Autor: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre Nicolás Schwizer
La pureza
Actualmente en nuestra sociedad, no podríamos afirmar que la pureza sea un valor muy cotizado. Pero el cultivo del espíritu de pureza es algo fundamental en nuestro camino hacia la santidad.
La pureza
¿Qué es la pureza? Para definirla muchas veces se ha insistido en lo negativo: es algo no tocado no manchado; para permanecer puro no hay que hacer tal cosa, etc. Pero así se ha olvidado lo más importante, su valor positivo. Tampoco no se debe limitar la pureza al campo de lo sexual, porque es algo mucho mayor y amplio que eso.
Según el Padre Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, pureza es “la transparencia nítida y plena de la huella de Dios en nosotros”. Dios Padre, al crearnos puso en nuestro corazón una huella original. La pureza es “reflejo de la belleza eterna”, reflejo de la belleza de Dios.
Es una manera distinta de ver la vida: desde Dios y con los ojos de Dios. Y es una manera distinta de amar: como Dios ama, como la Virgen María ama. En lo sexual, es comprender y realizar la relación sexual como Dios lo ha querido desde siempre. En la vestimenta, es vestirse de modo de reflejar la imagen de Cristo o de la. Virgen.
La intangibilidad (o intoncabilidad)
La intangibilidad no debe ser solamente física, sino hemos de aspirarla también en lo interior. Dice el Padre Kentenich: “Aquello a lo que yo renuncio para poseer, lo renuncio también para gozar con cualquiera de mis sentidos”.
Esta intocabilidad significa, en concreto, para la mujer: La tendencia a no ser vista o examinada: comparación de ella con un huerto cerrado (Cantares 4,12). La tendencia a no ser tocada: como una fuente sellada. La tendencia a ser exclusiva (según el estado de vida).
Para proteger el castillo de la pureza, el Padre José Kentenich considera fundamentales dos muros protectores: el pudor y la modestia.
El Pudor
Adán y Eva en el paraíso, antes del pecado original no tenían sentimientos de pudor, porque en ellos había plena armonía entre instintos, razón y voluntad.
Recién después, con el pecado original, se creó en la naturaleza humana un desorden tal que la razón y la voluntad solas ya no pueden restablecer la armonía.
Por eso, Dios le dio al ser humano un contrapeso de la vida instintiva: el sentimiento del pudor.
El Padre Kentenich hace una comparación con el párpado: protege espontáneamente al ojo de cualquier elemento extraño. Es una reacción espontánea, no voluntaria.
Si queremos conquistar una vida instintiva ordenada y dominada, hemos de cultivar permanentemente el sentimiento de pudor. Sobre todo la mujer por su gran influencia sobre el hombre en el plano de lo instintivo. Dice el Padre Kentenich: “A través del especial cuidado de este don de Dios (sentido de pudor), la mujer aparece como un misterio frente al hombre, que ordena de manera maravillosa y eficaz la vida instintiva del hombre y que eleva y da gran fecundidad a las relaciones mutuas”.
La modestia
El otro muro protector es la modestia. Una forma de ser, un estilo de vida natural: en la vestimenta, el peinado, el comportamiento en general… que no busca llamar la atención ni ponerse en el centro. La modestia, además de proteger la pureza y el pudor, conduce a la libertad interior.
La Alianza de amor con la Virgen María
Vivir la Consagración a María, la Alianza de amor con la Virgen, acrecienta en nosotros el ansia por el paraíso, por una plena transformación y divinización de nuestra naturaleza. La Alianza de amor con la Inmaculada despierta fuerzas también en nosotros para superar el pecado y los desórdenes que tienen su origen en el pecado. Por eso es tan decisivo el amor y la entrega a Ella, nuestra Madre y Educadora, para tener éxito en nuestra lucha por la pureza.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Qué me dice a mí este texto?
2. ¿Cómo definiría mi forma de vestir?
3. ¿Busco la ayuda de la Virgen María, para fortalecerme en la pureza?
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