27 feb 2018

Salmo 21 Dios mío, Dios mío


Salmo 21

Dios mío, Dios mío

Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado? 
a pesar de mis gritos, 
mi oración no te alcanza. 
Dios mío, de día te grito, 
y no respondes; 
de noche, y no me haces caso; 
aunque tú habitas en el santuario, 
esperanza de Israel. 

En tí confiaban nuestros padres; 
confiaban, y los ponías a salvo; 
a tí gritaban, y quedaban libres; 
en tí confiaban, y no los defraudaste. 

Pero yo soy un gusano, no un hombre, 
vergüenza de la gente, 
desprecio del pueblo; 
al verme, se burlan de mí, 
hacen visajes, menean la cabeza: 
"acudió al Señor, que lo ponga a salvo; 
que lo libre si tanto lo quiere". 

Tú eres quien me sacó del vientre, 
me tenías confiado 
en los pechos de mi madre; 
desde el seno pasé a tus manos, 
desde el vientre materno tú eres mi Dios. 
No te quedes lejos, 
que el peligro está cerca 
y nadie me socorre. 

Me acorrala un tropel de novillos, 
me cercan toros de Basán; 
abren contra mí las fauces 
leones que descuartizan y rugen. 

Estoy como agua derramada, 
tengo los huesos descoyuntados; 
mi corazón, como cera, 
se derrite en mis entrañas; 

mi garganta está seca como una teja, 
la lengua se me pega al paladar; 
me aprietas 
contra el polvo de la muerte. 

Me acorrala una jauría de mastines, 
me cerca una banda de malhechores; 
me taladran las manos y los pies, 
puedo contar mis huesos. 

Ellos me miran triunfantes, 
se reparten mi ropa, 
echan a suerte mi túnica. 

Pero tú, Señor, no te quedes lejos; 
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. 
líbrame a mí de la espada, 
y a mí única vida de la garra del mastín; 
sálvame de las fauces del león; 
a éste pobre, de los cuernos del búfalo. 

Contaré tu fama a mis hermanos, 
en medio de la asamblea te alabaré. 

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