2 abr 2013

Oración de alabanza



Oración de alabanza
 

¡Mas tú eres el Santo, que moras en las alabanzas de Israel! (Salmo 22,4).

La oración de alabanza es una oración excelsa. Es, por sí misma, la oración más sanadora que existe. Diríamos que es la más simplemente sanadora.

La oración de alabanza es una oración de olvido. Y el olvido cura. Porque una persona llegada, atenaceada por sus preocupaciones e ideas fijas, angustiada, tiene el primer descanso, la primera sensación de que no está irremediablemente mal, perdida, al poder realizar la eficaz experiencia de olvidarse de sí por un momento. Y la alabanza nos lleva al olvido.

La alabanza, hecha con tenacidad, con la atención puesta íntegramente en Dios, nos obliga a tirar por la borda todas nuestras atenciones, nuestros intereses, nuestras preocupaciones.

Muchas veces nos pasa que tenemos una gran pena, un gran dolor. Y empezamos a alabar al Señor. Pese a todo. Si procedemos con insistencia, llegará un momento en que nos quebraremos por dentro, nos partiremos en dos tal vez, pero nos someteremos al Señor. El Cielo es de los violentos.

Entregaremos al Señor nuestra preocupación; nos abandonaremos a Él. Quedaremos indefensos ante Él; en el olvido de todas nuestras cosas. Y el Señor nos protegerá. La alabanza nos protegerá por sí misma.

A mí, sin ir a otro, muchas veces me ha prestado este servicio la oración de alabanza, en alto grado. He llegado al grupo de oración muy dolorido. Pero en lugar de arrinconarme a pensar qué debía hacer con ese dolor, aún sin perder tiempo en tratar de ver cómo lo iba a disolver o entregar a Dios, rápidamente he levantado los brazos al cielo, he levantado la voz quebrada. Y el Señor ha venido en mi amparo.

No hay problema que pueda contender con la alabanza. Sólo que a veces no alabamos con desprendimiento, con olvido, porque estamos demasiado pendientes de nosotros mismos.

Esta oración habitual rompe el egocentrismo.

Hasta la oración imprecatoria puede no ser suficiente para romper el egocentrismo. Porque siempre gira alrededor de nosotros mismos. Somos, a pesar de todo, el centro.

La oración de alabanza, por el contrario, gira alrededor de Dios. Él es el centro, no nosotros. Él es el sol. Apenas si nosotros somos un ignoto satélite, un asteroide, alrededor del sol.

Por eso, para percibirla bien, es necesario que la oración de alabanza no sea ocasional, sino habitual.

Se hará en nosotros como una segunda naturaleza. Y así nos iremos, insensiblemente, sin complicados esfuerzos, desprendiendo del egocentrismo, causante de tantas y tantas enfermedades interiores.

No hay cosa más cansadora, más agotadora, más aburridora, que estar pendientes de nosotros mismos. Nuestra alma queda anémica, enferma, de ello. Pues bien, es la oración de alabanza un método eficacísimo de sanación contra estos males del egocentrismo.

Además, si giramos alrededor del sol, no seremos insensibles a la energía, al poder del sol. El sol nos hace cálidos y luminosos como él.

Cuando tenemos un amigo que es una personalidad grande, nos gusta estar con él, porque vemos que poco a poco nosotros nos estamos haciendo grandes como él, estamos compartiendo su grandeza.

La amistad, el amor, la unidad, hacen semejantes a las personas.

Pues bien: poniéndonos frente a la inmensidad de Dios, Dios nos va haciendo inmensos como Él. Luego ya no nos conformamos con pequeñeces, con mediocridades, con miserias. Aspiramos a lo grande, queremos lo grande, somos un poco grandes.

Así se disuelven también nimiedades propias que gestan enfermedades: pequeños celos, pequeñas envidias, pequeñas ambiciones, pequeñas vanidades.

La oración de alabanza nos pone adentro de la divinidad, nos entra en Ella. Nos coloca al calor del sol de Dios.

Se dice que donde entra el sol no entra el médico. Pues bien: donde entra el Sol, donde entra Dios, por la ventana y la puerta abiertas de la alabanza, tampoco entran enfermedades del alma.

Alabemos a Dios por todo.

Lleguemos a alabarlo por eso que duele, también. Cuqui, mi mujer, emplea con toda audacia este método con innumerables personas atribuladas que acuden buscando ayuda. No solamente admiro su audacia. Admiro los resultados.

Adaptado de: Jesús Sana por Dentro.
Por: Osvaldo Cuadro Moreno.

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