La Eucaristía es misterio de fe
Nos falta fe, por eso entramos, en una gran crisis de decepción, desconcierto y desilusión.
Por: P Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net
Entonces los judíos se pusieron a murmurar contra Él, porque había dicho: "Yo soy el pan que bajó del cielo"; y decían: "¿No es éste Jesús, el Hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo, pues, ahora dice: "Yo he bajado del cielo"? Jesús les respondió y dijo: "No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a Mí, si el Padre que me envió, no lo atrae; y Yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos enseñados por Dios". Todo el que escuchó al Padre y ha aprendido, viene a Mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino Aquel que viene de Dios, Ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad, os digo, el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Los padres vuestros comieron en el desierto el maná y murieron. He aquí el pan, el que baja del cielo para que uno coma de él y no muera. Yo soy el pan, el vivo, el que bajó del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre, y por lo tanto el pan que Yo daré es la carne mía para la vida del mundo". Jn 6, 41-51
¡Qué Evangelio tan desconcertante!
Todo estaba bien mientras tenían en los ojos el fulgor del milagro de la multiplicación de los panes y pescados... Todo estaba muy bien mientras conservaban en la boca el sabor de esos panes y pescados... Todo estaba muy bien mientras se hartaron del pan material y comida material. Todo estaba muy bien mientras estaban recostados en la hierba y descansando, después de esa comida.
Pero, ¿qué pasó?
Cuando llegó el momento de la fe: “Yo soy el Pan bajado del cielo”... entonces pasó lo que tantas veces nos pasa: nos cuesta creer en Dios, en Cristo. Todo fue bien mientras Jesús les dio de comer, todo fue mal en cuanto le oyeron que había bajado del cielo y que Él era Dios.
Por eso, le lanzaron ese latiguillo: “¿Acaso éste no es Jesús, el hijo de José?”. ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¡Qué va a ser Dios!
¿Qué les pasó a éstos que presenciaron el gran milagro? ¿Le consideraron sólo un mago? ¿Qué nos pasa a nosotros, cristianos del siglo XXI?
Les faltó fe. Nos falta fe, por eso entraron, y entramos, en una gran crisis de decepción, desconcierto, desilusión. Crisis de fe.
¿Por qué no hablar de la fe, partiendo de este Evangelio? “El que cree, tiene vida eterna”.
Pregunto: ¿La fe agarra nuestra vida? ¿O hay una separación, un divorcio entre nuestra fe y nuestra vida, entre nuestra fe y nuestra conducta?
¿Me dejan hacerles más preguntas?
¿No será por falta de fe que a muchos les parezca aburrida la misa, y por lo mismo se distraen fácilmente? ¿No será por falta de fe que a algunos, que viniendo a misa, la misa no les cambia la vida? ¿No será por falta de fe que algunos critican a la Iglesia, al papa, a los obispos... cuando sacan documentos que van contracorriente? ¿No será por falta de fe que algunos ya no se confiesan más? ¿No será por falta de fe que algunos gobernantes y políticos católicos aprueban leyes en contra de la ley de Dios?
Hay una dicotomía entre fe y conducta. Hay una especie de esquizofrenia.
Y así podríamos seguir: por falta de fe, nuestras vidas se mustian, pierden la orientación, y podemos caer en una depresión más fuerte que la de Elías, cuando huía de la reina Jezabel (cf. 1 Re 19, 1ss), porque quería matarle
Hoy el Señor, nos invita a la fe sobre todo en el misterio de la eucaristía. Fe es creer lo que no vemos, porque alguien con autoridad nos lo ha dicho.
Si creemos a un hombre, es fe humana. Si creemos a Dios, es fe teologal. De esta fe, el Señor nos hace hoy un examen. A ver si aprobamos.
La eucaristía es un misterio de fe.
Por fe, creemos que la eucaristía estuvo ya prefigurada en el Antiguo Testamento en ese maná que Dios les dio a los israelitas.
Por fe, creemos que ese Cordero Pascual de los judíos era ya figura de lo que Jesús sería: El Cordero inmolado en cada misa para ser nuestro alimento.
Por la fe, aceptamos este discurso de Cristo en Cafarnaún, como la gran promesa que Él cumpliría en la Última Cena: hacerse Pan de vida.
¿Vamos aprobando el examen?
Por la fe, en la misa creemos que ese pan y vino se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo, por la fuerza del Espíritu.
Por la fe, sabemos que cuando comulgamos no comulgamos un trozo de pan cualquiera, sino el Cuerpo Sacratísimo de Cristo.
Por la fe, creemos que es Dios quien nos asimila y nos hace uno con Él en la Comunión.
¿Aprobamos o no?
Por la fe, vemos la acción de la Santísima Trinidad en pleno en cada misa, en cada celebración eucarística.
Dios Padre está presente, dándonos como regalo la eucaristía, es decir a su Hijo, sacramentalmente. Y al mismo tiempo, está presente Dios Padre recibiendo de su Hijo en cada misa la oblación que nosotros le damos, y recibiendo a su mismo Hijo inmolado por nosotros. ¿Creemos o no?
Vemos la acción del Espíritu Santo que con su fuerza transforma esos dos elementos materiales, el pan y el vino, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por tanto al comulgar, junto con el Cuerpo de Cristo recibimos también el fuego del Espíritu, la fuerza para soportar esos momentos de depresión, como Elías, amargura, arrebatos, ira, gritos, insultos y toda clase de maldad. ¿Creemos o no?
Y por supuesto, por la fe vemos a Cristo, segunda persona de la Santísima Trinidad, inmolándose en la Cruz, renovando su sacrificio una vez más, por la salvación de la humanidad. ¿Creemos o no?
¡La eucaristía es misterio de fe! La fe es la que nos aúpa y nos levanta para vivir nuestra vida desde Dios, ver sus signos y su presencia. Con la fe vivimos nuestra vida con profundidad y de cara a la eternidad, de la que la eucaristía es ya un anticipo: “El que coma, tiene ya la vida eterna”. Sin la fe, la misa es algo lejano, aburrido, sin sentido, algo pasado que en nada nos concierne. ¿Tienes o no tienes fe?
La eucaristía para algunos es un recuerdo simbólico de que Jesús nos ama... y no la presencia viva, sacramental de Cristo que renueva su sacrificio de amor para darnos vida eterna, y salvarnos aquí y ahora. Su salvación se hace presente y actual para cada uno de nosotros y nosotros recibimos esa salvación cuando comulgamos con fe, y en las debidas disposiciones. ¿Crees tú esto?
¿Aprobamos o no aprobamos este examen que nos pone hoy el Señor sobre la fe?
¿Cómo hacer para que nuestra fe en la eucaristía crezca y no se venga a menos, por la rutina, el acostumbramiento, la desidia, la pereza?
Actuar nuestra fe, al inicio de cada misa: Señor, venimos a misa, donde tú renuevas el sacrificio de la Cruz para salvarnos...¡Aumenta nuestra fe!
Venir con las debidas disposiciones interiores: Estar en gracia de Dios, limpio de pecado grave. De lo contrario, debemos confesarnos antes de comulgar. ¡Señor, perdona mi falta de fe!
Estar atento, viviendo cada momento... sin distraernos. Ayuda mucho el seguir la misa con un misal, para ahondar en cada oración que el sacerdote reza, y en las respuestas que nosotros decimos. Señor, que crea.
Hagamos hoy un acto profundo de fe para creer lo que Jesús nos dice: “El que come de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi Cuerpo para la vida del mundo”.
Ojalá hayamos aprobado el examen de la fe en la eucaristía que nos puso hoy Jesús. Señor, creo, pero aumenta mi fe.