa comida -esa cena- es el acto familiar por excelencia, donde padres e hijos, hermanos entre ellos, renuevan su mutuo afecto y tratan las cuestiones de familia, y se dan consejos y exhortaciones, ánimos para el bien de todos; cuando falta un hijo por cualquier motivo, es en la mesa donde se nota su ausencia, y también ahí es cuando más se añoran los difuntos que ya no están entre nosotros. Así también la Iglesia mira con afán alrededor de su mesa, en la mesa del altar, a ver si encuentra a todos sus hijos, y con frecuencia llora ausencias. Algunos ni siquiera entran en el comedor, otros entran pero miran la comida desde lejos, inapetentes, desganados, anoréxicos o con el paladar estragado con otros sabores, y no encuentran gusto en el alimento del alma, y así la Iglesia llora por estos hijos.

No son ritos formalistas, sino que en los gestos hay la expresión del corazón, ciertas “rutinas” necesarias en la vida, pues -comenta otro- "la vida me ha enseñado que ha de haber momentos fuertes de plegaria y de celebración, que el alimento de la fe no puede dejarse a la sola espontaneidad, sino que ha de haber cierto orden para hacer las cosas como en el horario de comidas. Dicho de otro modo, he aprendido la importancia de los ritos y de su repetición, como un cierto sentido cíclico en el tiempo". La asamblea eucarística dominical es un acontecimiento de fraternidad, como se ve desde los primeros documentos cristianos. En la primera carta de Pablo a los Corintios ya se habla de las colectas a favor de los hermanos necesitados, y en los Hechos de los Apóstoles se ve cómo ponían todo en común.



Fragmento del Capítulo 2 del Libro "Mi Querida Misa. La belleza de la Eucaristía y del domingo"

24 ene 2017

Santo Evangelio 24 de Enero 2017


Día litúrgico: Martes III del tiempo ordinario

Santoral 24 de Enero: San Francisco de Sales, obispo

Texto del Evangelio (Mc 3,31-35): En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».


«Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»
Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera 
(Ripollet, Barcelona, España)


Hoy contemplamos a Jesús —en una escena muy concreta y, a la vez, comprometedora— rodeado por una multitud de gente del pueblo. Los familiares más próximos de Jesús han llegado desde Nazaret a Cafarnaum. Pero en vista de la cantidad de gente, permanecen fuera y lo mandan llamar. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan» (Mc 3,31).

En la respuesta de Jesús, como veremos, no hay ningún motivo de rechazo hacia sus familiares. Jesús se había alejado de ellos para seguir la llamada divina y muestra ahora que también internamente ha renunciado a ellos: no por frialdad de sentimientos o por menosprecio de los vínculos familiares, sino porque pertenece completamente a Dios Padre. Jesucristo ha realizado personalmente en Él mismo aquello que justamente pide a sus discípulos.

En lugar de su familia de la tierra, Jesús ha escogido una familia espiritual. Echa una mirada sobre los hombres sentados a su alrededor y les dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34-35). San Marcos, en otros lugares de su Evangelio, refiere otras de esas miradas de Jesús a su alrededor.

¿Es que Jesús nos quiere decir que sólo son sus parientes los que escuchan con atención su palabra? ¡No! No son sus parientes aquellos que escuchan su palabra, sino aquellos que escuchan y cumplen la voluntad de Dios: éstos son su hermano, su hermana, su madre.

Lo que Jesús hace es una exhortación a aquellos que se encuentran allí sentados —y a todos— a entrar en comunión con Él mediante el cumplimiento de la voluntad divina. Pero, a la vez, vemos en sus palabras una alabanza a su madre, María, la siempre bienaventurada por haber creído.

Para encontrar a Dios hay que tratarle



Para encontrar a Dios hay que tratarle

Un trato de corazón a corazón, fruto del amor y no de la costumbre, creando un ambiente de fe y amor.


Por: P Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net 


Una mujer comenzó a ir con sus padres a Misa por costumbre. Después, al profundizar en la fe, vio que "empezaba a tener otro sentido, un sentido de compromiso, me sentí más implicada... descubrí el valor de la Eucaristía como un encuentro con Cristo..."

En nuestra sociedad actual, la asistencia a Misa depende de la costumbre del entorno familiar, de la fe que se ha recibido desde pequeños… y cuando se asiste a Misa por ejemplo en acontecimientos sociales o fiestas principales, incluso los que no saben "qué pasa ahí" sienten alguna motivación, el gusanillo de profundizar, pues no solo queremos vestirnos de fiesta sino que queremos participar en la fiesta, celebrarla. Como en las familias, que tienen un plato preferido para ciertas celebraciones. Queremos tener una relación viva y personal, maravillosa, con Jesús. Qué lástima, escuchar palabras y cantos, pero no gozar plenamente de las emociones estéticas en la música o en la belleza de las celebraciones, al no vivir la esencia de la Misa y de la comunión... Recuerdo un compañero de estudios que iba a la catedral de Córdoba a escuchar la Misa del domingo fascinado por la belleza de la liturgia y la música. Es difícil entender a Bach sin su fe, pues muchas composiciones están unidas a un sentimiento.

Hemos de conocer lo esencial de la vida. Muchas veces vamos por la vida buscando la felicidad, y no la encontramos... más tarde nos damos cuenta de que estaba allí al lado, en las cosas pequeñas de cada día, en las cosas obvias, que son las que olvidamos más fácilmente, y así nos va... Como el sentido religioso, el sentido trascendente de las cosas. Olvidamos las cosas que no proporcionan un inmediato beneficio práctico con la excusa de que "no sirven para nada", cuando son las que más sirven. Cuando faltan estas cosas, nos damos cuenta de que la vida no sirve para nada. Cuentan de una araña que se dejó caer por uno de sus hilos desde un árbol, para anclar los soportes alrededor de una rama y tejer su telaraña, esa malla que va engrandeciéndose con sucesivas vueltas, hasta completar su obra. Entonces, paseándose por su territorio, orgullosa de su realización, mira el hilo de arriba y dice: "éste es feo, vamos a cortarlo", olvidando que era el hilo por donde empezó todo, el que sustentaba todo. Al cortarlo, la araña desmemoriada cayó enredada en su red, prisionera de su obra. Así nosotros, encerrados en la obra de nuestra inteligencia o en el cuidado de tantas cosas... podemos olvidar la esencial, cuando cortamos el hilo de soporte. ¡No prescindamos de Dios! Es el soporte de todo lo invisible, los valores de amor y respeto a los demás, en definitiva, de la felicidad. Esta dimensión invisible de la vida. Si no, nos enmarañamos en cosas que nos hacen perder la libertad.

La necesidad de dar culto a Dios está en lo más profundo de nuestro interior (y cuando no le hacemos caso, se proyecta en forma de supersticiones varias, idolatrías de todo tipo, sectas variopintas pero peligrosas algunas de ellas, o una apatía brutal por la que no se ve sentido a nada...) Estamos en una época de "complejidad", en la que hay avances técnicos de todo tipo (en el campo científico, en el genético, en la informática...) y en medio del estado de bienestar, muchos de nuestros compañeros de viaje están prisioneros de la angustia ante el futuro, tienen miedo, incluso miedo a vivir. ¿Por qué tanta inseguridad? Porque quizá hoy se absolutiza el bienestar y éste no da respuesta al sentido de la vida, impide volar hacia arriba, mirar el cielo, en ese horizonte no hay Dios; es el gran ausente.

Todo ello causa el sentimiento de "insoportable ligereza del ser". En medio del pensamiento moderno que tiene tantas cosas buenas tenemos al hombre enfermo de frustración y un deseo de búsqueda de Dios, de ahí las profecías de que el siglo XXI sería "místico", porque es la única forma de recuperar el norte. Se intuye que la medicina es la misma: recuperar la idea de Dios, que sirve para cultos e ignorantes, enfermos y sanos, pobres y ricos...

Pero para hallar a Dios hay que tratarle, darle culto. Y no externo, sino que implique la conciencia, un trato de corazón a corazón, fruto del amor y no de la costumbre, creando un "espacio interior" en nuestra conciencia, solos ante el espejo ante el cual encontramos el sentido de la vida, la seguridad que nos falta.

La religión pertenece a las cosas importantes de la vida. Cuentan de un barquero que llevaba gente de un lado a otro de un gran río, y un día subió un sabiondo que empezó a increparle diciéndole: "¿conoces las matemáticas?" -"no", contestó el barquero. -"Has perdido una cuarta parte de tu vida. ¿Y la astronomía?" -"¿Esto se come o qué?", contestó el pobre. "-Has perdido dos cuartas partes de tu vida". -"¿Y la astrología?" -"Tampoco", dijo el barquero. "-¡Desgraciado, has perdido tres cuartas partes de tu vida!". En aquel momento la barca se hundió, y viéndolo que se lo llevaba la corriente, le dijo el barquero: -"¡Eh, sabio!, ¿sabes nadar?" -"¡No!", contestó desesperado. -"Pues has perdido las cuatro cuartas partes de tu vida, ¡toda tu vida!" Pues para quien va por un río, lo importante no es saber tantas cosas sino saber nadar. Así las cosas esenciales de la vida, muchas veces olvidadas, son saber quién soy, de dónde vengo y adónde voy, y descubrir el sentido religioso y -como dice el viejo refrán- al final de la vida el que se salva sabe y el que no, no sabe nada. Los peces se ahogan sin agua y los hombres se asfixian sin aire, así nuestra alma sufre asfixia si no tiene saciada esta sed de Dios, pues el corazón del hombre está inquieto y sin paz hasta que reposa en Él.

La religión es una experiencia personal de la que no podemos prescindir, es una necesidad. Y también es social, constituye una de las tradiciones no sólo culturales sino también basilares de la misma familia: la familia que reza unida permanece unida, dice el refrán. Ante una crisis familiar, para resistir ante las dificultades, es importante ver el cielo, recordar el sentido divino del contemplar el cielo.

23 ene 2017

Santo Evangelio 23 de Enero 2017


Día litúrgico: Lunes III del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 3,22-30): En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». Entonces Jesús, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».

«El que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca»
Rev. D. Vicenç GUINOT i Gómez 
(Sitges, Barcelona, España)


Hoy, al leer el Evangelio del día, uno no sale de su asombro —“alucina”, como se dice en el lenguaje de la calle—. «Los escribas que habían bajado de Jerusalén» ven la compasión de Jesús por las gentes y su poder que obra en favor de los oprimidos, y —a pesar de todo— le dicen que «está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios» (Mc 3,22). Realmente uno queda sorprendido de hasta dónde pueden llegar la ceguera y la malicia humanas, en este caso de unos letrados. Tienen delante la Bondad en persona, Jesús, el humilde de corazón, el único Inocente y no se enteran. Se supone que ellos son los entendidos, los que conocen las cosas de Dios para ayudar al pueblo, y resulta que no sólo no lo reconocen sino que lo acusan de diabólico.

Con este panorama es como para darse media vuelta y decir: «¡Ahí os quedáis!». Pero el Señor sufre con paciencia ese juicio temerario sobre su persona. Como ha afirmado Juan Pablo II, Él «es un testimonio insuperable de amor paciente y de humilde mansedumbre». Su condescendencia sin límites le lleva, incluso, a tratar de remover sus corazones argumentándoles con parábolas y consideraciones razonables. Aunque, al final, advierte con su autoridad divina que esa cerrazón de corazón, que es rebeldía ante el Espíritu Santo, quedará sin perdón (cf. Mc 3,29). Y no porque Dios no quiera perdonar, sino porque para ser perdonado, primero, uno ha de reconocer su pecado.

Como anunció el Maestro, es larga la lista de discípulos que también han sufrido la incomprensión cuando obraban con toda la buena intención. Pensemos, por ejemplo, en santa Teresa de Jesús cuando intentaba llevar a más perfección a sus hermanas.

No nos extrañe, por tanto, si en nuestro caminar aparecen esas contradicciones. Serán indicio de que vamos por buen camino. Recemos por esas personas y pidamos al Señor que nos dé aguante.

¿Qué estás esperando? Dedica un tiempo a la Adoración Eucarística, ¡y deja a Dios transformar tu vida!



¿Qué estás esperando? Dedica un tiempo a la Adoración Eucarística, ¡y deja a Dios transformar tu vida!  


La Eucaristía es descrita en el Catecismo como fuente y culmen de la fe. Encontrar tiempo para hacer Adoración Eucarística puede ser difícil, pero, si lo consigues, ¡podrás percibir resultados sorprendentes!

“Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: Tomen, esto es mi Cuerpo. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos” (Marcos 14,22-24)

En la cultura actual, la idea de progreso interior es drásticamente desvalorada como “desperdicio de tiempo” o “cosa de los antiguos e ingenuos”. Sólo el progreso exterior parece palpable. Pero el progreso material permanece fuera de nosotros: incluso nos ofrece sentimientos positivos, pero es siempre efímero y sin sustancia. Pero el progreso interior significa que tu te estás transformando y volviéndote mejor.

El tiempo que dedicas a la Adoración puede sorprenderte de muchas maneras. Por ejemplo:

1. Puedes desarrollar un sentimiento de admiración y maravilla

¡No hay nada como la atmósfera de una capilla o iglesia tranquila! El olor del incienso y el esplendor del ostensorio ayudan a comprender la verdad de lo que está sucediendo en la Adoración. ¡Estamos realmente ante Jesucristo! Su Cuerpo, Su Sangre, Su Alma, Su Divinidad.

Cuanto más te quedas en silencio ante la Hostia Santa, más comprendes que la única respuesta a la grandeza de Dios es la maravilla, la admiración y el amor.

2. Experimentas la paz en otras áreas de tu vida

Jesús dijo: “Mi paz les dejo, mi paz les doy” (Jn 14,27). La paz exterior que podemos experimentar en la Adoración (la quietud y el silencio) van mucho más al fondo y nos llevan a una paz interior que abraza todas las áreas de nuestra vida. Esto no significa que todo será perfecto y sin sufrimiento, pero esa paz nos fortalecerá para enfrentarnos con más firmeza y serenidad a las tempestades de la vida.

3. Empieza a mirar más fuera de ti mismo

Jesús dijo: “Como yo les amé, ámense también ustedes unos a otros” (Jn 13, 34). La Adoración nos conecta al prójimo y al mundo – al final, ¡estamos dedicando tiempo al Creador de todo lo que existe! Más tiempo para alabar y adorar a Dios significa más tiempo para ir más allá de nuestras propias preocupaciones y para atender las necesidades de los demás y del mundo en que vivimos.

4. A veces, es pesado …

Habrá momentos en que la Adoración parecerá “insulsa”, “árida”… Te distraerás, tu mente empezará a divagar… La Adoración regular puede estabilizarse y dejar de parecer especial, pero eso no quita valor ni disminuye la verdad de la Adoración.

Nuestra fe es mucho más que los sentimientos, y Dios continuará trabajando en ti aunque sientas o pases por momentos más “secos”. Aunque tu mente divague, estás dando a Dios lo mejor que puedes: ¡tu tiempo, tu compromiso y tu compañía!

5. ¡Te emocionas en la Adoración!

Cuanto más tiempo dedicas a adorar a Dios, más descubres que Él te ama y quiere pasar tiempo contigo. ¡Y más empiezas a querer realmente vivir ese tiempo con Él! Si la Adoración antes parecía rutina, ¡en poco tiempo percibes que deseas hacerla! Como decimos en la misa, “es justo y necesario” dar gracias al Señor.

La Adoración a Dios está inscrita en nuestro corazón, y “nuestro corazón está inquieto hasta que no descansa en él” (San Agustín).

6. La gracia entra en tu vida

Es increíble como un simple acto de compromiso con Dios, aunque sea un corto periodo de Adoración, haga la diferencia para el resto de tu vida. Puedes tener la certeza de seguir en su presencia aunque hayas salido de la iglesia o capilla. La gracia te poya en todos los momentos, especialmente en los de tentación. Es más fácil resistir a la tentación cuando se dedica más tiempo a la Adoración.

7. Te das cuenta de lo afortunado que eres

Hay personas que quisieran pasar más tiempo con Jesús en Adoración, pero no pueden porque están enfermos o tienen mil tareas necesarias en el día a día. Hay personas, en muchas regiones del mundo, que arriesgan la vida por la Eucaristía y son perseguidas por causa de la fe.

¡Hay personas que enfrentan situaciones extremamente peligrosas para estar con Jesús! Y tú tienes el regalo de poder adorarlo abiertamente, ¡sin hablar de lo que significa tener un sacerdote para administrar los sacramentos!

8. ¡Comprendes que Dios tiene sentido del humor!

Cuanto más dejas que Dios te hable, en vez de gastar todo tu tiempo hablándole, ¡más notas que Dios tiene un gran sentido del humor! ¡Hay incluso momentos en que quisieras reir en voz alta! Quizás parezca sorprendente, pero los mejores padres ¿no demuestran su amor con buen humor?

9. Vas a querer confesarte más veces

Puede parecer intimidador, pero no lo es. ¡La confesión nos permite experimentar el océano ilimitado de la misericordia de Dios! Su misericordia engulle todos nuestros pecados y nos da una libertad real, una libertad sin miedo, que nos permite entrar en su Amor y en su Bondad! La confesión fortalece la conciencia de que estamos en los brazos de un Padre que nos ama mucho y que “nunca se cansa de perdonar” (Papa Francisco).

10. ¡Te apasionas!

Cuando dedicas tiempo de corazón abierto a adorar a Dios y permitir que Cristo te muestre Su Amor, ¡también te apasionas! ¡Y su amor te revela a ti mismo y permite que seas tu mismo! “Yo he venido para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

Entonces, ¿qué estás esperando? Dedica un tiempo a la Adoración Eucarística, ¡y deja a Dios transformar tu vida!

Publicado originalmente en: Aleteia.org

22 ene 2017

Santo Evangelio 22 de Enero 2017


Día litúrgico: Domingo III (A) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 4,12-23): Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea. Y dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido». Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado». 

Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.


«Recorría Jesús toda Galilea»
Rev. D. Josep RIBOT i Margarit 
(Tarragona, España)


Hoy, Jesús nos da una lección de “santa prudencia”, perfectamente compatible con la audacia y la valentía. En efecto, Él —que no teme proclamar la verdad— decide retirarse, al conocer que —tal como ya habían hecho con Juan Bautista— sus enemigos quieren matarlo a Él: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte» (Lc 13,31). —Si a quien pasó haciendo el bien, sus detractores intentaron dañarle, no te extrañe que también tú sufras persecuciones, como nos anunció el Señor.

«Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea» (Mt 4,12). Sería imprudente desafiar los peligros sin un motivo proporcionado. Solamente en la oración discernimos cuándo el silencio o inactividad —dejar pasar el tiempo— son síntomas de sabiduría, o de cobardía y falta de fortaleza. La paciencia, ciencia de la paz, ayuda a decidir con serenidad en los momentos difíciles, si no perdemos la visión sobrenatural.

«Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt 4,23). Ni las amenazas, ni el miedo al qué dirán o las posibles críticas pueden retraernos de hacer el bien. Quienes estamos llamados a ser sal y luz, operadores del bien y de la verdad, no podemos ceder ante el chantaje de la amenaza, que tantas veces no pasará de ser un peligro hipotético o meramente verbal.

Decididos, audaces, sin buscar excusas para postergar la acción apostólica para “después”. Dicen que «el “después” es el adverbio de los vencidos». Por eso, san Josemaría recomendaba «una receta eficaz para tu espíritu apostólico: planes concretos, no de sábado a sábado, sino de hoy a mañana (...)».

Cumplir la voluntad de Dios, ser justos en cualquier ambiente, y seguir el dictamen de la conciencia bien formada exige una fortaleza que hemos de pedir para todos, porque el peligro de la cobardía es grande. Pidamos a nuestra Madre del Cielo que nos ayude a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios, imitando su fortaleza al pie de la Cruz.

Eucaristía ¡Misterio de luz, Misterio de vida!



Eucaristía ¡Misterio de luz, Misterio de vida!


Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús: quédate con nosotros!

Por: SS Juan Pablo II | Fuente: Catholic.net 


"Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).

Reunidos ante la Eucaristía, experimentamos con particular intensidad en este momento la verdad de la promesa de Cristo: ¡Él está con nosotros!

(...)

¡Misterio de luz! 

De luz tiene necesidad el corazón del hombre, oprimido por el pecado, a veces desorientado y cansado, probado por sufrimientos de todo tipo. El mundo tiene necesidad de luz, en la búsqueda difícil de una paz que parece lejana al comienzo de un milenio perturbado y humillado por la violencia, el terrorismo y la guerra.

¡La Eucaristía es luz! En la Palabra de Dios constantemente proclamada, en el pan y en el vino convertidos en Cuerpo y Sangre de Cristo, es precisamente Él, el Señor Resucitado, quien abre la mente y el corazón y se deja reconocer, como sucedió a los dos discípulos de Emaús "al partir el pan" (cf Lc 24,25). En este gesto convivial revivimos el sacrificio de la Cruz, experimentamos el amor infinito de Dios y sentimos la llamada a difundir la luz de Cristo entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

¡Misterio de vida!

¿Qué aspiración puede ser más grande que la vida? Y sin embargo sobre este anhelo humano universal se ciernen sombras amenazadoras: la sombra de una cultura que niega el respeto de la vida en cada una de sus fases; la sombra de una indiferencia que condena a tantas personas a un destino de hambre y subdesarrollo; la sombra de una búsqueda científica que a veces está al servicio del egoísmo del más fuerte.

Queridos hermanos y hermanas: debemos sentirnos interpelados por las necesidades de tantos hermanos. No podemos cerrar el corazón a sus peticiones de ayuda. Y tampoco podemos olvidar que "no sólo de pan vive el hombre" (cf Mt 4,4). Necesitamos el "pan vivo bajado del cielo" ( Jn 6,51). Este pan es Jesús. Alimentarnos de él significa recibir la vida misma de Dios (cf. Jn 10,10), abriéndonos a la lógica del amor y del compartir.