«Yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios» (Jn 1,29-34)
Rev. P. Higinio Rafael ROSOLEN IVE
(Cobourg, Ontario, Canadá)
Hoy, san Juan Bautista da testimonio sobre el Bautismo de Jesús. El Papa Francisco recordaba que «el Bautismo es el sacramento en el cual se funda nuestra fe misma, que nos injerta como miembros vivos en Cristo y en su Iglesia»; y agregaba: «No es una formalidad. Es un acto que toca en profundidad nuestra existencia. Un niño bautizado o un niño no bautizado no es lo mismo. No es lo mismo una persona bautizada o una persona no bautizada. Nosotros, con el Bautismo, somos inmersos en esa fuente inagotable de vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y gracias a este amor podemos vivir una vida nueva, no ya en poder del mal, del pecado y de la muerte, sino en la comunión con Dios y con los hermanos».
Hemos escuchado los dos efectos principales del Bautismo enseñados en el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1262-1266):
1º «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Un efecto del Bautismo es la purificación de los pecados, es decir, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del pecado.
2º «Baja el Espíritu», «bautiza con Espíritu Santo» (Jn 1,34): el bautismo nos hace "una nueva creación", hijos adoptivos de Dios y partícipes de la naturaleza divina, miembros de Cristo, coherederos con Él y templos del Espíritu Santo.
La Santísima Trinidad —Padre, Hijo y Espíritu Santo— nos da la gracia santificante, que nos hace capaces de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo; de vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante sus dones; de crecer en el bien por medio de las virtudes morales.
Pidamos, como nos exhorta el Papa Francisco, «despertar la memoria de nuestro Bautismo», «vivir cada día nuestro Bautismo, como realidad actual en nuestra existencia».
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Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Celebremos el día afortunado en el que, quien era el “Día” inmenso y eterno, descendió hasta este día nuestro tan breve y temporal. Éste se convirtió para nosotros en redención» (San Agustín)
«La tierra queda restablecida porque se abre a Dios, y recibe nuevamente su verdadera luz. El canto de los ángeles expresa la alegría porque cielo y tierra se encuentran nuevamente unidos; porque el hombre se ha unido nuevamente a Dios» (Benedicto XVI)
«Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, (…) señaló a Jesús como el ‘Cordero de Dios que quita los pecados del mundo’ (Jn 1,29). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que (…) carga con el pecado de las multitudes, y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12,3-14). Toda la vida de Cristo expresa su misión: ‘Servir y dar su vida en rescate por muchos’ (Mc 10,45)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 608)
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