26 dic 2021

«Le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, (...) estaban estupefactos por su inteligencia» (Lc 2,41-52)



 «Le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, (...) estaban estupefactos por su inteligencia» (Lc 2,41-52)


+ Rev. D. Joan Ant. MATEO i García

(Tremp, Lleida, España)

Hoy contemplamos, como continuación del Misterio de la Encarnación, la inserción del Hijo de Dios en la comunidad humana por excelencia, la familia, y la progresiva educación de Jesús por parte de José y María. Como dice el Evangelio, «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

El libro del Siracida, nos recordaba que «el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole» (Si 3,2). Jesús tiene doce años y manifiesta la buena educación recibida en el hogar de Nazaret. La sabiduría que muestra evidencia, sin duda, la acción del Espíritu Santo, pero también el innegable buen saber educador de José y María. La zozobra de María y José pone de manifiesto su solicitud educadora y su compañía amorosa hacia Jesús.

No es necesario hacer grandes razonamientos para ver que hoy, más que nunca, es necesario que la familia asuma con fuerza la misión educadora que Dios le ha confiado. Educar es introducir en la realidad, y sólo lo puede hacer aquél que la vive con sentido. Los padres y madres cristianos han de educar desde Cristo, fuente de sentido y de sabiduría.

Difícilmente se puede poner remedio a los déficits de educación del hogar. Todo aquello que no se aprende en casa tampoco se aprende fuera, si no es con gran dificultad. Jesús vivía y aprendía con naturalidad en el hogar de Nazaret las virtudes que José y María ejercían constantemente: espíritu de servicio a Dios y a los hombres, piedad, amor al trabajo bien hecho, solicitud de unos por los otros, delicadeza, respeto, horror al pecado... Los niños, para crecer como cristianos, necesitan testimonios y, si éstos son los padres, esos niños serán afortunados.

Es necesario que todos vayamos hoy a buscar la sabiduría de Cristo para llevarla a nuestras familias. Un antiguo escritor, Orígenes, comentando el Evangelio de hoy, decía que es necesario que aquel que busca a Cristo, lo busque no de manera negligente y con dejadez, como lo hacen algunos que no llegan a encontrarlo. Hay que buscarlo con “inquietud”, con un gran afán, como lo buscaban José y María.

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Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu. —Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad» (San Pablo VI)

«El Señor entró humildemente en la tierra. Creció como un niño normal, pasó por la prueba del trabajo, incluso por la prueba de la cruz. Al final, resucitó. El Señor nos enseña que en la vida no todo es mágico, que el triunfalismo no es cristiano» (Francisco)

«Jesús compartió, durante la mayor parte de su vida, la condición de la inmensa mayoría de los hombres: una vida cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida religiosa judía sometida a la ley de Dios, vida en la comunidad. De todo este período se nos dice que Jesús estaba “sometido” a sus padres y que ‘progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres’ (Lc 2,51-52)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 531)

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