8 oct 2017

Dios nos ofrece a todos la Salvación, pero nosotros podemos rechazarla



DIOS NOS OFRECE A TODOS LA SALVACIÓN, PERO NOSOTROS PODEMOS RECHAZARLA

Por Gabriel González del Estal

1.- La viña del Señor es la casa de Israel. Esta frase del salmo 79, que repetimos en el salmo responsorial, resumen los textos de la primera lectura del profeta Isaías y el texto del evangelio según san Mateo. Empezando por la primera lectura del profeta Isaías, diremos que este fervoroso y literariamente bello canto del profeta Isaías a la viña del Señor se refiere, evidentemente, al pueblo de Israel. Dios había esperado de su pueblo derecho y justicia, pero su pueblo le respondió con asesinatos y lamentos. Aplicándonos nosotros este texto a nosotros mismos, debemos preguntarnos ahora si nosotros hemos respondido siempre con derecho y justicia, es decir, con fidelidad, a la oferta de salvación que el Señor nos ha hecho repetidamente a lo largo de nuestra vida. El Papa Francisco no se cansa de repetir que Dios no se cansa de buscarnos. Y, por supuesto, esto es verdad. Pero también es verdad que nosotros, nuestra sociedad, muchas veces y en muchos momentos y circunstancias no nos dejamos encontrar por Dios. Y es que, para salvarnos, no es suficiente con que Dios nos busque, es necesario que nosotros nos dejemos encontrar por Dios. Claro que la salvación, en estricta teología, siempre es gratuita, porque nuestra salvación es obra de la infinita misericordia de Dios. Pero Dios no fuerza a nadie a dejarse salvar por él. Sería tanto como negar el valor de la libertad humana y caer en un predestinacionismo absoluto que anula totalmente la libertad humana. No puede ser igual para Dios que nosotros respondamos a su oferta de salvación con obras buenas o con obras malas. No puede ser indiferente para Dios que sus criaturas hagan el bien o hagan el mal. Por eso, en este bello canto del profeta Isaías a la viña del Señor se nos dice que el Señor arrasará su viña, al pueblo de Israel, por no haber sido fiel a su amor. Seamos, pues, nosotros consecuentes con nosotros mismos: el Señor nos ofrece su salvación, pero si nosotros la rechazamos el Señor no podrá salvarnos.

2.- Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿Qué hará con aquellos labradores? Le contestaron: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo… Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca sus frutos. Debemos siempre tener en cuenta que Jesús decía sus parábolas a unas personas, los judíos del siglo I, con un lenguaje propio de aquel tiempo. Hoy, por poner un ejemplo, no diríamos que el dueño de la viña “hizo morir de mala muerte” a los arrendatarios de su viña, sino que les metió en la cárcel hasta que le entregaran los frutos de la viña, o algo por el estilo. Pero en estas parábolas sobre el Reino de los cielos lo que debemos buscar es el mensaje que Jesús quiere transmitirnos, no las palabras en las que está escrito el mensaje. Y el mensaje es claro: Dios nos juzgará de acuerdo con la respuesta que cada uno de nosotros demos a su llamada. Dios nos está llamando todos los días, nos pide que seamos fieles a su llamada, pero si nosotros no escuchamos la voz del Señor, si endurecemos nuestro corazón, el Señor no podrá darnos lo que nos ha prometido. La parábola de los viñadores infieles es una llamada a cada uno de nosotros, para que hagamos todos los días examen de conciencia y veamos en qué medida estamos respondiendo a los planes de Dios.

3.- Nada os preocupe… y la paz de Dios custodiará vuestros corazones y vuestros pensamiento en Cristo Jesús… Todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. San Pablo, en esta carta a los Filipenses, se dirige a unos cristianos que vivían en una sociedad mayoritariamente pagana. Vivían en minoría y se sentían menospreciados y, a veces, perseguidos. San Pablo les dice que no se preocupen por ello, que mantengan siempre un comportamiento justo y ejemplar y que el Señor les dará la paz. La paz, en hebreo, shalom, es el mayor don que Dios podía dar a una persona, porque incluía el bienestar material y espiritual. Intentemos también nosotros vivir siempre en paz, en la paz de Dios, en medio de todas las dificultades materiales, sociales y espirituales en las que nos toque vivir. Seamos buenos nosotros, hagamos el bien y, con palabras del salmo 79, el Señor Dios nos restaurará, hará brillar su rostro sobre nosotros y nos salvará.

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