Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,6-11):
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.»
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Palabra del Señor
Sin Jesús-Redentor es inevitable "endurecer el corazón"
REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI)
(Città del Vaticano, Vaticano)
Hoy, todos —judíos y no judíos— debemos tomar una determinación: "morir a nosotros mismos" y reconocer a Jesús-Redentor. Sin Dios el hombre no se explica a sí mismo y cae en las más absurdas contradicciones. Es inevitable "endurecer el corazón", rechazando el conocimiento propio y negando la propia culpa, si no hay "Alguien" que conlleve esa culpa, la "elabore" y la perdone.
Se da aquí una reciprocidad: sin la idea del Redentor —que no disimula la culpa, sino que la padece en sí— no se puede soportar la verdad de la propia culpa y se recurre a la primera falsedad: la obcecación ante esa culpa, de la que nacen todas las otras falsedades, y, finalmente, la incapacidad general ante la verdad. Y, a la inversa: no es posible conocer al Redentor y creer en Él sin tener el valor de ser veraz consigo mismo.
—Señor, te pido la gracia de la "confesión" para reconocer la verdad: la tuya (¡te necesito!) y la mía (¡no soy "dios", sino una criatura débil!).
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