27 jul 2019

Santo Evangelio 27 de julio 2019


Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,24-30):

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero'."»

Palabra del Señor


La paciencia de Dios

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, Jesús nos descubre con mucho realismo la lucha que entraña el Reino a causa de la presencia y la acción de un "enemigo" que siembra "cizaña" en medio del grano. Los siervos del amo del campo querrían arrancarla, pero éste no se lo permite. 

Esta parábola explica la coexistencia del bien y del mal en el mundo, en nuestra vida y en la misma historia de la Iglesia. Jesucristo nos enseña a ver las cosas con realismo cristiano y a afrontar cada problema con claridad de principios, pero también con prudencia y paciencia. Esto supone una visión "trascendente" (sobrenatural) de la historia, en la que se sabe que todo pertenece a Dios y que todo resultado final es obra de su Providencia. 

—Dios, Padre y Señor de misericordia, haz que el recuerdo del destino final de los buenos (la recogida del grano en el granero) y de los malos (la quema de la cizaña) impida que abusemos de tu paciencia.

El Perdón Nace de la Sabiduría

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El Perdón Nace de la Sabiduría

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


«Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes, pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados.» (Mt 6, 14)

El perdón es camino de sabiduría y felicidad. Todos hemos hecho daño a otros, a nosotros mismos y a Dios. Hemos cometido errores y dejado en la historia de la vida huellas de ofensas, pecado, dolor y tragedia. Pensemos en lo que otras personas esperan de nosotros y nos daremos cuenta que hemos defraudado a algunos que realmente esperaban más. Muchas veces ha sido por nuestro egoísmo, el pensar más en nosotros mismos. Otras veces por utilizar a las personas para nuestros propios fines. También ocurre al pisotear la dignidad de otros con nuestros actos primitivos. A veces sin estar consciente de ello, hemos sido viles verdugos y esto procede de las tinieblas. 

¿Qué hacer cuando en nuestro pasado ha sucedido algo así? Dice el Señor en la Palabra, «Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.» (Lc 14,11) Pues, hagamos un acto de humildad y sinceridad y aprendamos a pedir perdón. Usted no puede volver al pasado y recuperar lo perdido, pero sí puede pedir perdón y también perdonar. Sólo así seremos engrandecidos por Dios, nuestro Padre. Dios es amor y es el primero que herimos por nuestras faltas de amor. A El tenemos que pedir perdón en primer lugar y luego a los que uno ha hecho daño. Hay que compensar nuestro pasado de maldad con un presente de amor auténtico. Sólo así se calma la conciencia, se cumple con Dios y se va eliminando el complejo de culpa. El perdón que se pide debe tener una vía de expresión visible y concreta que es la acción. Cuando Jesús convirtió a Zaqueo, éste dijo: «. . . --Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo; y si le he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces.» (Lc 19,8) Zaqueo compensó un pasado de maldad con un presente de amor auténtico. El arrepentimiento será verdadero cuando compense el pasado de maldad con un presente lleno de amor auténtico. 

Había un médico famoso, que era director de una clínica en los Estados Unidos donde se hicieron miles de abortos. Cuando él comprendió que desde que el óvulo es fecundado se crea un ser humano, se convirtió en un apóstol defensor de la vida, dictando charlas y conferencias sobre el tema en muchas universidades y clínicas norteamericanas. Su acción ha permitido detener miles de abortos, que son crímenes contra la naturaleza, que hubieran cometido personas desorientadas. Si en su casa usted ha sido una persona de mal genio, sólo podrá compensar su pasado negativo siendo amable y agradable. Si ha sido perezoso, sólo compensará ese pasado actuando en las cosas que le son difíciles. Si ha sido egoísta, supere su pasado equivocado realizando actos conscientes de generosidad. 

Practique actos contrarios a su naturaleza negativa hasta que se convierta en hábito. Nunca es tarde para comenzar y el sentimiento de satisfacción es maravilloso. Usted se deshará de sus complejos de culpa, se sentirá mejor y más contento y cada día será más feliz. 

Cuando usted pide perdón y se arrepiente de verdad, se reconcilia con Dios y los demás y experimentará una paz grandísima. Ser deudor de otros es fatal. Sentir que se han roto lazos espirituales de amor y amistad es peor que si uno toma un hacha y destroza una escultura muy valiosa. Hay que pedir perdón, reconciliarse y compensar el mal que uno ha hecho con acciones genuinas de amor. 

Reflexione sobre su vida. La solución es el perdón y la reconciliación. Por más que haga, nunca podrá pagar todo. Sin embargo, Jesús ya lo pagó todo derramando Su Sangre. El ha puesto lo principal de la deuda: los billetes. Nosotros ponemos solamente las monedas, pero también son importantes. Nuestras monedas de arrepentimiento y amor completan la cuenta. 

26 jul 2019

Santo Evangelio 26 de julio 2019



Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,18-23):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.» 


La fe sin obras es una fe "muerta"

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy la "Parábola del sembrador" es como una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a responder con frutos al amor con el que Él cuida de nosotros. La fe nos permite reconocer a Cristo en el prójimo, y Su mismo Amor nos impulsa a transformar la Palabra recibida en vida entregada.

La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. Con palabras fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: «Si no se tienen obras, [la fe] está muerta por dentro (…). Muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe» (St 2,17-18).

—Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.

El Perdón






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El perdón

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Queremos ayudarlo a que usted aprenda a perdonar, porque perdonando será una persona mucho más feliz. En la vida humana es normal que existan errores, defectos y roces que nos afectan. Estar preparados para vivir es aprender a decir ¡BORRÓN Y CUENTA NUEVA!, es comprender la naturaleza humana y saber que el fallo es parte de ella y que no todo el mundo siempre está dispuesto a hacer el bien.

Hacer el bien no es igual para todos. Sí, es cierto que hay un bien objetivo; la forma de realizarlo es diferente. Depende de tantos factores: experiencias, conocimientos, etc. Hay criterios diferentes, porque hay distintas maneras de pensar. Hay quienes creen hacer el bien y de hecho lo están realizando al nivel de su conciencia, pero en la forma de hacerlo están fallando. Aun cosas hechas con la mejor intención no son hechas objetivamente de acuerdo con el bien y la moral. Debemos ser realistas y estar preparados para comprender.

Lo ideal sería que las cosas negativas que nos ocurren pudiésemos borrarlas de nuestra mente y no permitir que nos hiciesen daño. El ser humano es mucho más delicado que una computadora; hay muchos condicionamientos y circunstancias externas que afectan nuestro comportamiento.

Dios, que sí conoce la naturaleza humana, comprende. Por eso en la cruz lanzó esta frase: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Lo que significa: A pesar de todo, sigue amándolos - a mis enemigos, asesinos, a aquellos que me están crucificando en estos momentos - sigue amándolos. Esta naturaleza humana nuestra está tan corrupta que es "normal", por desgracia, que el hombre haga daño. El ambiente social fácilmente contamina a cualquiera. Muchas de las cosas malas que hacemos son por ignorancia y por las circunstancias que nos llevan a ello. Dios nos perdona, pero también nos pide que perdonemos "70 veces 7".

Queremos sugerirle los siguientes pasos que lo ayudarán a perdonar:

1.- Sea realista y comprenda que la naturaleza humana está muy corrupta por el pecado y que los verdugos también son víctimas. Muchas veces no sabemos cómo luchar contra nuestros primitivismos: esos instintos no moldeados que a veces florecen y hacen daño. Pero pensemos que otras veces fuimos nosotros los que hicimos daño. Es el mundo en que vivimos y debemos efectuar la operación de "BORRÓN Y CUENTA NUEVA".

2.- Cuando le ofendan, sea muy fuerte. En este mundo el débil la pasa muy mal. ¿Sabía usted que cuando a uno le ofenden, es uno mismo el que permite que la ofensa llegue a lo más profundo del alma? Si usted quiere, la ofensa quedará en la periferia de su ser. No esté rumiando su resentimiento y golpeando su auto-imagen. Sea muy fuerte y olvide.

3.- Analice si en lo que le han dicho hay algo de cierto. Muchas veces nuestras grandes verdades vienen de quienes dicen ser nuestros enemigos. Algunos de ellos se hacen "especialistas" en encontrar nuestros defectos y sin ningún reparo nos lanzan nuestras fallas. Y, a veces, tienen mucha razón.

4.- Una prueba de amor es orar y bendecir a quien nos ha hecho daño. Bombardéelo a fuerza de oración. Así él no le hará daño y usted será santo gracias a él. Vea también lo positivo que tiene esa persona, sus cualidades, su parte buena. AME A PESAR DE TODO, COMO LO HACE DIOS CON NOSOTROS.

5.- ¡Olvide! Entierre eso ya. No esté comentando con todo el mundo lo que le hicieron. Jesús nos enseñó un camino maravilloso: perdonar y olvidar enteramente lo malo. Él nunca tuvo resentimientos. ¿Quiere conservar su paz y su salud mental, el amor en su corazón? En verdad, ¿quiere amarse? Olvide, tenga muy mala memoria.

6.- Usted tiene derecho a defender su dignidad, a hablar con la persona y aclarar las circunstancias, pedirle una explicación sin alterarse. Pero no caiga en la grosería.

7.- Ore al Señor. Pídale protección a Dios cuando el rencor venga a su mente. Jesús sana su corazón herido. Pídale que la sangre de Cristo limpie su corazón como si esto fuera una infección. Construya una barrera interior que rechace el pecado. Ore por su enemigo y... olvide para siempre.

El camino de la sabiduría tiene un nombre: el perdón. Y no se olvide, ¡CON DIOS, USTED ES INVENCIBLE!




25 jul 2019

Santo Evangelio 25 de julio 2019



Día litúrgico: 25 de Julio: Santiago apóstol, patrón de España

Texto del Evangelio (Mt 20,20-28): 


En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre» (…).

Santiago el Mayor, apóstol

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) 
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy recordamos a Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y hermano de san Juan. Santiago pudo participar, juntamente con Pedro y Juan, en la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní y, algunos días antes, en la Transfiguración del Señor. Al inicio de los años 40 del siglo I fue martirizado por el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande. 

De Santiago podemos aprender la prontitud para acoger la llamada de Jesucristo, dejando la "barca" de nuestras seguridades humanas; el entusiasmo al seguirlo por los caminos que Él nos señala más allá de nuestra presunción ilusoria; la disponibilidad para dar testimonio de Él con valentía, hasta dar la vida. El camino desde el monte de la Transfiguración hasta el monte de la agonía, simboliza toda la peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios.

—Jesús, gracias al ejemplo de Santiago, sabemos que si te seguimos, incluso en medio de las dificultades, vamos por el buen camino.

El Noviazgo La Clave para un Matrimonio Feliz

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El Noviazgo La Clave para un Matrimonio Feliz

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Duele ver cómo hay tantos jóvenes que utilizan la palabra noviazgo para hablar de cualquier clase de relación, supuestamente, amorosa. Aventuras sentimentales y hasta ciertos grados de amistad entre ambos sexos son catalogados como noviazgos. Y no son tales. Por otra parte, cantidad de jóvenes simplemente queman etapas, desperdiciando muy buenas amistades, confundiéndolas con noviazgo.

El adolescente está en el mejor momento para saborear la experiencia inolvidable de la amistad. En esos momentos comienzan a descubrirse y a vivirse actitudes como la lealtad, el diálogo profundo, el escuchar y guardar secretos, el conocer más íntimamente la grandeza del corazón del prójimo. Muchachos y muchachas comienzan a vivir la manifestación de la riqueza interior que todo joven tiene. Y en esa relación sana nace un respeto grande hacia el otro sexo. ¡Qué bueno es que el adolescente cultive amistad con gente de su sexo y también del contrario! Y los papás deben favorecer estas relaciones. La amistad dulcifica el alma.

Pero en nuestra cultura sensual, seudo romántica, donde se bombardea a la gente con novelas y películas, donde se ven toda clase de relaciones que deforman el amor, donde lo que impera entre el hombre y la mujer es el interés sexual, la intriga, la traición y las aventuras; nuestros jóvenes adquieren una visión deformada, no auténtica, de la amistad, el noviazgo, el amor y el matrimonio. Nace, entonces, un interés en el otro sexo no motivado por el amor, la solidaridad, el compañerismo; sino por el goce momentáneo, la aventura, el "pasar el rato", el aprovecharse del otro.

El noviazgo es un período muy serio, donde ambos jóvenes deben ir conociéndose e identificándose mutuamente para así entablar una relación permanente y complementaria en el matrimonio. Previo al noviazgo está la etapa de la amistad, donde ambos han ido construyendo una relación de simpatía, compañerismo y confianza que posibilita esa otra relación más profunda. No se puede ir al noviazgo sin haber pasado por la amistad. Y cuando ya entran en esa etapa donde se llaman novios, el dedicar tiempo para dialogar, para conocer más a sus familias y para entrar en una comunión más profunda de sentimientos, ideales y espíritu, es más que necesario. Es en ese período donde deben conocerse más. Donde la sinceridad, el amor a la verdad, deben estar siempre a flote.

Abrir el corazón, revelar lo que uno es y permitir que el otro ayude a promover lo mejor de uno, todo eso es parte del noviazgo. Hablar mucho sobre lo que será el matrimonio, sobre lo que cada uno piensa de eso y consultar, oír la voz de los que pueden ayudar y orientar, todo es importante. Y, por supuesto, orar juntos, asistir a misa, tener al Señor presente siempre garantiza un noviazgo auténtico y eso permitirá que triunfe el matrimonio, porque ¡CON DIOS, SERÁN INVENCIBLES!



24 jul 2019

Santo Evangelio 24 de julio 2019



Día litúrgico: Miércoles XVI del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 13,1-9): 

En aquel tiempo, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga».


«Una vez salió un sembrador a sembrar»

P. Julio César RAMOS González SDB 
(Mendoza, Argentina)

Hoy, Jesús —en la pluma de Mateo— comienza a introducirnos en los misterios del Reino, a través de esta forma tan característica de presentarnos su dinámica por medio de parábolas.

La semilla es la palabra proclamada, y el sembrador es Él mismo. Éste no busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Él ha venido para que todos «tengan vida y la tenga en abundancia» (Jn 10,10). Por eso, no escatima en desparramar puñados generosos de semillas, sea «a lo largo del camino» (Mt 13,4), como en «el pedregal» (v. 5), o «entre abrojos» (v. 7), y finalmente «en tierra buena» (v. 8). 

Así, las semillas arrojadas por generosos puños producen el porcentaje de rendimiento que las posibilidades “toponímicas” les permiten. El Concilio Vaticano II nos dice: «La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega» (Lumen gentium, n. 5). 

«Los que escuchan con fe», nos dice el Concilio. Tú estás habituado a escucharla, tal vez a leerla, y quizá a meditarla. Según la profundidad de tu audición en la fe, será la posibilidad de rendimiento en los frutos. Aunque éstos vienen, en cierta forma, garantizados por la potencia vital de la Palabra-semilla, no es menor la responsabilidad que te cabe en la atenta audición de la misma. Por eso, «el que tenga oídos, que oiga» (Mt 13,9).

Pide hoy al Señor el ansia del profeta: «Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo soy llamado con tu Nombre, Señor, Dios de los ejércitos» (Jr 15,16).

Educación para la Libertad

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Educación para la Libertad 

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

La responsabilidad de los padres es formar bien a sus hijos. ¿Le interesa formar bien a sus hijos? Pues, ¡edúquelos para la libertad! 

Ahora, ¿qué es eso de educación para la libertad? Yo le pregunto a usted, ¿le parece bien estar siempre encima de sus hijos, decidiendo por ellos, protejiéndolos, aún cuando tengan 30, 40 ó 50 años? ¿No le parece esto bastante incómodo y hasta absurdo? 

Pues, existen muchos papás que en su subconsciente desean hacer esto y no es correcto. Los padres tienen que educar para la libertad. De esa manera, sus hijos algún día tendrán la capacidad de ser autónomos, de actuar de acuerdo con sus propios criterios y valores. Hay que educarlos para que sean ellos los que decidan qué hacer con su propia existencia; para que cada uno sea protagonista de su propia historia y sean capaces de decidir por sí mismos su propio futuro. 

Para lograr esto, los papás tienen que inculcar a las criaturas desde pequeñitas una fe profunda en Dios, sobre todo, y también en sí mismos; ayudarlos a que crezcan con confianza en sus propias personas, cultivar en ellos los más grandes ideales e inyectarle los valores morales más adecuados. La tarea de los papás es sembrar, de la manera más inteligente y profunda posible, todos los ideales y valores positivos y buenos. Mientras más profundamente siembren esto en sus hijos, y se preocupen en cultivar adecuadamente con mucho amor, verán florecer en sus hijos una personalidad auténtica y fuerte. 

Los papás deben comprender que esta tarea implicará, definitivamente, mucho tiempo de convivencia con sus niños. Pero que sea una convivencia agradable, amena, íntima, y que se desarrolle desde las primeras etapas de sus vidas. A medida que el niño pequeñito crezca y adquiera más madurez y personalidad, los papás deben acompañarlos en su desarrollo. Ahora, acompañar no es estar encima de ellos como un perro guardián, no es sobre protejerlos, ni impedirles que sean ellos mismos. Acompañar es caminar a su lado y, mientras más pequeño el niño, más necesita sentir la presencia de sus papás. 

Luego, a medida que va creciendo, los papás deben separarse, alejarse poco a poco. No en el aspecto, diríamos, físico o de contacto, sino en el aspecto de permitir al muchacho y a la muchacha que sean ellos mismos. Ustedes, como papás, deben estar siempre a su lado, aconsejándoles, velando por ellos, pero no decidiendo por ellos ni opinando o imponiendo la última palabra de una manera tiránica, porque eso no conduce a nada bueno. 

Cuando comprenda que sus hijos son más hijos de Dios y de la vida que suyos, desempeñará mejor su papel de padre o madre. Comprenda que su misión fue traer a sus hijos al mundo y formarlos bien, pero para la vida y para que ellos cumplan la misión que Dios les tiene reservada. Cuando usted comprenda que su tarea consiste en sembrar solamente y que después ellos cosecharán para otros, entenderá algo muy importante de lo que es ser papá o mamá. 

Su misión es sagrada e importantísima; le ha sido encomendada por Dios, nuestro Señor. Implica mucha madurez y responsabilidad. Forme bien a sus criaturas, siembre en ellos todo lo bueno que pueda. Después, déjelos crecer y desarrollarse. ¡Que sean ellos mismos! Gánese su confianza para que ellos tengan el suficiente interés de acercarse a usted para comentar sus experiencias, compartir sus fracasos y éxitos, para pedirle los consejos que necesitan, para buscar apoyo y consuelo en los momentos difíciles. Pero no esté demasiado encima porque entonces hará de ellos unos títeres que no aprenderán a vivir como seres autónomos y responsables o simplemente se rebelarán y los perderá irremediablemente. 

¿ Sabe usted que una de las preguntas claves que Dios le hará en el juicio final es qué hizo con sus hijos? Si usted comprende la enorme responsabilidad de formar a sus hijos para la libertad, alcanzará la gracia de Dios y también se ganará el cielo. Porque el cielo también se gana ayudando a Dios en la formación de sus hijos, de Sus hijos. ¿Que esto cuesta? ¡Por supuesto! Pero, pida ayuda al Señor. Con Él, usted puede vencer cualquier dificultad y superar todos los escollos que se presentan en su vida, sobre todo en la educación y formación de sus hijos. Pida a Dios que le ayude a comprender su misión en la vida y a entender mejor su papel de formador y educador de sus hijos. Con Su ayuda, usted puede ser mejor como persona y como padre o madre. Con Dios usted puede vencer cualquier dificultad u obstáculo, porque con Él, usted es . . . ¡INVENCIBLE! 


23 jul 2019

Santo Evangelio 23 de julio 2019



Día litúrgico: Martes XVI del tiempo ordinario

Santoral 23 de Julio: Santa Brígida, religiosa, patrona de Europa


Texto del Evangelio (Mt 12,46-50): En aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte». Pero Él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».


«El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es (...) mi madre»

P. Pere SUÑER i Puig SJ 
(Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio se nos presenta, de entrada, sorprendente: «¿Quién es mi madre?» (Mt 12,48), se pregunta Jesús. Parece que el Señor tenga una actitud despectiva hacia María. No es así. Lo que Jesús quiere dejar claro aquí es que ante sus ojos —¡ojos de Dios!— el valor decisivo de la persona no reside en el hecho de la carne y de la sangre, sino en la disposición espiritual de acogida de la voluntad de Dios: «Extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ‘Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’» (Mt 12,49-50). En aquel momento, la voluntad de Dios era que Él evangelizara a quienes le estaban escuchando y que éstos le escucharan. Eso pasaba por delante de cualquier otro valor, por entrañable que fuera. Para hacer la voluntad del Padre, Jesucristo había dejado a María y ahora estaba predicando lejos de casa.

Pero, ¿quién ha estado más dispuesto a realizar la voluntad de Dios que María? «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Por esto, san Agustín dice que María, primero acogió la palabra de Dios en el espíritu por la obediencia, y sólo después la concibió en el seno por la Encarnación.

Con otras palabras: Dios nos ama en la medida de nuestra santidad. María es santísima y, por tanto, es amadísima. Ahora bien, ser santos no es la causa de que Dios nos ame. Al revés, porque Él nos ama, nos hace santos. El primero en amar siempre es el Señor (cf. 1Jn 4,10). María nos lo enseña al decir: «Ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lc 1,48). A los ojos de Dios somos pequeños; pero Él quiere engrandecernos, santificarnos.

Cuídese de la depresión

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Cuídese de la depresión 

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


La depresión es uno de los problemas más grandes de nuestro tiempo, una de las enfermedades psicológicas más comunes y que más estragos está causando en el siglo en que vivimos. 
Probablemente el vacío del hombre, el no encontrarle sentido a las cosas, a la vida, a lo que hace, unido a los nervios y las excesivas preocupaciones por la lucha por surgir para tener una economía segura que azotan a los seres humanos en esta presurosa vida moderna, están llevándolos al borde del colapso nervioso y la ruina de la depresión. 

La depresión puede ser el signo, el timbre de alarma de un vacío existencial en el hombre moderno, la señal de que algo grave está pasando en su "yo" interior. Paradójicamente, lo triste de esta enfermedad es que parece un refugio seguro contra todo lo anterior, un ámbito interior en el que la persona se puede situar para buscar amparo ante la problemática de la vida moderna. La persona puede acostumbrarse a buscar ese refugio como si fuera una droga y meterse allí cada vez que vengan los problemas fuertes. 

Lo cierto es que uno se puede encontrar con deprimidos en cualquier parte y lugar. Su rostro inexpresivo o triste, su aspecto exterior descuidado, su inactividad, su indiferencia por todo, su hundimiento psíquico y su estado de inercia nos muestra a un ser humano derrotado que es presa fácil de los medios de diversión, de alineaciones comunes o infrecuentes o de las drogas, sean lícitas o ilícitas. La persona deprimida está desmotivada y sin entusiasmo por la vida. Encuentra mil argumentos para estar de esa manera, ve el lado negro de la vida con demasiada facilidad y sobre eso añade justificaciones para estar como está. 

El deprimido causa problemas en su ambiente ya que sus relaciones interpersonales son muy débiles y pobres. También crea problemas porque angustia a sus seres queridos, preocupa a todo el mundo y causa lástima o ira, con lo que acentúa su estado. 

Algunos síntomas claros de la depresión son: ánimo abatido, autocrítica, ritmo lento general o agitación, sensaciones físicas variadas y vagas, pérdida de apetito, estreñimiento, desarreglos en el sueño y otros similares. 

La persona que padece de depresión se va deteriorando poco a poco a nivel interno y físico. Siendo la depresión una reacción del ser total en cuanto a la vida, necesariamente tiene que tener aspectos fisiológicos y especialmente psicológicos, pues la incapacidad emocional del individuo para adaptarse a las diferentes tensiones de la vida le crean esa inestabilidad que si no se controla termina en una depresión. 

El deprimido se convierte en un autómata en su trabajo, hace las cosas por hacerlas, de manera mecánica sin vida ni entusiasmo. La persona se contenta con hacer lo mínimo, manteniendo así una tenue comunicación con su medio ambiente. Puede caer en accesos de ira o explosiones emocionales llenas de agresividad que son muchas veces una manifestación de protesta por su situación. También puede llorar continuamente, sintiéndose alternativamente mejor o peor y pasarse largas horas durmiendo o quedarse en la cama o en una silla horas de horas. El deprimido es un centinela de su propia ruina, un testigo fiel de su hundimiento, pero prefiere quedarse así como está en vez de cambiar. 

Usted tiene que estar prevenido y luchar con todas las armas a su alcance porque la depresión lo puede llevar a la ruina emocional, sepultarlo en vida y matarlo sin morir. 

Propóngase a ser positivo y feliz ayudando más a los demás para así agradar a Dios. Póngase como meta ser un eficiente trabajador u obrero, un eficaz profesor o maestro, un excelente padre o madre, un buen colaborador en su grupo religioso o comunidad. Sea una persona íntegra y comprométase a promover el desarrollo social, económico o religioso de su comunidad. Si usted tiene grandes ideales y metas y vive para realizarlas, experimentará entusiasmo, alegría de vivir, deseos de tener una vida más larga y estará siempre animado. ¿Por qué? Porque tiene motivos grandes y profundos para vivir y por ese motivo su vida estará siempre en actividad creciente. 

No se olvide que Dios siempre está dispuesto a escucharlo y animarlo. Si usted comprendiera lo que es el amor de Dios sabría que El es el que más lo conoce, quien mejor puede escucharlo y el único que puede ayudarle de verdad a resolver sus problemas. CON EL, USTED ES . . . ¡INVENCIBLE!               

22 jul 2019

Santo Evangelio 22 de julio 2019



Día litúrgico: 22 de Julio: Santa María Magdalena

Texto del Evangelio (Jn 20,1-2.11-18): 

El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».

Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» —que quiere decir: “Maestro”—. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.


«Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy celebramos con gozo a santa María Magdalena. ¡Con gozo y provecho para nuestra fe!, porque su camino muy bien podría ser el nuestro. La Magdalena venía de lejos (cf. Lc 7,36-50) y llegó muy lejos… En efecto, en el amanecer de la Resurrección, María buscó a Jesús, encontró a Jesús resucitado y llegó al Padre de Jesús, el “Padre nuestro”. Aquella mañana, Jesucristo le descubrió lo más grande de nuestra fe: que ella también era hija de Dios. 

En el itinerario de María de Magdala descubrimos algunos aspectos importantes de la fe. En primer lugar, admiramos su valentía. La fe, aunque es un don de Dios, requiere coraje por parte del creyente. Lo natural en nosotros es tender a lo visible, a lo que se puede agarrar con la mano. Puesto que Dios es esencialmente invisible, la fe «siempre tiene algo de ruptura arriesgada y de salto, porque implica la osadía de ver lo auténticamente real en aquello que no se ve» (Benedicto XVI). María viendo a Cristo resucitado “ve” también al Padre, al Señor.

Por otro lado, al “salto de la fe” «se llega por lo que la Biblia llama conversión o arrepentimiento: sólo quien cambia la recibe» (Papa Benedicto). ¿No fue éste el primer paso de María? ¿No ha de ser éste también un paso reiterado en nuestras vidas?

En la conversión de la Magdalena hubo mucho amor: ella no ahorró en perfumes para su Amor. ¡El amor!: he aquí otro “vehículo” de la fe, porque ni escuchamos, ni vemos, ni creemos a quien no amamos. En el Evangelio de san Juan aparece claramente que «creer es escuchar y, al mismo tiempo, ver (…)». En aquel amanecer, María Magdalena arriesga por su Amor, oye a su Amor (le basta escuchar «María» para re-conocerle) y conoce al Padre. «En la mañana de la Pascua (…), a María Magdalena que ve a Jesús, se le pide que lo contemple en su camino hacia el Padre, hasta llegar a la plena confesión: ‘He visto al Señor’ (Jn 20,18)» (Papa Francisco).

Darse y entregarse al Señor

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DARSE Y ENTREGARSE… AL SEÑOR

Por Javier Leoz

Para los que nos encontramos inmersos en pleno verano, es bueno detenernos en este sugerente texto que en exclusividad, San Lucas, nos presenta. Merece la pena hacerlo por dos razones fundamentales:

-Porque, en el camino de la vida, necesitamos escuchar, detenernos y suministrar un poco de oxígeno al espíritu

-Porque, en un contexto social donde se echan en falta amigos o una mano que anime, el evangelio pone el acento en la acogida. Acoger es también un color fundamental en el cuadro de la vida cristiana.

1.- No podemos caer en la tentación, al escuchar el evangelio de hoy, de confrontar acción y contemplación. Las dos son necesarias para un cristiano. Siempre es bueno recordar la hazaña de un enamorado de los automóviles y de las carreteras. Viajaba, no se detenía ante nada ni para nadie; sólo pensaba en sí mismo y en su coche. Hasta que, en cierta ocasión, un consejero –de esos que saben aconsejar oportunamente y en el momento preciso- le dijo: tarde o temprano, amigo, tendrás que detenerte a repostar gasolina o no llegarás donde pretendes. Combustible y horizonte (lejos de oponerse) se complementan. Contemplación y acción (lejos de enemistarse) son necesarias para vivir con más calidad de vida, para preguntarnos sobre las grandes verdades de nuestra existencia.

2.- ¿Somos Marta o María? Podría ser el interrogante de este domingo. Por experiencia, también los sacerdotes, sabemos que el activismo no es bueno. Que, el exceso de trabajo, nos puede aislar de lo fundamental. Incluso, las prisas, los agobios, el hacer por hacer, nos puede transformar en simples autómatas. Hace ya algunos años Papa Benedicto XVI, al dirigirse a los sacerdotes sobre el Sacramento de la Penitencia, nos decía –y lo recuerdo como si hubiera sido hoy mismo—que “no practicar este sacramento, nos puede convertir en meros funcionarios”. Es verdad. Cuesta recluirse en el silencio, en lo que aparentemente no da fruto o, incluso en aquello que no nos gusta o que más sacrificio conlleva para nuestro modo de vivir. No siempre lo que produce satisfacciones inmediatas es algo que asegure la felicidad permanente.

3.- En el término medio, casi siempre, está la virtud. Jesús no desprecia, ni mucho menos, la entrega de Marta. Le indica que afanarse tanto, no merece la pena. Que con menos basta. Que, María, se ha detenido un momento para recuperar fuerzas y volver con más ímpetu a la vida. Jesús no ensalza a María porque no haga nada sino porque, siendo tan trabajadora como su hermana, ha sido inteligente y ha dicho “hasta aquí he llegado” es necesario contenerme para escuchar palabras de vida; un encuentro con Aquel que me va a dar luz para seguir adelante. En las dos hay algo en común: las dos se brindan: una, materialmente, y la otra espiritualmente. Y, por cierto, las dos cosas son recibidas por el Señor.

Que allá donde nos encontremos, y especialmente cuando nos encontremos sobrepasados por las circunstancias, responsabilidades u obligaciones, seamos capaces de romper con todo ello (por lo menos momentáneamente) y, buscando aquellos oasis de paz, de fe y de silencio, podamos reinsertarnos después pero con otro sentido y con otra amplitud de miras. Dios nos quiere inmersos en el mundo pero sin dejarnos comer o anular por él. ¿Lo intentamos?

21 jul 2019

Santo Evangelio 21 de julio 2019



Día litúrgico: Domingo XVI (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): 

En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».


«Hay necesidad (...) de una sola [cosa]»

Rev. D. Bernat GIMENO i Capín 
(Barcelona, España)

Hoy vemos a un Jesús tan divino como humano: está cansado del viaje y se deja acoger por esta familia que tanto ama, en Betania. Aprovechará la ocasión para hacernos saber qué es “lo más importante”.

En la actitud de estas dos hermanas se acostumbra a ver reflejadas dos maneras de vivir la vocación cristiana: la vida activa y la vida contemplativa. María, «sentada a los pies del Señor»; Marta, atareada por muchas cosas y ocupaciones, siempre sirviendo y contenta, pero cansada (cf. Lc 10,39-40.42). —«Calma», le dice Jesús, «es importante lo que haces, pero es necesario que descanses, y más importante aun, que descanses estando conmigo, mirándome y escuchándome». Dos modelos de vida cristiana que hemos de coordinar y de integrar: vivir tanto la vida de Marta como la de María. Hemos de estar atentos a la Palabra del Señor, y vigilantes, ya que el ruido y el tráfico del día a día —frecuentemente— esconde la presencia de Dios. Porque la vida y la fuerza de un cristiano solamente se mantienen firmes y crecen si él permanece unido a la verdadera vid, de donde le viene la vida, el amor, las ganas de continuar adelante... y de no mirar atrás.

A la mayoría, Dios nos ha llamado a ser como “Marta”. Pero no hemos de olvidar que el Señor quiere que seamos cada vez más como “María”: Jesucristo también nos ha llamado a “escoger la mejor parte” y a no dejar que nadie nos la quite.

Él nos recuerda que lo más importante no es lo que podamos hacer, sino la Palabra de Dios que ilumina nuestras vidas, y, así por el Espíritu Santo nuestras obras quedan impregnadas de su amor.

Descansar en el Señor solamente es posible si gozamos de su presencia real ante la Eucaristía. ¡Oración ante el sagrario!: es el tesoro más grande que tenemos los cristianos. Recordemos el título de la última encíclica de san Juan Pablo II: La Iglesia vive de la Eucaristía. El Señor tiene muchas cosas que decirnos, más de las que nos pensamos. Busquemos, pues, momentos de silencio y de paz para encontrar a Jesús y, en Él, reencontrarnos a nosotros mismos. Jesucristo nos invita hoy a hacer una opción: escoger «la parte buena» (Lc 10,42).

Betania: Un ambiente de sosiego y de paz

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BETANIA: UN AMBIENTE DE SOSIEGO Y DE PAZ

Por Antonio García-Moreno

1.- ABRE TU PUERTA. “Alzó la vista y vio tres hombres en pie, frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro..." (Gn 18, 2). Abrahán está sentado a la puerta de su tienda. Hace calor dentro y la brisa fresca de la tarde invita a sentarse al aire libre. La añosa encina de Mambré aumenta, con el rumor de sus hojas, la sensación de bienestar, el aire sereno que llena de calma y de paz el espíritu del viejo patriarca. Por el sendero pasan tres caminantes. Tienen la piel curtida por el viento caliente del mediodía, traen el aire cansino de quienes caminaron horas y horas. Sus pies resecos y polvorientos hablan de guijarros y tierra dura de mil caminos.

Abrahán se levanta y sale a su encuentro: Venid, traeré agua para vuestros pies, pan para vuestra hambre, sombra de mi encina para vuestro sol ardiente, brisa de atardecer para vuestro calor del mediodía... Hospitalidad patriarcal, acogida amable para el que va de camino, palabras blandas para el que está lejos de su patria. Hoy también pasan, delante de nuestro cómodo rincón, muchos que vienen de lejos, el aire cansado y el corazón triste y solo. Que sepamos abrir la puerta, practicar la hospitalidad, la acogida cordial de los antiguos patriarcas.

"Añadió uno: Cuando vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo...” (Gn 18, 10) Muchas veces se repite el mismo hecho. Después de haber ejercido la hospitalidad con una persona desconocida y necesitada, resultó que se trataba del rey, o del mismo Dios. A cambio de esta generosidad, de ese sacrificio de compartir el pan y el techo, se recibe un don infinitamente mayor, algo que se anhela, algo que llena de ilusión y de alegría el corazón. En el caso de Abrahán, éste recibe la promesa de que Sara, su vieja y amada esposa, tendrá un hijo. Su esterilidad y su vejez no serán obstáculos para que les nazca un niño, ese hijo nacido de la libre que tanto habían añorado.

No siempre se da el milagro de que caiga la tosca apariencia tras la que, sin duda, se esconde el Señor. Y ocurre así porque recibir al Señor no es eso lo más importante. Lo que realmente tiene valor es que uno sea capaz de abrir el corazón, de hacer sitio en su casa a quien lo necesita. Ese es el verdadero milagro, lo que Dios valora y premia con su bendición, un pago más que suficiente, para quien, por amor a Dios, abre la puerta de casa a quien está muy lejos de la suya.

MARTA Y MARÍA. "Y Marta se multiplicaba para dar abasto al servicio..." (Lc 10, 40). Hoy nos habla el Evangelio de que Jesús va a Betania y se hospeda en casa de Marta y María, las hermanas de Lázaro. No es la única vez que entra el Señor en esta casa, como nos lo indica, por ejemplo, el evangelista san Juan. Se ve que Jesús se encontraba a gusto con aquella familia, que le ama con sencillez y generosidad. Allí había calor de hogar, un ambiente de sosiego y de paz, de dicha serena y entrañable. De ahí que podamos considerar Betania como un modelo para nuestros hogares que, según la predilección de Jesús, debería parecerse al de Nazaret. Es de gran importancia conseguir que el propio hogar tenga ese calor de familia bien avenida, que sea un lugar en el que gusta estar y vivir, un sitio para descansar y recuperar fuerzas, el rincón íntimo de nuestra vida en el que encontramos cariño y comprensión, consuelo y ánimo para la lucha y el trabajo de cada día, descanso para las fatigas que la existencia humana comporta.

Marta y María a pesar de ser hermanas eran, sin embargo, muy distintas. Marta parece nerviosa e inquieta, se preocupaba demasiado de las cosas materiales, se angustiaba porque no llegaba a lo que ella quería. Se multiplicaba para dar abasto con el servicio, dice la versión litúrgica de este pasaje de San Lucas. María por el contrario aparece tranquila y de carácter sosegado. En otro momento, mientras Marta sale deprisa al encuentro del Señor, ella se queda sentada. Sólo cuando le dicen que el Señor estaba fuera y la llamaba se levanta y acude a Jesús... Mientras Marta va de un lado para otro, María escucha arrobada las palabras del Maestro. Estas dos actitudes han quedado en la vida espiritual como modelos de la vida contemplativa y la vida activa. Incluso se ha considerado que Marta representaría el activismo, esa especie de herejía que olvida la oración y la vida interior, por atender al servicio de los hombres.

Esas dos actitudes no tienen por qué ser una dicotomía insalvable. Incluso podemos afirmar que es un ideal de vida cristiana, el conjugar esas dos facetas de la vida espiritual. Vivir una intensa vida de oración, ser contemplativos, y al mismo tiempo trabajar sin descanso por el Reino de Dios. Vivir metidos en el corazón del mundo, con el ejercicio de una profesión determinada, y al mismo tiempo estar de continuo estrechamente unidos a Dios. Puede parecer imposible, o por lo menos muy difícil, pero lo cierto es que, en definitiva, es lo que enseña la "Lumen gentium" del Vaticano II cuando habla de la unidad de vida, es decir, cuando exhorta a no vivir una vida cara a Dios y otra cara a los hombres, sino que esa vida de cada día, la que se desarrolla en una actividad cualquiera, esté siempre marcada y sostenida por una unión íntima con Dios, gracias a una vida espiritual sólida, alimentada con la oración y la mortificación, con la frecuencia de sacramentos que haga posible vivir habitualmente en gracia de Dios.