Hoy una mujer, exultante, vitorea a la “mamá” de Jesús: ¡por puro entusiamo! Él, con un tono más reposado, parece dar largas... En realidad, Jesucristo va a lo decisivo: alaba la docilidad a la voluntad de Dios. Y en esto María Santísima es insuperable. ¡Nadie como Ella conoce el Corazón de Dios! ¡Nadie como Ella se ha identificado con la Voluntad de Dios!
—«He aquí la esclava del Señor»: esta respuesta recorre nuestra historia y está transformando el destino de la humanidad.
(Lc 11,27-28)
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