A la Virgen niña
Padre Tomás Rodríguez Carbajo
La palabra niño a primera vista nos sugiere algo que aún no ha llegado a su madurez, por eso normalmente se le considera como un proyecto de adulto; y no tiene por qué ser así, cada etapa de la vida de la persona tiene su valor y no se le puede exigir aquello que no le corresponde.
Jesús nos ha dicho que tenemos que hacernos como niños (Mt. 18, 3), no se refería a quedarse en un estado de subdesarrollo, la idea de Jesús estaba referida a ciertos rasgos y virtudes propias del niño, que tiene en sí un valor y que los adultos deberían recuperar una vez que las han abandonado.
La Iglesia cuenta entre sus santos canonizados a muchos niños, que en circunstancias muy distintas han tenido la valentía de dar la vida por amor a Jesús, comenzando por S. Tarsicio y terminando por Santa María Goretti.
María, como caso excepcional, poseyó siempre un grado grande de santidad desde su concepción hasta que terminó el “curso de esta vida”, teniendo cada día aumento real de la gracia.
En este Año Internacional del Niño no podemos olvidar la presencia que ha tenido en la religiosidad de los pueblos la advocación de la Virgen Niña, pues, muchas están dedicadas a María en el misterio de su Asunción.
Aquellos arquitectos tomaron conciencia de para quien estaba dedicado aquel templo y por eso les parecía poco todos los adornos con que querían enriquecerla, y así juntaron más de dos mil estatuas repartidas entre los remates de las agujas y pináculos de aquel bosque de mármol, como en las hornacinas y doseles de las 52 pilastras.
La pintura también ha tributado su homenaje a la Virgen Niña, recordemos el cuadro de Murillo conservado en el Prado, en donde María recibe lecciones de su madre Santa Ana. Qué decir de esa escena en donde se nos presenta a la Virgen Niña subiendo las gradas del templo para consagrarse la servicio del Señor?
Los niños pueden servirnos de ejemplo y han inspirado buenas obras de arte, sobresaliendo siempre entre ellos la Virgen Niña.