EL RESUCITADO COMO EL BUEN PASTOR
Por Francisco Javier Colomina Campos
Todavía en la Pascua, en este cuarto domingo celebramos, como cada año, el domingo del Buen Pastor. La liturgia nos presenta a Cristo resucitado como el Buen pastor que conoce a sus ovejas y que les da la vida eterna. Esta imagen de Dios como pastor aparece en numerosas ocasiones a lo largo del Antiguo Testamento, nosotros, los cristianos, vemos en Cristo a ese Buen Pastor que es capaz de dar la vida por sus ovejas. Además, como es costumbre en la Iglesia, en este domingo celebramos la Jornada mundial de oración por las vocaciones.
1. Cristo es el Buen Pastor que conoce a sus ovejas. Es propio del pastor bueno conocer a sus ovejas. Esta figura la utiliza el mismo Jesús en el Evangelio de hoy para referirse al amor que Dios nos tiene: el amor de un pastor que conoce de verdad a sus ovejas. Dios nos ama así: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen”. Dios es un Buen Pastor que nos conoce en profundidad. No nos conoce superficialmente, sólo de nombre o de vista, de vernos algunas veces por la Iglesia y ya está. Dios nos conoce hasta lo más profundo de nuestro ser. Nos conoce incluso mejor que nosotros mismos. Por eso Él sabe mejor que nosotros mismos lo que necesitamos y lo que nos conviene. Y así, Él nos puede guiar hacia los buenos pastos que necesitamos. No somos para Dios simplemente uno más de un rebaño inmenso. Cada uno de nosotros somos sus ovejas preferidas. Nos ama con un amor personal. Nos conoce tanto que sabe incluso de nuestros pecados y de nuestras miserias, por más que queramos ocultarlas ante Él.
2. Cristo es el Buen Pastor que da la vida eterna. Pero nuestros pecados no nos apartan de ese amor de Dios, sino que es tan grande el amor que nos tiene que a pesar de nuestras faltas y miserias Él sigue amándonos cada día más. Tan grande es el amor de Dios para con nosotros que, además de ser pastor, es también para nosotros alimento y comida que nos libra de nuestros pecados. Así, Cristo es en verdad el Buen Pastor que da la vida por nosotros que somos sus ovejas, para rescatarnos y llevarnos a los buenos pastos del cielo. Él, al dar su vida en la cruz, nos ha dado a nosotros la vida eterna, la vida de la felicidad del cielo, donde no pasaremos ni hambre ni sed, ni nos hará daño el sol ni el bochorno, como dice la segunda lectura del libro del Apocalipsis. Esta lectura nos presenta a Cristo como el Cordero, en cuya sangre se lavan y blanquean las vestiduras de los cristianos. Un Cordero que es también pastor y que nos conduce hacia las fuentes de agua viva. No encontraremos mejor pastor que Aquél que da la vida por las ovejas, ofreciéndoles así la vida feliz del cielo.
3. Cristo es el Buen Pastor que nos llama. En este domingo del Buen Pastor celebramos la Jornada mundial de oración por las vocaciones. Siempre pensamos que esto de la vocación es algo de curas y monjas, y nada de eso. La vocación es algo propio de todos y cada uno de nosotros. El mismo Jesús, en el Evangelio de hoy, nos ha dicho que nosotros somos sus ovejas que escuchamos su voz y que le seguimos. Dios cuenta con nosotros, nos llama, y espera que le sigamos. Como un pastor bueno, Cristo nos guía y nos conduce hasta los mejores pastos. Él quiere la felicidad para cada uno de nosotros. Por eso nos llama. Esa llamada, que es la vocación, es personal, para cada uno. Es hermoso caer en la cuenta de que Dios piensa en mí, y porque quiere que yo sea feliz, me llama. Así es nuestro Dios. Sólo tenemos que abrir bien nuestros oídos, ponernos a la escucha, y tener la valentía de seguir aquello que Dios quiere de nosotros. Seguro que Él llama a muchos para que le sigan de forma especial, siendo por ejemplo curas, monjas o frailes. Pero no sólo para eso llama el Señor. También llama al matrimonio, a la maternidad o paternidad, a una profesión, a un servicio a los demás. Esta es la vocación de cada uno de nosotros. Hoy oramos de forma especial por las vocaciones, pidiéndole a Dios que aquellos a quienes llama para la vida religiosa o sacerdotal escuchen con atención su llamada y sean valientes para responder. Pero también oramos para que cada uno de nosotros sepamos descubrir qué quiere Dios de nosotros. Sigamos al Buen Pastor. Merece la pena seguir a Aquél que ha dado su vida por nosotros y nos ofrece la verdadera felicidad.
Hoy, que todos buscamos seguir a alguien en nuestra vida, encontramos a Aquél a quien merece la pena seguir: Jesucristo, el único que puede prometernos y puede darnos una vida plena y dichosa, no sólo aquí en la tierra. Sigámosle a Él, que es el Buen Pastor, el que da la vida por sus ovejas. Él cuenta con nosotros, nos llama y nos da la felicidad.
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