4 jun 2018

Salmo 105 Bondad de Dios e infidelidad del pueblo

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Salmo 105

Bondad de Dios e infidelidad del pueblo


Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia. 

¿Quién podrá contar las hazañas de Dios, 
pregonar toda su alabanza? 
Dichosos los que respeten el derecho 
y practican siempre la justicia. 

Acuérdate de mí por amor a tu pueblo, 
visítame con tu salvación: 
para que vea la dicha de tus escogidos, 
y me alegre con la alegría de tu pueblo, 
y me gloríe con tu heredad. 

Hemos pecado con nuestros padres, 
hemos cometido maldades e iniquidades. 
Nuestros padres en Egipto 
no comprendieron tus maravillas; 

no se acordaron de tu abundante misericordia, 
se rebelaron contra el Altísimo en el mar Rojo, 
pero Dios los salvó por amor de su nombre, 
para manifestar su poder. 

Increpó al mar Rojo, y se secó, 
los condujo por el abismo como por tierra firme; 
los salvó de la mano del adversario, 
los rescató del puño del enemigo; 

las aguas cubrieron a los atacantes, 
y ni uno sólo se salvó: 
entonces creyeron sus palabras, 
cantaron su alabanza. 

Bien pronto olvidaron sus obras, 
y no se fiaron de sus planes: 
ardían de avidez en el desierto 
y tentaron a Dios en la estepa. 
El les concedió lo que pedían, 
pero les mandó un cólico por su gula. 

Envidiaron a Moisés en el campamento, 
y a Aarón, el consagrado al Señor: 
se abrió la tierra y se tragó a Datán, 
se cerro sobre Abirón y sus secuaces; 
un fuego abrasó a su banda, 
una llama consumió a los malvados. 

En Horeb se hicieron un becerro, 
adoraron un ídolo de fundición; 
cambiaron su gloria por la imagen 
de un toro que come hierba. 

Se olvidaron de Dios, su salvador, 
que había hecho prodigios en Egipto, 
maravillas en el país de Cam, 
portentos junto al mar Rojo. 

Dios hablaba ya de aniquilarlos; 
pero Moisés, su elegido, 
se puso en la brecha frente a El, 
para apartar su cólera del exterminio. 

Despreciaron una tierra envidiable, 
no creyeron en su palabra; 
murmuraban en las tiendas, 
no escucharon la voz del Señor. 

El alzó la mano y juró 
que los haría morir en el desierto, 
que dispersaría su estirpe por las naciones 
y los aventaría por los países. 

Se acoplaron con Baal Fegor, 
comieron de los sacrificios a dioses muertos; 
provocaron a Dios con sus perversiones, 
y los asaltó una plaga; 

pero Finés se levantó e hizo justicia, 
y la plaga cesó; 
y se le apuntó a su favor 
por generación sin término. 

Lo irritaron junto a las aguas de Meribá, 
Moisés tuvo que sufrir por culpa de ellos; 
le habían amargado el alma, 
y desvariaron sus labios. 

No exterminaron a los pueblos 
que el Señor les había mandado; 
emparentaron con los gentiles, 
imitaron sus costumbres; 

adoraron sus ídolos 
y cayeron en sus lazos; 
inmolaron a los demonios 
sus hijos y sus hijas; 

derramaron la sangre inocente 
y profanaron la tierra ensangrentándola; 
se marcharon con sus acciones 
y se prostituyeron con sus maldades. 

La ira del Señor se encendió contra su pueblo, 
y aborreció su heredad; 
los entregó en manos de gentiles, 
y sus adversarios los sometieron; 
sus enemigos los tiranizaban 
y los doblegaron bajo su poder. 

Cuántas veces los libró; 
más ellos, obstinados en su actitud, 
perecían por sus culpas; 
pero él miró su angustia, 
y escuchó sus gritos. 

Recordando su pacto con ellos, 
se arrepintió con inmensa misericordia; 
hizo que movieran a compasión 
a los que habían deportado. 

Sálvanos, Señor, Dios nuestro, 
reúnenos de entre los gentiles: 
daremos gracias a su santo nombre, 
y alabarte será nuestra gloria. 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, 
desde siempre y por siempre. 
Y todo el pueblo diga: 
¡Amén! 

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