EL DESEO DE SER FELIZ
Por José María Martín OSA
1.- "Buscar a Dios su justicia". Al profeta Sofonías le tocaron años difíciles. Israel y sus jefes iban tras alianzas con Egipto que garantizasen su seguridad contra Asiria. El rey de Judea, Amón, fue asesinado por unos oficiales partidarios de la alianza con Egipto. Josías, que tiene entonces ocho años, sube al trono. Es en esa época cuando profetiza Sofonías. Y anuncia un día terrible, "el día del Señor”, para aquellos que no confían en Dios y sí en tratados políticos. Por eso, para que la desgracia no se abata sobre ellos, llama a los "humildes" a la conversión. Los humildes se oponen, en Sofonías, a todos los que encuentran su fuerza en ellos mismos: los dignatarios, los ricos, los que no les importa Dios. Pero el profeta habla claro: la única actitud posible para mantenerse es "buscar a Dios su justicia". Encontramos aquí un eco del sermón del monte.
2.- Elegir el camino auténtico. "Unos turistas querían llegar pronto a un castillo, en la ladera de una montaña. Había varios caminos, todos ellos bastante largos, salvo uno que era un atajo muy corto, aunque extremadamente duro y empinado. No había manera de detenerse a comer o descansar, y la soledad era muy grande, porque casi nadie se atrevía a recorrerlo. Todos menos uno eligieron los caminos largos y fáciles. Pero eran tan largos que se aburrieron y se volvieron, sin llegar a su meta. Otros se instalaban a la sombra, a dormitar y charlar, y se quedaron ahí definitivamente. El que subió solo, por el atajo, paso toda suerte de dificultades, y en el momento en que le pareció que no podía más, se encontró ya en el castillo. Fue el único que llegó".
Esta parábola es un reflejo de nuestra vida como cristianos. Si optamos por el camino fácil nunca llegamos a ser de verdad cristianos comprometidos con el mensaje de Jesús. Nos quedamos en el camino, sin decidirnos a optar radicalmente por El. Las Bienaventuranzas nos recuerdan que somos ciudadanos del cielo. Para llegar a la cima tenemos que escoger el camino directo, el mismo que eligió Jesús.
3.- Esforzarse por conseguir la felicidad. Acercarse a las Bienaventuranzas produce siempre alguna inquietud, porque parece imposible vivir así y compartir la claridad de Cristo al pronunciarlas con toda rotundidad. Sin embargo, es un ideal por el que tenemos que luchar. Todos queremos ser felices y merece la pena esforzarnos por obtener el premio, como subraya San Agustín:
“No puede encontrarse, en efecto, quien no quiera ser feliz. Pero ¡ojalá que los hombres que tan vivamente desean la recompensa no rehusaran la tarea que conduce a ella! ¿Quién hay que no corra con alegría cuando se le dice: «Vas a ser feliz»? Mas ha de oír también de buen grado lo que se dice a continuación: «Si esto hicieres». No se rehúya el combate si se ama el premio. Enardézcase el ánimo a ejecutar alegremente la tarea ante la recomendación de la recompensa. Lo que queremos, lo que deseamos, lo que pedimos vendrá después. Lo que se nos ordena hacer con vistas a lo que vendrá después, hemos de realizarlo ahora”. (San Agustín, Sermón 53, 1-6)
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