14 dic 2019

Santo Evangelio 14 de diciembre 2019



Día litúrgico: Sábado II de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 17,10-13): Bajando Jesús del monte con ellos, sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?». Respondió Él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos». Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.


«Elías vino ya, pero no le reconocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron»

Rev. D. Xavier SOBREVÍA i Vidal
(Castelldefels, España)

Hoy, Jesús conversa con los discípulos cuando baja de la montaña, donde han vivido la Transfiguración. El Señor no ha acogido la propuesta de Pedro de quedarse, y baja respondiendo a las preguntas de los discípulos. Éstos, que acaban de participar brevemente de la gloria de Dios, están sorprendidos y no entienden que ya haya llegado el Mesías sin que antes haya venido el profeta Elías a prepararlo todo.

Resulta que la preparación ya ha sido realizada. «Os digo, sin embargo, Elías vino ya» (Mt 17,12): Juan Bautista ha preparado el camino. Pero los hombres del mundo no reconocen a los hombres de Dios, ni los profetas del mundo reconocen a los profetas de Dios, ni los prepotentes de la Tierra reconocen la divinidad de Jesucristo.

Es necesaria una mirada nueva y un corazón nuevo para reconocer los caminos de Dios y para responder con generosidad y alegría a la llamada exigente de sus enviados. No todos están dispuestos a entenderlo y, menos, a vivirlo. Es más, nuestras vidas y nuestros proyectos pueden estar oponiéndose a la voluntad del Señor. Una oposición que puede convertirse, incluso, en lucha y rechazo de nuestro Padre del Cielo.

Necesitamos descubrir el intenso amor que guía los designios de Dios hacia nosotros y, si somos consecuentes con la fe y la moral que Jesús nos revela, no han de extrañarnos los malos tratos, las difamaciones y las persecuciones. Ya que estar en el buen camino no nos evita las dificultades de la vida y Él, a pesar del sufrimiento, nos enseña a continuar.

A la Madre de Jesús, Reina de los Apóstoles, le pedimos que interceda para que a nadie le falten amigos que, como los profetas, le anuncien la Buena Nueva de la salvación que nos trae el nacimiento de Jesucristo. Tenemos la misión, tú y yo, de que esta Navidad sea vivida más cristianamente por las personas que encontraremos en nuestro camino.

Decir amigo

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Decir amigo

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv


¡Qué difícil es hablar de la amistad sino imposible!
Como difícil es hablar del amor
y describirlo.
Así sucede al querer pronunciar
una palabra
tan honda y tan profunda
tan misteriosa y plena
y a la vez,
tan ambigua y manoseada.
¡Qué difícil es
decir amigo!

Y difícil como todo lo profundo,
cuando las palabras ya dicen tan poco
y sólo quedan los gestos
y actitudes
y los signos y símbolos
que muestran realidades
más hondas;
aquellas que rozan
el río de la vida
que corre en el interior
de cada uno.

¡Ese misterio de libertad
y de confianza!
Ese sacramento del abandono.
Esa persona ante la cual
puedo llorar amargamente
en los momentos
de la angustia más cerrada,
en aquellos de dolor más agobiante
y sentir que las lágrimas
caen en él como en tierra arada.

Sin palabras, sin reproches, sin consejos,
aquel que me hace libre
porque respeta mi libertad;
aquel ante quien los miedos
se han esfumado
como por un mágico exorcismo.
Aquel en quien confío
y me ama y me acepta como soy.
Sin reproches,
pues la amistad,
como el amor,
se acepta o se rechaza;
no se interpreta.
Aquel ante quien puedo quedar
desnudo y vulnerable.
Aquel que puede conocerme
cuando el temor
de ser manipulado
ya se ha extinguido.

Es con quien puedo compartir
el gozo y la alegría
del tesoro encontrado.
Es quien puede comprender
a flor de piel esa alegría
y aceptarla como un don
y gozarse en ella
aunque en su corazón
la tristeza
haya establecido su morada.
Es el que siento
como de mi propia sangre
aunque la sangre nos separe.
Porque hay lazos más fuertes que la sangre.
Y puedo sentir su presencia cercana y fresca
aunque la distancia
que nos separe
sea infinita en el espacio.
Porque el Espíritu
está más allá
de todo espacio.

Un amigo
es un tesoro al revés:
no es algo que se posee
sino Alguien
a quién uno se entrega.

Es una roca en la tormenta
y rocío en el desierto.
Es firmeza en la debilidad
y ternura en la tempestad.
Calor en el invierno
y brisa en el verano.
Es fuego en la noche
y es una mano tendida
para recibir.
Aquel por quien se siente
necesidad de rezar
y con quien se puede orar.
Aquel con quien
la palabra compartir
puede significar
dejar de ser dos
para ser uno.
Con él se puede hablar
sin decir nada.

¡Qué difícil es decir Amigo!
Quizás
porque la única manera
de decirlo
es serlo.

13 dic 2019

Santo Evangelio 13 de diciembre 2019



Día litúrgico: Viernes II de Adviento


Texto del Evangelio (Mt 11,13-19): En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras».

«¿Con quién compararé a esta generación?»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy debiéramos removernos ante el suspiro del Señor: «Con quién compararé a esta generación?» (Mt 11,16). A Jesús le aturde nuestro corazón, demasiadas veces inconformista y desagradecido. Nunca estamos contentos; siempre nos quejamos. Incluso nos atrevemos a acusarle y a echarle la culpa de lo que nos incomoda.

Pero «la Sabiduría se ha acreditado por sus obras» (Mt 11,19): basta contemplar el misterio de la Navidad. ¿Y nosotros?; ¿cómo es nuestra fe? ¿No será que con esas quejas tratamos de encubrir la ausencia de nuestra respuesta? ¡Buena pregunta para el tiempo de Adviento!

Dios viene al encuentro del hombre, pero el hombre —particularmente el hombre contemporáneo— se esconde de Él. Algunos le tienen miedo, como Herodes. A otros, incluso, les molesta su simple presencia: «Fuera, fuera, crucifícalo» (Jn 19,15). Jesús «es el Dios-que-viene» (Benedicto XVI) y nosotros parecemos "el hombre-que-se-va": «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron» (Jn 1,11).

¿Por qué huimos? Por nuestra falta de humildad. San Juan Bautista nos recomendaba "menguarnos". Y la Iglesia nos lo recuerda cada vez que llega el Adviento. Por tanto, hagámonos pequeños para poder entender y acoger al "Pequeño Dios". Él se nos presenta en la humildad de los pañales: ¡nunca antes se había predicado un "Dios-con-pañales"! Ridícula imagen damos a la vista de Dios cuando los hombres pretendemos encubrirnos con excusas y falsas justificaciones. Ya en los albores de la humanidad Adán lanzó las culpas a Eva; Eva a la serpiente y…, habiendo transcurrido los siglos, seguimos igual.

Pero llega Jesús-Dios: en el frío y la pobreza extrema de Belén no vociferó ni nos reprochó nada. ¡Todo lo contrario!: ya empieza a cargar sobre sus pequeñas espaldas todas nuestras culpas. Entonces, ¿le vamos a tener miedo?; ¿de verdad van a valer nuestras excusas ante ese "Pequeño-Dios"? «La señal de Dios es el Niño: aprendamos a vivir con Él y a practicar también con Él la humildad» (Benedicto XVI).

Calor de amigo


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Calor de amigo

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv


El calor de un amigo:
fuego de hogar
en que las brasas queman
y en el ardor serenan
al calentar
el alma que busca abrigo.

Es la risa compartida:
luz del cristal
que me ilumina la vida
cansada en sus travesías
de tanto andar
buscando su alegría.

Es la mano tendida
para rozar
los sentimientos puros
escalando los muros
y el alfeizar
que guarda su armonía.

Es el pecho cercano
que contendrá
el caudal de mis llantos
la ilusión de mis cantos
y abrigará
el glacial de mis manos.

Su presencia es alivio:
lluvia otoñal
que lava las heridas
que me ha abierto la vida
sin esperar
que suplique su auxilio.

Su palabra oportuna
conducirá
el caudal de mis ríos
hacia el puerto elegido
y amarrará
la nave ya segura.

Su mirada serena
de manantial
como fragancia nueva
que me envuelve recrea
fecundará
mis brotes de primavera.

El sol de su presencia
ilumina ya
un mar de amaneceres
volcán de atardeceres
que llorarán
la noche interminable de su ausencia.

12 dic 2019

Santo Evangelio 12 de diciembre 2019



Día litúrgico: Jueves II de Adviento



Texto del Evangelio (Mt 11,11-15): En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».


«El Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan»

Rev. D. Ignasi FABREGAT i Torrents
(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio nos habla de san Juan Bautista, el Precursor del Mesías, aquel que ha venido a preparar los caminos del Señor. También a nosotros nos acompañará desde hoy hasta el día dieciséis, día en el que acaba la primera parte del Adviento.

Juan es un hombre firme, que sabe lo que cuestan las cosas, es consciente de que hay que luchar para mejorar y para ser santo, y por eso Jesús exclama: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mt 11,12). Los “violentos” son los que se hacen violencia a sí mismos: —¿Me esfuerzo para creerme que el Señor me ama? ¿Me sacrifico para ser “pequeño”? ¿Me esfuerzo para ser consciente y vivir como un hijo del Padre?

Santa Teresita de Lisieux se refiere también a estas palabras de Jesús diciendo algo que nos puede ayudar en nuestra conversación personal e íntima con Jesús: «Eres tú, ¡oh Pobreza!, mi primer sacrificio, te acompañaré hasta que me muera. Sé que el atleta, una vez en el estadio, se desprende de todo para correr. ¡Saboread, mundanos, vuestra angustia y pena, y los frutos amargos de vuestra vanidad; yo, feliz, obtendré de la pobreza las palmas del triunfo». —Y yo, ¿por qué me quejo enseguida cuando noto que me falta alguna cosa que considero necesaria? ¡Ojalá que en todos los aspectos de mi vida lo viera todo tan claro como la Doctora!

De un modo enigmático Jesús nos dice también hoy: «Juan es Elías (...). El que tenga oídos que oiga» (Mt 11,14-15). ¿Qué quiere decir? Quiere aclararnos que Juan era verdaderamente su precursor, el que llevó a término la misma misión que Elías, conforme a la creencia que existía en aquel entonces de que el profeta Elías tenía que volver antes que el Mesías.

Amigo, Soneto 2



Amigo, Soneto 2

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv



Amigo es palabra de victoria
que rompe soledades y me arranca
del pozo de la angustia y me levanta
para emprender con él la trayectoria.

La vida que se imprime en la memoria
y se dona, gratuita, en la mirada
libera del abismo de la nada
y perfuma quemándose en mi historia.

El incienso en quien subo al cielo abierto
el infinito mirándome a los ojos
el día en que a la vida me despierto...

resucitando en medio del despojo,
alabando a Dios porque lo encuentro
e el bálsamo suave de su rostro.


11 dic 2019

Santo Evangelio 11 de diciembre 2019




Día litúrgico: Miércoles II de Adviento

Texto del Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

«Mi yugo es suave y mi carga ligera»

P. Jacques PHILIPPE
(Cordes sur Ciel, Francia)

Hoy, Jesús nos conduce al reposo en Dios. Él es, ciertamente, un Padre exigente, porque nos ama y nos invita a darle todo, pero no es un verdugo. Cuando nos exige algo es para hacernos crecer en su amor. El único mandato es el de amar. Se puede sufrir por amor, pero también se puede gozar y descansar por amor…

La docilidad a Dios libera y ensancha el corazón. Por eso, Jesús, que nos invita a renunciar a nosotros mismos para tomar nuestra cruz y seguirle, nos dice: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,30). Aunque en ocasiones nos cuesta obedecer la voluntad de Dios, cumplirla con amor acaba por llenarnos de gozo: «Haz que vaya por la senda de tus mandamientos, pues en ella me complazco» (Sal 119,35).

Me gustaría contar un hecho. A veces, cuando después de un día bastante agotador me voy a dormir, percibo una ligera sensación interior que me dice: —¿No entrarías un momento en la capilla para hacerme compañía? Tras algunos instantes de desconcierto y resistencia, termino por consentir y pasar unos momentos con Jesús. Después, me voy a dormir en paz y tan contento, y al día siguiente no me despierto más cansado que de costumbre.

No obstante, a veces me sucede lo contrario. Ante un problema grave que me preocupa, me digo: —Esta noche rezaré durante una hora en la capilla para que se resuelva. Y al dirigirme a dicha capilla, una voz me dice en el fondo de mi corazón: —¿Sabes?, me complacería más que te fueras a acostar inmediatamente y confiaras en mí; yo me ocupo de tu problema. Y recordando mi feliz condición de "servidor inútil", me voy a dormir en paz, abandonando todo en las manos del Señor…

Todo ello viene a decir que la voluntad de Dios está donde existe el máximo amor, pero no forzosamente donde esté el máximo sufrimiento… ¡Hay más amor en descansar gracias a la confianza que en angustiarse por la inquietud!
samto E

Amigo Soneto I


Amigo Soneto I


Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv


Hoy le canto a Dios agradecido
porque alumbró el camino de mi vida
con su presencia cálida y querida
en el amor cercano de un amigo.

Bálsamo de sentirme comprendido
confidencia de ilusiones y secretos
una ayuda fiel en los aprietos
y el abrigo cándido y sentido.

La palabra justa y anhelada
si dudaba en los cruces de caminos
o como peregrino me cansaba...

la mano que, tendida, me apretaba
compartiendo esperanzas y destino
y en el peregrinar me acompañaba.

10 dic 2019

Santo Evangelio 10 de diciembre 2019



Día litúrgico: Martes II de Adviento



Texto del Evangelio (Mt 18,12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».


«No es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños»

Fr. Damien LIN Yuanheng
(Singapore, Singapur)

Hoy, Jesús nos lanza un reto: «¿Qué os parece?» (Mt 18,12); ¿qué clase de misericordia practicas? Quizás nosotros, “católicos practicantes”, habiendo gustado muchas veces de la misericordia de Dios en sus sacramentos, estemos tentados a pensar que ya estamos justificados ante los ojos de Dios. Corremos el peligro de convertirnos inconscientemente en el fariseo que menosprecia al publicano (cf. Lc 18,9-14). Aunque no lo digamos en voz alta, quizás pensemos que estamos libres de culpa ante Dios. Algunos síntomas de que este orgullo farisaico echa raíces en nosotros pueden ser la impaciencia ante los defectos de los demás, o pensar que las advertencias nunca van para nosotros.

El “desobediente” profeta Jonás, un judío, se mantuvo inflexible cuando Dios mostró pena por los habitantes de Nínive. Yahvé reprochó la intolerancia de Jonás (cf. Jon 4,10-11). Aquella mirada humana ponía límites a la divina misericordia. ¿Acaso también nosotros ponemos límites a la misericordia de Dios? Hemos de prestar atención a la lección de Jesús: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Con toda probabilidad, ¡todavía nos queda un largo camino por recorrer para imitar la misericordia de Dios!

¿Cómo debiéramos entender la misericordia de nuestro Padre celestial? El Papa Francisco dijo que «Dios no perdona mediante un decreto, sino con un abrazo». El abrazo de Dios para con cada uno de nosotros se llama “Jesucristo”. Cristo manifiesta la misericordia paternal de Dios. En el capítulo cuarto del Evangelio de san Juan, Cristo no airea los pecados de la mujer samaritana. En lugar de ello, la divina misericordia cura a la Samaritana ayudándola a afrontar plenamente la realidad de su pecado. La misericordia de Dios es totalmente coherente con la verdad. La misericordia no es una excusa para tomarse rebajas morales. Sin embargo, Jesús debió haber provocado su arrepentimiento con mucha más ternura que la que sintió la mujer adúltera “herida por el amor” (cf. Jn 8,3-11). Nosotros también debemos aprender cómo ayudar a los demás a encararse con sus errores sin avergonzarles, con gran respeto hacia ellos como hermanos en Cristo, y con ternura. En nuestro caso, también con humildad, sabiendo que nosotros mismos somos “vasijas de barro”.

Amigo, Soneto 3



Amigo, Soneto 3

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv



Es la amistad un ave peregrina
que se posa en mi brazo una mañana
me alegra como el sol en mi ventana
y bendice las horas y los días.

Lluvia fresca si el desierto me calcina
y una nube en mi cielo perfumada
la luz de un nuevo día entusiasmada
y frescura en los pies del que camina.

Es la amistad esencia de la vida
que peregrina su historia acompañada,
la chispa que enciende su alegría,

su música en los ojos entregada,
la pasión de gozarla sin medida,
y el entusiasmo de vivirla en la mirada.


9 dic 2019

Santo Evangelio 9 de Enero 2020



Día litúrgico: 9 de Enero (Feria del tiempo de Navidad)

Texto del Evangelio (Mc 6,45-52): Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús enseguida dio prisa a sus discípulos para subir a la barca e ir por delante hacia Betsaida, mientras Él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y Él, solo, en tierra.

Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero Él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Ánimo!, que soy yo, no temáis!». Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.


«Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar»

Rev. D. Melcior QUEROL i Solà
(Ribes de Freser, Girona, España)

Hoy, contemplamos cómo Jesús, después de despedir a los Apóstoles y a la gente, se retira solo a rezar. Toda su vida es un diálogo constante con el Padre, y, con todo, se va a la montaña a rezar. ¿Y nosotros? ¿Cómo rezamos? Frecuentemente llevamos un ritmo de vida atareado, que acaba siendo un obstáculo para el cultivo de la vida espiritual y no nos damos cuenta de que tan necesario es “alimentar” el alma como alimentar el cuerpo. El problema es que, con frecuencia, Dios ocupa un lugar poco relevante en nuestro orden de prioridades. En este caso es muy difícil rezar de verdad. Tampoco se puede decir que se tenga un espíritu de oración cuando solamente imploramos ayuda en los momentos difíciles.

Encontrar tiempo y espacio para la oración pide un requisito previo: el deseo de encuentro con Dios con la conciencia clara de que nada ni nadie lo puede suplantar. Si no hay sed de comunicación con Dios, fácilmente convertimos la oración en un monólogo, porque la utilizamos para intentar solucionar los problemas que nos incomodan. También es fácil que, en los ratos de oración, nos distraigamos porque nuestro corazón y nuestra mente están invadidos constantemente por pensamientos y sentimientos de todo tipo. La oración no es charlatanería, sino una sencilla y sublime cita con el Amor; es relación con Dios: comunicación silenciosa del “yo necesitado” con el “Tú rico y trascendente”. El gusto de la oración es saberse criatura amada ante el Creador.

Oración y vida cristiana van unidas, son inseparables. En este sentido, Orígenes nos dice que «reza sin parar aquel que une la oración a las obras y las obras a la oración. Sólo así podemos considerar realizable el principio de rezar sin parar». Sí, es necesario rezar sin parar porque las obras que realizamos son fruto de la contemplación; y hechas para su gloria. Hay que actuar siempre desde el diálogo continuo que Jesús nos ofrece, en el sosiego del espíritu. Desde esta cierta pasividad contemplativa veremos que la oración es el respirar del amor. Si no respiramos morimos, si no rezamos expiramos espiritualmente.

Santo Evangelio 9 de diciembre 2019



Día litúrgico: Lunes II de Adviento


Texto del Evangelio (Lc 5,17-26): Un día que Jesús estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de Él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados». 

Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?». Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te quedan perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dijo al paralítico- ‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles».


«Hombre, tus pecados te quedan perdonados»

Rev. D. Joan Carles MONTSERRAT i Pulido 
(Cerdanyola del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, el Señor enseña y cura a la vez. Hoy vemos al Señor que enseñaba a los que se consideraban muy sabios en aquellos tiempos: los fariseos y los maestros de la ley. A veces, nosotros podemos pensar que por el siglo en que vivimos o por los estudios que hemos hecho, poco nos queda para aprender. Esta lógica no sobrenatural nos lleva frecuentemente a querer hacer que los caminos de Dios sean los nuestros y no al revés.

En la actitud de quienes quieren la curación de su amigo vemos los esfuerzos humanos para conseguir lo que realmente desean. Lo que querían era algo muy bueno: que el enfermo pudiera andar. Pero no es suficiente con esto. Nuestro Señor quiere hacer con nosotros una sanación completa. Y por eso comienza con lo que Él ha venido a realizar en este mundo, lo que su santo nombre significa: Salvar al hombre de sus pecados.

—La fuente más profunda de mis males son siempre mis pecados: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados» (Lc 5,20). Muy frecuentemente, nuestra oración o nuestro interés es puramente material, pero el Señor sabe lo que nos conviene más. Como en aquellos tiempos, los consultorios de los médicos están llenos de enfermos. Pero, como aquellos hombres, tenemos el riesgo de no ir con tanta diligencia al lugar donde realmente nos restablecemos plenamente: al encuentro con el Señor en el sacramento de la Penitencia.

Punto fundamental en todo tiempo para el creyente es el encuentro sincero con Jesucristo misericordioso. Él, rico en misericordia, nos recuerda especialmente hoy que en este Adviento no podemos descuidar el necesario perdón que Él da a manos llenas. Y, si es preciso, echemos los impedimentos —el tejado— que nos impiden verle. —Yo también necesito retirar las tejas de mis prejuicios, de mis comodidades, de mis ocupaciones, de las desconfianzas, que son un obstáculo para “mirar de tejas arriba”.

Amigo, Soneto 1



Amigo, Soneto 1

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv



Hoy le canto a Dios agradecido
porque alumbró el camino de mi vida
con su presencia cálida y querida
en el amor cercano de un amigo.

Bálsamo de sentirme comprendido
confidencia de ilusiones y secretos
una ayuda fiel en los aprietos
y el abrigo cándido y sentido.

La palabra justa y anhelada
si dudaba en los cruces de caminos
o como peregrino me cansaba...

la mano que, tendida, me apretaba
compartiendo esperanzas y destino
y en el peregrinar me acompañaba.

8 dic 2019

Santo Evangelio 8 de diciembre 2019



Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 

Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.


«Y entrando, le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’»

Rev. D. David COMPTE i Verdaguer 
(Manlleu, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio toca un acorde compuesto por tres notas. Tres notas no siempre bien afinadas en nuestra sociedad: la del hacer, la de la amistad y la de la coherencia de vida. Hoy día hacemos muchas cosas, pero, ¿tenemos un proyecto? Hoy, que navegamos en la sociedad de la comunicación, ¿tiene cabida en nuestros corazones la soledad? Hoy, en la era de la información, ¿nos permite ésta dar forma a nuestra personalidad?

Un proyecto. María, una mujer «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lc 1,28). María tiene un proyecto. Evidentemente, de proporciones humanas. Sin embargo, Dios irrumpe en su vida para presentarle otro proyecto... de proporciones divinas. También hoy, quiere entrar en nuestra vida y dar proporciones divinas a nuestro quehacer humano.

Una presencia. «No temas, María» (Lc 1,30). ¡No construyamos de cualquier manera! No fuera caso que la adicción al “hacer” escondiera un vacío. El matrimonio, la vida de servicio, la profesión no han de ser una huida hacia adelante. «Llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Presencia que acompaña y da sentido. Confianza en Dios, que —de rebote— nos lleva a la confianza con los otros. Amistad con Dios que renueva la amistad con los otros.

Formarnos. Hoy día, que recibimos tantos estímulos con frecuencia contrapuestos, es necesario dar forma y unidad a nuestra vida. María, dice san Luis María Grignion, «es el molde vivo de Dios». Hay dos maneras de hacer una escultura, expone Grignion: una, más ardua, a base de golpes de cincel. La otra, sirviéndose de un molde. Ésta segunda es más sencilla. Pero el éxito está en que la materia sea maleable y que el molde dibuje con perfección la imagen. María es el molde perfecto. ¿Acudimos a Ella siendo nosotros materia maleable?

Ave María, Gratia Plena



AVE MARÍA, GRATIA PLENA

Por Antonio García-Moreno

1.- "El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven" (Gn 3, 20) El nombre en la Biblia define a la persona nombrada. De tal forma que ultrajar ese nombre es ofender a la persona llamada con él. Muchas veces es una descripción perfecta del destino de dicha persona. En el caso de nuestros primeros padres, al hombre le llama Adán, nombre que significa tierra roja o barro, y a la primera mujer la llama Eva que significa la que da la vida, la que es madre de cuantos viven.

El demonio la engañó y ella engañó al hombre, instigándole a cometer el primer pecado, llamado original por cometerse en el origen de la Historia. Ese pecado pasó a la descendencia de Adán y Eva. Es decir, todos los humanos nacen con dicho pecado. Sin embargo, hubo una excepción, vaticinada de alguna forma en este relato cuando se dice que la serpiente es pisada por la estirpe de la mujer. En ese momento se entrevé la figura de María Inmaculada, concebida sin mancha de pecado original, en previsión de los méritos de Cristo.

2.- "El ángel, entrando a su presencia, dijo: Alégrate, llena de gracia..." (Lc 1,28) Al saludar el arcángel Gabriel a la Virgen, la llama Llena de gracia, y no la muy favorecida o agraciada como algunos traducen. "Kecharitomene" dice el texto original griego de San Lucas, expresión que, desde los primeros tiempos, tradujeron los cristianos por "Gratia plena". De esta forma se traducía con fidelidad el sentido profundo del piropo del arcángel, lleno de admiración ante la perfección y santidad de María.

Con razón canta la liturgia diciendo en una de sus más inspiradas antífonas: "Toda hermosa eres María, y en ti no hay mancha de pecado original". En efecto, así es. Nuestra Madre fue concebida sin mancha de pecado, en ella nunca tuvo parte el demonio. En previsión de los méritos de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, María fue siempre pura, inocente, santa, inmaculada.