Día litúrgico: Domingo XVIII (C) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, (…) [Jesús] les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘(…) Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».
Creerse autosuficiente ha inducido al hombre a confundir la felicidad con formas inmanentes de bienestar material
REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI)
(Città del Vaticano, Vaticano)
Hoy, a veces, el hombre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad. Es una presunción fruto de la cerrazón egoísta en sí mismo, que procede del pecado de los orígenes. Creerse autosuficiente ha inducido al hombre a confundir la felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar material y de actuación social.
El desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad. La economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden ser mal utilizados cuando quien los gestiona tiene sólo referencias egoístas. La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o “después” de ella.
—La vida económica debe ser comprendida como una realidad de múltiples dimensiones: en todas ellas debe haber respeto a la reciprocidad fraterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario