27 ene 2019

Ser cristiano es vivir según el Espíritu de Jesús



SER CRISTIANO ES VIVIR SEGÚN EL ESPÍRITU DE JESÚS

Por Gabriel González del Estal

1.- Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desarrollándolo, encontró el pasaje del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí” … y él comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta escritura que acabáis de oír.

Lo más importante en la vida de Jesús no son tanto los hechos que hizo, sino el Espíritu con que los hizo. Por supuesto que para saber quién fue Jesús debemos conocer los hechos que hizo, pero para saber quién fue Jesús, como el Ungido de Yahvé y como maestro y redentor nuestro, debemos, sobre todo, conocer e intentar imitar el Espíritu con el que Jesús hizo lo que hizo. Nosotros, como buenos cristianos y como seguidores de Jesús, lo que debemos hacer cada día es examinar con qué espíritu hacemos lo que hacemos. Los hechos que hacemos dependen siempre de las circunstancias físicas y sociales en las que vivimos. No podemos hacer las mismas cosas cuando somos jóvenes, que cuando somos mayores, ni cuando vivimos en unas determinadas condiciones físicas y sociales, que cuando vivimos en otras. Los cristianos, por consiguiente, nos distinguimos de las demás personas no tanto por lo que hacemos como por el espíritu con que lo hacemos. El mismo Jesús, como venimos diciendo, debe ser nuestro modelo espiritual, no nuestro modelo material. Las cosas que hacemos los cristianos en este siglo XXI no pueden ser las cosas que hizo Jesús en el siglo primero de nuestra era. Por eso, vamos a meditar una vez más cómo fue el Espíritu de Jesús, siguiendo el texto del profeta Isaías, tal como lo ha citado el mismo Jesús, en el texto evangélico de este domingo. No perdamos de vista que Jesús nos dice que él ha sido enviado “a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; o poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”. En definitiva, su Espíritu le empujaba siempre a ayudar a los necesitados, y a hacernos a todos más libres y orientados al Señor, nuestro Dios. ¿Actuamos nosotros con el mismo espíritu?

2.- Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios: No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza. La lectura de este libro de Nehemías nos habla del inmenso gozo que sintió el pueblo de Israel cuando volvió del destierro y comenzó de nuevo a vivir como auténtico pueblo de Yahvé, en Jerusalén. La Ley fue para ellos auténtico gozo y vida, no sólo el leerla, sino, sobre todo, el practicarla y vivirla. Pues, sustituyamos nosotros la palabra por la palabra y preguntémonos a nosotros mismos si la lectura diaria y la práctica diaria del evangelio de Jesús es para cada uno de nosotros espíritu y vida, como se nos dice en el salmo 18, salmo responsorial. El evangelio de Jesús debe ser para nosotros “descanso del alma, alegría del corazón, luz de nuestros ojos, roca y fortaleza nuestra”. El evangelio de Jesús debe ser nuestro gozo y nuestra fortaleza. ¡Que se note en nuestro vivir diario!

3.. Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo son un solo cuerpo, así es también Cristo… Los miembros son muchos, pero el cuerpo es uno sólo. Ya hemos hablado muchas veces sobre el cuerpo místico de Cristo. La Iglesia de Jesús, todos los cristianos, formamos espiritualmente un solo cuerpo, en el que cada uno tenemos nuestra propia función. Todas las funciones son importantes y nadie puede pensar que su función es insignificante. El Papa, claro, tiene una función más significativa, pero también una anónima monja de clausura, anciana y enferma, por poner un ejemplo extremo, puede contribuir a fortalecer la vida espiritual de la Iglesia, del cuerpo místico de Cristo, rezando humilde y devotamente y ofreciendo a Dios su vida por el bien espiritual del mundo. Que cada uno se examine a sí mismo y hagamos cada uno el propósito de hacer, en el momento presente en el que estemos, todo lo que podamos hacer por el bien de los demás. Así estaremos siendo miembros activos del Cuerpo Místico de Cristo.

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