Autor: José Fernández de Mesa | Fuente: Catholic.net
No juzguen y no serán juzgados
Lucas 6, 36-38. Cuaresma. Un corazón que no perdona no es un corazón cristiano sino que es un corazón que no agrada ni da gloria a Dios.
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.
Oración introductoria
Jesús, gracias por mostrarme claramente el camino a seguir. Ser misericordioso, no juzgar, no condenar, perdonar y dar generosamente, suena fácil... pero contrario a mi tendencia egoísta y soberbia. ¡Ven Espíritu Santo! Ilumina mi mente e inflama de amor mi corazón, para que esta meditación sea el punto de partida de mi transformación de ciudadano del mundo a discípulo y misionero de tu amor.
Petición
Jesús, hazme crecer en la misericordia, la magnanimidad y la bondad, para llegar a ser un auténtico testigo de tu amor.
Meditación del Papa
En una época de emergencia educativa, en la que el relativismo pone en discusión la posibilidad misma de una educación entendida como introducción progresiva al conocimiento de la verdad, al sentido profundo de la realidad, por ello como introducción progresiva a la relación con la Verdad que es Dios, los cristianos están llamados a anunciar con vigor la posibilidad del encuentro entre el hombre de hoy y Jesucristo, en quien Dios se ha hecho tan cercano que se le puede ver y escuchar. En esta perspectiva, el sacramento de la Reconciliación, que parte de una mirada a la condición existencial propia y concreta, ayuda de modo singular a esa “apertura del corazón” que permite dirigir la mirada a Dios para que entre en la vida. La certeza de que él está cerca y en su misericordia espera al hombre, también al que está en pecado, para sanar sus enfermedades con la gracia del sacramento de la Reconciliación, es siempre una luz de esperanza para el mundo. (Benedicto XVI, 9 de marzo de 2012).
Reflexión
En este texto del evangelio, Jesús tiene la intención de mover nuestros corazones en una sola dirección: el amor a nuestros enemigos. "¡Qué fácil es amar a los que nos aman!", dirá en otra ocasión. Sin embargo lo más difícil del amor cristiano es vivirlo con los que no nos corresponderán, con los que nos insultan o persiguen, con los que hablan mal de nosotros a nuestras espaldas, con los que luchan por arrebatarnos nuestro puesto de trabajo: nuestros enemigos.
La consigna que nos envía Jesucristo es muy clara: "Sed misericordiosos". Un corazón que no perdona no es un corazón cristiano sino que es un corazón que no agrada ni da gloria a Dios. Por eso Cristo dirá en otra ocasión que si cuando nos acercamos a Dios para rendirle una ofrenda recordamos una enemistad con alguno de nuestros hermanos, primero debemos reconciliarnos con él, y después realizar la ofrenda.
Practiquemos estas dos virtudes que nos propone Jesús en nuestra vida: la misericordia y la benevolencia. Propongámonos que en ninguna de nuestras conversaciones, charlas o discusiones se mezcle jamás la más mínima crítica hacia ninguno de nuestros hermanos, que son todos los hombres.
Propósito
Ser paciente con los defectos y limitaciones de los demás, mostrando, en todo y con todos, la bondad de Jesucristo.
Diálogo con Cristo
Para poder crecer en el amor a los demás, tengo que aprender a fijarme en ellos, como me ha recordado Benedicto XVI en su mensaje para esta Cuaresma. Este fijarme lleno de amor y bondad, buscando el bien de la persona, de toda la persona, es hacer vida el mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios. Gracias, Señor, por darnos al Papa como faro seguro y guía que nos anima a seguir nuestro camino a la santidad.
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