24 jun 2019

¡Alto; respétese!



¡Alto; respétese!

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


¡Alto; respétese! El respeto hacia uno mismo consiste en una valoración objetiva de sus propias capacidades, virtudes y posibilidades y es esencial para su crecimiento personal. Mucha gente se falta el respeto, se subestima y se condena así al más espectacular y doloroso fracaso. Si usted acostumbra darse bofetadas y ofenderse, deténgase ya y respétese porque seguramente fracasará en la vida. 

Respetarse significa tomar conciencia de sus increíbles cualidades, no subestimarse, despreciarse o considerarse un ser insignificante incapaz de luchar y tener éxito. Respetarse significa valorarse objetivamente, pero no sobre-dimensionando equivocadamente sus valores, o sea, añadiendo más valores de los que se tienen pues eso conduce a la frustración. No se trata de ir del extremo de decir que no posee valores al extremo de pensar que tiene todos los valores y cualidades del mundo. Tampoco así. Juzgarse con imparcialidad implica evaluar sinceramente lo que tiene con rectitud, honradez y objetividad. La gente suele respetar a los que luchan y triunfan gracias a su esfuerzo, dedicación, capacidad e intelecto. 

Mucha gente no utiliza el talento y la capacidad que realmente tiene. Como se sub- o sobre-estiman, desperdician por acción u omisión sus condiciones reales. La gente piensa que para triunfar en la vida hay que tener cualidades increíbles, que no pueden aspirar a mucho porque no tienen la capacidad de otras personas. Eso no es tan cierto. Hay personas que han escalado la cima de la perfección, el éxito y la plenitud sin poseer demasiada inteligencia ni habilidad. Sencillamente, los triunfadores saben explotar eficazmente su capacidad porque parten se conocen bien y pueden valorar en profundidad sus virtudes y utilizarlas. Otros, con más capacidad, no triunfan por no utilizar sus virtudes y capacidades a su máxima potencialidad. 

Hay bastante gente en verdad hábil y talentosa, con muchas cualidades, pero es penoso y doloroso ver cómo desaprovechan lo que tienen, se empantanan en el camino hacia la perfección y fracasan. Posiblemente usted no se haya valorado y ha andado por la vida dando bofetadas a su alma pensando que es un ser inferior. Si es así, es triste el irrespeto tan terrible que está cometiendo contra su propio ser. 

Existe una fuerza interior, sembrada por Dios en el alma, que es el poder de la superación personal. Es un riquísimo manantial que está dentro del alma de cada ser humano pero muchas veces no se utiliza a plenitud. Los psicólogos dicen que ese gran poder no se usa simplemente porque no nos conocemos, ni nos lanzamos en pos de grandes y nobles ideales. Si usted supiera lo que tiene dentro de sí y utilizara eficaz y adecuadamente ese grandioso poder interno que Dios le ha dado, sería una persona enormemente exitosa en la vida. En la medida en que explote su potencialidad innata, será una persona cada vez más plena. 

Si usted conoce mejor el lugar que ocupa en la vida, sabrá que es en buena parte producto de sus acciones u omisiones. Mucha gente está donde está porque no busca ni intenta colocarse en otro plano, es decir, no hace el esfuerzo necesario para modificar su situación positivamente. La mayoría ignora que en su interior existe una enorme fuerza de realización que puede encauzar brillantemente a través de su voluntad de superación, de ese manantial interno inmenso que espera ser utilizado. 

El auto-conocimiento, el respeto a sí mismo y la auto-ayuda forman un sólo ente indisoluble. El respeto es la base y la fuerza para pulir, ampliar, desarrollar y ejercitar sus fuerzas intelectuales, físicas y psíquicas. El auto-conocimiento le dará la certeza, seguridad y confianza de que posee todo lo necesario para triunfar. Si usted toma conciencia de esto, se ubicará en una posición objetiva para enfrentar y emprender con éxito todo aquello para lo cual Dios lo creó. Se motivará a respetarse, a no ofenderse ni disminuirse, creyendo que es incapaz de luchar y condenándose de antemano al fracaso. 

Mucha gente no se respeta, se desprecia, se infra-valora, se ofende y abofetea con su complejo de inferioridad. ¡No sea usted una de ellas! Conozca bien su propio ser y aproveche al máximo todo lo que Dios le ha dado para superarse. Toda persona que se conoce, se respeta y tiene confianza en sus propias fuerzas está en las mejores condiciones de triunfar. Si usted no lucha ni se esfuerza por desarrollar y pulir lo que tiene, no aprenderá a respetarse ni otros lo harán. 

En la vida hay que competir de una manera u otra, pero la competencia más profunda debe ser con uno mismo para superarse, como los deportistas que se empeñan para superar sus propias marcas. Para tener éxito, hay que competir con los récords y puestos a que haya llegado en la vida para seguir y no conformarse con lo que ha logrado. También hay que competir con otras personas en los negocios, estudios, puestos y cargos y exigirse mucho personalmente para ocupar el lugar que se merece. La vida exige superación y cada uno puede siempre realizarse más para superar honradamente a otras personas en base a trabajo, esfuerzo, conocimientos y experiencia. Pero es más importante rivalizar y luchar con uno mismo. ¡Siempre uno puede dar más! 

Es fundamental que usted cambie y adquiera un mayor respeto de sí mismo. Conozco personas con cualidades y aptitudes muy normales, que no sobresalen por sus extraordinarias cualidades. Pero sí triunfan de una manera asombrosa en el campo de la santidad, de la vida cristiana, en el campo profesional y familiar porque tienen un auto-conocimiento profundo de su ser y se respetan muchísimo. 

Así han existido y existen tantas personas que han aprovechado lo que Dios les dio. Escuche esta interesante frase de Og Mandino: "quiero hacer con mi barro un palacio y no una cueva". Se une la misma tierra con otros elementos para construir un edificio grande como un palacio, y también para construir una choza. Todos tenemos el mismo barro, pero unos construyen palacios en su vida y su realización personal y otros cuevas o chozas. ¿Qué hará usted? 

En este mensaje al corazón, le invito, suplico e imploro que se respete más. ¡Alto en ese camino en que lleva su vida! Descubra su dignidad, lo mucho que vale y quién es realmente: un ser único, irrepetible y maravilloso. Le digo de todo corazón que usted tiene un valor enorme como ser humano, hijo de Dios. Respétese, valórese y quiérase más; luche por usted mismo. Descubra que todos necesitamos de los demás. Comience a surgir y realizarse porque, en parte, todos dependemos de usted para ser felices. Siempre se puede cambiar con la ayuda de Dios. Recuerde que con Dios, usted es . . . ¡INVENCIBLE! 




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