COMULGAR CON CRISTO Y COMULGAR CON LOS HERMANOS
Por Gabriel González del Estal
1.- Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. La eucaristía es la expresión suprema del amor de Cristo a nosotros, los hermanos. Celebrar la “fracción del pan”, la “cena del Señor” ha sido, desde los primeros tiempos de la Iglesia, el acto más distintivo y representativo de los seguidores y discípulos de Cristo. La eucaristía ha sido, a lo largo de los siglos, el centro vital de la Iglesia, el gesto privilegiado donde se condensa y se expresa lo que es la comunidad cristiana. Por eso, cuando falseamos el significado de la eucaristía, falseamos la vida de la comunidad cristiana. No podemos acercarnos a la eucaristía simplemente para descansar del vértigo de la vida moderna, o para sentir la satisfacción de estar cumpliendo unos deberes religiosos que garantizan nuestra salvación. La eucaristía no debe nunca convertirse en un falso tranquilizante que alivie nuestra conciencia ante nuestra falta de lucha por la justicia o nuestra falta de amor a los demás. La eucaristía es anticipo del banquete del Reino, de un pueblo reunido y salvado, de unas personas que quieren vivir en un cielo nuevo y en una tierra nueva. Los que participan en la eucaristía deben saber que no hay comunión con Cristo, si no hay comunión con los hermanos. Si queremos comulgar con todo el cuerpo místico de Cristo no podemos comulgar sólo con la Cabeza, que es Cristo, separándonos de los miembros, que somos todos nosotros, la Iglesia.
2.- Yo he recibido una tradición que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y pronunciando la acción de gracias lo partió y dijo… San Pablo entiende siempre a la Iglesia como el verdadero cuerpo de Cristo resucitado. El pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, hechos de elementos separados que han sido triturados y reunidos, significan en la eucaristía el cuerpo místico de Cristo y de su Iglesia. El dinamismo de la eucaristía va incluso más allá de la misma Iglesia católica; se extiende a todos los miembros de Cristo, que somos todas las personas de la tierra por las que Cristo murió y a las que Cristo redimió. En la comunidad eucarística no puede existir un yo excluyente, ni un nosotros excluyente, ni un país o nación que quiera vivir sólo para sí mismo, alejado de los demás. El pan de la eucaristía es un pan partido, que quiere ser compartido por todas las personas, especialmente por las personas que más sufren y que más lo necesitan. Por eso, la celebración de la eucaristía debe convertirse para los cristianos en una experiencia de amor y de fraternidad universal, sin límites, ni fronteras geográficas o económicas.
3.- Voy a terminar citando dos textos, el primero es de San Agustín y el segundo de San Juan Crisóstomo. Dicen así:
Sean cuantos sean los panes que allí se pusieren, son un solo pan; cuantos panes haya habido hoy en los altares de Cristo por todo el orbe de la tierra, son un solo pan. Pero, ¿qué es un solo pan? Un cuerpo somos muchedumbre: este pan, cuerpo de Cristo, del cual dice el apóstol... “vosotros sois el cuerpo de Cristo”, vosotros sois eso mismo que recibís... y lo suscribís al decir “amén” (Sermón 272).
¿Queréis honrar el cuerpo de Cristo? No lo despreciéis cuando lo veáis cubierto de harapos; después de haberlo honrado en la iglesia con vestidos de seda, no lo abandones fuera, para que sufra el frío, no lo dejes en la miseria... Vuestro hermano es templo de Cristo más que cualquier iglesia (Homilía sobre san Mateo, 50).
En fin, que cada vez que celebramos la eucaristía nos demos cuenta de que lo hacemos como miembros vivos del cuerpo de un Cristo crucificado y resucitado. El cuerpo místico de Cristo es la Iglesia, somos todos nosotros, los cristianos. Comulgar con Cristo es comulgar con todos los cristianos.
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