La depresión
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
La depresión es uno de los problemas más grandes que encontramos, una de las enfermedades psicológicas más comunes y que más estragos está haciendo en el siglo XXI. El vacío del hombre, el no encontrarle sentido a las cosas, a la vida, a lo que hace, unido a las prisas, a los nervios, al luchar denodadamente por surgir, por tener una economía segura y a esas excesivas preocupaciones que vienen y azotan en esta vida moderna, está llevando a los seres humanos al borde del colapso nervioso, a la ruina de la depresión.
La depresión puede ser el signo, el timbre de alarma de un vacío existencial en el hombre actual. La señal de que algo grave está pasando en el yo interior. Paradójicamente lo triste de esta enfermedad es que parece un refugio seguro contra lo anterior, un ámbito interior en que desea situarse para buscar amparo ante toda esta problemática moderna.
Uno puede acostumbrarse a buscar ese refugio como si fuera una droga y meterse allí cada vez que vengan los problemas fuertes. Lo cierto es que es fácil encontrarse con deprimidos en cualquier parte y lugar. Su rostro inexpresivo o triste, su aspecto exterior descuidado, su inactividad, su indiferencia por todo, su hundimiento psíquico, su estado de inercia, nos muestra a un ser humano derrotado, presa fácil de las drogas sean lícitas o ilícitas de los medios de diversión. Sin entusiasmo por la vida, son personas que encuentran mil argumentos para estar como están, ven el lado negro de la vida con mucha facilidad y sobre eso montan justificaciones para permanecer como están.
El deprimido causa en su ambiente problemas, ya que sus relaciones interpersonales son muy débiles, muy pobres. Causa problemas, porque angustia a sus seres queridos. Preocupa a todo el mundo y provoca lástima o ira. Y así acentúa su estado.
Algunos de los síntomas que pueden presentarse en la persona deprimida son los siguientes:
a.- Se convierte en un autómata en su trabajo, hace las cosas por hacerlas, sin vida, sin entusiasmo, de manera mecánica.
b.- Se contenta con hacer lo mínimo.
c.- Se vuelve irascible como protesta a su situación.
d.- Puede caer en un llorar continuamente, sintiéndose alternativamente mejor o peor. Puede pasar largas horas durmiendo o quedarse en la cama o en una silla horas de horas.
e.- Se auto desprecia satisfaciéndose al contemplar su propia ruina.
f.- Se vuelve triste. Nada le da alegría.
g.- Se siente sin vigor ni energía.
h.- Está estancado en un presente sin realización por lo cual pierde sus ideales.
El que padece de depresión siente en el fondo un deseo de destruirse, de acabarse; ya no quiere luchar, pues se declaró a sí mismo derrotado; ya se declaró haber perdido la batalla por la vida. Todo lo ve gris, negativo, sin solución.
Las causas de la depresión pueden ser de diferente naturaleza; algunas bastante pasajeras, otras de un carácter más permanente:
a.- La depresión puede ser causada por algún golpe fuerte en la vida, una pérdida irreparable, por ejemplo: la muerte de un ser querido, un negocio que salió mal, un fracaso muy grande, una desilusión muy fuerte o algún hecho del pasado no solucionado emocionalmente que resurge y provoca complejo de culpa, rechazo a uno mismo, complejo de inferioridad.
b.- Puede ser producida por hechos negativos que se acumulan sin que les dé soluciones.
c.- Un cambio de edad, el llegar sin preparación a una edad avanzada; el sentirse inútil, inservible.
d.- Agotamiento nervioso y mental.
e.- Hipersensibilidad, autocompasión, egoísmo.
f.- Una enfermedad física.
Pero toda depresión tiene como base una frustración de no alcanzar las metas propuestas, de no realizarse, de sentirse solo. Hay modos de combatir la depresión, muchos de ellos relacionados con el arte de aprender a vivir.
Si el hombre se llena de Dios, sigue las enseñanzas de Cristo, vive su fe, encontrará su sentido de ser, de vivir en esta vida. Esto lo ayudará a superar sus estados depresivos, ya que en todo momento y lugar Dios lo busca para demostrarle su amor. ¡Recuerde siempre que con Dios, usted es invencible