7 ene 2018

¿SABEMOS RECONOCERLE Y SEGUIRLE?


¿SABEMOS RECONOCERLE Y SEGUIRLE?

Por José María Martín OSA

1.- ¿Quién es Jesús? La liturgia de hoy da un salto muy grande. Del Jesús niño al que los magos adoran, pasamos en un día a contemplar a Juan Bautista bautizando a Jesús adulto. Con la fiesta del Bautismo del Señor termina el ciclo de Navidad. Asistimos a la presentación "oficial" de Jesús en público. Su aparición ante los hombres y mujeres de su época para dar comienzo a los que tradicionalmente se ha llamado su "ministerio público". Pero, como punto de partida en esta cuestión, como es lógico y normal, lo primero será presentar al "protagonista": ¿quién es Jesús? El evangelio de hoy nos dará una respuesta clara, una respuesta de fe, a esta pregunta: es el Hijo predilecto de Dios. ¿Damos también nosotros a Jesús en nuestra vida esa predilección?; quizá en nuestras teorías y en nuestros esquemas mentales Jesús sea preferente. Pero ¿también en las obras? Ahí está la cuestión.

2.- En la primera lectura se nos presenta al “siervo de Yahveh". Se describe la figura del discípulo verdadero de Yahveh que ha sido elegido para enseñar "el derecho" a las naciones, esto es, la religión legítima, que ha sido fortalecido para aguantarlo todo con tal de cumplir su misión y que, después de expiar con su dolor los pecados del pueblo, será glorificado por Dios. La Iglesia ha visto en estos cantos la descripción profética de la pasión y muerte de Jesús. Dios elige al Siervo y lo presenta a Israel y a las naciones. Esta designación difiere de la designación de los reyes y de la vocación de los profetas. En el caso de los reyes, Dios elige a un caudillo carismático y lo presenta al pueblo para que éste lo acepte y después sigue la proclamación real; en el caso de los profetas, la vocación acontece sin testigos. Dios elige al Siervo porque quiere, porque se complace en él, sin fijarse en las cualidades que tenga y sin justificar ante nadie su elección. Dios elige a su Siervo soberanamente, y lo presenta después a todo el mundo. La misión del siervo de Yahveh es sentenciar justicia y llevar el derecho a las naciones. Aunque el Siervo de Yahveh es también una caña cascada, no se quebrará ni vacilarán sus rodillas hasta implantar la justicia. El será la fortaleza de todos los oprimidos. Como "luz de las naciones" llevará a todas partes el conocimiento de Dios. Su misión es universal. Por fin, se subraya el carácter liberador del Siervo de Yahveh. ¿No es esto precisamente lo que hizo Jesús con nosotros?

3.- El cielo se "rasgó". El "cielo se abre" no para mostrar lo que esconde, sino para dar al Espíritu que desciende en forma de paloma. En el relato evangélico tenemos la respuesta de Dios a la petición de Isaías: Ha llegado el tiempo de la gracia y los cielos se rasgan para dar paso al Espíritu de Dios que actuará por las palabras y obras de Jesús salvando a los hombres. No estamos obligados a entender que se tratara de un suceso visible en el firmamento. Lo importante es que en Jesús, la Palabra de Dios, Dios sale al encuentro del hombre. Según Marcos, la "voz que viene del cielo" se dirige directamente a Jesús. En el Antiguo Testamento se llama hijo de Dios a todo el pueblo de Israel, también al justo y en sentido eminente al Rey-Mesías. La voz que viene del cielo declara en primer lugar que Jesús es el Mesías. Evidentemente, es una alusión a las palabras del profeta Isaías: "He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él...". ¿Sabemos nosotros reconocerle y seguirle?

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