24 ago 2019

Santo Evangelio 24 de agosto 2019



Lectura del santo evangelio según san Juan (1,45-51):

En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.»  Felipe le contestó: «Ven y verás.» 

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?» Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has ver cosas mayores.» Y le añadió: «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»


San Bartolomé, apóstol

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy contemplamos la llamada de Natanael, tradicionalmente identificado con el apóstol Bartolomé. Sobresale su confesión de fe: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Esta confesión tiene la función de abrir el terreno al cuarto Evangelio, pues ofrece un primer e importante paso en el camino de la adhesión a Cristo. 

Bartolomé reconoce a Jesús tanto por su relación especial con Dios Padre, del que es Hijo unigénito, como por su relación con el pueblo de Israel, de quien es llamado rey (atribución propia del Mesías esperado). Estos dos elementos son esenciales: si proclamáramos sólo la dimensión celestial de Jesús, correríamos el riesgo de hacer de Él un ser etéreo y evanescente; si sólo reconociéramos su papel concreto en la historia, podríamos descuidar su dimensión divina, que constituye su identidad propia.

—San Bartolomé, intercede para que —imitando tu paso discreto por la vida— yo sepa adherirme a Dios y dar testimonio de Él sin realizar obras sensacionales: ¡el extraordinario es Jesús!

Luche para triunfar

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Luche para triunfar

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.



Toda la vida exige lucha. Muchas veces, los que todo lo tienen se vuelven holgazanes, egoístas e insensibles a los verdaderos valores de la vida. Nos hemos convertido quizás en un pueblo que escoge el camino fácil. No nos exigimos a nosotros mismos. No luchamos por extraer más el potencial latente que Dios depositó en nuestro ser. 
La lucha hace grande a los hombres. Quienes lo quieren todo fácil son hombres que desean cosechar sin arar la tierra. Sean las que sean las ventajas, obtendremos la victoria luchando. Parte de nuestros problemas consisten en que no hemos luchado con perseverancia. Parte ha consistido en que no hemos sido valientes. El triunfo fácil no es auténtico. 

La lucha es esencial. Sin ella no existen ni el crecimiento ni el progreso. El triunfo no viene solo, nosotros lo logramos. Quienes esperan la oportunidad o la suerte desperdiciarán su vida esperando. No hay realización sin esfuerzo. 

Luchar es usar y desarrollar todas las fibras de nuestra potencialidad. Es una guerra continua contra todo lo que nos impide convertirnos en la maravillosa persona que Dios quiere que seamos. 

No nos gusta luchar y con frecuencia flaqueamos y nos ocultamos. No podremos prosperar hasta el día que el principio de la lucha se convierta en parte integral de nuestra vida. 

Es preciso que comprenda este mensaje: existe una relación definitiva entre la lucha y el progreso. El triunfo y felicidad que podría ser mi vida, exige una entrega total a una lucha diaria. Dios creó al hombre para alcanzar una meta por medio del trabajo y el esfuerzo. Luchar significa: COMPETIR CON UNO MISMO, SUPERARSE. 

Queremos triunfar pero sin esfuerzo. Nos conformamos a ser mediocres y comenzamos a dejar nuestras tareas para mañana. Nuestro carácter empieza a deteriorarse y así comenzamos a adquirir el hábito de la pereza. Como dijo Andrew Jackson: "Un hombre con valor es una mayoría en sí mismo". De la lucha nace la victoria. La victoria pertenece a los hombres que nunca dejan de esforzarse, que nunca se dan por vencidos. 

Cuando se sienta que todo va en contra suya, al grado que parece que no puede resistir un minuto más, ¡no se rinda! Levántese y empuñe la bandera de sus ideales porque es el tiempo y el lugar justo en que debe triunfar. Jamás se rinda. Jesucristo fundó su Iglesia con pocos hombres y fue creciendo pese a la lucha y la perseverancia. La Iglesia creció porque se creyó en un ideal, porque se tuvo fe, porque se luchó. En esta vida todo se consigue a base de esfuerzo y sacrificio, porque así lo dejó Dios establecido. 

La lucha nos ayuda a transformar el mundo en que vivimos y además produce resultados interiores. Se acrecienta el poder de perseverancia, la confianza en sí mismo y la autodisciplina. El hombre crece desde dentro y el que lucha y tiene coraje de hasta morir por sus ideales, crece hasta hacerse un gigante aunque el mundo no se de cuenta. La lucha nos hace grandes, nos hace héroes. No nacimos para ser enanos. La persona que ha aprendido a luchar pone en movimiento un crecimiento interior que perdura. Si comienza hoy a luchar, yo le garantizo un crecimiento y será grande interiormente. Esta es la voluntad de Dios. 

Sea sincero con usted mismo. Dígase si no es verdad que muchas veces ha fracasado porque no ha luchado. Debemos reanudar la lucha para dar lo mejor que hay en nosotros cada día. 

Si carecemos de la lucha en nuestras vidas es señal de que nuestras metas no han sido establecidas en forma apropiada. Revise su fe en Dios, en usted mismo y vea si está luchando por grandes ideales o si en verdad no tiene metas. 

No se olvide que Dios lo mandó a este mundo para hacerlo mejor de lo que está. Usted no puede irse de él sin haberlo dejado un poco mejor. Usted está aquí y es necesario que su presencia se sienta entre nosotros. Y no se olvide que CON DIOS USTED ES INVENCIBLE. 

23 ago 2019

Santo Evangelio 23 de agosto 2019



Evangelio según San Mateo 22,34-40.

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?". Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".


La adoración es la fuerza que lo mueve todo

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy escuchamos de Cristo el mayor y primer motivo de nuestra existencia (un motivo que se transforma en "mandamiento" para cada hombre): adorar a Dios, en un amarle con todo nuestro ser (corazón, alma y mente). El amor siempre es incondicional (sin-condiciones), pero solamente Dios merece un amor incondicional "en absoluto": nada debe anteponerse al servicio de Dios. 

Tal "sometimiento" a Dios no es destructivo de la criatura, porque es algo tan amoroso como besarle ("ad-orem"=a la boca). Es lo propio del amante; es nuestra vocación. La creación —inmensa y preciosa— está de tal manera configurada que invita a esta adoración. Es la fuerza que lo mueve y ordena todo desde dentro, en el ritmo de las estrellas y en nuestra vida. El ritmo de nuestra vida sólo vibra correctamente si está imbuido por esta fuerza. 

—Señor-Dios, arrodillado, te confieso y te reconozco: el hombre nunca es tan hombre como cuando —de rodillas— se rinde ante ti y te reza.

Los valores

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Los valores

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


¿Es usted sensible a los valores? ¿Qué es un valor? Una realidad que por sí misma es buena, atrayente, positiva. Hay valores espirituales, morales, estéticos, naturales. Entre los valores espirituales está el más grande: La Presencia Santa de Dios. El ser fiel a El. El obedecerlo y el imitarlo. Buscar acercarse al Señor experimentando su amor. Entre los valores morales está el de la Verdad por el que uno se compromete a decir la verdad y buscarla siempre. El de respetar la integridad del prójimo y no manipularlo ni usarlo para su beneficio. El de luchar por el bien y promoverlo en todas partes. El de hacer que la justicia impere. El de trabajar con honestidad y el de compartir con generosidad los bienes. Valores estéticos pueden ser el amor a la belleza manifestado en el cultivo del arte musical, pintura, escultura, poesía, y el de los valores naturales el de contemplar, apreciar y respetar las grandes riquezas naturales, conservándolas y usándolas en beneficio del hombre. 

Tenemos que ser sensibles a los valores. Vibrar ante estas realidades que entran dentro del marco de lo trascendente, misterioso, sustancial. Apreciar todo lo que es bueno y buscar cómo acercarse a éso y apropiárselo a un nivel profundo. 

Y ¿Qué significa apropiarse de un valor? Hacerlo suyo. Entrar en un contacto hondo, profundo y vivencial con lo que en verdad es bueno. En el caso de Dios, permitir que su presencia esté en mí. Vivirlo intensamente. En cuanto a los valores morales, practicarlos todos, sabiendo que siempre puede uno perfeccionarse más y que la cuestión no está en solamente haber llegado a la cumbre sino en subirla paso a paso con todo el sufrimiento y sacrificio que supone. En cuanto a los valores estéticos, estar abierto a todos pero inclinarse a los que más atraigan. Dan mucha paz al alma. Por ejemplo, oir buena música es una gran terapia y nos serena emocionalmente. Y en relación con los naturales, la cercanía con la naturaleza, la identificación con sus manifestaciones nos hace más humanos. Desde la contemplación de un atardecer hasta jugar con un perrito ennoblece al ser humano. 

¿Quiere ser una persona que cada día mejore más? Sea sensible a los valores. Vibre ante ellos. Rompa esa capa de indiferencia ante cosas tan sublimes. Sea capaz de asombrarse, abrirse interiormente a esas bellas realidades y verá usted como irá embelleciéndose interiormente. Mientras más contacto con lo bueno y hermoso, más se hace usted así, noble y agradable. Y lo contrario, si vive usted los anti-valores, se va degradando, deteriorando. Y no se olvide, con Dios usted es Invencible

Los pilares de la personalidad

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Los pilares de la personalidad

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.



Existen normas o patrones que debemos tomar en nuestras vidas para hacer de ellas verdaderos templos de Dios. A estas reglas las llamaremos "Los pilares de la Personalidad" y nos ayudarán a definir mejor nuestro propio ser. Estas son:

1.- MORIR A LO MALO DEL PASADO: No ande por la vida arrastrando odios, temores, malos recuerdos y malas experiencias. Todas estas vivencias negativas harían de usted una personalidad completamente negativa.

2.- CULTIVE LOS DONES QUE DIOS LE HA REGALADO: La creatividad, la simpatía, la inteligencia, etc. son dones que Dios nos regala para ayudarnos a pulir nuestra personalidad. Dios da dones diferentes a cada persona. Son adornos de la personalidad que cada uno debe cultivar por sus propios medios para elevar los valores innatos.

3.- SEA AUTENTICO: Nada más agradable que la autenticidad y la sencillez. No sea copia de nadie. Siéntase orgulloso de su individualidad. Es importante quererse, respetarse y valorarse. Todo esto se puede sentir dentro del marco de la sencillez.

4.- VIVA CON OPTIMISMO: Aunque en ocasiones la vida se presente de manera inesperada, con cosas desagradables, la vida es una! Sea optimista. Viva cada día con amor y alegría. Nuestros padres desean lo mejor para nosotros, con mucha más razón lo quiere Dios que es nuestro Padre Celestial. El nos dio la vida con un propósito. Entonces esperemos lo mejor de la vida que El nos ha regalado. Vea que grandes son sus maravillas: la vida, la luz, la naturaleza y todo lo creado por El. No sea pesimista.

5.- CULTIVE LA FE Y LA ORACION: Comprenda que todo cuanto tiene, todo cuanto es, todo cuanto le rodea y es bueno de Dios viene. Muestre su amor a Dios a través de la fe y la oración. Confíe totalmente en el Señor

6.- EVITE LOS PREJUICIOS: No juzgue a los demás. Mire la belleza interior del alma. No haga juicios a priori. Mantenga su corazón lleno del amor de Dios.

7.- ALABE AL SEÑOR DIARIAMENTE: Alabe al Señor en su diario bregar. En cualquier parte puede hacerlo. Así amaremos más a nuestros hermanos y daremos testimonio de ser dignos hijos de Dios.

8.- CULTIVE LA BUENA SALUD: Su cuerpo es templo de Dios. Respételo. Haga todo lo posible por mantenerse en forma. Es una bendición la buena salud.

9.- CULTIVE EL ARTE DE LA COMUNICACION: La buena comunicación es un arte y existen muchas formas de hacerlo. Cultive un diálogo sincero, profundo y ameno.

10.- SUPERESE CADA DIA: Dios nos concede muchos dones para que volemos muy alto. El quiere que seamos campeones. Encomiende al Señor cada uno de sus propósitos, metas y ambiciones y verá su gloria. Ponga toda su fe y amor en cada labor que emprenda. Así también alabamos a Dios y nos superamos cada día.

Tener una gran personalidad implica mucho esfuerzo y una gran madurez. El dueño de una gran personalidad irradia de su interior un corazón lleno de amor, un alma limpia y pura, y mucha felicidad en lo que hace. Todos tenemos derecho a ser felices. Dios nos da ese derecho. Cultive su personalidad superándose al máximo y no se olvide, ¡CON DIOS USTED ES INVENCIBLE!

22 ago 2019

Santo Evangelio 22 de agosto 2019



Evangelio según San Mateo 22,1-14.

Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.

Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'. Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. 'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio.

Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.


l "castigo de Dios"

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy escuchamos del Señor una palabra que, de buenas a primeras, parece "no encajar" con su Amor misericordioso: el "castigo". Pero sus castigos no son como los nuestros, en el sentido de que Dios establezca multas policiales y le guste perjudicarnos. La expresión "castigo de Dios" manifiesta que he errado en el buen camino y pueden sobrevenirme consecuencias posteriores por seguir huellas falsas y abandonar la verdadera vida.

En el lenguaje divino, el castigo es la situación en la que entra el ser humano cuando se aleja de su auténtica esencia, o cuando no respeta la dignidad de otra persona, dando la espalda a la verdad… Entonces el individuo utiliza su libertad, sí, pero también abusa de ella. Por este falso camino el hombre pisotea aquello para lo cual ha sido creado, destruyéndose a sí mismo.

—Señor, tú eres mi Creador, que has venido a nosotros dejando tu huella en la tierra. Haz que vea en tus pisadas mi camino.

Los jóvenes y la violencia (segunda parte)

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Los jóvenes y la violencia (segunda parte)

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.



En la familia se dan muchas discusiones y peleas estériles y absurdas por las cosas más triviales. La gente se resiente mucho por estas peleas, insultos, conflictos, rivalidades continuas y maltratos y las heridas después cuestan cerrar. Este cáncer tan tremendo de odios y resentimientos absurdos, provocados por el pecado de soberbia, causan mucho sufrimiento. Además, en muchos hogares se ve de manera indiscriminada cualquier tipo de programa en el que predomina la violencia, así como ejemplos de orgullo y soberbia. No es de extrañar, entonces, que se utilicen las armas de la pelea, el grito y la malcriadez, para imponer la razón sobre los demás. El continuo bombardeo de violencia en los medios de comunicación social, en los programas, películas y aún las telenovelas, está causando graves consecuencias en la convivencia familiar.

Es cierto que algunas veces se sufre de incomprensión en casa por diferencias de generación. Los papás nacieron en otra época, tienen otra manera de pensar, ven las cosas de manera diferente; pero no por eso están equivocados y dejan de tener razón. Un joven inteligente sabe escuchar, aprender de los consejos y comprender que, aunque los papás no tengan a veces toda la razón, tampoco son ignorantes ni mentirosos. Hay que ser astuto, saber escuchar, ser humilde y aprender de la experiencia de los mayores. Recuerda que la Palabra dice que pongas la otra mejilla, lo que significa que no devuelvas mal por mal. Si te gritan, no grites; si te ofenden, no ofendas; no añadas más leña al fuego. Algunos papás y mamás están tan golpeados por la vida que se descontrolan. Ponte en su lugar, mira su historia personal y su contexto y te darás cuenta que algunas veces no actúan con toda la razón y el equilibrio, por los golpes que han recibido en la vida.

Es necesario que tú pongas una gran medida de comprensión. Si tus papás, hermanos o amigos te fallan, Jesús dice que perdones setenta veces siete. Reconcíliate lo más pronto que sea posible; no seas rencoroso, mata el resentimiento antes de que se convierta en rencor y odio. Dice Jesús en la Palabra que amemos al que dice ser nuestro enemigo. ¿Qué diferencia tenemos con los paganos si no amamos a nuestro enemigo? Como dice Jesús en la Palabra, antes de que el juez te lleve al alguacil y te metan preso, reconcíliate cuanto antes.

¿Cómo está tu alma, tu familia? ¿Vives contigo mismo y en tu casa en paz o lo contrario a la paz que es la violencia? La violencia, maltrato, gritos y divisiones en los hogares son muros que separan a la familia. Pero Cristo es la paz, el camino, la verdad y la vida. Joven, lleva la paz a tu casa convirtiéndote en un muchacho o muchacha de oración. Si en tu casa hay problemas, llénate del Señor, haz oración profunda, lee la Palabra, únete a un grupo juvenil y participa en los sacramentos, confesando y comulgando. Tú puedes ser el elemento de cambio y contrarrestar la violencia con la paz. Convierte la oración en un hábito, así como leer la Biblia y bendecir los alimentos. También es importante el diálogo y la comunicación, porque es lindo cuando la familia asiste unida a misa, sale junta a pasear y tiene juegos en común en casa. Les toca la obligación moral para ayudar en esto y hacer todo lo que puedan para que el Señor reine en la casa. Muchachos, contribuyan para que en su casa reine realmente el amor y la paz, porque, créanme, así se vive más a gusto.

¡Quién como Dios, quién más grande que el Señor! Aparta de ti el pecado de la soberbia que descontrola tu ser, causa que tus instintos estén por encima de la razón y que las emociones te dañen, apareciendo sentimientos de crueldad engendrados por el odio. Conviértete en un muchacho o muchacha de paz; no cierres nunca tu puño para agredir ni levantes la voz para insultar. Vive en Jesucristo que es el Dios Hombre de la paz y con Él serás... ¡INVENCIBLE! !


21 ago 2019

Santo Evangelio 21 de agosto 2019



Lectura del santo evangelio según san Mateo (20,1-16a):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

Palabra del Señor

"Desempleo espiritual" (parábola de los viñadores parados)

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, cuando nos preguntamos "para qué" el cristianismo, hacemos exactamente lo que hicieron aquellos obreros de la viña. Ellos, cuando vieron que el salario de un denario se podía obtener de una manera mucho más sencilla (trabajando menos horas), no comprendieron porqué habían trabajado durante todo el día. Pero, ¿en qué se basaron para llegar a la convicción de que era mucho más cómodo estar sin trabajar que trabajando?

La parábola no fue transmitida para los trabajadores de otro tiempo, sino para nosotros, que damos por supuesto que el "desempleo espiritual" —una vida sin fe y sin oración— es más agradable que el servicio espiritual. Pero, ¿en qué nos basamos? Nos fijamos en el esfuerzo que implica la vida diaria cristiana, olvidando que la fe no es sólo un peso que nos oprime, sino que es al mismo tiempo una luz que nos guía.

—Jesús, que me olvide de "mi peso" y que piense en el peso de los demás, para ayudarles.

Los jóvenes y la violencia

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Los jóvenes y la violencia

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

S
Jesucristo es nuestra paz. Él vino a traer paz y reconciliación donde hay conflicto y rivalidad; a derribar los muros del odio que nos separan de nuestros hermanos. En Cristo no existen diferencias ni divisiones entre esclavos y libres, judíos y griegos, hombres y mujeres, por un lugar en la sociedad. Todos somos uno en Cristo Jesús y Él es nuestra paz. Dios nos creó para vivir en paz y armonía, para la comunicación y la comunión como hermanos. Desde el principio, el ser humano fue creado por Dios para vivir en armonía. Pero Adán y Eva quisieron ser como dioses, cayeron en el pecado de soberbia y nos apartaron del corazón de Dios.

Según el Antiguo Testamento, la madre del pecado es la soberbia o querer ser como dios. La soberbia engendra pugnas y rivalidades que producen violencia. Este terrible pecado lleva a sentir envidia, celos y a cometer actos, algunas veces, atroces. La violencia tiene muchas facetas y todas, al final, conducen a lo mismo: destruir a otra persona. Si todos pretenden ser como dios, se eliminan unos a otros como sea. Por pugnas y rivalidades sin control, algunas familias han hundido y hasta destruido a uno de los suyos que se convierte en víctima de la envidia de los demás. En definitiva, querer ser como dios, o el pecado de soberbia, conduce irremediablemente a violencia, desgracia y muerte.

Hay muchas clases de violencia. Es tan violento el hombre que golpea a la mujer, como el que no le habla ni le da cariño; tan violenta la madre que golpea al hijo, como la que no le da amor; tan violento el chiquillo que es malcriado con su padre y su madre, como aquel que no les habla. Todas las clases de violencia se generan en el pecado de soberbia o querer ser como dios. Desdichadamente, sustituir a Dios en el seno de la familia con la soberbia ocasiona mucho sufrimiento.

Nacemos para la paz, pero vivimos situaciones anormales por el pecado. La violencia que existe en el mundo por guerras y crímenes es impresionante. Nacemos para ser libres, pero somos esclavos y vivimos en guerra y desgracia llevados por el pecado. Los soberbios y orgullosos, que se creen dios, terminan siendo violentos para alcanzar sus fines. ¿Por qué nos matamos entre hermanos y andamos siempre en rivalidades y pugnas? Por el pecado de la soberbia: pensar que sólo yo o mi clan, o mi partido, o mi país tiene toda la razón; creerse merecedor de todo sin méritos para ello. En la casa se cae en violencia cuando uno solo pretende tener toda la verdad y la razón y se olvida que otros también tienen derechos.

Si el ser humano cae en el pecado de soberbia, las pasiones, que deben ser pulidas por el espíritu, se descontrolan y generan sentimientos tan tristes y dolorosos como el odio y la razón se deja controlar por el instinto de agresividad. Pero los instintos deben ser controlados por la razón. Las emociones dañadas por el pecado conducen a ideas negativas de unos respecto de otros y luego viene el maltrato y los golpes. Muchos hombres maltratan a sus mujeres, porque se creen dios y si la pobre mujer se atreve a opinar o contradecirlo, le cae a golpes. Muchos papás son violentos con sus hijos, porque creen que solamente ellos tienen toda la razón.

El termómetro que mide la presencia de Jesús en el hogar es la medida de paz que exista. Jesús no está donde hay peleas, pugnas, encontronazos, rivalidades, gritos, maltrato y otros tipos de violencia. En cambio, la presencia de Jesús, el Señor, trae paz, reconciliación, armonía, dominio de sí mismo, control emocional y amor. Lo contrario de la violencia es la paz; de la soberbia, la humildad; del orgullo, el reconocimiento que uno es sólo creación de Dios, no un dios. Dios tiene que entrar y habitar en sus hogares, porque Jesucristo es la paz y vino a romper los muros que nos dividen. Busquemos la paz en nuestros hogares para que Jesús esté siempre presente porque con Él somos, ¡INVENCIBLES!

                

20 ago 2019

Santo Evangelio 20 de agosto 2019



Día litúrgico: Martes XX del tiempo ordinario

San Bernardo, abad y doctor de la Iglesia

Texto del Evangelio (Mt 19,23-30): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible».

El pecado original: una "perturbación" en los orígenes

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, asombrados como los discípulos, volvemos a escuchar que la salvación es imposible para el hombre. Así de radical es el daño que nos afecta a todos después de la "perturbación" de la creación en sus orígenes. Las imágenes del "Génesis" son elocuentes.

Nuestros primeros padres, desde un "estar desnudos sin experimentar vergüenza" (la inocencia originaria), pasan a cubrirse, esconderse, tener miedo y echarse las culpas... Entre medio hay el pecado original: cayeron en la "ilusión" (¡un espejismo!) de una autosuficiencia que es imposible: creer que serían tan poderosos como Dios si "manipulaban" el "árbol del conocimiento del bien y del mal". Se trata de una perturbación "moral", radicada en el drama de la libertad humana: somos libres para actuar con amor, pero no para inventar el amor. Así fue como, caricaturizando la ley moral, el "Maligno" logró que la humanidad se cerrara al amor de Dios.

—Señor, Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida: concédeme vivir de ti, que eres el Amor.

Lo que quiere tu hijo

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Lo que quiere tu hijo

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.



Tener hijos establece una nueva situación sicológica que hace necesarios una serie de elementos que deben reunir las parejas. Es primordial la función educadora de los padres a los hijos. 

Es inconcebible una procreación sin educación. No basta con ser padres biológicos; hay que ser padres personales y el primer deber es tener hijos sanos. Esto exige una dinámica nueva entre la pareja que dependerá de la madurez, la preparación personal conyugal y los modelos de paternidad que tengan al respecto. 

La familia nace con la llegada del hijo. La unión conyugal es, entonces, sinónimo de familia. Una familia es algo más que una estructura estática o convencional. No es simplemente la foto de los padres y los hijos que siguen de manera inalterable los patrones de la sociedad. La familia es algo que vive una realidad dinámica que involucra interacción y vincula afectividad con una serie de elementos y sentimientos. Es vida y dinamismo que hace que cada uno de los miembros se sienta que existe y vale. 

En la educación de los hijos existen ciertos A-B-C que son una realidad. Esto hace que los hijos se desarrollen en un hogar equilibrado. Es necesaria una comunicación adecuada. Los hijos deben crecer viendo a sus padres juntos y no solamente teniendo la función educadora de la madre. Es necesario el equilibro paterno; un compañero, guía, fuerte y seguro. El hijo debe encontrar al padre siempre que lo necesite. Ser padres implica, entonces, ser modelos de vida. Los padres deben estar conscientes que la vida familiar los va a absorber y envolver de una manera total en muchos momentos. No basta con ser amigos; es mucho más lo que requiere una paternidad auténtica. Lo que los hijos necesitan de los padres es su presencia activa en la casa. Alguien que responsablemente asuma su papel de manera integral; que tenga autoridad y disciplina conjugado con amistad, con afectividad profunda y con el deseo de formar una personalidad auténtica. 

El arte de vivir consiste en ocupar un puesto en la sociedad sin violentar las necesidades de uno mismo y de los demás. El arte de ser padres consiste en enseñarles a los niños el arte de vivir. Las necesidades y los sentimientos opuestos, es decir, los de los padres y los de los hijos, pueden coexistir. Para lograr esta capacidad de comprensión es necesario establecer un diálogo siempre abierto entre padres e hijos. El primer paso para esto es guiar a los hijos hacia su propia independencia. Es importante determinar cuándo el niño se encuentra preparado para dar el siguiente paso en su propio desarrollo. Gradualmente, el muchacho va adquiriendo mayor autoridad y autonomía para enfrentarse a la vida siendo él mismo el que deba resolver sus problemas. 

El papel de los padres no es crear un lecho de rosas para su hijo, sino ayudarle a abrirse camino a través de las espinas. El desarrollo del temperamento se produce por medio de la interrelación del niño con su entorno. Es ahí donde los logros como también las frustraciones forman parte importante de la vida diaria. 

La meta de encausar al niño hacia su independencia no se limita a enseñarlo a controlar su esfínter o a vestirse solo, sino a desarrollar su autonomía, su capacidad de pensar independientemente y de enfrentarse a la vida y a los obstáculos para alcanzar sus objetivos. 

La autoridad implica el respeto, la admiración y el amor que se ganan los padres formando bien al chiquillo y esta autoridad la ejercen los padres cautivando con su personalidad al muchacho. Un hijo requiere cariño, ternura, amor y respeto a su autonomía y a su propia individualidad. Un hijo requiere que sus padres lo consideren un ser independiente. 

Que el Señor los bendiga a ustedes papás, que formen bien a sus hijos y en relación con esto les digo: Ámense mucho, pues ese amor influirá positivamente en los muchachos. Y no se olviden que el Señor los ama, que Jesús los quiere y que ¡CON DIOS, SOMOS INVENCIBLES! 

19 ago 2019

Santo Evangelio 19 de agosto 2019



Día litúrgico: Lunes XX del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 19,16-22): En aquel tiempo, un joven se acercó a Jesús (…). Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

El hombre es el origen y el destino de la actividad económica


REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, viendo la "parálisis" de este joven rico —incapaz de responder a la llamada del amor— nos planteamos el sentido de la actividad económica y su finalidad. Los bienes materiales son "bienes", pero no tienen razón de fin, sino de medios: el auténtico desarrollo humano debe ser "integral"; debe promover a todos los hombres y a todo el hombre.

El desarrollo necesita ser ante todo auténtico e integral: el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre mismo, la persona en su integridad, pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social. Las crisis económicas suelen tener una raíz moral, lo cual nos obliga a revisar nuestro camino: nuestro mundo necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo.

—El "subdesarrollo moral" —caracterizado por una visión restringida y corta de la persona y su destino— entorpece el desarrollo auténtico: los costes humanos son siempre también costes económicos, y las disfunciones económicas comportan igualmente costes humanos.

Libérese del stress

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Libérese del stress

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


El stress es una reacción del organismo a un estímulo, generalmente externo, que conduce a estar demasiado tenso tratando de superar los problemas. La tensión invade el ser, el sistema nervioso se agota, la mente no razona, se siente nervios, descontrol y debilidad física. Esta situación rodea constantemente a la persona y daña su reserva de energía y entusiasmo. La persona se encuentra sometida a un «estiramiento del ser», como quien estira una goma hasta que se rompe. El stress agota lentamente y conduce a un estado de zozobra y fatiga que eventualmente produce frustración, duda de sí mismo, ansiedad y depresión. 

Toda persona que lucha y trabaja para superarse experimenta stress. La que vive sin algún tipo de tensión, sin motivaciones, ni espíritu de lucha, ni deseos de superación se aburre y cae en inercia. Este stress, que es transitorio y no hace daño realmente, es necesario e incluso bueno. Pero el stress dañino invade el ser sin piedad y al final trae graves consecuencias como depresión y muchas otras enfermedades. 

El stress muchas veces es inconsciente y no discrimina ni al rico, ni al científico, ni al obrero, ni al cantante de rock, ni al religioso y definitivamente puede llevar a la depresión. Por ejemplo, una persona se enfrenta a problemas y circunstancias difíciles en su empleo, luego de una jornada ardua de trabajo, espera la llegada del autobús bajo la lluvia o sol intenso, llega finalmente a su hogar a enfrentarse con el trabajo casero, con los problemas de la convivencia conyugal y familiar, problemas y preocupaciones económicos y otros conflictos. 

Los niños también están sometidos a presiones en las relaciones personales, y están sujetos a la tensión de la disciplina escolar, con su carga de exámenes y trabajo adicional en casa. Los niños en las capas sociales más marginadas padecen muchas veces de tensión debido a su pobreza, enfermedades y duros trabajos físicos que consumen su energía. Si los niños experimentan stress y apenas comienzan a vivir, cuánto más un adulto. 

Aunque es definitivamente nuestro enemigo, no todo stress es malo. Se vuelve peligroso cuando toma posesión de todo el ser y lo mantiene en tensión permanente. A un nivel normal, el stress no perjudica y proporciona capacidad de desafío, acelera el pulso, da brillo a la mirada y mantiene a la persona física y mentalmente bien. El stress puede ser un medio fabuloso para mantenerse despierto y ágil, como aquellas personas que tienen trabajos que son emocionantes y apasionantes o practican algún deporte que los mantiene en una situación de continua vigilancia. 

Hay que cuidarse mucho del stress, tener tiempos de descanso, medir las fuerzas, hacer lo que se puede sin exagerar y estar siempre atentos para responder debidamente a situaciones excesivas de presión. Hay causas de stress que no se pueden eliminar y es necesario acondicionar la mente y aprender a reaccionar positivamente. Por ejemplo, usted sabe que es imposible que los niños no lloren, que no molesten o que no se enfermen. No se puede evitar que algunas veces los supermercados estén abarrotados de gente, que haya congestión de tráfico, que se acumule el trabajo en la oficina, que existan vecinos ruidosos y colegas difíciles. Ante estas situaciones, recuerde que usted tiene poder sobre sí mismo y sobre el modo de vivir su vida. Si cree y tiene una profunda fe en Dios, El lo ayudará a buscar un remedio efectivo para que esto no le produzca un stress nocivo. 

Guarde la calma cuando tiene que confrontar a su cónyuge o a un familiar que interfiere mucho en su vida o a un compañero de trabajo que le hace la vida imposible. Utilice otra forma de transporte y no maneje su automóvil en horas cuando el tránsito está insoportable. Si no se siente bien en su trabajo, trate de encontrarle el gusto o consiga otro empleo. Recuerde además que usted no puede controlar su mundo externo, salvo en ciertas circunstancias limitadas. Por ejemplo, en nuestro país el clima es caluroso y por más que se queje del calor, allí estará. ¡Qué ganará con lamentarse continuamente! Definitivamente, enfrentarse al problema le ayudará a eliminar la tensión y encontrar una solución. ¡No se duerma! 

Para aliviar la depresión causada por el stress continuo, los psicólogos recomiendan reposo y el reposo más profundo es con Jesús, quien dijo «Vengan a mi los que se sienten cargados y agobiados, porque yo los aliviaré.» (Mt 11,28) El es el único que puede calmar y aliviar su crisis y situación depresiva, sus emociones dañadas, su cansancio y caminar gastado. 

Cuando esté en un momento difícil, quédese diez o quince minutos ante el Sagrario, o en su habitación leyendo la Palabra de Dios, en oración profunda con fe, y Dios le calmará. Cristo es el único que le puede aliviar de su cansancio y agotamiento. Así lo ha prometido y El es el único que jamás le fallará. No olvide que el Señor está dentro de su corazón, nunca le abandona y solo CON DIOS, USTED SERÁ . . . ¡INVENCIBLE!  



18 ago 2019

Santo Evangelio 18 de agosto 2019



Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,49-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Palabra del Señor

La fe se transmite de persona a persona, como una llama enciende otra llama

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos del Papa Francisco) 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, quien se ha abierto al amor de Dios no puede retener este don para sí. La luz de Cristo brilla como en un espejo en el rostro de los cristianos, y así se difunde y llega hasta nosotros, de modo que también nosotros podamos participar en esta visión y reflejar a otros su luz. La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama.

Puesto que la fe nace de un encuentro que se produce en la historia e ilumina el camino a lo largo del tiempo, tiene necesidad de transmitirse a través de los siglos. Y mediante una cadena ininterrumpida de testimonios llega a nosotros el rostro de Jesús. ¿Cómo es posible esto?

—El pasado de la fe, aquel acto de amor de Jesús, que ha hecho germinar en el mundo una vida nueva, nos llega en la memoria de otros, de testigos, conservado vivo en aquel sujeto único de memoria que es la Iglesia. La Iglesia es una Madre que nos enseña a hablar el lenguaje de la fe.

¿Le Tiene Miedo al Fracaso?

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¿Le Tiene Miedo al Fracaso?

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Los miedos muchas veces tienen su origen en la realidad de las cosas que acontecen, pero hacen un daño terrible cuando por diversas circunstancias se convierten en una obsesión para el que los siente. Los miedos deforman la realidad cuando se experimentan irracional y obsesivamente y producen cierto desequilibrio y depresión. Cuando los miedos pierden su sentido real, se transforman en auténticos monstruos mentales que causan mucho daño. Los miedos irracionales aturden y con el tiempo se pueden desbordar y convertirse en fobias que producen angustia terrible, si no son bien controlados. 

En general, los seres humanos son mucho más irracionales de lo que piensan porque muchas veces actúan sin pensar y sin razón. Cuando es así, la persona pierde la medida o magnitud de la realidad inicial y se produce una reacción obsesiva que daña el organismo. Las personas que sienten miedos los "viven" como si fueran realidad, lo cual los agota y destruye. Los miedos también pueden provocar o anticipar acontecimientos negativos si se viven muy intensamente. Mientras las personas no racionalicen los miedos, seguirán angustiados. 

Realmente, es muy fácil cultivar miedos irracionales, ya que no hemos sido educados para vivir mejor, sino simplemente para adquirir más conocimientos y, algunas veces, hábitos que son en realidad dañinos. Como tampoco hemos sido evangelizados a nivel profundo y al no existir una base sólida, en base al Evangelio, que dé fundamento a la sociedad, cualquier miedo irracional se puede introducir fácilmente en el alma. 

El miedo al fracaso es el temor a no triunfar en una empresa determinada que nos hemos dispuesto a realizar en cualquier campo de la vida. Este miedo se produce muchas veces porque la persona tiene una visión irreal de la vida, en la que piensa que todo le tiene que salir bien, que su camino tiene que ser amplio, tranquilo, cómodo, feliz y sin problemas. No concibe que en la vida puede ocurrir algo negativo. Con esa manera de pensar, la persona no está preparada para el fracaso y cualquier cosa negativa que le ocurra se convierte en una tragedia. Cuando una persona tiene este tipo de pensamiento en su subconsciente y está convencido de lo que piensa, se paraliza, se limita en su acción y se convierte en un ser mediocre que nunca será algo grande en la vida, ni realizará algo que en verdad valga la pena. Esa persona hará solamente aquello que no conlleve ningún riesgo que le pueda llevar al fracaso. 

La persona que piense así, al situarse ante cualquier posible fracaso o algo que implique cierto riesgo, inmediatamente comenzará a angustiarse. Su angustia puede llegar a ser tan grande que su reacción será huir. Si no puede huir, comenzará a volverse agresivo y atacará el obstáculo que tenga en el camino, que bien puede ser el motivo de su fracaso. La huida y la agresividad son sus dos opciones. Ambas reacciones son primitivas e instintivas y causan que la persona actúe irracionalmente. 

Para vencer el miedo al fracaso, hay que aceptar que todo en la vida tiene un riesgo. No hay nada bueno en la vida que para conseguirse no conlleve el riesgo de perderlo. Hay que estar preparado para asumir ese riesgo si se quiere conseguir algo bueno. 

Otro paso importante para vencer el miedo al fracaso es seguir adelante sin pensar demasiado. Cuando se está convencido de que lo que se quiere obtener es algo bueno, debe ponerse rápidamente en acción. Una vez que empiece, estará tan ocupado trabajando que se olvidará del miedo. Después se dará cuenta de que gran parte del miedo era irracional. Al descubrir esto, empezará a adquirir confianza en sí mismo y en esa medida irá desapareciendo el miedo a fracasar. 

Todo ser humano debe tener conciencia clara de que en la vida se triunfa y se fracasa; se tiene éxito y se cometen errores; se alcanzan cumbres y se cae en abismos. Cuando nos esforzamos por alcanzar ciertas metas, en esa lucha habrá una mezcla de éxito y fracaso, lo que nos mostrará con más claridad el camino que se debe tomar para triunfar. Ser realista y tener una visión objetiva de la vida lo prepara para aceptar con serenidad un posible fracaso. El éxito servirá de estímulo para seguir adelante y el fracaso servirá de lección para no volver a hacer lo mismo. 

Hay que luchar para vencer los miedos o temores. Por eso es importante : (1) descubrir el miedo en uno mismo o en otra persona y averiguar cómo actúa y afecta a las personas y (2) buscar una estrategia para dominar y vencer el miedo. Ataquemos de frente los miedos irracionales para poder vivir una vida más plena, como Dios quiere. 

La historia de nuestro Señor Jesucristo puede verse como un fracaso. Pero de su "fracaso" brotó el éxito y esa es la gran lección de la Cruz de Cristo. Del aparente fracaso de Jesús, que fue Su muerte en la Cruz, brotó el mayor triunfo: Su Resurrección que venció a la muerte.