14 oct 2019

¡ Falta algo !



¡FALTA ALGO!

Por Javier Leoz

Han quedado atrás las fiestas navideñas y, cuando tantos símbolos desaparecen de las calles o de las iglesias (luces, estrellas, belenes, adornos) un nuevo signo, por parte del Señor, sale a nuestro encuentro: comienza su misión ofreciendo buen vino, generoso y abundante, en la mesa de los hombres.

1.- Siempre falta algo en el intento de alcanzar la felicidad por parte del hombre. Y, siempre, mirando a María escuchamos lo que con insistencia, Ella pide a Jesús: que intervenga en nuestras vidas. Que, el agua por sí misma, no es suficiente para alegrar nuestro vivir. Que el hombre, por sí mismo, no es suficiente para llegar al colmo de la felicidad que pretende esta sociedad tan vacía de valores como aquellas tinajas que estuvieron a punto de abortar el éxito de una boda.

¿Qué son las bodas de Caná? Muchas interpretaciones se han dado al primer signo que, Jesús, realizó en el comienzo de su misión. Entre todas ellas, me quedo con una que me parece esencial: Jesús viene a establecer una alianza definitiva entre Dios y la humanidad. ¿Seremos capaces de percatarnos de este Misterio más allá de lo extraordinario del agua convertida en vino? María, siempre atenta y solícita a las peticiones de sus hijos, muestra las carencias de aquellos que –buscando al Señor- saben que sin Él, la vida, es difícil teñirla con el traje de fiesta.

Y es que, siempre, nos falta un algo y un alguien. Un algo para que la fiesta sea completa y un alguien para que ponga “ese punto” y todo sea un éxito.

2.- Llevemos alegría, como el vino mejor y más selecto, allá donde el otro vino –dulce pero traicionero- es incapaz de llegar: al corazón. Y es que, lo ebrio del mundo, no es lo más aconsejable para alcanzar la dicha o llegar al supremo grado de bienestar. Más bien al contrario. Las Bodas de Caná nos traen una sugerente catequesis: Dios pone todo en su punto. Dios pone ese “algo” y ese “alguien” cuando, la creatividad o las previsiones de las personas se quedan cortas. Faltó el vino en Caná, y María (lista como ella sola y controlando todo lo que acontecía) susurra a Jesús: “les falta el vino”. O lo que es lo mismo: se han quedado cortos para llegar hasta el final en el banquete de la vida.

Hoy, en el Señor, vemos su semblante más festivo. Acostumbrados a escucharle en el templo, a tenerlo rodeado de leyes y de normas, nos asombra su otra dimensión: viene con nosotros y, cuando hace falta, se suma al espíritu festivo de nuestro caminar.

3.- Como María, también nosotros, debiéramos de estar atentos en esas situaciones que necesitan un poco de paz y de sosiego. María, con los ojos bien abiertos, fue consciente de que algo raro ocurría en aquel convite. Que, de repente, todo podría irse al traste si el vino, elemento importante en una comida, hubiera faltado. Esa puede ser también nuestra misión: ser sensibles a las necesidades de las personas o situaciones que nos rodean. Aquello de “ojos que no ven, corazón que no siente” no es una buena filosofía para aquellos que creemos y esperamos en Jesús. Que el Señor en este Año Santo de la Fe nos ayude a poner el buen vino de nuestra fe, de nuestro testimonio, de nuestra alegría cristiana en tantas mesas donde rezuman los vasos de licores que han dejado de ser cristianos para convertirse sólo en exponente de fiesta pagana sin referencia a lo eterno. Ojala, entre otras cosas, recuperásemos la bendición de la mesa como el vino de solera de cualquier fiesta social, familiar o incluso eclesial.

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