Hoy debemos aprender una lección fundamental: la única respuesta válida ante Dios es nuestra fe, abrirle confiadamente nuestro corazón. Sin fe nos “liamos la cabeza”, nos volvemos torpes: vemos un milagro y decimos que está endemoniado, pero inmediatamente le exigimos otro milagro.
—Finalmente, cuando Jesús afirmó pública y solemnemente que es el “Hijo de Dios” entonces, en lugar de alegrarnos, lo enviamos al Calvario y lo colgamos en la Cruz. ¿Estamos bien de la cabeza? Desde luego, «el que no está conmigo (…) desparrama».
(Lc 11,15-26):
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