25 jun 2022

Santo Evangelio 25 de Junio 2022

  


Texto del Evangelio (Lc 2,41-51):

 Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.



«Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón»


Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells

(Salt, Girona, España)

Hoy celebramos la memoria del Corazón Inmaculado de María. Un corazón sin mancha, lleno de Dios, abierto totalmente a obedecerle y escucharle. El corazón, en el lenguaje de la Biblia, se refiere a lo más profundo de la persona, de donde emanan todos sus pensamientos, palabras y obras. ¿Qué emana del corazón de María? Fe, obediencia, ternura, disponibilidad, espíritu de servicio, fortaleza, humildad, sencillez, agradecimiento, y toda una estela inacabable de virtudes.

¿Por qué? La respuesta la encontramos en las palabras de Jesús: «Donde está tu tesoro allí estará tu corazón» (Mt 6,21). El tesoro de María es su Hijo, y en Él tiene puesto todo su corazón; los pensamientos, palabras y obras de María tienen como origen y como fin contemplar y agradar al Señor.

El Evangelio de hoy nos da una buena muestra de ello. Después de narrarnos la escena del niño Jesús perdido y hallado en el templo, nos dice que «su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón» (Lc 2,51). San Gregorio de Nisa comenta: «Dios se deja contemplar por los que tienen el corazón purificado». ¿Qué guarda María en su corazón? Desde la Encarnación hasta la Ascensión de Jesús al cielo, pasando por las horas amargas del Calvario, son tantos y tantos recuerdos meditados y profundizados: la alegría de la visita del ángel Gabriel manifestándole el designio de Dios para Ella, el primer beso y el primer abrazo a Jesús recién nacido, los primeros pasos de su Hijo en la tierra, ver cómo iba creciendo en sabiduría y en gracia, su “complicidad” en las bodas de Caná, las enseñanzas de Jesús en su predicación, el dolor salvador de la Cruz, la esperanza en el triunfo de la Resurrección...

Pidámosle a Dios tener el gozo de amarle cada día de un modo más perfecto, con todo el corazón, como buenos hijos de la Virgen.

Estrella de la mañana

 


ESTRELLA DE LA MAÑANA

La Iglesia que va recogiendo en las Letanías las más preciadas flores del pensamiento, de la naturaleza y del simbolismo para coronar a la Santísima Virgen, su Madre y Reina, le muestra su amor, combinando figuras y símbolos que expresan dignidad, elevación, fuerza, esplendor y hermosura singular, todo apropiado a la dulce Reina del Cielo.

Toda aspiración del alma, todo sentimiento, todo afecto del corazón, encuentra su eco en las Letanías.

En esta Invocación, la Iglesia toma por símbolo LA ESTRELLA, María no es una estrella común, es la ESTRELLA DE LA MAÑANA, el astro más brillante del cielo, después del sol. Es llamada así por varios Astrónomos; también en esto es figura expresiva y noble de María que por su excelsa dignidad de Madre de Dios, es el astro más brillante del cielo, después del Divino Sol de Justicia: Jesucristo.

La estrella de la mañana anuncia el fin de la noche y la luz de la aurora, el principio del día: de la misma manera, la Virgen María anunció, al nacer el fin de la noche y de las tinieblas en la que los hombres de tantos siglos yacían sepultados.

Ella es la bellísima aurora que anuncia un día todavía más hermoso en que el Sol divino: JESUCRISTO, ha de iluminar al mundo, disipando la ignorancia y el error y con aquel calor sobrenatural del fuego que trajo sobre la tierra ha de encender el corazón de los hombres y hacer germinar y crecer virtudes fecundas en frutos y en la más eminente santidad.

María precedió al Sol Divino y le preparó en sí misma la morada y Ella fue, como astro menor, fiel seguidora de su Divino Hijo que es el sol y centro de gravitación del mundo de las almas.

Lo siguió personalmente en Egipto, en Jerusalén, en Judea, en el Calvario; lo siguió en la Pasión y en los dolores de la Cruz, lo siguió y lo sigue en el triunfo y en la gloria, en el amor a Dios y en la Oblación que de El hizo por nosotros al Padre Eterno.

Nosotros debemos seguir al Señor, imitándole en cuanto nos es posible. María Santísima nos ofrece en sí misma el más perfecto modelo.

La imitación de Jesucristo no es un sencillo consejo sugerido a las almas más generosas. Imitar al Divino Salvador ES UN DEBER, un precepto para todos. Si nos gloriamos del nombre de cristianos, debemos, por consiguiente, ser seguidores e imitadores de Jesucristo.

El Espíritu Santo con su Luz ilumina nuestra inteligencia para comprender la necesidad del máximo esfuerzo que debemos hacer para conseguir la perfección cristiana, que principalmente consiste en el Amor de Caridad con el que debemos amar a Dios y amar al prójimo como El nos ama.

El largo y paciente trabajo de modelar nuestra vida sobre el ejemplo luminoso de María Santísima requiere el ejercicio de la mente y de la voluntad que deben ser confortados continuamente por la Divina gracia de los sacramentos (confesión y comunión).

La estrella de los hijos, que debe brillar, por así decirlo, en el cielo de la familia, es el "ejemplo" de los padres, sin el cual para nada ayudarían ni la más cuidada educación ni las más prudentes correcciones.

No olvidemos que "la educación es una IMITACIÓN" ... o sea que debemos EDUCARLOS CON EL EJEMPLO.

Escribe un autor que, antiguamente, en el mar, los navegantes se orientaban por la estrella de la mañana para llegar al puerto al que se dirigían ... a su destino.

Para nosotros, los mortales, que navegamos en el mar de la vida, María debe ser siempre la guía que nos conduzca al Puerto Seguro ¡el Corazón de su Divino Hijo!, para alcanzar la felicidad eterna. Y a nosotros nos corresponde ser para los hijos: LA ESTRELLA que con EL EJEMPLO, les ayude a buscar siempre la protección maternal y la guía en su propia vida de LA ESTRELLA DE LA MAÑANA La Inmaculada y Amorosa Madre María Santísima.

María conservaba todas estas cosas en su corazón

 



María conservaba todas estas cosas en su corazón


María iba reflexionando sobre todas las cosas que había conocido leyendo, escuchando, mirando, y de este modo su fe iba en aumento constante, sus méritos crecían, su sabiduría se hacía más clara y su caridad era cada vez más ardiente. Su conocimiento y penetración, siempre renovados, de los misterios celestiales la llenaban de alegría, la hacían gozar de la fecundidad del Espíritu, la atraían hacia Dios y la hacían perseverar en su propia humildad. Porque en esto consisten los progresos de la gracia divina, en elevar desde lo más humilde hasta lo más excelso y en ir transformando de resplandor en resplandor. Bienaventurada el alma de la Virgen que, guiada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios.

Ella no se dejaba llevar por su propio instinto o juicio, sino que su actuación exterior correspondía siempre a las insinuaciones internas de la sabiduría que nace de la fe. Convenía, en efecto, que la sabiduría divina, que se iba edificando la casa de la Iglesia para habitar en ella, se valiera de María santísima para lograr la observancia de la ley, la purificación de la mente, la justa medida de la humildad y el sacrificio espiritual.

Imítala tú, alma fiel. Entra en el templo de tu corazón, si quieres alcanzar la purificación espiritual y la limpieza de todo contagio de pecado. Allí Dios atiende más a la intención que a la exterioridad de nuestras obras. Por esto, ya sea que por la contemplación salgamos de nosotros mismos para reposar en Dios, ya sea que nos ejercitemos en la práctica de las virtudes o que nos esforcemos en ser útiles a nuestro prójimo con nuestras buenas obras, hagámoslo de manera que la caridad de Cristo sea lo único que nos apremie. Éste es el sacrificio de la purificación espiritual, agradable a Dios, que se ofrece no en un templo hecho por mano de hombres, sino en el templo del corazón, en el que Cristo el Señor entra de buen grado.

De los Sermones de san Lorenzo Justiniano, obispo

(Sermón 8, En la fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María: Opera 2, Venecia 1751, 38-39)


24 jun 2022

Santo Evangelio 24 de Junio 2022

  



Texto del Evangelio (Lc 15,3-7):

 En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a los fariseos y maestros de la Ley: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, contento, la pone sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión».



«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido»


Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez

(Rubí, Barcelona, España)

Hoy celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Desde tiempo inmemorial, el hombre sitúa “físicamente” en el corazón lo mejor o lo peor del ser humano. Cristo nos muestra el suyo, con las cicatrices de nuestro pecado, como símbolo de su amor a los hombres, y es desde este corazón que vivifica y renueva la historia pasada, presente y futura, desde donde contemplamos y podemos comprender la alegría de Aquel que encuentra lo que había perdido.

«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido» (Lc 15,6). Cuando escuchamos estas palabras, tendemos siempre a situarnos en el grupo de los noventa y nueve justos y observamos “distantes” cómo Jesús ofrece la salvación a cantidad de conocidos nuestros que son mucho peor que nosotros... ¡Pues no!, la alegría de Jesús tiene un nombre y un rostro. El mío, el tuyo, el de aquél..., todos somos “la oveja perdida” por nuestros pecados; así que..., ¡no echemos más leña al fuego de nuestra soberbia, creyéndonos convertidos del todo!

En el tiempo que vivimos, en que el concepto de pecado se relativiza o se niega, en el que el sacramento de la penitencia es considerado por algunos como algo duro, triste y obsoleto, el Señor en su parábola nos habla de alegría, y no lo hace solo aquí, sino que es una corriente que atraviesa todo el Evangelio. Zaqueo invita a Jesús a comer para celebrarlo, después de ser perdonado (cf. Lc 19,1-9); el padre del hijo pródigo perdona y da una fiesta por su vuelta (cf. Lc 15,11-32), y el Buen Pastor se regocija por encontrar a quien se había apartado de su camino.

Decía san Josemaría que un hombre «vale lo que vale su corazón». Meditemos desde el Evangelio de Lucas si el precio —que va marcado en la etiqueta de nuestro corazón— concuerda con el valor del rescate que el Sagrado Corazón de Jesús ha pagado por cada uno de nosotros.


Puerta del Cielo



PUERTA DEL CIELO


María Santísima es invocada como PUERTA DEL CIELO porque fue por Ella que Nuestro Señor Jesucristo pasó del Cielo a la tierra.

Fue voluntad de Dios, que aceptara voluntariamente y con pleno conocimiento el ser Madre de Jesus y no que fuera un simple instrumento pasivo, cuya maternidad no hubiera tenido mérito ni recompensa. Dios espero la respuesta de Ella que con pleno consentimiento de un corazón lleno de amor de Dios y con gran humildad pronunció las sublimes palabras. "hágase en mí, según tú palabra".

Fue por este consentimiento que se convirtió en la PUERTA DEL CIELO ... porque el Verbo Divino entró en el mundo al Encarnarse en el Seno Purísimo de María ... y habitó entre nosotros.

Jesús dijo de sí mismo "Yo soy la Puerta" (Jn. 10.9) la Puerta de la Iglesia y por tanto la Puerta del Cielo.

Dice San Gregorio Magno: "entra por LA PUERTA que es Cristo, aquel que por la gracia Divina profesa las verdades de la fe, las guarda con la CARIDAD y las manifiesta prácticamente con las obras". Por consiguiente la fe verdadera y el amor operativo, frutos de la gracia Divina, son las condiciones indispensables para entrar en el cielo.

El amor y la devoción a María (después de Cristo) son el medio más eficaz y seguro para conseguir la gracia Divina y los dones de la fe.

La fe en la Humanidad de Jesucristo es tan necesaria para nuestra salvación como la fe en su Divinidad.

La fe en la Santísima Humanidad de Jesucristo se aclara y se afirma; nos da luz, al reflexionar y meditar en la prodigiosa Maternidad Virginal de María. Por medio de Ella, conocemos también a Dios.

Ilustremos este pensamiento con la guía de los Teólogos. Dios creó todas las cosas para gloria suya.

Si El --causa primera, absoluta y eficiente de la creación-- debía ser el fin último y supremo de todas las criaturas, debía serlo especialmente de las más nobles, dotadas de inteligencia y de libertad, esto es, de los ángeles y de los hombres.

Estos debían inmediata y directamente servir a Dios, conocerle y amarle, esto es, darle gloria, para abismarse después en El y en su perfecto conocimiento y amor, y en la gloria que habían de tributarle, hallar su suprema felicidad; pero el homenaje y la gloria que podían dar a Dios estas criaturas, tan sublimes como se quiera, es siempre escaso y defectuoso, infinitamente distante del mérito que tiene Dios para ser obsequiado y glorificado, puesto que siempre será finito, y Dios merece gloria infinita.

¿Quién puede tributar a Dios esta gloria infinita? Nadie más que un Ser infinito, nadie más que Dios. Pero este Dios debía ser también a la vez criatura, porque debía ser el representante de las criaturas y tributar a Dios gloria en nombre y representación de las criaturas. Y he aquí que ya se perfila, en el admirable plan de la Sabiduría de Dios, el misterio de la Encarnación del Verbo, por el cual el Hijo de Dios se hizo criatura, asumió nuestra naturaleza y la unió hipostáticamente a la eterna naturaleza Divina en unidad de Persona.

Así fue resuelto el arduo problema: Jesucristo es verdadero Hombre y verdadero Dios, como hombre dio y continúa dando gloria a Dios, como Dios da a esta gloria un precio, un valor, un mérito infinitos; esta gloria es dada por la criatura y es digna de Dios: el Hombre paga su deuda a Dios, y así, se hace digno de entrar en el cielo y gozar de Dios.

María Santísima ES MADRE DEL VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE.

Por estas consideraciones podemos entender la decisiva importancia que tiene la verdadera devoción a la Excelsa Madre de Dios, devoción sólida y perseverante de amor efectivo, de obras buenas y de constante alejamiento del pecado.

En Tí está la Fuente de la Vida

 



En Tí está la Fuente de la Vida


Y tú, hombre redimido, considera quién, cuál y cuán grande es éste que está pendiente de la cruz por ti. Su muerte resucita a los muertos, su tránsito lo lloran los cielos y la tierra, y las mismas piedras, como movidas de compasión natural, se quebrantan. ¡Oh corazón humano, más duro eres que ellas, si con el recuerdo de tal víctima ni el temor te espanta, ni la compasión te mueve, ni la compunción te aflige, ni la piedad te ablanda!

Para que del costado de Cristo dormido en la cruz se formase la Iglesia y se cumpliese la Escritura que dice: Mirarán a quien traspasaron, uno de los soldados lo hirió con una lanza y le abrió el costado. Y fue permisión de la divina providencia, a fin de que, brotando de la herida sangre y agua, se derramase el precio de nuestra salud, el cual, manando de la fuente arcana del corazón, diese a los sacramentos de la Iglesia la virtud de conferir la vida de la gracia, y fuese para los que viven en Cristo como una copa llenada en la fuente viva, que brota para comunicar vida eterna.

Levántate, pues, alma amiga de Cristo, y sé la paloma que labra su nido en los agujeros de la peña; sé el pájaro que encuentra su casa y no deja de guardarla; sé la tórtola que esconde los polluelos de su casto amor en aquella abertura sacratísima. Aplica a ella tus labios para que bebas el agua de las fuentes del Salvador. Porque ésta es la fuente que mana en medio del paraíso y, dividida en cuatro ríos que se derraman en los corazones amantes, riega y fecunda toda la tierra.

Corre con vivo deseo a esta fuente de vida y de luz quienquiera que seas, ¡oh alma amante de Dios!, y con toda la fuerza del corazón exclama:

«¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplandor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que vivificas toda vida, luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo resplandor millares de luces, que desde la primera aurora fulguran ante el trono de tu divinidad!

¡Oh eterno e inaccesible, claro y dulce manantial de la fuente oculta a los ojos mortales, cuya profundidad es sin fondo, cuya altura es sin término, su anchura ilimitada y su pureza imperturbable!

De ti procede el río que alegra a la ciudad de Dios. Recrea con el agua de este deseable torrente los resecos labios de los sedientos de amor, para que con voz de regocijo y gratitud te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente de la vida y tu luz nos hace ver la luz.»

De las Obras de san Buenaventura, obispo

(Opúsculo 3, El árbol de la vida, 29-30. 47: Opera omnia 8, 79)


23 jun 2022

Santo Evangelio 23 de Junio 2022

  


Texto del Evangelio (Lc 1,57-66.80):

 Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.



«El niño crecía y su espíritu se fortalecía»


Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel

(Barcelona, España)

Hoy, celebramos solemnemente el nacimiento del Bautista. San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí mueve las masas y las invita con voz convincente a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra, pero no tiene pelos en la lengua y es capaz de acusar y denunciar las injusticias incluso a los mismos reyes; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús, pero no rechaza conversar con el rey Herodes mientras está en prisión. Silencioso y humilde, es también valiente y decidido hasta derramar su sangre. ¡Juan Bautista es un gran hombre!, el mayor de los nacidos de mujer, así lo elogiará Jesús; pero solamente es el precursor de Cristo.

Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios; así lo expresa el evangelista: «El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (Lc 1,80). Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad. Con nuestro conocimiento de Juan, podemos responder a la pregunta de sus contemporáneos: «¿Qué será este niño?» (Lc 1,66).

Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros; san Agustín nos dice: «Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha a Cristo, repito, no porqué tú le ofrezcas algo a Él, sino para progresar tú en Él». En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos.


22 jun 2022

Santo Evangelio 22 de Junio 2022

  


Texto del Evangelio (Mt 7,15-20):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis».



«Por sus frutos los reconoceréis»


+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret

(Vic, Barcelona, España)

Hoy, se nos presenta ante nuestra mirada un nuevo contraste evangélico, entre los árboles buenos y malos. Las afirmaciones de Jesús al respecto son tan simples que parecen casi simplistas. ¡Y justo es decir que no lo son en absoluto! No lo son, como no lo es la vida real de cada día.

Ésta nos enseña que hay buenos que degeneran y acaban dando frutos malos y que, al revés, hay malos que cambian y acaban dando frutos buenos. ¿Qué significa, pues, en definitiva, que «todo árbol bueno da frutos buenos (Mt 7,17)»? Significa que el que es bueno lo es en la medida en que no desfallece obrando el bien. Obra el bien y no se cansa. Obra el bien y no cede ante la tentación de obrar el mal. Obra el bien y persevera hasta el heroísmo. Obra el bien y, si acaso llega a ceder ante el cansancio de actuar así, de caer en la tentación de obrar el mal, o de asustarse ante la exigencia innegociable, lo reconoce sinceramente, lo confiesa de veras, se arrepiente de corazón y... vuelve a empezar.

¡Ah! Y lo hace, entre otras razones, porque sabe que si no da buen fruto será cortado y echado al fuego (¡el santo temor de Dios guarda la viña de las buenas vides!), y porque, conociendo la bondad de los demás a través de sus buenas obras, sabe, no sólo por experiencia individual, sino también por experiencia social, que él sólo es bueno y puede ser reconocido como tal a través de los hechos y no de las solas palabras.

No basta decir: «Señor, Señor!». Como nos recuerda Santiago, la fe se acredita a través de las obras: «Muéstrame tu fe sin las obras, que yo por las obras te haré ver mi fe» (Sant 2,18).

Arca de la Alianza

 


ARCA DE LA ALIANZA


Todos los personajes más ilustres, los más notables sucesos y las cosas más nobles del Antiguo Testamento eran figuras de los acontecimientos y de los personajes del Nuevo, enseña el Apóstol San Pablo ( 1 Cor. X, 11), por esto representaban a Cristo principalmente, a su Iglesia y a María su Madre, Así eran figuras de Ella: el Arca de la Noé, el Arca de la Alianza, etc.

Él Arca de la Alianza, construida por Moisés bajo el diseño dado por Dios mismo, era una caja que medía 1.25 m. de largo: 0.75 m. de alto y otro tanto de ancho, hecha de madera incorruptible. forrada por dentro y por fuera con láminas de oro, con una cubierta llamada Propiciatorio, hecha de oro macizo y con dos querubines que cubrían el Arca con sus alas extendidas: en ella se conservaban las Tablas de la Ley. Mediante dos barras cubiertas de oro que pasaban a través de cuatro anillos, también de oro, puestos en los ángulos, era llevada por los levitas. (cfr. Éxodo 25:10.22).

Consideremos para nuestra edificación y gozo las principales semejanzas entre el Arca de la Alianza y María Santísima.

• El Arca simbolizaba la firmeza y la constancia de María en la práctica de las más singulares y excelsas virtudes que poseía desde el primero hasta el último instante de su vida. Firmeza y constancia que brillaron de modo particular en los días del martirio. ¡qué lecciones para nosotros!.

• El Arca estaba forrada por dentro y por fuera de ORO purísimo y simbolizaba a María, llena de todas las virtudes, especialmente del amor a Dios y a la humanidad, que es la más preciosa de todas las virtudes, como el oro es el más precioso de los metales.

• El Arca era la mayor gloria de Israel, Dios residía en ella, desde ella daba sus respuestas y daba a conocer al pueblo su voluntad. La Virgen Santísima, es después de Dios, la gloria y la alegría de la celestial Jerusalén y de la Jerusalén terrestre: la Santa Iglesia.

• El Arca tenía dos querubines. María en el Cielo está cortejada por los Coros Angélicos, como Reina de los Angeles.

• El Arca DE LA ALIANZA tenía el PROPICIATORIO que cubría el Arca y era de ORO purísimo, y sobre el Propiciatorio, entre las alas de los Querubines, habitaba Dios.

EN EL SENO VIRGINAL DE MARIA PUSO DIOS SU SEDE POR LA DIVINA OBRA DE LA ENCARNACIÓN y por este motivo ella es nuestro Propiciatorio, nuestra Medianera de gracia ante su Divino Hijo.

• El Arca guardaba las Tablas de la Ley, un vaso con el prodigioso Maná y la vara de Aarón que floreció milagrosamente en señal de que Dios lo elegía para sumo Sacerdote.

Las Tablas de la Ley, monumento de la Sabiduría de Dios, figuran la Sabiduría de María Santísima, profunda conocedora y perfecta ejecutora de la Ley Divina. La vara de Aarón, símbolo de autoridad, indica el soberano poder que Dios confirió a María de conceder gracias y de regir, sujeta a su Divino Hijo, la Santa Iglesia. El Maná milagroso, alimento celestial dotado de todo sabor, nos recuerda la dulzura y la incomparable bondad de la Madre de Dios tanto para los justos como para los pecadores.

En resumen, en el Arca nos place ver especialmente el símbolo de María Inmaculada, que concibió al Verbo de Dios y lo dio a luz de modo inefable

Esta Arca mística fue también construida bajo el diseño Divino. San Bernardo la llama "escogida y conocida desde toda la eternidad por el Altísimo para que fuese un día su Madre".

• Esta MÍSTICA ARCA fue preparada para ser la Sede de la Sabiduría Increada, el Tabernáculo de Aquel que por su ENCARNACIÓN es LA ALIANZA SUBLIME entre Dios y el ser humano de la ALIANZA ESPECIALÍSIMA entre el Amor Infinito y Eterno de Dios y, LA HUMANIDAD PECADORA REDIMIDA POR EL VERBO DIVINO . ENCARNACIÓN REDENTORA

El Seno Purísimo de María como ARCA DE LA ALIANZA. por su trascendental palabra: "HÁGASE EN MI" nos dio a Jesucristo que es el CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.

La amistad Verdadera es Perfecta y constante

 



La amistad Verdadera es Perfecta y constante


Jonatán, aquel excelente joven, sin atender a su estirpe regia y a su futura sucesión en el trono, hizo un pacto con David y, equiparando el siervo al señor, precisamente cuando huía de su padre, cuando estaba escondido en el desierto, cuando estaba condenado a muerte, destinado a la ejecución, lo antepuso a sí mismo, abajándose a sí mismo y ensalzándolo a él: Tú —le dice— serás el rey, y yo seré tu segundo.

¡Oh preclarísimo espejo de amistad verdadera! ¡Cosa admirable! El rey estaba enfurecido con su siervo y concitaba contra él a todo el país, como a un rival de su reino; asesina a los sacerdotes, basándose en la sola sospecha de traición; inspecciona los bosques, busca por los valles, asedia con su ejército los montes y peñascos, todos se comprometen a vengar la indignación regia; sólo Jonatán, el único que podía tener algún motivo de envidia, juzgó que tenía que oponerse a su padre y ayudar a su amigo, aconsejarlo en tan gran adversidad y, prefiriendo la amistad al reino, le dice: Tú serás el rey, y yo seré tu segundo. Y fíjate cómo el padre de este adolescente lo provocaba a envidia contra su amigo, agobiándolo con reproches, atemorizándolo con amenazas, recordándole que se vería despojado del reino y privado de los honores.

Y, habiendo pronunciado Saúl sentencia de muerte contra David, Jonatán no traicionó a su amigo. ¿Por qué ha de morir David? ¿Qué ha hecho? Él puso su vida en peligro, mató al filisteo, y tú te alegraste. ¿Por qué ha de morir? El rey, fuera de sí al oír estas palabras, intenta clavar a Jonatán en la pared con su lanza, llenándolo además de improperios: ¡Hijo perverso y contumaz! —le dice—; sé muy bien que lo amas, para vergüenza tuya y vergüenza de la desnudez de tu madre. Y, a continuación, vomita todo el veneno que llevaba dentro, intentando salpicar con él el pecho del joven, añadiendo aquellas palabras capaces de incitar su ambición, de fomentar su envidia, de provocar su emulación y su amargor: Mientras viva sobre el suelo el hijo de Jesé, no estarás a salvo ni tú ni tu realeza.

¿A quién no hubieran impresionado estas palabras? ¿A quién no le hubiesen provocado a envidia? Dichas a cualquier otro, estas palabras hubiesen corrompido, disminuido y hecho olvidar el amor, la benevolencia y la amistad. Pero aquel joven, lleno de amor, no cejó en su amistad, y permaneció fuerte ante las amenazas, paciente ante las injurias, despreciando, por su amistad, el reino, olvidándose de los honores, pero no de su benevolencia. Tú —dice— serás el rey, y yo seré tu segundo.

Ésta es la verdadera, la perfecta, la estable y constante amistad: la que no se deja corromper por la envidia; la que no se enfría por las sospechas; la que no se disuelve por la ambición; la que, puesta a prueba de esta manera, no cede; la que, a pesar de tantos golpes, no cae; la que, batida por tantas injurias, se muestra inflexible; la que, provocada por tantos ultrajes, permanece inmóvil. Ve, pues, y haz tú lo mismo.

Del Tratado del beato Elredo, abad, Sobre la amistad espiritual.

(Libro 3: PL 195, 692-693)


21 jun 2022

Santo Evangelio 21 de Junio 2022

  


Texto del Evangelio (Mt 7,6.12-14):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran».



«No deis a los perros lo que es santo»


Diácono D. Evaldo PINA FILHO

(Brasilia, Brasil)

Hoy, el Señor nos hace tres recomendaciones. La primera, «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos» (Mt 7,6), contrastes en que los “bienes” son asociados a “perlas” y lo “que es santo”; y, por otro lado, los “perros y puercos” a lo que es impuro. San Juan Crisóstomo nos enseña que «nuestros enemigos son iguales a nosotros en su naturaleza pero no en su fe». A pesar de que los beneficios terrenales son concedidos de igual manera a los dignos e indignos, no es así en lo que se refiere a las “gracias espirituales”, privilegio de aquellos que son fieles a Dios. La correcta distribución de los bienes espirituales implica un celo por las cosas sagradas.

La segunda es la llamada “regla de oro” (cf. Mt 7,12), que compendiaba todo lo que la Ley y los Profetas recomendaron, tal como ramas de un único árbol: El amor al prójimo presupone el Amor a Dios, y de Él proviene.

Hacer al prójimo lo que queremos que nos hagan implica una transparencia de acciones para con el otro, en el reconocimiento de su semejanza a Dios, de su dignidad. ¿Por qué razón deseamos el Bien para nosotros mismos? Porque lo reconocemos como medio de identificación y unión con el Creador. Siendo el Bien el único medio para la vida en plenitud, es inconcebible su ausencia en nuestra relación con el prójimo. No hay lugar para el bien donde prevalezca la falsedad y predomine el mal.

Por último, la "puerta estrecha"... El Papa Benedicto XVI nos pregunta: «¿Qué significa esta ‘puerta estrecha’? ¿Por qué muchos no pueden pasar por ella? ¿Es un pasaje reservado para algunos elegidos?». ¡No! El mensaje de Cristo «nos dice que todos podemos entrar en la vida. El pasaje es ‘estrecho’, pero abierto a todos; ‘estrecho’ porque es exigente, requiere compromiso, abnegación, mortificación del propio egoísmo».

Roguemos al Señor que realizó la salvación universal con su muerte y resurrección, que nos reúna a todos en el Banquete de la vida eterna.


Casa de Oro

 


Casa de Oro


Entre los gloriosos títulos de las Letanías de nuestra Madre Santísima algunos son símbolos o figuras bajo los cuales Ella está representada. El que ahora vamos a comentar es uno de los más brillantes, que pone en claro Su grandeza.

El oro es el más hermoso de todos los metales, el que tiene más valor. La plata, el cobre y el acero, pueden ser bellos y brillantes pero el oro les aventaja en riqueza y esplendor. Por esta causa en la Sagrada Escritura, la Ciudad Santa, es llamada de oro, en lenguaje figurado. "La Ciudad Santa, dice San Juan, era de oro puro...", quiere, sin duda, darnos una idea de la admirable hermosura del cielo comparándola con el oro.

Por esto, también María es llamada Casa de Oro, porque sus virtudes y su pureza que tienen un brillo trascendental y una perfección deslumbradora, son como una admirable obra hecha de oro purísimo.

Imaginemos que contemplamos una gran Iglesia, hecha únicamente de Oro, desde los cimientos hasta el techo. Eso es María Santísima.

Ante todo se llama CASA. El Verbo de Dios, se lee en los Proverbios (9.1), erigió para sí mismo como morada, una noble CASA, un Palacio, un Templo magnífico; lo levantó sobre 7 columnas de precioso mármol; obra admirable de la eterna Sabiduría en el que habitó con su misma Divina Persona, fue su Huésped y más que su huésped. Un huésped llega a una casa y después se marcha de ella. Nuestro Señor en esta santa casa tomó su Carne y su Sangre ... de la carne y de las venas de Ella. Era necesario que esta CASA fuese hecha de ORO, porque había de dar parte de este oro para formar el Cuerpo del Hijo de Dios.

Esta CASA tiene por sólido fundamento, la humildad más profunda, por paredes las más singulares virtudes; por adorno la riqueza de todos los dones de la naturaleza y de la gracia; por techo la CARIDAD más perfecta hacia Dios y hacia los hombres.

Está cimentada sobre siete columnas que indican las Virtudes Teologales y Cardinales y los dones del Espíritu Santo. Por eso esta CASA es digna de Dios.

María Santísima fue de ORO en su Concepción Inmaculada y de ORO en su nacimiento; pasó por el sufrimiento como el oro por el crisol y cuando subió al cielo fue "colocada junto al Rey y ataviada con vestiduras de ORO".

• El oro ha sido siempre la base y la medida de la riqueza material. Llamar a María CASA DE ORO equivale a proclamarla la más rica de todas las criaturas y soberana señora de todas las riquezas ... Madre del Verbo, verdadero Dios y verdadero Hombre.

• El oro es uno de los metales más pesados. Sobre la justa balanza de Dios tienen mucho mayor peso las oraciones y méritos de María Santísima que los de todos los Santos.

• El oro no se oxida, como otros metales, conserva siempre su brillo natural, su esplendor. También en este sentido, las virtudes de Ella fueron ORO PURÍSIMO, no tuvieron jamás ni la más pequeña mancha o defecto.

• El oro es resistente, soporta el martillo sin romperse. Aquello que no es oro fino, no resiste, y bajo el martillo se deshace. María bajo los golpes del dolor, se ilumina de la más augusta belleza moral.

En esta vida, quien acoge el dolor con paciencia, con amor a Dios y con la mirada puesta en el Calvario, es un buen cristiano: por el contrarío, quien se queja y no acepta la voluntad de Dios da muestra de no conocer el programa evangélico de Jesús. "renúnciese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame".

Pidamos la Intercesión de nuestra Madre Santísima. Templo ... CASA DE ORO, para que nos obtenga el perdón de los pecados y la perseverancia final para nuestra salvación y la de los nuestros. Dios nada le negará.


Cantaré eternamente las Misericordias del Señor

 



Cantaré eternamente las Misericordias del Señor


Pido para ti, ilustre señora, que goces siempre de la gracia y del consuelo del Espíritu Santo. Al llegar tu carta, me encuentro todavía en esta región de los muertos. Pero un día u otro ha de llegar el momento de volar al cielo, para alabar al Dios eterno en la tierra de los que viven. Yo esperaba poco ha que habría realizado ya este viaje antes de ahora. Si la caridad consiste, como dice san Pablo, en alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran, ha de ser inmensa tu alegría, madre ilustre, al pensar que Dios me llama a la verdadera alegría, que pronto poseeré con la seguridad de no perderla jamás.

Te he de confesar, ilustre señora, que al sumergir mi pensamiento en la consideración de la divina bondad, que es como un mar sin fondo ni litoral, no me siento digno de su inmensidad, ya que él, a cambio de un trabajo tan breve y exiguo, me invita al descanso eterno y me llama desde el cielo a la suprema felicidad, que con tanta negligencia he buscado, y me promete el premio de unas lágrimas, que tan parcamente he derramado.

Considéralo una y otra vez, ilustre señora, y guárdate de menospreciar esta infinita benignidad de Dios, que es lo que harías si lloraras como muerto al que vive en la presencia de Dios y que con su intercesión puede ayudarte en tus asuntos mucho más que cuando vivía en este mundo. Esta separación no será muy larga; volveremos a encontrarnos en el cielo, y todos juntos, unidos a nuestro Salvador, lo alabaremos con toda la fuerza de nuestro espíritu y cantaremos eternamente sus misericordias, gozando de una felicidad sin fin. Al morir, nos quita lo que antes nos había prestado, con el solo fin de guardarlo en un lugar más inmune y seguro, y para enriquecernos con unos bienes que superan nuestros deseos.

Todo esto lo digo solamente para expresar mi deseo de que tú, ilustre señora, así como los demás miembros de mi familia, consideréis mi partida de este mundo como un motivo de gozo, y para que no me falte tu bendición materna en el momento de atravesar este mar hasta llegar a la orilla en donde tengo puestas todas mis esperanzas. Así te escribo, porque estoy convencido de que ésta es la mejor manera de demostrarte el amor y respeto que te debo como hijo.

De una Carta de san Luis Gonzaga, dirigida a su madre

(Acta Sanctorum Iunii 5, 878)


20 jun 2022

Santo Evangelio 20 de Junio 2022

  


Texto del Evangelio (Mt 7,1-5):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».



«Con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá»


Rev. D. Jordi POU i Sabater

(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Hoy, el Evangelio me ha recordado las palabras de la Mariscala en El caballero de la Rosa, de Hug von Hofmansthal: «En el cómo está la gran diferencia». De cómo hagamos una cosa cambiará mucho el resultado en muchos aspectos de nuestra vida, sobre todo, la espiritual.

Jesús dice: «No juzguéis, para que no seáis juzgados» (Mt 7,1). Pero Jesús también había dicho que hemos de corregir al hermano que está en pecado, y para eso es necesario haber hecho antes algún tipo de juicio. San Pablo mismo en sus escritos juzga a la comunidad de Corinto y san Pedro condena a Ananías y a su esposa por falsedad. A raíz de esto, san Juan Crisóstomo justifica: «Jesús no dice que no hemos de evitar que un pecador deje de pecar, hemos de corregirlo sí, pero no como un enemigo que busca la venganza, sino como el médico que aplica un remedio». El juicio, pues, parece que debiera hacerse sobre todo con ánimo de corregir, nunca con ánimo de venganza.

Pero todavía más interesante es lo que dice san Agustín: «El Señor nos previene de juzgar rápida e injustamente (...). Pensemos, primero, si nosotros no hemos tenido algún pecado semejante; pensemos que somos hombres frágiles, y [juzguemos] siempre con la intención de servir a Dios y no a nosotros». Si cuando vemos los pecados de los hermanos pensamos en los nuestros, no nos pasará, como dice el Evangelio, que con una viga en el ojo queramos sacar la brizna del ojo de nuestro hermano (cf. Mt 7,3).

Si estamos bien formados, veremos las cosas buenas y las malas de los otros, casi de una manera inconsciente: de ello haremos un juicio. Pero el hecho de mirar las faltas de los otros desde los puntos de vista citados nos ayudará en el cómo juzguemos: ayudará a no juzgar por juzgar, o por decir alguna cosa, o para cubrir nuestras deficiencias o, sencillamente, porque todo el mundo lo hace. Y, para acabar, sobre todo tengamos en cuenta las palabras de Jesús: «Con la medida con que midáis se os medirá» (Mt 7,2).

Torre de Marfil

 


TORRE DE MARFIL


El marfil se obtiene de los elefantes, del hipopótamo y del narval (cetáceo de cabeza grande y boca pequeña, con dos incisivos, uno grande, del que se saca el marfil); trabajado por artífices, se elaboran objetos muy apreciados.

La blancura del marfil no lastima la vista como la blancura de la nieve, pero es agradable y tranquila como la blancura de la lana, del armiño o de una flor; es símbolo del alma limpia de culpa, discreta, amable, indulgente, que sabe compadecer y tolerar porque es humilde y ama a los pecadores. La verdadera alma limpia es la que en el instante en que ve las miserias ajenas, sin mancharse con ellas, se compadece para sanarlas.

Hay una aparente alma limpia ... la de ciertos cristianos que no saben compadecerse de las miserias ajenas o de los defectos de los tiempos, son censores muy rígidos, que todo y a todos desprecian y critican; tienen para nuestra época únicamente recriminaciones y condenas; no le tienen comprensión a nadie. Esos cristianos implícitamente se exaltan a sí mismos, olvidan a menudo su propia maldad y se parecen al fariseo de la parábola "no soy como los demás... "

Dice muy bien en el libro La Imitación de Cristo:... "nos gusta la perfección en los demás y, sin embargo, no enmendamos nuestros propios defectos...".

Los Santos como San Francisco de Sales, San Felipe Neri, etc., rígidos para con ellos mismos, eran indulgentes y piadosos, no al pecado pero si para los pecadores. Jesús, indulgente, comprensivo y misericordioso, perdonaba y convivía con los pecadores ... y comía con ellos, por eso fue calumniado.

María Santísima con su amor maternal para nosotros pecadores, con su indulgente bondad ... con la HERMOSURA de su limpia e Inmaculada alma ... con la blancura MAS que del Marfil es invocada como TORRE DE MARFIL.

El Cristiano es otro Cristo

 



El Cristiano es otro Cristo


Pablo, mejor que nadie, conocía a Cristo y enseñó, con sus obras, cómo deben ser los que de él han recibido su nombre, pues lo imitó de una manera tan perfecta que mostraba en su persona una reproducción del Señor, ya que, por su gran diligencia en imitarlo, de tal modo estaba identificado con el mismo ejemplar, que no parecía ya que hablara Pablo, sino Cristo, tal como dice él mismo, perfectamente consciente de su propia perfección: Ya que andáis buscando pruebas de que Cristo habla por mí. Y también dice: Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.

Él nos hace ver la gran virtualidad del nombre de Cristo, al afirmar que Cristo es la fuerza y sabiduría de Dios, al llamarlo paz y luz inaccesible en la que habita Dios, expiación, redención, gran sacerdote, Pascua, propiciación de las almas, irradiación de la gloria e impronta de la substancia del Padre, por quien fueron hechos los siglos, comida y bebida espiritual, piedra y agua, fundamento de la fe, piedra angular, imagen del Dios invisible, gran Dios, cabeza del cuerpo que es la Iglesia, primogénito de la nueva creación, primicias de los que han muerto, primogénito de entre los muertos, primogénito entre muchos hermanos, mediador entre Dios y los hombres, Hijo unigénito coronado de gloria y de honor, Señor de la gloria, origen de las cosas, rey de justicia y rey de paz, rey de todos, cuyo reino no conoce fronteras.

Estos nombres y otros semejantes le da, tan numerosos que no pueden contarse. Nombres cuyos diversos significados, si se comparan y relacionan entre sí, nos descubren el admirable contenido del nombre de Cristo y nos revelan, en la medida en que nuestro entendimiento es capaz, su majestad inefable.

Por lo cual, puesto que la bondad de nuestro Señor nos ha concedido una participación en el más grande, el más divino y el primero de todos los nombres, al honrarnos con el nombre de «cristianos», derivado del de Cristo, es necesario que todos aquellos nombres que expresan el significado de esta palabra se vean reflejados también en nosotros, para que el nombre de «cristianos» no aparezca como una falsedad, sino que demos testimonio del mismo con nuestra vida.

Del Tratado de san Gregorio de Nisa, obispo, Sobre el perfecto modelo del cristiano.

(PG 46, 254-255)


19 jun 2022

Santo Evangelio 19 de Junio 2022

  


Texto del Evangelio (Lc 9,11b-17):

 En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado». Él les dijo: «Dadles vosotros de comer». Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».

Pues había como cinco mil hombres. Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta». Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.



«Dadles vosotros de comer»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy es el día más grande para el corazón de un cristiano, porque la Iglesia, después de festejar el Jueves Santo la institución de la Eucaristía, busca ahora la exaltación de este augusto Sacramento, tratando de que todos lo adoremos ilimitadamente. «Quantum potes, tantum aude...», «atrévete todo lo que puedas»: ésta es la invitación que nos hace santo Tomás de Aquino en un maravilloso himno de alabanza a la Eucaristía. Y esta invitación resume admirablemente cuáles tienen que ser los sentimientos de nuestro corazón ante la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Todo lo que podamos hacer es poco para intentar corresponder a una entrega tan humilde, tan escondida, tan impresionante. El Creador de cielos y tierra se esconde en las especies sacramentales y se nos ofrece como alimento de nuestras almas. Es el pan de los ángeles y el alimento de los que estamos en camino. Y es un pan que se nos da en abundancia, como se distribuyó sin tasa el pan milagrosamente multiplicado por Jesús para evitar el desfallecimiento de los que le seguían: «Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos» (Lc 9,17).

Ante esa sobreabundancia de amor, debería ser imposible una respuesta remisa. Una mirada de fe, atenta y profunda, a este divino Sacramento, deja paso necesariamente a una oración agradecida y a un encendimiento del corazón. San Josemaría solía hacerse eco en su predicación de las palabras que un anciano y piadoso prelado dirigía a sus sacerdotes: «Tratádmelo bien».

Un rápido examen de conciencia nos ayudará a advertir qué debemos hacer para tratar con más delicadeza a Jesús Sacramentado: la limpieza de nuestra alma —siempre debe estar en gracia para recibirle—, la corrección en el modo de vestir —como señal exterior de amor y reverencia—, la frecuencia con la que nos acercamos a recibirlo, las veces que vamos a visitarlo en el Sagrario... Deberían ser incontables los detalles con el Señor en la Eucaristía. Luchemos por recibir y por tratar a Jesús Sacramentado con la pureza, humildad y devoción de su Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos.

Torre de David

 


TORRE DE DAVID


La Torre de David era una construcción fuerte y muy hermosa que se elevaba sobre la cumbre de un monte entre dos profundas vertientes. Esta Torre estaba formada por gruesos bloques cuadrados, unidos entre sí con hierro y plomo, construida por el Rey David para defensa de la ciudad de Jerusalén. Hermosa imagen de María Santísima que se eleva sublime sobre la cumbre de toda belleza y perfección, para defensa de la santa Iglesia de Dios, la mística Jerusalén.

En el antiguo concepto de las obras de defensa, la torre debía tener tres cualidades principales: Belleza, porque servía de ornamento y era expresión de genio artístico. Fortaleza, que la hiciera resistente a todo asalto enemigo y Elevación para que se ensanchara y se extendiera el campo de observación.

Dejando la belleza para la explicación del título siguiente, hablaremos de las otras dos cualidades: fortaleza y elevación.

Es la elevación y sublimidad de la Virgen María tan excelsa que no hay ninguna igual.

Cuanto más alta es la torre, tanto más se extiende el radio de observación y más difícil es para los enemigos escalada y más fácil de descubrir al adversario.

De la misma manera si nos acercamos a María, si nos esforzamos en penetrar en lo más íntimo de su Corazón, ¡cuánto se extienden los horizontes del alma!. Las verdades de la Fe reciben mayor luz; se aprecia el valor de las cosas del Reino de los Cielos; se tiene más clara conciencia de los propios deberes y de la hermosura de la vida que es el germen de la eternidad; se descubren con más claridad los propios defectos, las malas tendencias.

¡Qué tranquilidad y seguridad en esta Mística Torre, refugio y defensa de la Iglesia militante; en el Corazón de esta Madre que conoce los peligros y las debilidades de sus hijos!

La segunda cualidad de una torre es la fortaleza porque debe servir de defensa y de seguridad. Tal es la Mística Torre, María Santísima. El libro de los Cantares (IV.4) compara el cuello de esta Mujer sublime a la Torre de David, torre fortísima. De esta alegoría, sacó la Santa Iglesia esta Invocación a María, Torre de David, escudo y defensa de toda alma que recurre a Ella.

Es oportuno para imitarla, comentar brevemente, la virtud de la Fortaleza.

Es la virtud cardinal que nos hace vencer, por amor a Dios las más arduas dificultades que se oponen a la práctica del bien.

Superar las dificultades ordinarias y menores que están unidas más o menos a todo acto bueno, es un grado de perfección común a todas las virtudes, pero no constituye la virtud de la Fortaleza, que vemos brillar en los Mártires y en los héroes del apostolado.

La fortaleza cristiana en primer lugar nos da vigor para afrontar las dificultades, para rechazar el mal con un valor regulado por la recta razón. Si el valor obra sin la razón, ya no es fortaleza sino temeridad y desesperación.

En segundo lugar la fortaleza da valor para soportar los grandes males y para tolerarlos con paciencia.

No debemos olvidar las palabras de San Pablo: "todo lo puedo en Aquel que me conforta" ... es decir en Cristo Jesús, que es mi fuerza ... fuerza de Dios Omnipotente.

El Divino Maestro declara que el Reino de los Cielos lo alcanzan los esforzados.

Prescindiendo de la oración - medio ordinario para obtener todas las virtudes - reducimos a cinco los medios eficaces para alcanzar la fortaleza cristiana.

1. Por la humildad.- esto es por la consideración de la propia debilidad.

2.- Por ejercitarse en soportar y aceptar los pequeños males, combatiendo y superando las dificultades menores para poder vencer las mayores, porque la fortaleza es un hábito, es decir un modo especial de proceder que se adquiere con el ejercicio de actos repetidos.

3. Prever las dificultades y prepararse para combatirlas. - El temor que de improviso nos asalta, exagerado y agrandada por el futuro mal, disminuye con la previsión y con la reflexión porque se impone la razón y se obtiene la verdadera y justa apreciación del mal, que resulta muchas veces menor de lo que al principio se temía.

4.- Meditando frecuentemente la fortaleza de Jesucristo y de los Santos. - La fortaleza con la cual se enfrentó Jesús a sus enemigos, a los más crueles tormentos y a la muerte más dolorosa. Se podrá objetar que Cristo era Dios, pero no olvidemos que se había revestido de nuestra humanidad, con sus sentimiento y afectos, con el temor y la repugnancia al dolor y a la muerte ... y, ¿qué decir de los Santos y Santas y los Mártires que Sufrieron con indecible fortaleza todas sus penas y dolores?.

5.- Meditar la grandeza de los bienes eternos que Dios tiene preparados para los que superan con perseverancia cristiana los males de esta vida. No hay proporción, escribe el apóstol San Pablo, entre el sufrir en esta vida y la gloria futura que se nos concederá en la otra. Aquí el sufrir es leve y está aligerado por la gracia Divina y por los ejemplos de Cristo. Dios jamás permite que seamos tentados o atribulados por encima de nuestras fuerzas.

El primer instante en el que lleguemos a la presencia del Padre, a la Patria eterna, nos compensará sin medida y nos hará olvidar completamente todo sufrimiento pasado ... Dios secará toda lágrima.

Estas son las reflexiones que debemos hacer para obtener la fortaleza cristiana.

Madre Santísima que con el auxilio de tu fuerza, podamos vencer siempre el mal, soportemos las penas y dolores propios de esta vida y alcancemos los bienes futuros.

¡Oh Virgen INVENCIBLE! Torre de David.

TORRE DE MARFIL

¡OH BANQUETE PRECIOSO Y ADMIRABLE!

 



¡OH BANQUETE PRECIOSO Y ADMIRABLE!


El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres.

Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros. Porque, por nuestra reconciliación, ofreció, sobre el altar de la cruz, su cuerpo como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra libertad y como baño sagrado que nos lava, para que fuésemos liberados de una miserable esclavitud y purificados de todos nuestros pecados.

Pero, a fin de que guardásemos por siempre jamás en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida.

¡Oh banquete precioso y admirable, banquete saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, de más precioso que este banquete en el cual no se nos ofrece, para comer, la carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley, sino al mismo Cristo, verdadero Dios?

No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales.

Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos.

Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento, en el cual gustamos la suavidad espiritual en su misma fuente y celebramos la memoria del inmenso y sublime amor que Cristo mostró en su pasión.

Por eso, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando después de celebrar la Pascua con sus discípulos iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión, como el cumplimiento de las antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras; y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia.

De las Obras de santo Tomás de Aquino, presbítero

(Opúsculo 57, En la fiesta del Cuerpo de Cristo, lect. 1-4)