Martes, 20 de noviembre de 2012
Decía H. Noewen, autor del libro “El regreso del hijo pródigo”, que el creyente se asemeja a un trapecista de circo. El trapecista se suelta del trapecio, con doble e incluso triple mortal, confiando en las manos firmes de su compañero que lo atrapará y no permitirá que caiga al suelo. De igual forma el cristiano necesita arriesgar su vida en determinados momentos, apostándolo todo a la promesa de salvación.
Esta confianza en Dios, base de la conversión del corazón, requiere que auténticamente estemos dispuestos a soltarnos en Él, a dejarnos sostener por sus manos de Padre.
Al igual que el trapecista, al soltarnos de nuestras ataduras, debemos esperar con manos firmes y sin vacilación, esto es, con fe, que Él no permitirá nuestra caída.Sin embargo, a diferencia de aquel, esta espera puede ser larga y particularmente difícil para nuestra alma. Es fácil enredarse en complicaciones, dudas y luchas interiores. En estos duros momentos de espera, no podemos seguir sino andando con sosiego un paso tras otro, alegrándonos con el sol que sale hoy, marchando con un corazón amplio, por el camino que hoy es el nuestro.
Lo demás, lo de ayer y lo de mañana, no debe inquietarnos. Debemos fiarnos de Dios y seguir dejándonos caer en sus brazos.Caminar, esperar y dejar que los pajarillos sigan cantando. Un día será primavera en nuestra alma y se abrirán las rosas.
Confiar en Dios es ponernos en sus manos, de ahí que los teólogos coinciden en que la fe no es, en primer término, dar por cierto hechos, sino tener confianza en Dios. Ellos hablan de una 'fe en ti' en oposición a la mera 'fe en que...'. Tener fe significa tener confianza en Dios. El término alemán 'vertrauen' (tener confianza) proviene de treu 'fiel' y significa: firmeza. Quien tiene confianza en Dios, tiene un fundamento sólido bajo sus pies. Al mismo tiempo, la confianza en Dios es sostén para aprender a desarrollar la confianza en uno mismo y en las otras personas.
Permitidme que acabe la reflexión de esta semana invitándoos a que meditéis esta oración que me ha ayudado mucho en distintos momentos de mi vida, es de TEILHARD DE CHARDIN , dice así:
"No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío. Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado si Dios te considera plenamente realizado; a su gusto. Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí. Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas. Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido, cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz. Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales. Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios. Recuerda: cuanto te reprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y confía..."
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