26 jun 2019

Aprenda a escuchar

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Aprenda a escuchar

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Hay muchas barreras que impiden a los seres humanos entablar una comunicación adecuada y un encuentro más profundo con sus semejantes. Una de estas barreras es no querer o saber escuchar. 

Dice la Palabra de Dios que nuestra Madre, María Santísima, escuchaba la voz de su Señor y guardaba todas las cosas en su corazón. ¡Qué pocas personas en verdad se atreven a guardar silencio y paz en su corazón! La persona que aprende a escuchar medita y profundiza lo que Dios le dice, crece en su interior, se convierte en un gigante en conocimientos y es la que puede llegar a ser sabia. Los discípulos de Jesús llegaron a ser grandes maestros y predicadores, porque primero fueron seguidores de Cristo y lo supieron escuchar. 

El que escucha ama en silencio y se hace parte de la otra persona. Guarda en su corazón un recinto sagrado donde invita a esa persona con quien quiere comunicarse a reposar con él y allí, interiormente en su alma, lo atiende. El que escucha se convierte en un hombre de paz. El que aprende a escuchar aprende también a respetar la presencia de la otra persona. 

El que escucha en el diálogo a su prójimo, sea su hermano, su esposo o esposa, sus hijos o sus amigos, se hace más humano. Esa persona llega a amar más, porque comprende y conoce mejor a los demás. Cuando le toca hablar sabe bien lo que dice; porque primero escucha, medita en su corazón y luego expresa sus pensamientos y sentimientos. Una manera de hacer amigos de verdad consiste simplemente en saber escuchar. Cuando el amor matrimonial se está resquebrajando, muchas veces la causa es que no se están escuchando mutuamente. 

Una cosa es oír y otra muy distinta es escuchar. El que escucha de verdad en alguna forma está amando, colocando al otro en el sitial que le corresponde como ser humano e hijo de Dios. Escuchar no significa tener que estar siempre de acuerdo con la otra persona, pero sí aceptarla en sus diferentes manifestaciones. Así, el otro se siente acogido, querido e importante y se realiza un pequeño, pero gran milagro de amor, un renacimiento interior.

Algunas de las barreras que no permiten escuchar e impiden la comunicación son: 

No querer comprometerse: Es mucho más cómodo vivir solo, tranquilo y sin preocupaciones. Si se comunica y escucha a alguna persona, se compromete a ser su amigo, lo cual puede implicar amar y servir a esa persona y preocuparse por ella. 

Tener otros intereses: Hay personas que valoran su finca, su negocio, su dinero, su ropa y muchas otras cosas materiales más que a las personas. Es muy triste cuando se pone una cosa u objeto material como un valor superior por encima de un ser humano. 

Falta de paciencia: A muchas personas les falta paciencia y control emocional para escuchar. Existen personas que no tienen un momento de paz y tranquilidad para escuchar, porque supuestamente tienen muchas otras cosas que hacer. En el fondo es un mecanismo de defensa, una forma de escaparse de la realidad. 

Falta de comprensión: Es necesario comprender que la otra persona es un ser humano, además de ser su esposa, su esposo, su papá o su mamá, su hijo o su hija, su jefe, su subalterno o su amigo. El que en verdad escucha entiende que cada persona es un ser humano irrepetible y único. Esa persona es ALGUIEN que tiene algo importante que comunicarle, porque ÉL es importante. Como tal, tiene un mensaje que transmitir. 

Por eso, le retamos a que intente aprender el buen y saludable hábito de escuchar. Escuche a Dios y también a usted mismo, pues sus ideas y pensamientos más profundos son importantes. No se minusvalore. Anote sus ideas más luminosas y haga un diario. 

Dios lo escucha siempre. Él es su mejor amigo y lo comprende. El Señor tiene todo el tiempo que usted necesita y siempre está disponible para atenderlo. Tenga plena confianza en Dios, acérquese más al Señor orando mucho, expóngale todo con sus propias palabras. Háblele con amor y fe y Él lo escuchará y CON ÉL, USTED SERÁ. . . ¡INVENCIBLE ! 
                       

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