15 jun 2013

Bienaventuranzas de Maria



Bienaventuranzas de Maria


Padre Ignacio Prado 

BIENAVENTURADOS SI RESPONDEMOS A LA IDEA CREADORA DE DIOS

Bienaventurados nosotros si respondemos como ella con todo nuestro ser y en respuesta, va contenida una cooperación perfecta con la gracia de Dios que previene y socorre y una disponibilidad plena y generosa a la acción del Espíritu Santo que hace de nosotros una criatura nueva y abierta a la acción constante y maravillosa de nuestro padre y creador. 

BIENAVENTURADOS SI ABIERTOS A SU PALABRA MANTENEMOS UN DIALOGO CONSTANTE CON ÉL

Bienaventurados nosotros si sabemos que creer es "abandonarse" en la verdad misma de la palabra de Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente cuán inescrutables son sus designios e inescrutables sus caminos. Se conforma a ellos en la penumbra de la fe, aceptando plenamente y con corazón abierto todo lo que está dispuesto en su proyecto eterno de amor. 

BIENAVENTURADOS SI EN LAS PRUEBAS Y DIFICULTADES SABEMOS DECIR AMÉN

Bienaventurados nosotros si como Ella, que confió plenamente en Él, en medio de las pruebas y dificultades de la vida y supo decir cada día con más hondura y radical confianza: "Hágase en mí según tu palabra". Que seamos capaces de crecer y cultivar juntos en familia, en grupo, en comunidad, esa Palabra dicha para cada uno, aceptando, descubriendo, asumiendo en toda su profundidad ese beneplácito amoroso de Dios.

BIENAVENTURADOS SI NOS ADHERIMOS A CRISTO, CAMINO Y VERDAD DE NUESTRAS VIDAS

Bienaventurados nosotros si como Ella, llena de Gracia, que está permanentemente presente en el misterio de Cristo, pegada y adherida a Él en todo su peregrinar (terrestre y celeste) y al mismo tiempo, de modo discreto, pero directo y eficaz, haciendo presente a los hombres el misterio de Jesucristo doloroso, muerto y resucitado. Quien cree en Él no muere, vive para siempre.

BIENAVENTURADOS NOSOTROS SI UNIDOS AL ESPÍRITU HACEMOS IGLESIA

Bienaventurados nosotros si estrechamos nuestra unión y abiertos a la acción fecunda del Espíritu Santo, sabemos aguardar con ánimo abierto y esperanzado, la promesa de los dones del Espíritu para hacer brotar y renacer algo nuevo e inesperado, porque las riquezas del Espíritu son inagotables. Para Dios NADA hay imposible. "Dichosa tú que has creído, porque se hará lo que Él ha dicho".

BIENAVENTURADOS SI SOMOS LIBRES Y VIVIMOS EN LA VERDAD Y LA LUZ

Bienaventurados nosotros si abiertos totalmente a la luz de Dios y orientados hacia Él, por el empuje de la fe, vemos en María, al lado de su hijo, la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La Iglesia debe mirar hacia Ella, Madre y Modelo, para comprender en su integridad el sentido de su misión expresado en el Magnificat.¡Eso engrandece!

BIENAVENTURADOS SI LA ACOGEMOS EN EL ESPACIO MÁS ÍNTIMO DE NUESTRO SER

Bienaventurados nosotros si como auténticos discípulos de Cristo, como Juan al pie de la Cruz, vivimos esta dimensión Mariana, mediante una entrega filial y confiada a la Madre de Dios, iniciada con el testamento del Redentor en el Calvario, "acogiéndola entre las cosas propias" e introduciéndola en todo el espacio de su vida interior, es decir, en su yo humano y cristiano. Vivir en Él.

BIENAVENTURADOS SI VEMOS EN ELLA EL MODELO DE UNA PERSONA PLENA Y REALIZADA

Cultivando los más altos sentimientos de que es capaz el corazón humano: la oblación total del amor, la fuerza que sabe resistir los más fuertes dolores, la fidelidad sin límites, la laboriosidad infatigable y la capacidad de conjugar la intuición penetrante con la palabra de apoyo y de estímulo. El verdadero sentido de la mujer que la Iglesia descubre a la luz de María. "Tú, que para asombro de la naturaleza humana, has dado el ser humano a tu Creador.


San Vito de Lucania, Mártir Junio 15



San Vito de Lucania, Mártir
Junio 15

San Vito (conocido en francés como Saint Guy) (Mazara del Vallo, siglo IV - Lucania, 15 de agosto de 303) es un mártir y santo inscrito en el grupo de los Santos auxiliadores. Su festividad tradicional se celebra el 15 de junio y, recientemente, en Occidente, el 12 de junio.

Hijo de un pagano siciliano, tuvo como preceptores a los cristianos Santa Crescencia y San Modesto, que lo bautizaron a escondidas de su padre. Intentó, sin éxito, convertir al hijo del gobernador Valeriano. Estuvo encarcelado durante siete años a causa de su fe cristiana.

Sufrió martirio en Matera, Italia, en los primeros siglos. en 303 junto a Santa Crescencia y San Modesto durante las persecuciones de Diocleciano. Su cuerpo se conserva en la Iglesia Colegiata de Omegna. Guardado en una urna, es sacado en una procesión solemne el último sábado de agosto. Los alemanes empezaron a venerarlo a partir del año 836 cuando sus reliquias llegaron a la abadía de Corvey, Sajonia.

Entre los santuarios que se alzaron en su honor, destaca Dresselhaussen, que llegó a ser muy famoso en el siglo XIV durante una epidemia que arrasó Alemania y los Países Bajos. Desde entonces esta enfermedad recibió el nombre de “Baile de san Vito”. (síntoma tanto de la corea de Huntington como de la corea de Sydenham), convulsiones neurológicas. En la Edad Media los afectados por el baile de San Vito eran acusados de estar poseídos y eran quemados en la hoguera.

Es representado con el símbolo de la palma, común a todos los que han sufrido martirio.
La catedral de Praga está dedicada a este santo.

Santo Evangelio 15 de Junio de 2013



Autor: Juan Jesús Riveros | Fuente: Catholic.net
No juréis en modo alguno
Mateo 5, 33-37. Tiempo Ordinario. Él conoce nuestro corazón mejor que nosotros mismos.
 

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 33-37 

Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. Pues yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que lo que pasa de aquí viene del Maligno. 

Oración introductoria 

El Papa Francisco nos dice: «Estar con Jesús exige salir de nosotros mismos, de un modo de vivir cansino y rutinario». Señor, en esta oración te pido tu gracia para salir de mí mismo y escucharte. Te he fallado, pero te adoro y confío en tu misericordia. Quiero estar contigo, así como Tú quieres estar conmigo. 

Petición 

Dame la gracia de dar siempre un testimonio coherente de mi fe. 

Meditación del Papa Benedicto XVI 

El Espíritu Santo es la certeza de que Dios llevará a cumplimiento su plan de salvación, cuando conduzca "a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra". San Juan Crisóstomo comenta sobre este punto: "Dios nos escogió por la fe y ha marcado en nosotros el sello de la herencia de la gloria futura". Tenemos que aceptar que el camino de nuestra redención es también nuestro camino, porque Dios quiere criaturas libres, que digan libremente que sí; pero es sobre todo y primero, Su camino. Estamos en sus manos y ahora es nuestra libertad el ir en el camino abierto por Él. Vamos por este camino de la redención, junto con Cristo, y sentimos que la redención se realiza. La visión que nos presenta san Pablo en esta gran oración de bendición, nos ha llevado a contemplar la acción de las tres Personas de la Santísima Trinidad: el Padre que nos ha elegido antes de la fundación del mundo, ha pensado en nosotros y nos ha creado; el Hijo que nos ha redimido por su sangre, y la promesa del Espíritu Santo, prenda de nuestra redención y de la gloria futura. (Benedicto XVI, 20 de junio de 2012). 

Reflexión 

"No perjurarás", el Señor no necesita nuestros juramentos para saber que vamos a cumplir. Él prefiere que nos esforcemos hasta lograr nuestro propósito, no importando las veces que caigamos. Él conoce mejor que nosotros mismos nuestro corazón, sabe que somos débiles, sabe que caeremos, pero también sabe que nos volveremos a levantar si lo que hacemos lo estamos haciendo por Él. 

También Él nos invita a confiarnos plenamente a su amor. No podemos cambiar nada de nuestro cuerpo, pero Él todo lo puede; en él todo dolor físico cambia, cobra todo su valor, ya no sufriremos sin sentido, ahora podemos unir nuestro sufrimiento al de Cristo en la cruz. ¿Por qué Dios no nos quita el sufrimiento? Tal vez porque nos ama tanto que quiere asociarnos más a su propio sufrimiento. Nosotros sufriendo tan pequeñitas cosas, en comparación con lo que Él sufrió por nosotros, le ayudamos a salvar a tantos hombres que no lo conocen o se han alejado de Él. 

Diálogo con Cristo 

Jesucristo, ¡venga tu Reino! Ésta es la aspiración de mi existencia. Que tu Reino se establezca y se realice en mi persona. Me conoces mejor de lo que yo me conozco, por eso necesito que seas el Rey de mi vida y me digas quién soy yo y qué tengo que hacer para cumplir tu voluntad. 

Propósito 

Si hoy tengo un problema, pediré a Dios que me ayude, en vez de tratar de solucionar todo con mi propio esfuerzo. 


14 jun 2013

Bajo el amparo de María




Bajo el amparo de María

Padre Tomás Rodríguez Carbajo


Una característica de las madres son los cuidados amorosos, por eso se dice comúnmente: Se quitan el pan de sus bocas para dárselos a sus hijos.

Las lecciones del amor materno se aprenden en el libro de la vida, allí encontramos páginas enteras en donde se narran hechos inconcebibles a simple vista, y que detenidamente estudiados se entienden, cuando se leen en clave de amor.

María en su condición de Madre de Dios está adornada de unos privilegios, que le hacen ser la “omnipotencia suplicante”, y en su condición de Madre de la Iglesia, Madre de todos y de cada uno de los hombres, bien porque de hecho pertenecemos bien porque de derecho están llamados a su pertenencia, tiene un cuidado amoroso sobre los hombres, sus hijos. Nadie se escapa de la suavísima influencia de María, quien consciente de su condición de Madre desde que al pie de la cruz Cristo públicamente le confía este cuidado, cumple con toda fidelidad su misión.

A una madre se le puede confiar a nuestra Madre María todo aquello que nos preocupa, y que no siempre comprendemos. Todo lo que pongamos bajo su cuidado sabemos que está a salvo, no hay refugio más seguro. En el corazón de la Madre cabe todo lo que afecta al hijo, por muy pequeño y sin sentido que parezca, Ella sabe darle la importancia que se merece.

De nuestro radio de acción amorosa no debe quedar excluido nada de lo que afecta al hombre, María hace suyo todo lo nuestro: Las travesuras de los niños, las inquietudes del adolescente, las dudas de los jóvenes, los problemas de los mayores, la soldad de los marginados y abandonados; la insatisfacción de los ricos, los apuros de los pobres. En el refugio del amor de nuestra Madre nos podemos todos cobijar, llevando con nosotros el bagaje de todo lo que nos preocupa.


Padre Tomás Rodríguez Carbajo


Una característica de las madres son los cuidados amorosos, por eso se dice comúnmente: Se quitan el pan de sus bocas para dárselos a sus hijos.

Las lecciones del amor materno se aprenden en el libro de la vida, allí encontramos páginas enteras en donde se narran hechos inconcebibles a simple vista, y que detenidamente estudiados se entienden, cuando se leen en clave de amor.

María en su condición de Madre de Dios está adornada de unos privilegios, que le hacen ser la “omnipotencia suplicante”, y en su condición de Madre de la Iglesia, Madre de todos y de cada uno de los hombres, bien porque de hecho pertenecemos bien porque de derecho están llamados a su pertenencia, tiene un cuidado amoroso sobre los hombres, sus hijos. Nadie se escapa de la suavísima influencia de María, quien consciente de su condición de Madre desde que al pie de la cruz Cristo públicamente le confía este cuidado, cumple con toda fidelidad su misión.

A una madre se le puede confiar a nuestra Madre María todo aquello que nos preocupa, y que no siempre comprendemos. Todo lo que pongamos bajo su cuidado sabemos que está a salvo, no hay refugio más seguro. En el corazón de la Madre cabe todo lo que afecta al hijo, por muy pequeño y sin sentido que parezca, Ella sabe darle la importancia que se merece.

De nuestro radio de acción amorosa no debe quedar excluido nada de lo que afecta al hombre, María hace suyo todo lo nuestro: Las travesuras de los niños, las inquietudes del adolescente, las dudas de los jóvenes, los problemas de los mayores, la soldad de los marginados y abandonados; la insatisfacción de los ricos, los apuros de los pobres. En el refugio del amor de nuestra Madre nos podemos todos cobijar, llevando con nosotros el bagaje de todo lo que nos preocupa.

Santo Evanangelio 14 de Junio de 2013




Día litúrgico: Viernes X del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 5,27-32): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.

»También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio’. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio».





Comentario: Pare Josep LIÑÁN i Pla SchP (Sabadell, Barcelona, España)
«Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio»




Hoy, Jesús continúa profundizando en la exigencia del Sermón de la Montaña. No deroga la Ley, sino que le da plenitud; por eso, su observancia es algo más que el simple cumplimiento de unas condiciones mínimas para tener en regla los papeles. Dios nos da la Ley del amor para llegar a la cima, pero nosotros buscamos el modo de convertirla en la ley del mínimo esfuerzo. ¡Dios nos pide tanto...! Sí, pero también nos ha dado lo máximo que puede dar, ya que se ha dado a sí mismo.

Hoy, Jesucristo apunta alto al manifestar su autoridad sobre el sexto y el noveno mandamiento, los preceptos que se refieren a la sexualidad y a la pureza de pensamiento. La sexualidad es un lenguaje humano para significar el amor y la alianza, por tanto, no puede ser banalizada, como tampoco podemos convertir a los demás en objetos de placer, ¡ni siquiera con el pensamiento!, de aquí esta afirmación tan severa de Jesús: «Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,28). Es preciso, pues, cortar el mal de raíz y evitar pensamientos y ocasiones que nos llevarían a obrar lo que Dios aborrece; esto es lo que quieren indicar tales palabras, que pueden parecernos radicales y exageradas, pero que los oyentes de Jesús entendían en su expresividad: saca, corta, arroja...

Finalmente, la dignidad del matrimonio debe ser protegida siempre, pues forma parte del proyecto de Dios para el hombre y la mujer, para que en el amor y en la mutua donación se conviertan en una sola carne, y al mismo tiempo es signo y participación en la Alianza de Cristo con la Iglesia. El cristiano no puede vivir la relación hombre-mujer ni la vida conyugal según el espíritu mundano: «No debéis creer que por haber escogido el estado matrimonial os es permitido continuar con una vida mundana y abandonaros a la ociosidad y la pereza; al contrario, eso mismo os obliga a trabajar con mayor esfuerzo y a velar con más cuidado por vuestra salvación» (San Basilio).

Santa María Micaela del Santísimo Sacramento 15 de junio


 

15 de junio

SANTA MARÍA MICAELA

DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

(†  1865)


La situación, en la pobrísima casita en que Santa María Micaela había acogido a un grupo de desgraciadas muchachas, era humanamente desesperada. Todas estaban enfermas, por haberse contagiado con la gripe. La fundadora, en un arranque de sobrehumana fortaleza, atendía, ayudada en ocasiones por los propios médicos que se sentían sobrecogidos ante tamaña grandeza, a las enfermas. Por otra parte, el dinero faltaba de manera angustiosa, y por si fuera poco, cuando la situación era más negra, uno de los mayores acreedores de la casa se había presentado a reclamar airadamente su dinero, y había amenazado con el embargo.

 Entonces se veían aparecer a la puerta de la casa, y detenerse un momento, los coches señalados con el escudo de las más nobles casas de Madrid. Desde dentro, sin bajar, preguntaban sus ocupantes al portero:

 —¿Vive la Superiora?

 —Sí, señor. Vive aún.

 —Pues dígale usted de mi parte que como ella se ha querido todo esto, y lo hace por su gusto, que lo sufra.

 No es más que una anécdota. Pero como ésta, podrían contarse a centenares. El estampido que en la buena sociedad madrileña causó la decisión de Micaela Desmasiéres López de Dicastillo y Olmedo, vizcondesa de Jorbalán, de ponerse al servicio de las pobres mujeres caídas y consagrarse a la tarea de redimirlas, era tal que, usando frase ignaciana, podríamos decir que "el mundo no tenía oídos para escucharlo". Su familia, horrorizada, deja de tratarla; sus antiguas amistades, le vuelven la cara. Personas que le debían favores, le niegan la más mínima ayuda, porque aquello no tiene ni pies ni cabeza y se va a deshacer de un momento a otro. Por encima de todo esto, Micaela del Santísimo Sacramento se mantiene firme con una grandeza de ánimo, con un espíritu de fe tan colosal, que su figura, nos atrevemos a afirmarlo rotundamente, es una de las más colosales de todo el santoral cristiano.

 En la flor de la edad, a sus cuarenta y tres años, muere inesperadamente el padre, teniendo Micaela que interrumpir la educación que venía recibiendo en las ursulinas de Pau. Poco después es su hermano Luis el que en un accidente, una caída de caballo, muere en Toulouse. Su hermana Engracia, a la que una niñera imprudente llevó a presenciar la ejecución de un reo, empieza a dar muestras de perturbación mental, y termina trastornándose por completo. Su hermana Manuela, que sobreviviría a tantas desgracias, hubo de marchar al destierro, a causa de las ideas legitimistas de su esposo.

 En medio de todas estas tribulaciones, María Micaela recibe una educación excepcional. Se le enseña no sólo lo que es costumbre que aprendan las señoritas de buena sociedad en aquel tiempo, sino otras muchas cosas que le han de ser excepcionalmente útiles en su futura vida de fundadora. Aprende también a familiarizarse con el dolor y la humillación. Después de tres años de limpio noviazgo, pues ella "no entendía muy bien de bodas", con un joven piadosísimo, hijo de los marqueses de Villadarias, cuando iba a celebrarse la boda se rompe el compromiso por cuestiones de intereses. El paso humilla a Micaela y la lanza por vez primera a la maledicencia madrileña. Ella, en sus memorias, maravilloso documento de espontáneo y naturalísimo estilo, resumirá aquel noviazgo diciendo que "todo era tomarnos cuenta de los rezos... y quién hacía más oración".

 Pero esta extraña escuela del noviazgo, para una fundadora, se va a hacer más extraña aún cuando, muerta su madre, María Micaela acompañe a su hermano primero a París y después a Bruselas. Durante su estancia en estas dos capitales europeas, Micaela se verá obligada a hacer una vida verdaderamente extraña. La dirección de un santo jesuita, el padre Carasa, a quien su madre la ha dejado encomendada, le servirá de seguridad en dificilísimos trances. El hecho es que ha de madrugar muchísimo para hacer su oración y recibir la comunión, que toda su vida fue cotidiana. Que ha de aprovechar la mañana para sus obras de caridad. Pero que luego ha de sentarse a la mesa, acompañando a sus hermanos, y con frecuencia invitados del cuerpo diplomático, ha de salir de paseo a caballo y ha de pasar la noche entre teatros, tertulias y bailes. Nadie podía sospechar que al dolor intensísimo que le causaba su enfermizo estómago (tuvo diagnosticado el cáncer por mucho tiempo) añadía ella la aspereza de un cilicio. Ni podían sospechar tampoco, quienes la veían en la platea, que los anteojos que ella llevaba estaban dispuestos de tal manera que, aun mirando fijamente al escenario, nada se alcanzara a ver.

 Su vida en París y en Bruselas fue una siembra ininterrumpida de maravillosa caridad. Pobres, enfermos, necesitados, iglesias desmanteladas..., por doquiera hubiese una necesidad, encontraban inmediato remedio en la espléndida vizcondesa. Un anecdotario copiosísimo y edificante nos demuestra la extraordinaria capacidad, hasta humana, de una mujer que sin desatender en lo más mínimo a sus obligaciones (se obligó con voto a obedecer a su cuñada), desplegaba una pasmosa actividad al servicio del prójimo.

 Un episodio extraño nos va a dar la medida de su extraordinaria figura. Volviendo hacia España, quiso su cuñada detenerse una temporada en Burdeos. También allí se significó María Micaela por su ejemplaridad. Un día reciben una extraña invitación: el cónsul de España les ruega que vayan a tomar el té a su casa. Ellas oponen algunos reparos, y el cónsul les explica que es el señor arzobispo quien se lo ha pedido porque quiere hablar con Micaela, y no le parece oportuno ni discreto acudir al hotel en que se hospedan. Dicho y hecho: se reúnen, comienzan a conversar y el arzobispo pide a Micaela... algo verdaderamente inaudito para una muchacha seglar.

 María Micaela venía oyendo la misa que celebraba un canónigo español en la iglesia de unas religiosas, sin caer en cuenta de la situación en que se encontraban. El arzobispo le abrió los ojos: contagiadas por el jansenismo, las religiosas estaban en franca rebeldía contra él, y ésta era la razón de que allí no se celebrara misa. Pedía a Micaela que interviniera para que aquella situación cesase. Y Micaela intervino. Ella nos ha contado lo que sucedió, que llega a lindar con lo increíble. Recibida con frialdad, se gana primero el ánimo de la superiora, habla después a toda la comunidad reunida, entrando para ello en clausura, llega a convencerlas de que acepten hacer unos ejercicios espirituales, preside la comunión final, con su traje seglar, en medio del coro, en lugar de la superiora, convence a un pequeño grupo que aún se resistía, y marcha de Burdeos dejando a las religiosas enteramente reconciliadas con Dios, y despidiéndola con lágrimas.

 El encuentro más decisivo de su existencia iba a tener lugar en forma inesperada y claramente providencial. El padre Carasa le había encomendado, al quedar sola en Madrid, que alternara con una señora de la que Micaela, extraordinariamente parca en alabanzas, nos dice que "era santa": María Ignacia Rico de Grande. Esa señora la llevó un día al hospital de San Juan de Dios, donde, según nos dice Micaela, "sufre el olfato, la vista, el tacto, los oídos". "Todo tiene allí su especial mortificación y es un jardín de muchas virtudes que practicar". En efecto, al hospital se acogían las pobres mujeres de la calle, al caer enfermas de sus más repugnantes enfermedades. Micaela nada sabía ni de la existencia de tales mujeres, ni mucho menos del trato vil que la sociedad culpable les daba después de haberlas corrompido.

 Aquella visita fue para ella una revelación. Y cuando vio la situación, no sólo del hospital, sino, lo que era muchísimo más trágico, la que les esperaba a la salida del mismo, no pudo menos de pensar que había que hacer algo. En este o aquel caso concreto las dos amigas consiguieron hallar un remedio. Pero hacía falta más: una casa en la que poder acoger a aquellas pobres mujeres, prevenir en lo posible las caídas, remediarlas cuando ya habían ocurrido.

 Y así se hizo. En una insignificante casita inició María Micaela su maravillosa obra de caridad. La Comisaría de Cruzada le ofreció alguna ayuda. Se formó una junta y se preparó un sencillísimo reglamento. Pero claramente se veía que aquello no podía seguir en manos mercenarias, y que únicamente quien lo hiciera por Dios podría soportar las dificultades, las humillaciones, los desprecios que el trato con aquellas mujeres aparejaba.

 Se produjo entonces uno de los episodios más dolorosos de su vida: se hicieron cargo de la casa unas religiosas francesas. Pero, desgraciadamente, pronto se vio que no habían sido leales ni en los ofrecimientos, ni en las obligaciones que habían asumido. Contra lo que habían afirmado, no tenían práctica ninguna de aquella clase de apostolado. Por otra parte. en la vida económica de la casa había muchos aspectos obscuros, obedeciendo, al parecer, a compromisos con la casa central. Lo cierto es que la situación se hizo insostenible; Micaela, apoyada por la autoridad eclesiástica que le daba plena razón, hubo de recurrir a medios extremos, y mientras, en medio de un griterío espantoso, con la casa rodeada por la fuerza pública, salían las religiosas, Micaela se hacía cargo de nuevo de las muchachas allí acogidas.

 Con sobrecogedora grandeza de ánimo hizo frente a la situación. Pensando seriamente las cosas vio que Dios la llamaba a aquella tarea. Dejó su casa, se quedó a vivir con ellas, e inició ya de lleno su espléndido apostolado.

 Y empieza una vida en la que, sin paradoja alguna, sino con toda verdad, se puede decir que lo sobrenatural es enteramente natural. No hay una peseta en casa, y ni siquiera carbón para encender la lumbre. A media mañana llega un religioso filipino, visita el colegio, y, entusiasmado, regala tres onzas de oro. La comida de aquel día es espléndida, y las colegialas piensan que el encender tan tarde la cocina ha sido... una broma de la superiora.

 Cuando la calumnia llega hasta el mismo arzobispo de Toledo, se presenta el cura de la parroquia para quitar el Santísimo de la casa. Micaela pide al Señor que no consienta en irse, y el ánimo del cura cambia por completo después de estar un rato de rodillas. Emocionado, se ofrece para todo lo que haga falta.

 En una época de su vida un confesor duro de carácter, el padre Labarta, querrá poner coto a tantas maravillas, y le prohibirá hacer uso de lo que Dios Nuestro Señor a cada paso le revelaba. Imprudente medida que ocasiona conflictos curiosísimos. "Va a haber fuego en el altar", avisa el Señor. Y la Santa no puede hacer nada que no sea disponer con disimulo un poco de agua a mano. "Te van a envenenar", y ella, ante la prohibición del confesor, se ve obligada a empezar a tomar la taza que contenía el arsénico, hasta que, ante lo repugnante del gusto, piensa que también sin revelación habría dejado aquello, y lo deja. Pero la obediencia le costará una enfermedad gravísima, y quedar al borde de la muerte. Felizmente no todos los confesores eran como el padre Labarta, y la figura celestial de San Antonio María Claret vendría en su auxilio y le ayudaría maravillosamente en los últimos años de su vida.

 No hay palabras para explicar el grandioso heroísmo de la caridad de la Santa. Tenía un carácter fuerte, por otra parte, verdaderamente necesario si había de sacar adelante una fundación en la que se encontraban unánimes a la hora de rechazarla todos, los buenos y los malos.

 Tuvo la persecución de los malos. Era lógico. Con el puñal, con el veneno, con el incendio, con la calumnia, con el pasquín, con el periódico..., con todos los medios. Repetimos que era lógico. Hombres poderosos, que se veían privados por el bienhechor influjo de la Santa de las mujeres de quienes habían hecho objeto de su pasión, no dejaban piedra por mover a la hora de perseguirla. Temporadas enteras hubo de dormir vestida, pensando que de un momento a otro se vería asaltada la casa. Su valor fue, sin embargo, tan extraordinario que consta de alguna ocasión en que llegó a presentarse, sola e indefensa, en una casa pública, a trueque de arrebatar de allí una pobre mujer a la que retenían contra su voluntad, escena esta inmortalizada por Tomás Borrás.

 Pero acaso le tuvo que doler muchísimo más, y sin acaso, la persecución de los buenos. Un día es su mismo confesor, el padre Carasa, que, dando oídos a una hipócrita, se muestra duro y desdeñoso con ella y se niega a atenderla. Otro día, un crédulo arzobispo, que organiza una inaudita escena, en la que insulta y rebaja hasta lo increíble a la Santa. Otra, su propio Ordinario que, dando oídos a las habladurías, intenta retirar el Santísimo Sacramento de la Casa. Ocasión hubo en que ella misma confesó tener enfrente prácticamente a todo el clero de Madrid.

 Fue calumniada aun en las mismas cosas en que ni siquiera apariencia pudo haber de nada malo. Así, sus relaciones con Isabel II. Se obligó con voto a no pedir jamás a la reina absolutamente nada, ni para sí ni para los demás. Rehusó sistemáticamente hablar con ella de cosas que no fueran de Dios. Y a pesar de todo, se vio acusada de formar parte de la camarilla, de influir en la política, de fomentar aquellas relaciones, aceptadas por ella exclusivamente por obediencia y con una repugnancia grandísima.

 Pero lo más maravilloso es y será siempre su trato con las pobres mujeres. El dominio de su naturaleza, en el cuidado de las llagas más purulentas, en la aceptación de los insultos más procaces, en la constancia y en la humillación, sobrepasa lo que puede explicarse. La pluma no encuentra palabras para ponderar la caridad admirable ejercitada por la Santa a lo largo de su vida. Pero cuando recogemos los testimonios de quienes presenciaron aquellas escenas, los ojos se nos llenan de lágrimas. Parece imposible, e imposible sería sin la acción de la divina gracia, que una mujer de alcurnia sirva en los más viles menesteres a tan pobres desgraciadas. Que acepte, sin una vacilación, el constante peligro del contagio. Que salga a recoger, por las calles de Madrid, el insulto y la befa para pedir una limosna. Alhajas vinculadas al recuerdo de su madre, recibidas de la familia real, cargadas de historia de España, pasaban a las sórdidas manos de los prestamistas, a un precio irrisorio..., porque las colegialas tenían que comer y no había en todo Madrid quien quisiera dar a Micaela una sola peseta.

 "En 1850 me vine al colegio, a dirigirlo yo misma, pero me parecía que no había de poder hacer el gran sacrificio que me proponía. ¡Me hallaba tan sola..., tan triste..., tan despreciada de todos!"

 Sola, triste y despreciada. ¡Qué tres adjetivos! Humanamente era imposible pensar que alguien quisiera compartir con ella aquella vida. Pero cuando las obras son de Dios se hace posible lo imposible, pues Él nos dijo que había venido a confundir la sabiduría de este mundo con la locura que El traía del cielo. En efecto, con vacilaciones, con deserciones dolorosísimas, pero con seguridad absoluta, el minúsculo grupo de personas que le ayudaban se fue ensanchando más y más y, quien nunca pensó en ser fundadora, se encontró un buen día al frente de una naciente congregación religiosa: las Adoratrices del Santísimo Sacramento y de la Caridad.

 Durante mucho tiempo estuvieron viviendo sin regla escrita ni normas, pero con una observancia tal y un fervor tan grande que se traslucía al exterior y atraía las vocaciones. El 6 de enero de 1859, festividad de los Santos Reyes, hicieron los votos simples Micaela y sus siete primeras compañeras. El 15 de junio de 1860 emitió Micaela sus votos perpetuos. Poco a poco se fueron ordenando todas las cosas y se inició la expansión del instituto. Primero, a Zaragoza. Después a otras muchas poblaciones españolas que las llamaban con interés: Valencia, Barcelona, Burgos, etcétera.

 También en estas fundaciones le esperaban episodios parecidos a los de Madrid. Hubo defecciones dolorosísimas, como la de la superiora de Valencia. Y embrollos humanamente insolubles. En cierta ocasión escribía a sus hijas de Madrid desde Zaragoza: "Dudo yo que haya superiora ni más acusada, ni más calumniada, ni más reconvenida. ¡Te aseguro que desmenuzan mis acciones!".

 Pero entre tantas dificultades el instituto se había consolidado y la madre Sacramento podía entonar el Nunc dimittis. Por tres veces, en 1834, 1854 y 1855, había hecho frente a las epidemias, que la habían respetado.

 Ahora, en 1865, el cólera había estallado en Valencia. Ella sabía que le esperaba la muerte, y mil indicios lo demostraron: su empeño en recorrer todas las casas, lo solemne y triste de las despedidas, el estilo de algunas cartas... y otros mil indicios no dejaban lugar a dudas. Y, en efecto, ella marchó serenamente hacia la muerte.

 La casa de Valencia estaba en necesidad extrema. Pero al ver llegar a la madre todas se alegraron inmensamente. Una pena, sin embargo, le esperaba: una de las chicas del colegio acababa de cometer un sacrilegio cuando ella llegó. Deshecha en llanto, se postraba en la tribuna de la capilla exclamando:

 —¿Cómo, Señor, has podido consentir tamaña ofensa en tu casa? De haber previsto tanta infamia, ¿hubiera abierto yo jamás el colegio?

 Pronto se presentó la enfermedad. "Es la última", dijo a su confesor con entera seguridad. La última, y la más dolorosa. Calambres casi continuos, acompañados de dolores agudísimos. El médico declaraba, asombrado, que nunca había visto sufrir tanto con tan extraordinario ánimo. Por fin, suavemente, abrió sus ojos, los elevó hacia el cielo y murió. Eran las doce menos siete minutos del 24 de agosto de 1865.

 A las cinco de la tarde del día siguiente, sin ningún aparato, fue depositada en el nicho número 2143 del cementerio de San Martín. Harto fue conseguir que no la enterraran en la fosa común, como a las demás víctimas de la epidemia. Veintiséis años más tarde el cuerpo fue llevado a la casa de la congregación en Valencia.

 La heroicidad de sus virtudes fue proclamada en 1922. Su beatificación tuvo lugar en 1925 y su canonización en 1934.

 LAMBERTO DE ECHEVERRÍA

13 jun 2013

San Antonio de Padua 13 de Junio



San Antonio de Padua

San Antonio nació en Portugal, pero adquirió el apellido por el que lo conoce el mundo, de la ciudad italiana de Padua, donde murió y donde todavía se veneran sus reliquias.

León XIII lo llamó "el santo de todo el mundo", porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes.

Llamado "Doctor Evangélico". Escribió sermones para todas las fiestas del año

"El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree" -San Antonio

 "Era poderoso en obras y en palabras.  Su cuerpo habitaba esta tierra pero su alma vivía en el cielo" -un biógrafo de ese tiempo.  

Patrón de mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros. Se le invoca por los objetos perdidos y para pedir un buen esposo/a.  Es verdaderamente extraordinaria su intercesión.

Vino al mundo en el año 1195 y se llamó Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nombre que cambió por el de Antonio al ingresar en la orden de Frailes Menores, por la devoción al gran patriarca de los monjes y patrones titulares de la capilla en que recibió el hábito franciscano. Sus padres, jóvenes miembros de la nobleza de Portugal, dejaron que los clérigos de la Catedral de Lisboa se encargaran de impartir los primeros conocimientos al niño, pero cuando éste llegó a la edad de quince años, fue puesto al cuidado de los canónigos regulares de San Agustín, que tenían su casa cerca de la ciudad. Dos años después, obtuvo permiso para ser trasladado al priorato de Coimbra, por entonces capital de Portugal, a fin de evitar las distracciones que le causaban las constantes visitas de sus amistades.  

No le faltaron las pruebas. En la juventud fue atacado duramente por las pasiones sensuales. Pero no se dejó vencer y con la ayuda de Dios las dominó. El se fortalecía visitando al Stmo. Sacramento. Además desde niño se había consagrado a la Stma. Virgen y a Ella encomendaba su pureza.  

Una vez en Coimbra, se dedicó por entero a la plegaria y el estudio; gracias a su extraordinaria memoria retentiva, llegó a adquirir, en poco tiempo, los más amplios conocimientos sobre la Biblia. En el año de 1220, el rey Don Pedro de Portugal regresó de una expedición a Marruecos y trajo consigo las reliquias de los santos frailes-franciscanos que, poco tiempo antes habían obtenido allá un glorioso martirio. Fernando que por entonces había pasado ocho años en Coimbra, se sintió profundamente conmovido a la vista de aquellas reliquias y nació en lo íntimo de su corazón el anhelo de dar la vida por Cristo. 

Poco después, algunos frailes franciscanos llegaron a hospedarse en el convento de la Santa Cruz, donde estaba Fernando; éste les abrió su corazón y fue tan empeñosa su insistencia, que a principio de 1221, se le admitió en la orden. Casi inmediatamente después, se le autorizó para embarcar hacia Marruecos a fin de predicar el Evangelio a los moros. Pero no bien llegó a aquellas tierras donde pensaba conquistar la gloria, cuando fue atacado por una grave enfermedad (hidropesía),que le dejó postrado e incapacitado durante varios meses y, a fin de cuentas, fue necesario devolverlo a Europa. La nave en que se embarcó, empujada por fuertes vientos, se desvió y fue a parar en Messina, la capital de Sicilia.  Con grandes penalidades, viajó desde la isla a la ciudad de Asís donde, según le habían informado sus hermanos en Sicilia, iba a llevarse a cabo un capítulo general. Aquella fue la gran asamblea de 1221, el último de los capítulos que admitió la participación de todos los miembros de la orden; estuvo presidido por el hermano Elías como vicario general y San Francisco, sentado a sus pies, estaba presente.  Indudablemente que aquella reunión impresionó hondamente al joven fraile portugués. Tras la clausura, los hermanos regresaron a los puestos que se les habían señalado, y Antonio fue a hacerse cargo de la solitaria ermita de San Paolo, cerca de Forli.  Hasta ahora se discute el punto de si, por aquel entonces, Antonio era o no sacerdote; pero lo cierto es que nadie ha puesto en tela de juicio los extraordinarios dones intelectuales y espirituales del joven y enfermizo fraile que nunca hablaba de sí mismo. Cuando no se le veía entregado a la oración en la capilla o en la cueva donde vivía, estaba al servicio de los otros frailes, ocupado sobre todo en la limpieza de los platos y cacharros, después del almuerzo comunal.

Mas no estaban destinadas a permanecer ocultas las claras luces de su intelecto. Sucedió que al celebrarse una ordenación en Forli, los candidatos franciscanos y dominicos se reunieron en el convento de los Frailes Menores de aquella ciudad. Seguramente a causa de algún malentendido, ninguno de los dominicos había acudido ya preparado a pronunciar la acostumbrada alocución durante la ceremonia y, como ninguno de los franciscanos se sentía capaz de llenar la brecha, se ordenó a San Antonio, ahí presente, que fuese a hablar y que dijese lo que el Espíritu Santo le inspirara. El joven obedeció sin chistar y, desde que abrió la boca hasta que terminó su improvisado discurso, todos los presentes le escucharon como arrobados, embargados por la emoción y por el asombro, a causa de la elocuencia, el fervor y la sabiduría de que hizo gala el orador. En cuanto el ministro provincial tuvo noticias sobre los talentos desplegados por el joven fraile portugués, lo mandó llamar a su solitaria ermita y lo envió a predicar a varias partes de la Romagna, una región que, por entonces, abarcaba toda la Lombardía.  En un momento, Antonio pasó de la oscuridad a la luz de la fama y obtuvo, sobre todo, resonantes éxitos en la conversión de los herejes, que abundaban en el norte de Italia, y que, en muchos casos, eran hombres de cierta posición y educación, a los que se podía llegar con argumentos razonables y ejemplos tomados de las Sagradas Escrituras.

En una ocasión, cuando los herejes de Rímini le impedían al pueblo acudir a sus sermones, San Antonio se fue a la orilla del mar y empezó a gritar:  "Oigan la palabra de Dios, Uds. los pececillos del mar, ya que los pecadores de la tierra no la quieren escuchar".  A su llamado acudieron miles y miles de peces que sacudían la cabeza en señal de aprobación.  Aquel milagro se conoció y conmovió a la ciudad, por lo que los herejes tuvieron que ceder.

A pesar de estar muy enfermo de hidropesía, San Antonio predicaba los 40 días de cuaresma. La gente presionaba para tocarlo y le arrancaban pedazos del hábito, hasta el punto que hacía falta designar un grupo de hombres para protegerlo después de los sermones.  

Además de la misión de predicador, se le dio el cargo de lector en teología entre sus hermanos.  Aquella fue la primera vez que un miembro de la Orden Franciscana cumplía con aquella función.  En una carta que, por lo general, se considera como perteneciente a San Francisco, se confirma este nombramiento con las siguientes palabras: "Al muy amado hermano Antonio, el hermano Francisco le saluda en Jesucristo. Me complace en extremo que seas tú el que lea la sagrada teología a los frailes, siempre que esos estudios no afecten al santo espíritu de plegaria y devoción que está de acuerdo con nuestra regla". Sin embargo, se advirtió cada vez con mayor claridad que, la verdadera misión del hermano Antonio estaba en el púlpito. Por cierto que poseía todas las cualidades del predicador: ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión, un ardiente celo por el bien de las almas y una voz sonora y bien timbrada que llegaba muy lejos.  Por otra parte, se afirmaba que estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta estatura y con cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad extraordinariamente atractiva, casi magnética. A veces, bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; parecía que de su persona irradiaba la santidad. A donde quiera que iba, las gentes le seguían en tropel para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos, los indiferentes y los herejes, pidiesen confesión. Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres salieron antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para conseguir un lugar cerca del púlpito. Con frecuencia, las iglesias eran insuficiente para contener a los enormes auditorios y, para que nadie dejara de oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados. Poco después de la muerte de San Francisco, el hermano Antonio fue llamado, probablemente con la intención de nombrarle ministro provincial de la Emilia o la Romagna. En relación con la actitud que asumió el santo en las disensiones que surgieron en el seno de la orden, los historiadores modernos no dan crédito a la leyenda de que fue Antonio quien encabezó el movimiento de oposición al hermano Elías y a cualquier desviación de la regla original; esos historiadores señalan que el propio puesto de lector en teología, creado para él, era ya una innovación. Más bien parece que, en aquella ocasión, el santo actuó como un enviado del capítulo general de 1226 ante el Papa, Gregorio IX, para exponerle las cuestiones que hubiesen surgido, a fin de que el Pontífice manifestara su decisión. En aquella oportunidad, Antonio obtuvo del Papa la autorización para dejar su puesto de lector y dedicarse exclusivamente a la predicación. El Pontífice tenía una elevada opinión sobre el hermano Antonio, a quien cierta vez llamó "el Arca de los Testamentos", por los extraordinarios conocimientos que tenía de las Sagradas Escrituras.

 Desde aquel momento, el lugar de residencia de San Antonio fue Padua, una ciudad donde anteriormente había trabajado, donde todos le amaban y veneraban y donde, en mayor grado que en cualquier otra parte, tuvo el privilegio de ver los abundantísimos frutos de su ministerio.  Porque no solamente escuchaban sus sermones multitudes enormes, sino que éstos obtuvieron una muy amplia y general reforma de conducta. Las ancestrales disputas familiares se arreglaron definitivamente, los prisioneros quedaron en libertad y muchos de los que habían obtenido ganancias ilícitas las restituyeron, a veces en público, dejando títulos y dineros a los pies de San Antonio, para que éste los devolviera a sus legítimos dueños. Para beneficio de los pobres, denunció y combatió el muy ampliamente practicado vicio de la usura y luchó para que las autoridades aprobasen la ley que eximía de la pena de prisión a los deudores que se manifestasen dispuestos a desprenderse de sus posesiones para pagar a sus acreedores.  Se dice que también se enfrentó abiertamente con el violento duque Eccelino para exigirle que dejase en libertad a ciertos ciudadanos de Verona que el duque había encarcelado. A pesar de que no consiguió realizar sus propósitos en favor de los presos, su actitud nos demuestra el respeto y la veneración de que gozaba, ya que se afirma que el duque le escuchó con paciencia y se le permitió partir, sin que nadie le molestara.

Después de predicar una serie de sermones durante la primavera de 1231, la salud de San Antonio comenzó a ceder y se retiró a descansar, con otros dos frailes, a los bosques de Camposampiero.  Bien pronto se dio cuenta de que sus días estaban contados y entonces pidió que le llevasen a Padua. No llegó vivo más que a los aledaños de la ciudad.  El 13 de junio de 1231, en la habitación particular del capellán de las Clarisas Pobres de Arcella recibió los últimos sacramentos. Entonó un canto a la Stma. Virgen y sonriendo dijo:  "Veo venir a Nuestro Señor" y murió.  Era el 13 de junio de 1231.  La gente recorría las calles diciendo: "¡Ha muerto un santo! ¡Ha muerto un santo!.Al morir tenía tan sólo treinta y cinco años de edad.  Durante sus funerales se produjeron extraordinarias demostraciones de la honda veneración que se le tenía.  Los paduanos han considerado siempre sus reliquias como el tesoro más preciado. 

San Antonio fue canonizado antes de que hubiese transcurrido un año de su muerte; en esa ocasión, el Papa Gregorio IX pronunció la antífona "O doctor optime" en su honor y, de esta manera, se anticipó en siete siglos a la fecha del año 1946, cuando el Papa Pío XII declaró a San Antonio "Doctor de la Iglesia".

Se le llama el "Milagroso San Antonio" por ser interminable lista de favores y beneficios que ha obtenido del cielo para sus devotos, desde el momento de su muerte.  Uno de los milagros mas famosos de su vida es el de la mula: Quiso uno retarle a San Antonio a que probase con un milagro que Jesús está en la Santa Hostia. El hombre dejó a su mula tres días sin comer, y luego cuando la trajo a la puerta del templo le presentó un bulto de pasto fresco y al otro lado a San Antonio con una Santa Hostia.  La mula dejó el pasto y se fue ante la Santa Hostia y se arrodilló.

Iconografía: Por regla general, a partir del siglo XVII, se ha representado a San Antonio con el Niño Jesús en los brazos; ello se debe a un suceso que tuvo mucha difusión y que ocurrió cuando San Antonio estaba de visita en la casa de un amigo. En un momento dado, éste se asomó por la ventana y vio al santo que contemplaba, arrobado, a un niño hermosísimo y resplandeciente que sostenía en sus brazos.  En las representaciones anteriores al siglo XVII aparece San Antonio sin otro distintivo que un libro, símbolo de su sabiduría respecto a las Sagradas Escrituras.  En ocasiones se le representó con un lirio en las manos y también junto a una mula que, según la leyenda, se arrodilló ante el Santísimo Sacramento que mostraba el santo; la actitud de la mula fue el motivo para que su dueño, un campesino escéptico, creyese en la presencia real. 

San Antonio es el patrón de los pobres y, ciertas limosnas especiales que se dan para obtener su intercesión, se llama "pan de San Antonio"; esta tradición comenzó a practicarse en 1890.  No hay ninguna explicación satisfactoria sobre el motivo por el que se le invoca para encontrar los objetos perdidos, pero es muy posible que esa devoción esté relacionada con un suceso que se relata entre los milagros, en la "Chronica XXIV Generalium" (No. 21):  un novicio huyó del convento y se llevó un valioso salterio que utilizaba San Antonio; el santo oró para que fuese recuperado su libro y, al instante, el novicio fugitivo se vio ante una aparición terrible y amenazante que lo obligó a regresar al convento y devolver el libro.

En Padua hay una magnífica basílica donde se veneran sus restos mortales.


BIBLIOGRAFÍA

Butler, Vida de los Santos.
Salesman, P. Eliécer,  Vidas de los Santos.
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día

Santo Evangelio 13 de Junio de 2013




Día litúrgico: Jueves X del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 5,20-26): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. 

»Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.

»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».





Comentario: P. Julio César RAMOS González SDB (Mendoza, Argentina)

Si vuestra justicia no es mayor (...) no entraréis en el Reino de los Cielos

Hoy, Jesús nos invita a ir más allá de lo que puede vivir cualquier mero cumplidor de la ley. Aún, sin caer en la concreción de malas acciones, muchas veces la costumbre endurece el deseo de la búsqueda de la santidad, amoldándonos acomodaticiamente a la rutina del comportarse bien, y nada más. San Juan Bosco solía repetir: «Lo bueno, es enemigo de lo óptimo». Allí es donde nos llega la Palabra del Maestro, que nos invita a hacer cosas “mayores” (cf. Mt 5,20), que parten de una actitud distinta. Cosas mayores que, paradójicamente, pasan por las menores, por las más pequeñas. Encolerizarse, menospreciar y renegar del hermano no son adecuadas para el discípulo del Reino, que ha sido llamado a ser —nada más y nada menos— que sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16), desde la vigencia de las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12).

Jesús, con autoridad, cambia la interpretación del precepto negativo “No matar” (cf. Ex 20,13) por la interpretación positiva de la profunda y radical exigencia de la reconciliación, puesta —para mayor énfasis— en relación con el culto. Así, no hay ofrenda que sirva cuando «te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti» (Mt 5,23). Por eso, importa arreglar cualquier pleito, porque de lo contrario la invalidez de la ofrenda se volverá contra ti (cf. Mt 5,26).

Todo esto, sólo lo puede movilizar un gran amor. Nos dirá san Pablo: «En efecto lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rom 13,9-10). Pidamos ser renovados en el don de la caridad —hasta el mínimo detalle— para con el prójimo, y nuestra vida será la mejor y más auténtica ofrenda a Dios.

Acoge a María en tu casa



Acoge a María en tu casa

Padre Tomás Rodríguez Carbajo  



. La hospitalidad es una virtud muy arraigada en algunos pueblos, y no porque abunden en medios materiales para deslumbrar con sus riquezas, sino sencillamente, porque tienen un corazón grande, abierto a todo aquel que lo necesita.

. La presencia de María, la llena de gracia, siempre deja una buena estela a su paso. ¿Qué sucedió en casa de su parienta Isabel: Todos los de la casa se beneficiaron, pues, María no iba sola, llevaba al Salvador:

- Juan salta de gozo en el seno materno, es santificado por la presencia de Jesús, que llegó a él por María, quien lo lleva en su seno.
- Isabel quedó llena del Espíritu Santo y experimentó que María era la Madre del Salvador y como tal la proclamó.
- Zacarías recupera el habla.

. Ante este torrente de gracias que el Señor les dispensa, Isabel reconoce que no se las merece y que gracias a María las recibe, por eso exclama: "¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme?" (Lc. 1, 43). 

. Los de Belén no le dieron posada (Lc. 2, 7). ¡De cuánto se vieron privados!. ¡Tantos años esperando la llegada del Mesías y dejan pasar aquella única oportunidad!. Las Escrituras lo decían, se cumplían las 70 semanas anunciadas por el profeta Daniel y en Belén de Judá nacería el Esperado. Los habitantes de Belén no descubrieron en María gestante a la Madre del Salvador ¿Qué idea se habían formado?. Por el comportamiento, que tuvieron, no se esperaban aquella visita llegada de manera insospechada.

. Hacía unas semanas que Jesús se había marchado, María se había quedado sola, había comenzado a saborear una de las más hondas soledades, debido al vacío dejado por aquel Hijo. En Caná se encontraron Madre e Hijo, no parece que llegasen juntos, pues, de María se dice que estaba allí, y después llegó Jesús con sus discípulos. María debió de sentirse encantada de ayudar en el trajín de la boda, conocedora de que el vino se había terminado, busca poner remedio a aquella situación tan dramática para los recién casados. Ve la solución en Jesús, acude a El y le expone la necesidad: "No tienen vino" (Jn. 2, 3), de esa manera pide con la confianza de que lo resolverá. ¡Cuánto ganaron aquellos nuevos esposos por haber invitado a María a su casa!. Se libraron del bochorno social de no tener vino en una fiesta tan señalada. El Evangelio habla expresamente de "vino de boda", porque las familias pobres iban guardando vino para ese día, a veces durante años. En aquella ocasión María consigue el primer milagro para aquellos recién casados.

. Cuando Jesús va a morir confía a Juan el cuidado de su Madre, éste desde aquella hora la acogió en su casa (Jn. 19, 27). Jesús nos había dado a su Madre para nosotros, representados en Juan. Todo discípulo que la acoge llega a Jesús, pues, Ella nos ha hecho una sola recomendación: "Haced lo que El os diga" (Jn. 2, 5). Estando con María en nuestra casa:

- Llegaremos siempre a Jesús.
- Profundizaremos en su amor.

Amor al Sagrado Corazón de Jesús



Amor al Sagrado Corazón de Jesús

Salvación del mundo, gloria de Cristo, Hijo único y gloria del Padre: otras tantas expresiones que señalan la irradiación triunfante de la caridad divina. El verbo de la bondad divina se ha hecho corazón humano para salvar a los hombres inhumanos (por ser pecadores), revelándoles el corazón del Padre. El corazón del redentor simboliza y expresa su amor misericordioso hacia nosotros, porque significa la caridad sobrenatural y recíproca, que difunde, por medio de su Espíritu, en nuestros corazones. Dándonos el amarnos los unos a los otros es como nos salva. Pero esta caridad recíproca está polarizada por el ejercicio del primer mandamiento. Amamos a los hombres por amor del hombre Jesús, Hijo de Dios. El segundo mandamiento está finalizado totalmente por el primero, que es mayor (cf. Mt 22, 38). Y este primer mandamiento se refiere inseparablemente al amor debido al Hijo y al Padre, que son uno (Jn 10, 30) en el Espíritu. El que me ama, ama al Padre (cf. Jn 14, 9).

De este modo la caridad salvífica del hombre sigue el orden paralelamente inverso al de Dios: sube hasta el Padre por medio del Hijo y los miembros del Hijo. Lo primero que el amor redentor descendió del Padre por medio del Hijo hacia los hombres.

Es en la encrucijada de esta ascensión y de este descenso donde está el corazón traspasado del Señor. Quiere Él que amemos a los hombres por amor suyo y del Padre (cf. Jn 8, 42; 14, 21). Se presenta a sí mismo como el modelo de este triple amor. ¿No es acaso el primero que nos ha amado como Él se amó a sí mismo por amor del Padre? Si nos ordena: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22, 39), ¿no se trata de una forma de pedirnos que le imitemos? Nadie nunca amó a su prójimo como Jesús lo ha hecho. Y ¿no le ha amado Él como Él se amaba a Sí mismo, como Él amaba a su humanidad santa por amor del Padre?

El amor del corazón de jesús a los demás está polarizado por su amor totalmente desintereso de sí mismo, orientado hacia el Padre. Él es el Hijo único, que está a la vez hacia y en seno del Padre, del que Él nace eternamente.

Y este triple amor que “estructura” el corazón del Hombre-Dios corresponde a la triple finalidad de su ser teándrico. El vino para que los hombres se salven amándole; para su propia gloria que no es más que la irradiación de su amor; alabanza de la gloria del Padre, que es Amor (Jn 14, 21; Ef I, 6. 12; I Jn 4,8).

El mundo se ordena al corazón herido de Cristo redentor, Hijo bienamado que se insertó en la humanidad para gloria del Amor paterno. De este modo se presenta la primacía ontológica absoluta del Verbo divina hecho corazón humano.

Existiendo para amar a sus hermanos, y sobre todo para ser amado por ellos, el corazón del Cordero ofrece al Padre este doble amor, y ama de este modo a su Padre con un amor creado de valor infinito, puesto que lo asume su amor increado de Hijo único y eterno.

Fue intuición genial de Duns Escoto el haber comprendido nítidamente (aunque torpemente, con tal vez inconscientes connotaciones nestorianas) el valor supremo glorificador de un amor finito y creado, hipostáticamente asumido por un amor infinito. El Hijo único ama a su Padre no solamente con un amor eterno e increado recibido de Él e insuflando con Él el Amor personal que es el Espíritu, sino también con un amor creado; una caridad infusa y volitiva que nunca ha cesado desde el primer instante de su inhumación y que no cesara jamás; e incluso una caridad infusa y sensible, interrumpida entre el viernes santo y la resurrección para abrazar sin fin, a partir de este momento, su corazón humano y glorificado.

Este doble amor infuso, sensible y volitivo, creado, y asumido por el Amor increado del Hijo único, ofrece sin cesar al Padre, fuente última de todo amor, la dilección divinizada de sus hermanos en humanidad, a la que confiere de este modo un valor, en cierto sentido infinito. Todas las caridades creadas, todo el amor vertido por el Espíritu del Hijo en los corazones de los hombres en el curso de toda la historia humana, son asumidos con esta historia universal por el Hijo único y bienamado, y ofrecidas por Él al Padre en unión de su triple amor teándrico, lo que explica su inefable e incomparable valor.

El corazón traspasado y glorificado del Redentor aparece, pues, ineluctablemente como la llave de la historia universal, que es, ante todo y sobre todo, la historia de la caridad. El corazón del Mediador es el alfa y la omega del universo. ¿No era esto lo presentaba, con cierta oscura claridad el gran teólogo de la Encarnación, San Máximo Confesor, en sus admirables consideraciones sobre el adán cósmico, hombre total?

“Cristo es el gran misterio escondido, la finalidad bienaventurada y la meta por la que todo fue creado… La mirada fija sobre este fin Dios llama a todas las cosas a la existencia. Este fin es el límite en el que las creaturas realizan su vuelta a Dios… Todos los eones han recibido en Cristo su principio y su fin. Esta síntesis estaba ya premeditada con todos los eones: síntesis del límite con el infinito, del Creador con la criatura, del reposo con el movimiento. En la plenitud de los tiempos, esta fue síntesis visible en Cristo, aportando la realización de los proyectos de Dios Cristo unió la naturaleza creada a la naturaleza increada en el amor. ¡Oh maravilla de la amistad y ternura divina hacia nosotros!”

A la luz del corazón del Cordero inmolado y triunfante, y del Cordero Pantocrátor, entrevemos la posibilidad, ya en parte realizada, de una síntesis fecunda de los puntos de vista correctos mantenidos hasta ahora por las diferentes escuelas teológicas. Síntesis eminentemente conforme a los puntos de vista metodológicos de los Doctores Angélico y Sutil: “debemos amar las dos vertientes, a aquellos cuyas ideas seguimos, puesto que ambos nos ayudan a descubrir la verdad. Por lo mismo, es justo dar las gracias a todos”.

Esta síntesis  cree poder afirmar, por medio de una profundización del dato bíblico y patrístico, la primacía absoluta y universal del corazón del Cordero redentor. Ella subraya tanto más el carácter último de Jesucristo, alfa que se hace omega, siendo el Mediador por excelencia y ejerciendo incesantemente su trascendente mediación.

Digamos más: la Iglesia, conociendo y reconociendo siempre la primacía absoluta del corazón del Cordero, coopera a su misión invisible y visible recibida del Padre; por su esposa, el alfa se hace omega, el primera se hace último, y el que era eternamente en el seno del Padre, se hace siempre más Aquel que está en el corazón de la tierra y aquel que viene sobre las nubes del cielo; aquel que es el Pantocrátor, el Todopoderoso (Cf. Ap, 22, 12; 1, 8. 17).

Progresando en la proclamación, cada vez más intensa de la primacía del Cordero, la Iglesia se hace cada vez más su Esposa fiel y fecunda. De este modo, bajo la acción y el soplo del Espíritu, dice constantemente a Aquel que es su templo y su antorcha: ¡Ven! (Cf. Ap 21, 22-23; 22, 17).

Bertrand de Margerie S.J.
Transcrito por José Gálvez Krüger para Aci Prensa

Santa Aquilina mártir.- 13 de junio


13 de junio  Santa Aquilina
mártir


Autor: P. Felipe Santos


Etimológicamente significa “águila, sin labio”. Viene de la lengua griega.

Cuando la sencillez va de par con el espíritu de infancia, tu corazón se humaniza. Brecha luminosa en tu camino, tu canto se eleva a Dios: "Tú que das de comer a pájaros y haces crecer los lirios del campo, concédenos alegrarnos con lo que tú nos colmas, y que esto nos baste".

Aquilina. Los emperadores romanos no sabían a ciencia cierta qué hacer con esta fuerza pujante del cristianismo. No podían ni soñar que cuantos más morían, más cristianos surgían dentro de su imperio.

Era para ellos la principal preocupación. Fue el caso de esta niña inocente llamada Aquilina.

Había nacido en Biblis de Palestina, Asia Menor. Por suerte para ella, unos misioneros abanderados del Resucitado, pasaban por allá.

Ella, al verlos, les dijo que estaba preparada para recibir el bautismo porque amaba mucho a Jesús.

Los misioneros escucharon su petición. La bautizaron. Apenas se hubo hecho cristiana, s entregó a ayudar a la gente resplandeciendo ante todos, a pesar de su edad, por su pureza y candidez.

Pero la persecución se notaba ya en el ambiente. Iba a empezar en seguida.

El emperador, enterado por su policía deque había una chica cristiana, que era una joya, mandó que la llevasen ante su presencia.

Y la historia se repite. La condujeron a los dioses para que ofreciera sacrificios.

Ella se negó en rotundo. Entonces, sin entrañas ni amor, mandó que la degollaran. Era el 13 de junio del año 304.

12 jun 2013

Santo Evangelio 12 de Junio de 2013



Día litúrgico: Miércoles X del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».



Comentario: Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)
No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento



Hoy escuchamos del Señor: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; (...), sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17). En el Evangelio de hoy, Jesús enseña que el Antiguo Testamento es parte de la Revelación divina: Dios primeramente se dio a conocer a los hombres mediante los profetas. El Pueblo escogido se reunía los sábados en la sinagoga para escuchar la Palabra de Dios. Así como un buen israelita conocía las Escrituras y las ponía en práctica, a los cristianos nos conviene la meditación frecuente —diaria, si fuera posible— de las Escrituras.

En Jesús tenemos la plenitud de la Revelación. Él es el Verbo, la Palabra de Dios, que se ha hecho hombre (cf. Jn 1,14), que viene a nosotros para darnos a conocer quién es Dios y cómo nos ama. Dios espera del hombre una respuesta de amor, manifestada en el cumplimiento de sus enseñanzas: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15).

Del texto del Evangelio de hoy encontramos una buena explicación en la Primera Carta de san Juan: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados» (1Jn 5,3). Guardar los mandamientos de Dios garantiza que le amamos con obras y de verdad. El amor no es sólo un sentimiento, sino que —a la vez— pide obras, obras de amor, vivir el doble precepto de la caridad.

Jesús nos enseña la malicia del escándalo: «El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). Porque —como dice san Juan— «quien dice: ‘Yo le conozco’ y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él» (1Jn 2,4).

A la vez enseña la importancia del buen ejemplo: «El que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). El buen ejemplo es el primer elemento del apostolado cristiano.

Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera



Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera

¿Tú, Cristo, eres capaz de llenar de alegría mi vida, de gozo mi corazón, de ilusión mi caminar ? 
Autor: P. Juan P. Ferrer | Fuente: Catholic.net


Los hombres de todos los tiempos se han preguntado una y otra vez por la felicidad, aunque tal vez nunca comprendieran qué es realmente eso de la felicidad. Y se han dedicado siempre a buscarla por todos los conductos y todos los medios. Han elaborado teorías tan variopintas que entre unas y otras se dan profundas contradicciones. Y, siempre al final, se tiene la impresión de que no se acaba de acertar: ni la vida fácil, ni el estudio de la filosofía, ni el dinero, ni la fama, ni el progreso, ni muchas otras cosas son capaces de llenar el corazón infinito del hombre. Por ello, es que muchos seres humanos al vuelto los ojos hacia la figura de Cristo y le han preguntado si él puede de veras llenar el corazón humano de paz y de gozo. Hoy se lo queremos preguntar nosotros.

¿Eres tú, Cristo, lo que el hombre de hoy y de siempre espera? Todos sabemos por la historia que Jesús era un hombre excepcional, pero eso no basta para llenar el corazón humano. Juan Bautista envió a Cristo una legación para preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? (Mt 11,3). Éste es el interrogante que siempre se plantea el ser humano. Cristo responde afirmativamente a la pregunta de Juan Bautista, explayándose sobre sus propias obras que constituyen la prueba ineludible de los tiempos mesiánicos. Él, por tanto, afirma que es lo que el hombre de antaño, de hoy, y de mañana ha esperado, espera y esperará.

¿Tú, Cristo, puedes llenar siempre el corazón humano, infinito por su propia capacidad? Jesús no sólo fue un hombre perfecto, sino que era por antonomasia Dios Perfecto. En su condición de Dios, Jesús puede garantizarnos a los seres humanos su capacidad infinita en el tiempo y en la eternidad de llenar el corazón humano.

¿Quién en esta vida nos puede asegurar que nos querrá siempre? ¿Qué en esta vida nos podrá certificar que nos agradará siempre? ¿Qué en esta vida nos podrá vender la mentira de que siempre nos llenará de satisfacción? Todo, y todo lo que no sea Dios, es caduco, no podrá nunca asegurarnos un estado de felicidad infinita. Basta ver cómo se derrumban las esperanzas que tantos seres humanos han construido esperándolo todo de ellas. Sólo Cristo permanece.

Finalmente, ¿Tú, Cristo, eres capaz de llenar de alegría mi vida, de gozo mi corazón, de ilusión mi caminar con ese Evangelio en donde sólo los pobres, los mansos, los misericordiosos, los perseguidos van a ser felices? Y Cristo nos asegura que sí, que Él es capaz de llenar nuestras vidas con todo esto que el mundo desprecia y rechaza, porque los bienaventurados del mundo moderno son los poderosos, los dominadores, los ricos, los vengativos, los iracundos, los reconocidos, los que ríen. Es tremendo ver cómo se puede concebir de forma tan distinta la felicidad, pero ya la historia va dando de sobra la razón al Evangelio. Porque del Evangelio han salido los hombres felices, en paz, llenos de ilusión y esperanza. De las teorías del mundo moderno han salido las depresiones, las ansiedades, las angustias, la tristeza.

En conclusión, aceptemos a Cristo con ilusión, como la esperanza que se coloca por encima de cualquier otra esperanza, como la promesa que hace realidad lo más apetecido por el ser humano, como la certeza de un futuro lleno de sentido y de gozo. Cristo, Hijo de Dios, Perfecto Dios y Perfecto Hombre es la medida del corazón humano.

San Onofre, Ermitaño.- 12 de Octubre

12 de junio

San Onofre
Ermitaño

Autor: Archidiócesis de Madrid

Si no lo hubiera encontrado el abad san Panufcio, ya moribundo, y no hubiera escrito su vida es seguro que no conoceríamos a este personaje originalísimo. Es un ermitaño, morador de una cueva del desierto egipcio de la Tebaida.

Allí mismo donde la civilización faraónica había florecido siglos antes, ahora, en las primeras centurias del cristianismo, los monjes pueblan el despoblado y viven en solitario su intensa experiencia interior y espiritual.

A nuestra sociedad lo profundo le sabe a raro y los compromisos definitivos o las decisiones comprometedoras de por vida no están de moda. Onofre, sin embargo, nos ofrece un testimonio admirable de profundidad interior capaz de abarcar todo su paso por la tierra.

Se dedicó a la oración y, después de orar, a dar buen consejo a quien se lo requería. ¿Nada más? Y... nada menos: dejar que el alma rebose amor de Dios para que otros puedan descubrirlo y amarlo; dejarse afectar desde el centro de la propia personalidad por la Gracia y contagiarla a otros como la gran curación, la gran salud, la gran salvación.

Si en la Iglesia no existieran estos absolutos testimonios del Absoluto, todo sería aún más relativo de lo que es. 

¡Estaríamos buenos!

Gracias, san Onofre, por liberarnos de relativismos estériles con tu testimonio. 

11 jun 2013

Santo Evangelio 11 de Junio de 2013



Autor: Xavier Caballero | Fuente: Catholic.net
Ustedes son la luz del mundo
Mateo 5, 13-16. Tiempo Ordinario. Quien verdaderamente se ha encontrado con Jesús, no puede callar.


Del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16 

«Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. 

Oración introductoria 

Dios mío, me has llamado a la santidad. Ilumina mi mente y mi corazón en esta oración para descubrir dónde se encuentra la verdadera felicidad, sólo ésta quiero desear y no las burdas imitaciones que me ofrece el mundo. 

Petición 

Señor, te pido que deje entrar tu luz a mi conciencia para ser sal que ilumine y dé sabor a la vida de los demás. 

Meditación del Papa 

La verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad. No debemos atraer a los estudiantes a nosotros mismos, sino encaminarlos hacia esa verdad que todos buscamos. A esto os ayudará el Señor, que os propone ser sencillos y eficaces como la sal, o como la lámpara, que da luz sin hacer ruido. Todo esto nos invita a volver siempre la mirada a Cristo, en cuyo rostro resplandece la Verdad que nos ilumina, pero que también es el Camino que lleva a la plenitud perdurable, siendo Caminante junto a nosotros y sosteniéndonos con su amor. Arraigados en Él, seréis buenos guías de nuestros jóvenes. Con esa esperanza, os pongo bajo el amparo de la Virgen María, Trono de la Sabiduría, para que Ella os haga colaboradores de su Hijo con una vida colmada de sentido para vosotros mismos y fecunda en frutos, tanto de conocimiento como de fe. Benedicto XVI, 19 de agosto de 2011. 

Reflexión 

Esos a quienes llamamos santos lograron la nota más alta en su vida porque se dedicaron a servir. Porque se entregaron sin límites a sus hermanos. La alegría del cristiano es una alegría verdadera, profunda que está llamada a ser sal de la tierra. No puede quedarse oculta. Siendo lo que es, debe calar y debe motivarnos a transmitirla, a darla a conocer a los demás. Está felicidad se halla en el encuentro personal con Cristo. Sí, antes de salir a predicar, los santos se encontraron con Jesús. Por ello, tan sólo les bastaba una sonrisa para trasmitir a Dios, lo irradiaban, estaban rebosantes de Él. 

Cuentan que un día, san Francisco de Asís le pidió a uno de los frailes cofundadores que se preparara para salir a predicar con él. Salieron y estuvieron caminando y dando vueltas por todo Asís, durante una hora y media. En un cierto momento, el fraile que lo acompañaba le preguntó a san Francisco: “Padre Francisco, usted me dijo que saldríamos a predicar. Hasta ahora, sólo hemos caminado y recorrido todo el pueblo”. San Francisco le respondió: “Hermano, llevamos una hora y media de predicación. No hay mejor predicación que la sonrisa y el testimonio de una vida auténticamente cristiana”. 

Ojalá que también nosotros prediquemos el mensaje de la felicidad, de la sonrisa, de la plenitud cristiana. Que seamos sal y luz para nuestros familiares y amigos. Quien verdaderamente se ha encontrado con Jesús no puede callar, no puede encerrarse en sí mismo, debe compartirlo con todo el mundo. 

Propósito 

Ser el primero en disculparme u ofrecer una solución en alguna discusión que se presente. 

Diálogo con Cristo 

Jesús, me llamas a ser la sal y la luz para los demás, esto implica que mi testimonio de vida, palabras y acciones deben ser un reflejo de tu amor, de tu misericordia infinita. Tu gracia es la fuente para la felicidad. Ayúdame, Señor, a guiarme en todo por el Espíritu Santo, para que Él sea quien edifique, en mí, al auténtico testigo de tu amor. 


La gente que ama mucho sonríe fácilmente, porque la sonrisa es, ante todo, una gran fidelidad a sí mismo. Y atención porque se habla de sonrisa y no de risa. "Mayor felicidad hay en dar que en recibir" (Hch 20, 35). 



Nuestra Señora del Amor



Nuestra Señora del Amor

Camilo Valverde Mudarra

 
Son muchos los que rezan y tienen a María, como madre del Amor. Del amor más bello. Nuestra Señora del amor hermoso. Pues, por su Hijo, y a semejanza suya, ha sido la criatura que, con más y mejor ahínco, ha sabido amar. Jesús amó hasta el extremo más inmenso, hasta dar su vida por nosotros; nos amó hasta la muerte y ésta, de cruz. Y María nos dio, hasta el último momento de su vida, la lección suprema del amor inmolado. El amor es donación y servicio, entrega total. Y así fue su vida, entrega total, regalo e inmolación a los demás.

Es aleccionante ver como hace de su vida un acto de amor continuo; al saber que su pariente Isabel, en su ancianidad, iba a tener un hijo, el Precursor de Aquel que llevaba en su seno, correr presurosa a prestar su ayuda; el Evangelio cuenta que salió muy deprisa, olvidándose de sí misma, en lugar de quedarse ensimismada tras el anuncio del ángel, dando gracias a Dios por su primera comunión, la primera del mundo. Es la primera lección que nos da a sus hijos; centra su enseñanza en que el bien, que hay hacerlo con prontitud, muy deprisa; enseña que Dios quiere amor, no liturgia, que Dios no quiere que los hombres suplamos nuestra carencia de amor con un culto farisaico y engañoso. La vida auténticamente religiosa debe expresarse en la atención cuidadosa a los hombres, pues la norma suprema del hombre, más si es religioso, no puede ser otra que el amor. Un amor sin límites, pues la medida del amor es amar sin medida. Amar a todo el mundo hasta olvidarse de uno mismo. El amor bien entendido comienza por los demás y termina por uno mismo. Amor sin ley, pues la única ley del amor es el amor mismo, hacer siempre lo que el amor demanda, pues obrando bajo el imperativo del amor, no habrá posibilidad de equivocarse nunca, ya que Dios, Grandeza Infinita, es amor, "el amor", y por tanto, cuando nos dejamos llevar por el amor, estamos siendo llevados por Dios.

María, por ese amor, fue llevada siempre. En lealtad absoluta, pues la lealtad pertenece a la esencia del amor. Amor es la palabra que define exactamente toda su realidad, todo su ser. La que más ha amado a Dios y a los hombres. La más amada por Dios; la eternamente amada en el Amado. La criatura que debe ser más amada por los hijos y las hijas del Amado. Ella enseña que la vida humana ni puede ni debe ser otra cosa que una relación de amor. Como relata el Cantar de los Cantares, el más bello cantar entre todos, el único, porque es un canto al amor, en el que la esposa -que somos todos nosotros-, de amor enloquecida, va tejiendo y destejiendo, trenzando y destrenzando el embriagante y maravilloso juego del amor con su esposo querido, que es el Amoroso Padre Celestial. Nada hay más fuerte que el amor, fuerte como la misma muerte, impulso radical que emerge irresistiblemente de la esencia profunda de nuestro ser sin que haya poder humano capaz de detenerlo. Porque, además, querer estrangularlo o detenerlo es atentar gravemente contra el derecho más fundamental del hombre, el derecho al amor. El hombre ha sido hecho para amar y para ser amado, en su esencia dada por Dios.

Hemos de amar a Dios, como lo amó la Señora del Amor, con todas las fuerzas del alma, y, con esas mismas fuerzas, tenemos que amar a todos los hombres. Ahí está la gran doctrina cristiana, una idolatría del hombre, pues de los hombres hace dioses; si no amamos a los hombres que vemos, no podemos amar a Dios al que no vemos. Sólo existe un mandamiento, el del amor; la señal inequívoca de que somos cristianos es que nos amamos los unos a los otros; al final de la vida nos van a examinar de amor, sólo de amor; por tanto, no vale la pena vivir, si no es amando, vivir para amar, pera estar continuamente en el amor; hay que hacer de todos los seres huma­nos una comunidad de amor; los cristianos son los locos de amor, se han entregado al amor, confían en el amor, se han confiado al amor. Por eso hemos adquirido el mayor compromiso, pues nada es capaz de comprometer como el amor. El amor lo sufre todo, lo aguanta todo, lo tolera todo, todo lo justifica en el amado. Si no tengo amor, no valgo absolutamente para nada, no soy nada; soy un ser sin sentido, címbalo que resuena.

A Dios no hay que temerlo, hay que amarlo; en el amor no puede haber temor y el que teme, no es perfecto en el amor. Dios es un padre amoroso que nos quiere con amores infinitos, al que nosotros debemos amar con la casi infinita capacidad de amor que Él nos ha regalado graciosamente por su simple amor, no por el nuestro que no necesita, pero lo quiere y nos lo tiene.

Te pedimos, Señora, que el amor nos penetre hasta el fondo del alma; que el Espíritu Santo, el amor substancial, el amor hecho persona, toque nuestro corazón con su palabra única: el amor. De este modo, podremos ir por el mundo sembrando de amor todos los caminos, para acabar con tantas malquerencias, tantos odios, tantas rivalidades y tantas incomprensiones, con el deseo incontenido de que formemos todos, como los primeros cristianos, una comunidad con un mismo corazón y unos mismos sentimien­tos. Ese amor que inunda y embriaga; que es paciente, que es servicial, que no se irrita ni se engríe. Ruega por nosotros para que vivamos el amor; la caridad que no pasa jamás. La caridad es eterna.

San Bernabé, Apóstol, 11 de Junio

San Bernabé, Apóstol
Junio 11

“José, llamado por los Apóstoles Bernabé, que quiere decir hijo de consolación, levita, natural de Chipre, tenía un campo; lo vendió y llevó el dinero a los pies de los Apóstoles”. Así nos lo presentan los Hechos de los Apóstoles. Antiguas fuentes refieren que Bernabé, llamado Apóstol por Los mismos Hechos, aunque no pertenecía a los Doce, fue probablemente uno de los setenta discípulos de los que habla el Evangelio. En todo caso es una figura de primer plano en la fervorosa comunidad cristiana, que se formó en Jerusalén después de Pentecostés. Los Apóstoles tenían mucho aprecio a Bernabé y lo escogieron para la evangelización de Antioquía.

Bernabé es el hombre de las grandes intuiciones. En Antioquía se dio cuenta inmediatamente de que ese era un terreno apto para sembrar la palabra de Dios. Fue a decirlo a Jerusalén y pidió la aprobación para ir en busca del neoconvertido Saulo, sacándolo de su retiro en Tarso. Así comenzó su extraordinaria asociación. Después de un año de trabajo, habían logrado tantas conversiones que “hicieron noticia”, como se diría hay en el lenguaje periodístico. Dicen los Hechos de los Apóstoles: “Por primera vez los discípulos tomaron el nombre de cristianos en Antioquía”.

Saulo, que ahora prefería usar el nombre romano de Pablo, y Bernabé, satisfechos por haber abierto el camino al anuncio evangélico entre los paganos, partieron hacia otros lugares. Primera etapa Chipre, patria de Bernabé, que había llevado consigo a su joven primo Juan Marcos, el futuro evangelista. Otra magnifica elección, aunque más tarde, al comienzo del segundo y más peligroso viaje misionero, el joven no estaba muy decidido y Pablo no creyó oportuno cambiar el programa, y prefirió separarse inclusive de Bernabé, que se quedó en Chipre.

Pablo y Bernabé, dos personalidades diferentes, que se complementan mutuamente. En Listra, al final del primer viaje misionero, durante la predicación Pablo notó la presencia de un pobre tullido. “Levántate y camina”, le dijo. Y el tullido quedó curado. “La muchedumbre, al ver lo que Pablo había hecho, comenzó a gritar: ¡Los dioses en forma humana han bajado hasta nosotros! Y a Bernabé lo llamaban Júpiter, y a Pablo Mercurio, porque era el más elocuente de los dos”. A Bernabé se le atribuye la paternidad de la Carta paulina a los Hebreos y de otro escrito, llamado El Evangelio de Bernabé, ahora perdido. Después que se separó de Pablo, no se tienen más noticias de Bernabé. Escritos apócrifos hablan de un viaje a Roma y de su martirio, hacia el año 70, en Salamina, por mano de los judíos de la diáspora que lo lapidaron.
=
Autor: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net