Que María Santísima es Madre nuestra
Confesamos también la dulce y suave verdad de que habiendo dado a luz al Redentor del género humano, María es también Madre benignísima de todos nosotros, hermanos de su Hijo, que peregrinamos y nos debatimos entre angustias y luchamos contra el pecado hasta que seamos llevados a la patria feliz (Pío XI, Enc.Lux Veritatis, 25 de dic. De 1931).
En la hora última de su vida pública, cuando otorgaba el Testamento de la Nueva Alianza y lo sellaba con su Sangre divina, Jesús confió su Madre al discípulo amado, con estas dulcísimas palabras: He ahí a tu Madre (León XIII, Augustíssimae), Nadie estará en grado de alcanzar el sentido (pleno) de estas palabras del Evangelio de San Juan, sino el que como él, repose en el pecho de Jesús, y reciba de Jesús a María para que sea su Madre, puesto que todo el que es perfecto, ya no vive él mismo, sino que en él vive Cristo (Orígenes, siglo III).
En la persona de Juan, según el constante sentir de la Iglesia, Cristo ha designado a todo el género humano, pero más especialmente a los que están unidos en la fe (León XIII, Adjutricem populi).
Y porque es nuestra Madre nos confiamos completamente a su bondad y misericordia, animados del vivo deseo de imitar sus bellísimas virtudes y le hacemos donación entera e irrevocable de todo nuestro ser. Le pedimos nos conceda su maternal protección por todo el curso de nuestra vida, y particularmente en la hora de la muerte. (San Juan Bosco).
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