26 oct 2019

Santo Evangelio 26 de Octubre 2019



Día litúrgico: Sábado XXIX del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 13,1-9): En aquel tiempo, llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».

Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».


«Fue a buscar fruto (...) y no lo encontró»

+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret 
(Vic, Barcelona, España)

Hoy, las palabras de Jesús nos invitan a meditar sobre el inconveniente de la hipocresía: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró» (Lc 13,6). El hipócrita aparenta ser lo que no es. Esta mentira llega a su cima al fingir virtud (aspecto moral) siendo vicioso, o devoción (aspecto religioso) al buscarse uno mismo y sus propios intereses y no a Dios. La hipocresía moral abunda en el mundo, la religiosa perjudica a la Iglesia.

Las invectivas de Jesús contra los escribas y fariseos —más claras y directas en otros pasajes evangélicos— son terribles. No podemos leer o escuchar lo que acabamos de leer o escuchar sin que estas palabras nos lleguen al fondo del corazón, si realmente las hemos escuchado y entendido. 

Lo diré en plural personal, ya que todos experimentamos la distancia entre lo que aparentamos ser y lo que somos de veras. Lo somos los políticos cuando nos aprovechamos del país proclamando que estamos a su servicio; los cuerpos de seguridad cuando protegemos a grupos corruptos en nombre del orden público; el personal sanitario cuando suprimimos vidas incipientes o terminales en nombre de la medicina; los medios de comunicación social cuando falseamos las noticias y pervertimos al personal diciendo que lo estamos divirtiendo; los administradores de los fondos públicos cuando desviamos una parte de ellos hacia nuestros bolsillos (individuales o de partido) y alardeamos de honestidad pública; los laicistas cuando impedimos la dimensión pública de la religión en nombre de la libertad de conciencia; los religiosos cuando vivimos de nuestras instituciones con infidelidad al espíritu y a las exigencias de los fundadores; los sacerdotes cuando vivimos del altar pero no servimos abnegadamente a nuestros feligreses con espíritu evangélico; etc.

¡Ah!: y tú y yo también, en la medida en que nuestra conciencia nos dice lo que tenemos que hacer y dejamos de hacerlo para dedicarnos únicamente a ver la paja en el ojo ajeno sin querer darnos cuenta siquiera de la viga que ciega el nuestro. ¿O no?

—Jesús, Salvador del mundo, ¡sálvanos de nuestras pequeñas, medianas y grandes hipocresías!

La orilla de mi lago



La orilla de mi lago

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv


La orilla de mi lago;
la cena está servida
amanece y tu luz lo envuelve todo
¡Estás resucitado!
Penetra Tú mi vida
tu Espíritu de paz limpie mi lodo.

Las orillas del lago
lugar de tus amores
me descubres tu rostro y es el día
y todo lo que hago
es darte, yo, mis flores,
crecidas en el huerto de mi lira.

Sobre la arena blanca
tu faz se hace comida
es pan de la mañana en el encuentro
la bruna se levanta 
y queda sumergida
mi alma en la fragancia del almendro.

A orillas de la noche
en el amor paciente
ofreces la comida que enamora
no hay queja ni reproche
por la pasión doliente
tu mirada se funde con mi aurora.

25 oct 2019

Santo Evangelio 25 de Octubre 2019



Día litúrgico: Viernes XXIX del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 12,54-59): En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: ‘Va a llover’, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: ‘Viene bochorno’, y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».


«¿Cómo no exploráis (...) este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?»

Rev. D. Frederic RÀFOLS i Vidal 
(Barcelona, España)

Hoy, Jesús quiere que levantemos nuestra mirada hacia el cielo. Esta mañana, después de tres días de lluvia persistente, el cielo ha aparecido luminoso y claro en uno de los días más espléndidos de este otoño. Vamos entendiendo en el tema de cambios de tiempo, ya que ahora los meteorólogos son casi como de la familia. En cambio, nos cuesta más entender en qué tiempo estamos o vivimos: «Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?» (Lc 12,56). Muchos de los que escuchaban a Jesús dejaron perder una ocasión única en la historia de toda la Humanidad. No vieron en Jesús al Hijo de Dios. No captaron el tiempo, la hora de la salvación.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et Spes (n. 4), actualiza el Evangelio de hoy: «Pesa sobre la Iglesia el deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio (…). Es necesario, por tanto, conocer y comprender el mundo en que vivimos y sus esperanzas, sus aspiraciones, su modo de ser, frecuentemente dramático».

Cuando observamos la historia, no nos cuesta mucho señalar las ocasiones perdidas por la Iglesia por no haber descubierto el momento entonces vivido. Pero, Señor: ¿cuántas ocasiones no habremos perdido ahora por no descubrir los signos de los tiempos o, lo que es lo mismo, por no vivir e iluminar la problemática actual con la luz del Evangelio? «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?» (Lc 12,57), nos vuelve a recordar hoy Jesús.

No vivimos en un mundo de maldad, aunque también haya bastante. Dios no ha abandonado su mundo. Como recordaba san Juan de la Cruz, habitamos en una tierra en la que anduvo el mismo Dios y que Él llenó de hermosura. La beata Teresa de Calcuta captó los signos de los tiempos, y el tiempo, nuestro tiempo, ha entendido a la beata Teresa de Calcuta. Que ella nos estimule. No dejemos de mirar hacia lo alto sin perder de vista la tierra.

Creemos en un Dios que Salva por Amor


CREEMOS EN UN DIOS QUE SALVA POR AMOR

Por Gabriel González del Estal

1.- Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Esta es la esencia del mensaje cristiano: que Dios es amor y salva por amor. Dios padre envió a su Hijo al mundo para salvar al mundo, no para condenarlo, porque es un Dios amor. Creer en Cristo supone creer en un Dios amor, en un Dios que quiere salvar, no condenar. Naturalmente, esto no quiere decir que todos estemos salvados, independientemente de las obras que hagamos. Para que Dios pueda salvarnos, nosotros debemos creer en el Dios amor y, guiados por la luz de este Dios amor, hacer obras de amor. Es el mismo Cristo el que nos dice que, si detestamos la luz y nuestras obras son malas, Dios no podrá salvarnos, porque serán nuestras malas obras las que nos condenen. Creer en Cristo es dejarse guiar por su luz, es decir tratar de vivir como él vivió, haciendo obras buenas, obras de amor. La vida de un cristiano será verdaderamente cristiana si hace obras buenas, obras de amor. El cristianismo no es una teoría, es seguir a una persona, a Cristo, caminar en su luz, tratar de vivir como él vivió. Donde no hay amor no hay cristianismo y donde hay auténtico amor hay auténtico cristianismo. Creer en Cristo no es una simple afirmación teórica, es un compromiso de vida, un propósito continuo de vivir dirigidos por la luz de Cristo, de vivir en el amor de Cristo, practicando obras de amor. Y ya sabemos que el amor de Cristo se verifica en el amor al prójimo, porque si decimos que amamos a Dios, pero no amamos al prójimo, somos unos mentirosos. En este sentido, es verdadera la frase tantas veces repetida, y cantada, de que, al atardecer de la vida, Dios nos examinará en el amor, en nuestras obras de amor.

2.- Así habla Ciro, rey de Persia: el Señor, rey de los cielos, me ha dado todos los reinos de la Tierra… Quien de vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba! El pueblo de Israel había pecado y había despreciado los buenos consejos que Yahvé, su Dios, le había enviado por medio de sus profetas. Yahvé les abandona, el pueblo de Israel es llevado al destierro; el templo es incendiado y Jerusalén es destruido. Todos los días el pueblo clama a Yahvé para que les envíe algún caudillo que les rescate y les lleve de nuevo a su patria. Y Dios escoge a Ciro, rey de Persia, un rey pagano, no judío, para que les libere de la cautividad. Ciro es un rey magnánimo y tolerante, que permite a los israelitas volver a Jerusalén y les ayuda a reconstruir el templo. Los cristianos siempre hemos visto en Ciro un anticipo del Mesías, de Jesús, que vino para salvarnos y liberarnos del pecado que nos tenía esclavizados. Muchas de las frases que la teología cristiana ha aplicado a Cristo fueron aplicadas antes al rey Ciro. Es este un buen ejemplo para convencernos de que Dios no hace distinciones y juzga a cada uno según sus obras, sea de la nación o religión que sea. El que hace obras buenas y practica la justicia misericordiosa es bueno y agrada a Dios, sea de donde sea. No estaría nada mal que nos fijáramos hoy en el rey Ciro, como ejemplo de rey justo y tolerante en lo político y en lo religioso. Dios nos juzgará por nuestras obras, no por nuestro carné de identidad político, o religioso.

3.- Dios, rico en misericordia, por el gran amor con el que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, no ha hecho vivir con Cristo –por pura gracia estáis salvados-. El estar salvados por pura gracia sólo quiere decir, en san Pablo, que no es la Ley la que nos salva, sino el amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús. Las buenas obras son consecuencia necesaria de estar salvados, puesto que Dios nos ha creado en Cristo Jesús para que nos dediquemos a las buenas obras, que Él determinó que las practicásemos. En el conocidísimo Himno al amor, que escribió san Pablo en su primera carta a los Corintios, el santo nos pide que seamos comprensivos, humildes, sacrificados, siempre verdaderos y misericordiosos. Porque el amor es la definición permanente de nuestra relación esencial con Dios y con el prójimo. Por pura gracia estamos salvados y esto lo demostraremos practicando siempre obras de amor, porque creemos en un Dios que nos salva por amor.

24 oct 2019

Santo Evangelio 24 de Octubre 2019



Día litúrgico: Jueves XXIX del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 12,49-53): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».


«He venido a prender fuego en el mundo»

Rev. D. Joan MARQUÉS i Suriñach 
(Vilamarí, Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos presenta a Jesús como una persona de grandes deseos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!» (Lc 12,49). Jesús ya querría ver el mundo arder en caridad y virtud. ¡Ahí es nada! Tiene que pasar por la prueba de un bautismo, es decir, de la cruz, y ya querría haberla pasado. ¡Naturalmente! Jesús tiene planes, y tiene prisa por verlos realizados. Podríamos decir que es presa de una santa impaciencia. Nosotros también tenemos ideas y proyectos, y los querríamos ver realizados enseguida. El tiempo nos estorba. «¡Qué angustia hasta que se cumpla!» (Lc 12,50), dijo Jesús.

Es la tensión de la vida, la inquietud experimentada por las personas que tienen grandes proyectos. Por otra parte, quien no tenga deseos es un apocado, un muerto, un freno. Y, además, es un triste, un amargado que acostumbra a desahogarse criticando a los que trabajan. Son las personas con deseos las que se mueven y originan movimiento a su alrededor, las que avanzan y hacen avanzar.

¡Ten grandes deseos! ¡Apunta bien alto! Busca la perfección personal, la de tu familia, la de tu trabajo, la de tus obras, la de los encargos que te confíen. Los santos han aspirado a lo máximo. No se asustaron ante el esfuerzo y la tensión. Se movieron. ¡Muévete tú también! Recuerda las palabras de san Agustín: «Si dices basta, estás perdido. Añade siempre, camina siempre, avanza siempre; no te pares en el camino, no retrocedas, no te desvíes. Se para el que no avanza; retrocede el que vuelve a pensar en el punto de salida, se desvía el que apostata. Es mejor el cojo que anda por el camino que el que corre fuera del camino». Y añade: «Examínate y no te contentes con lo que eres si quieres llegar a lo que no eres. Porque en el instante que te complazcas contigo mismo, te habrás parado». ¿Te mueves o estás parado? Pide ayuda a la Santísima Virgen, Madre de Esperanza.

Dios es el amor por excelencia

Dios es el amor por excelencia
Dios es el amor por excelencia. Lo que los hombres y mujeres llamamos amor, es un destello. 
Autor: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net



La costumbre sajona de que los jóvenes se escogieran como prometidos en este día, probablemente se basa en la creencia popular que encontramos relatada en la literatura de los tiempos de Chaucer, de que los pájaros comenzaban a formar pareja el día se San Valentín. El envío de tarjetas fue una evolución natural de la costumbre.

El día de San Valentín y todo el mes de febrero lo recordamos como el mes del amor y la amistad. El amor...¡qué se podrá decir del amor que no se haya dicho ya!.

En todas las artes, la literatura, la poesía, la música, la pintura, la escultura, etcétera, se habla del amor. Desde niños aún, brota en nuestro corazón el deseo de amar y ser amados. 

Y llega el primer amor... y en él estamos más felices amando que siendo amados, embelesados en ese maravilloso sentimiento no nos cansamos de escribir el nombre de la persona amada en todos los cuadernos y papeles a nuestro alcance... 

Luego llega el enamoramiento del noviazgo, amando y siendo correspondidos en nuestro amor, más tarde el amor en el matrimonio, más sosegado, más sereno, pero también mucho más pleno, de dos seres que se aman y se convierten en uno. 

Y hay otros muchos amores, dignos y admirables: el que tuvo la Madre Teresa de Calcuta a sus pobres, el amor del sacerdote a su Iglesia, el amor del misionero a su entrega, el amor de las religiosas a los enfermos, a los niños desvalidos, muchos con capacidades especiales, a los ancianos. El amor de los padres buenos por sus hijos y el de los hijos por sus padres, el amor a la naturaleza, el amor al prójimo... Y no vamos a hablar en este espacio de lo que algunos jóvenes y parejas, quizá no tan jóvenes, abandonándose a sus pasiones, le dan el nombre de amor a algo que ni siquiera se le parece. 

San Pablo nos dice: El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe. El amor no es egoísta, no se irrita. El amor no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se alegra de la verdad. El amor todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor no acaba nunca (Cor. 13, 1-13). Los que aman así pueden decir que han conocido el VERDADERO AMOR. 

Podemos hablar mucho sobre el amor y para llegar a su verdadera esencia, tenemos que llegar a Dios. Dios es amor

Dios es el amor por excelencia. Lo que los hombres y mujeres llamamos amor, es un destello, es un reflejo de esa plenitud amorosa que brota de nuestro Padre Dios. El Espíritu Santo es la conjunción del amor entre el Padre y el Hijo. Todo en Ellos es plenitud infinita. 

También la AMISTAD es una forma de amar. La amistad es un don donde la confianza y la honestidad, llenan el alma de quién tiene la suerte de poseerla.

Durante este mes, "mes del amor y la amistad" recordemos al Mejor Amigo que nunca nos deja y nos acompaña en el camino. Recordemos al Amor, que dio su vida por ti y por mi ¡Qué mayor prueba del amor!

23 oct 2019

Santo Evangelio 23 de Octubre 2019



Día litúrgico: Miércoles XXIX del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 12,39-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre». 

Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?». Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. 

»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».

Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre»

Rev. D. Josep Lluís SOCÍAS i Bruguera 
(Badalona, Barcelona, España)

Hoy, con la lectura de este fragmento del Evangelio, podemos ver que cada persona es un administrador: cuando nacemos, se nos da a todos una herencia en los genes y unas capacidades para que nos realicemos en la vida. Descubrimos que estas potencialidades y la vida misma son un don de Dios, puesto que nosotros no hemos hecho nada para conseguirlas. Son un regalo personal, único e intransferible, y es lo que nos confiere nuestra personalidad. Son los “talentos” de los que nos habla el mismo Jesús (cf. Mt 25,15), las cualidades que debemos hacer crecer a lo largo de nuestra existencia.

«En el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Lc 12,40), acaba diciendo Jesús en el primer párrafo. Nuestra esperanza está en la venida del Señor Jesús al final de los tiempos; pero ahora y aquí, también Jesús se hace presente en nuestra vida, en la sencillez y la complejidad de cada momento. Es hoy cuando, con la fuerza del Señor, podemos vivir su Reino. San Agustín nos lo recuerda con las palabras del Salmo 32,12: «Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor», para que podamos ser conscientes de ello, formando parte de esta nación.

«También vosotros estad preparados» (Lc 12,40), esta exhortación representa una llamada a la fidelidad, la cual nunca está subordinada al egoísmo. Tenemos la responsabilidad de saber “dar respuesta” a los bienes que hemos recibido junto con nuestra vida. «Conociendo la voluntad de su señor» (Lc 12,47), es lo que llamamos nuestra “conciencia”, y es lo que nos hace dignamente responsables de nuestros actos. La respuesta generosa por nuestra parte hacia la humanidad, hacia cada uno de los seres vivos, es algo justo y lleno de amor.

La herida de tus clavos



La herida de tus clavos

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv


La herida de tus clavos
tu sangre en rojo vino
la llaga de la luz en su costado,
y fueron mis pecados
mi error, mi desatino
los que tienen tu cuerpo ensangrentado.

Tu amor en las espinas
tu amor soporta todo
una entrega total y sin reserva
amor en que te animas 
a darte de tal modo
que entregada, tu vida, me preserva.

Perdón, Señor amado
perdón por esa herida
que en tu cuerpo mi látigo de muerte
provoca despiadado
quitándole la vida
a la Iglesia en que el mundo puede verte.

Perdón, Señor bendito
por el gesto omitido.
Perdón por todo el bien desperdiciado,
mi corazón contrito
te pide arrepentido
perdones mi maldad y mi pecado.

Confío en tu clemencia
en tu misericordia
Señor Jesús, mi Dios, mi Bien, mi Vida
y entrego a tu indulgencia
mi presente y mi historia
tu Espíritu me de la paz perdida.

22 oct 2019

Santo Evangelio 22 de Octubre 2019



Día litúrgico: Martes XXIX del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 12,35-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!».


«Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda»

Rev. D. Miquel VENQUE i To 
(Barcelona, España)

Hoy es preciso fijarse en estas palabras de Jesús: «Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran» (Lc 12,36). ¡Qué alegría descubrir que, aunque sea pecador y pequeño, yo mismo abriré la puerta al Señor cuando venga! Sí, en el momento de la muerte seré yo quien abra la puerta o la cierre, nadie podrá hacerlo por mí. «Persuadámonos de que Dios nos pedirá cuentas no sólo de nuestras acciones y palabras, sino también de cómo hayamos usado el tiempo» (San Gregorio Nacianceno).

Estar en la puerta y con los ojos abiertos es un planteamiento clave y a mi alcance. No puedo distraerme. Estar distraído es olvidar el objetivo, querer ir al cielo, pero sin una voluntad operativa; es hacer pompas de jabón, sin un deseo comprometido y evaluable. Tener puesto el delantal significa estar en la cocina, preparado hasta el último detalle. Mi padre, que era agricultor, decía que no se puede sembrar si la tierra está "enfadada"; para hacer una buena siembra hay que pasearse por el campo y tocar las semillas con atención.

El cristiano no es un náufrago sin brújula, sino que sabe de dónde viene, a dónde va y cómo llegar; conoce el objetivo, los medios para ir y las dificultades. Tenerlo en cuenta nos ayudará a vigilar y a abrir la puerta cuando el Señor nos avise. La exhortación a la vigilancia y a la responsabilidad se repite con frecuencia en la predicación de Jesús por dos razones obvias: porque Jesús nos ama y nos “vela”; el que ama no se duerme. Y, porque el enemigo, el diablo, no para de tentarnos. El pensamiento del cielo y del infierno no podrá distraernos nunca de las obligaciones de la vida presente, pero es un pensamiento saludable y encarnado, y merece la felicitación del Señor: «Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!» (Lc 12,38). Jesús, ayúdame a vivir atento y vigilante cada día, amándote siempre.

Hundido en el silencio

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Hundido en el silencio

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv


Hundido en el silencio,
tan sólo un peregrino que a tus pies
se extiende como el lienzo
que da su pequeñez;
una espiga dorada de tu mies.

A tus pies pordiosero
de las migas sobrantes de tu mesa.
Si todo lo que quiero
beber de tu riqueza
es el vino que ofrece tu pureza.

A tus pies, yo, sediento,
deseando de tu fuente el agua pura
tan solo me alimento
de la presencia oscura
que en medio de la noche me asegura.

A tus pies el momento
que eterniza en el tiempo mi nostalgia
es cántico y lamento
que envuelve con su magia
el tiempo de la vida que presagia.

A tus pies me distiendo
y al sol de tu presencia mi alma entrego;
porque en Ti me comprendo
orante y pordiosero
y digo, sin palabras, que te quiero.



21 oct 2019

Santo Evangelio 21 de Octubre 2019



Día litúrgico: Lunes XXIX del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».

Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

«La vida de uno no está asegurada por sus bienes»

Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet 
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Hoy, el Evangelio, si no nos tapamos los oídos y no cerramos los ojos, causará en nosotros una gran conmoción por su claridad: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes» (Lc 12,15). ¿Qué es lo que asegura la vida del hombre?

Sabemos muy bien en qué está asegurada la vida de Jesús, porque Él mismo nos lo ha dicho: «El Padre tiene el poder de dar la vida, y ha dado al Hijo ese mismo poder» (Jn 5,26). Sabemos que la vida de Jesús no solamente procede del Padre, sino que consiste en hacer su voluntad, ya que éste es su alimento, y la voluntad del Padre equivale a realizar su gran obra de salvación entre los hombres, dando la vida por sus amigos, signo del más excelso amor. La vida de Jesús es, pues, una vida recibida totalmente del Padre y entregada totalmente al mismo Padre y, por amor al Padre, a los hombres. La vida humana, ¿podrá ser entonces suficiente en sí misma? ¿Podrá negarse que nuestra vida es un don, que la hemos recibido y que, solamente por eso, ya debemos dar gracias? «Que nadie crea que es dueño de su propia vida» (San Jerónimo).

Siguiendo esta lógica, sólo falta preguntarnos: ¿Qué sentido puede tener nuestra vida si se encierra en sí misma, si halla su agrado al decirse: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea» (Lc 12,19)? Si la vida de Jesús es un don recibido y entregado siempre en el amor, nuestra vida —que no podemos negar haber recibido— debe convertirse, siguiendo a la de Jesús, en una donación total a Dios y a los hermanos, porque «quien vive preocupado por su vida, la perderá» (Jn 12,25).

Caminas por la orilla

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Caminas por la orilla

Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv


Caminas por la orilla
del lago en la mañana,
tan frescas tus pisadas en la arena,
y en tanta maravilla
la claridad temprana
roza la noche y rompe sus cadenas.

La pesca que prometen
las redes en tu nombre
es obra de tu Amor resucitado,
y a tu voz se someten
cansancio, fuerza y hombre.
La pesca milagrosa ya ha empezado.

El Amor en los ojos
de Juan que puede verte
con los ojos de un alma centinela,
supera con su arrojo
el muro de la muerte
ha encontrado a su Amor, la noche en vela.

Hay fuego preparado
y un banquete divino
que ofrece al navegante su reposo
hay pan resucitado
y sangre en rojo vino
el signo y la presencia del Esposo.

20 oct 2019

Santo Evangelio 20 de Octubre 2019



Día litúrgico: Domingo XXIX (C) del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 18,1-8): En aquel tiempo, Jesús les decía una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’».

Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».


«Es preciso orar siempre sin desfallecer»

Rev. D. Pere CALMELL i Turet 
(Barcelona, España)

Hoy, Jesús nos recuerda que «es preciso orar siempre sin desfallecer» (Lc 18,1). Enseña con sus obras y con las palabras. San Lucas se nos presenta como el evangelista de la oración de Jesús. Efectivamente, en algunas de las escenas de la vida del Señor, que los autores inspirados de la Escritura Santa nos transmiten, es únicamente Lucas quien nos lo muestra rezando.

En el Bautismo en el Jordán, en la elección de los Doce y en la Transfiguración. Cuando un discípulo le pidió «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1), de sus labios salió el Padrenuestro. Cuando anuncia las negaciones a Pedro: «Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca» (Lc 22,32). En la crucifixión: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Cuando muere en la Cruz: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu», del Salmo 31. El Señor mismo es modelo de la oración de petición, especialmente en Getsemaní, según la descripción de todos los evangelistas.

—Puedo ir concretando cómo elevaré el corazón a Dios en las distintas actividades, porque no es lo mismo hacer un trabajo intelectual que manual; estar en la iglesia que en el campo de deportes o en casa; conducir por la ciudad que por la autopista; no es lo mismo la oración de petición que el agradecimiento; o la adoración que pedir perdón; de buena mañana que cuando llevamos todo el cansancio del día. San Josemaría Escrivá nos da una receta para la oración de petición: «Más consigue aquel que importuna más de cerca... Por tanto, acércate a Dios: esfuérzate por ser santo».

Santa María es modelo de oración, también de petición. En Caná de Galilea es capaz de avanzar la hora de Jesús, la hora de los milagros, con su petición, llena de amor por aquellos esposos y llena de confianza en su Hijo.

Escúchame, Señor

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ESCÚCHAME, SEÑOR

Aunque, mi pensamiento, vuele  por otros cielos
y no sea consciente de tu  presencia
Aunque, mis labios se abran  para bendecirte,
y mi corazón siga amando otros  dioses.


ESCÚCHAME,  SEÑOR
Porque, temo y siento a veces,
que mi oración es pura y  simple palabrería,
que mi alabanza es un quedar  bien contigo
que mi confianza es débil y muy  interesada


ESCÚCHAME,  SEÑOR
Porque tengo miedo a cortar  contigo
Porque, aun hablándote, me  siento solo
Porque, aun queriéndote,
no siempre eres mi amor  primero


¿ME  ESCUCHARÁS, SEÑOR?
¡Ayúdame!
Que no caiga en la tentación  de la pereza
Que no me canse nunca de estar  junto a Ti
ni de buscarte en el oasis de  la oración.


¿ME  ESCUCHARÁS, SEÑOR?
Ojala, que en el día que tú me  llames,
aun con mis deficiencias,  hipocresías y pecados
encuentres un poco de fe, sólo  un poco de fe,
en este que siempre quiere ser  tu amigo
Amén.