24 oct 2020

Santo Evangelio 24 de Octubre 2020

  


Texto del Evangelio (Lc 13,1-9): 

En aquel tiempo, llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».


Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».


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«Fue a buscar fruto (...) y no lo encontró»


+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret

(Vic, Barcelona, España)


Hoy, las palabras de Jesús nos invitan a meditar sobre el inconveniente de la hipocresía: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró» (Lc 13,6). El hipócrita aparenta ser lo que no es. Esta mentira llega a su cima al fingir virtud (aspecto moral) siendo vicioso, o devoción (aspecto religioso) al buscarse uno mismo y sus propios intereses y no a Dios. La hipocresía moral abunda en el mundo, la religiosa perjudica a la Iglesia.


Las invectivas de Jesús contra los escribas y fariseos —más claras y directas en otros pasajes evangélicos— son terribles. No podemos leer o escuchar lo que acabamos de leer o escuchar sin que estas palabras nos lleguen al fondo del corazón, si realmente las hemos escuchado y entendido.


Lo diré en plural personal, ya que todos experimentamos la distancia entre lo que aparentamos ser y lo que somos de veras. Lo somos los políticos cuando nos aprovechamos del país proclamando que estamos a su servicio; los cuerpos de seguridad cuando protegemos a grupos corruptos en nombre del orden público; el personal sanitario cuando suprimimos vidas incipientes o terminales en nombre de la medicina; los medios de comunicación social cuando falseamos las noticias y pervertimos al personal diciendo que lo estamos divirtiendo; los administradores de los fondos públicos cuando desviamos una parte de ellos hacia nuestros bolsillos (individuales o de partido) y alardeamos de honestidad pública; los laicistas cuando impedimos la dimensión pública de la religión en nombre de la libertad de conciencia; los religiosos cuando vivimos de nuestras instituciones con infidelidad al espíritu y a las exigencias de los fundadores; los sacerdotes cuando vivimos del altar pero no servimos abnegadamente a nuestros feligreses con espíritu evangélico; etc.


¡Ah!: y tú y yo también, en la medida en que nuestra conciencia nos dice lo que tenemos que hacer y dejamos de hacerlo para dedicarnos únicamente a ver la paja en el ojo ajeno sin querer darnos cuenta siquiera de la viga que ciega el nuestro. ¿O no?


—Jesús, Salvador del mundo, ¡sálvanos de nuestras pequeñas, medianas y grandes hipocresías!

Fue a buscar fruto (...) y no lo encontró» (Lc 13,1-9)

 


Fue a buscar fruto (...) y no lo encontró» (Lc 13,1-9)

+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret

(Vic, Barcelona, España)

Hoy, las palabras de Jesús nos invitan a meditar sobre el inconveniente de la hipocresía: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró» (Lc 13,6). El hipócrita aparenta ser lo que no es. Esta mentira llega a su cima al fingir virtud (aspecto moral) siendo vicioso, o devoción (aspecto religioso) al buscarse uno mismo y sus propios intereses y no a Dios. La hipocresía moral abunda en el mundo, la religiosa perjudica a la Iglesia.

Las invectivas de Jesús contra los escribas y fariseos —más claras y directas en otros pasajes evangélicos— son terribles. No podemos leer o escuchar lo que acabamos de leer o escuchar sin que estas palabras nos lleguen al fondo del corazón, si realmente las hemos escuchado y entendido.

Lo diré en plural personal, ya que todos experimentamos la distancia entre lo que aparentamos ser y lo que somos de veras. Lo somos los políticos cuando nos aprovechamos del país proclamando que estamos a su servicio; los cuerpos de seguridad cuando protegemos a grupos corruptos en nombre del orden público; el personal sanitario cuando suprimimos vidas incipientes o terminales en nombre de la medicina; los medios de comunicación social cuando falseamos las noticias y pervertimos al personal diciendo que lo estamos divirtiendo; los administradores de los fondos públicos cuando desviamos una parte de ellos hacia nuestros bolsillos (individuales o de partido) y alardeamos de honestidad pública; los laicistas cuando impedimos la dimensión pública de la religión en nombre de la libertad de conciencia; los religiosos cuando vivimos de nuestras instituciones con infidelidad al espíritu y a las exigencias de los fundadores; los sacerdotes cuando vivimos del altar pero no servimos abnegadamente a nuestros feligreses con espíritu evangélico; etc.

¡Ah!: y tú y yo también, en la medida en que nuestra conciencia nos dice lo que tenemos que hacer y dejamos de hacerlo para dedicarnos únicamente a ver la paja en el ojo ajeno sin querer darnos cuenta siquiera de la viga que ciega el nuestro. ¿O no?

—Jesús, Salvador del mundo, ¡sálvanos de nuestras pequeñas, medianas y grandes hipocresías!


23 oct 2020

Santo Evangelio 23 de Octubre de 2020

 


 


Texto del Evangelio (Lc 12,54-59): 


En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: ‘Va a llover’, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: ‘Viene bochorno’, y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».

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Hoy Jesús parece el “hombre del tiempo” (como el que vemos en las pantallas hablando del tiempo que hace y que hará). Pero Jesucristo se queja de que nosotros no actuemos también como el “hombre del tiempo”. ¿Nosotros?

—¡Sí! «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?». ¡Una pregunta muy actual en tiempos de niebla y confusión! ¿Cómo hacerlo? ¡Fàcil! Jesucristo es el “Señor de los tiempos”: escúchale, háblale,… y entenderás qué tiempo está haciendo.

Cómo no exploráis (...) este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?» (Lc 12,54-59)

 

(Lc 12,54-59)


Cómo no exploráis (...) este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?»


Rev. D. Frederic RÀFOLS i Vidal

(Barcelona, España)

Hoy, Jesús quiere que levantemos nuestra mirada hacia el cielo. Esta mañana, después de tres días de lluvia persistente, el cielo ha aparecido luminoso y claro en uno de los días más espléndidos de este otoño. Vamos entendiendo en el tema de cambios de tiempo, ya que ahora los meteorólogos son casi como de la familia. En cambio, nos cuesta más entender en qué tiempo estamos o vivimos: «Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?» (Lc 12,56). Muchos de los que escuchaban a Jesús dejaron perder una ocasión única en la historia de toda la Humanidad. No vieron en Jesús al Hijo de Dios. No captaron el tiempo, la hora de la salvación.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et Spes (n. 4), actualiza el Evangelio de hoy: «Pesa sobre la Iglesia el deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio (…). Es necesario, por tanto, conocer y comprender el mundo en que vivimos y sus esperanzas, sus aspiraciones, su modo de ser, frecuentemente dramático».

Cuando observamos la historia, no nos cuesta mucho señalar las ocasiones perdidas por la Iglesia por no haber descubierto el momento entonces vivido. Pero, Señor: ¿cuántas ocasiones no habremos perdido ahora por no descubrir los signos de los tiempos o, lo que es lo mismo, por no vivir e iluminar la problemática actual con la luz del Evangelio? «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?» (Lc 12,57), nos vuelve a recordar hoy Jesús.

No vivimos en un mundo de maldad, aunque también haya bastante. Dios no ha abandonado su mundo. Como recordaba san Juan de la Cruz, habitamos en una tierra en la que anduvo el mismo Dios y que Él llenó de hermosura. La beata Teresa de Calcuta captó los signos de los tiempos, y el tiempo, nuestro tiempo, ha entendido a la beata Teresa de Calcuta. Que ella nos estimule. No dejemos de mirar hacia lo alto sin perder de vista la tierra.


22 oct 2020

Santo Evangelio 22 de Octubre de 2020

  



Texto del Evangelio (Lc 12,49-53): 


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

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Hoy, Jesucristo se nos manifiesta como el mayor “Pirómano” del mundo: Él quisiera ver ahora mismo el mundo entero ardiendo de Amor. Lo cierto es que… todavía humean las cenizas de los fuegos del odio: guerras, atentados, fraudes… Entonces, ¿ha sido inútil el bautismo de Jesús, su Cruz? ¡Abramos los ojos! Los noticiarios casi sólo hablan del humo de los escándalos. Pero si existe civilización humana es porque millones de seres humanos arden de amor en sus familias; millones de profesionales arden de amor trabajando honradamente; millones de...

—¿Qué ha quedado de la Cruz? Jesús Resucitado. ¡Él es la última palabra en materia de “Fuego”!

El verdadero templo de Dios es el hombre, El verdadero culto es el servicio del Hombre

 


EL VERDADERO TEMPLO DE DIOS ES EL HOMBRE

EL VERDADERO CULTO ES EL SERVICIO DEL HOMBRE

Para los judíos, como para la mayor parte de los cristianos actuales, el primer mandamiento era muy superior al segundo. Tenían en su más alto grado el sentido de la trascendencia de Dios, de sus derechos, de su inalienable singularidad.

Lo que les escandalizaba de Jesús era que ponía a la ley de Dios, a la voluntad de Dios, a los derechos de Dios por detrás del servicio al hombre. Jesús traspasa la ley de Dios por amor al prójimo. Los hombres más piadosos, los más religiosos del mundo, condenaron a Cristo, no porque negase el primer mandamiento, sino por la manera con que lo cumplía: ¡al servicio del hombre! (Cfr. Ch. Duquoc, Cristología, Salamanca l969, 150-152).

Si Cristo hubiese sido un hombre religioso en el sentido con que se entiende esta palabra en la piedad cristiana de la actualidad: adorar a Dios y compadecer a los hermanos, no habría suscitado ninguna oposición. Lo que agitó los espíritus fue su asimilación, su identificación de las dos cosas, su afirmación de que había que destruir el templo, terminar con el culto, abandonar la ley, porque el verdadero templo de Dios es el hombre, el verdadero culto es el servicio a los hombres, la verdadera ley ordena que nos amemos los unos a los otros, y el primer mandamiento tiene que cumplirse en el segundo.

Es verdad que el instinto religioso del hombre natural era demasiado fuerte para que pudiera aceptar de golpe semejante revolución.


Los cristianos se preocuparon enseguida de poner a Dios en su sitio, en el primer lugar, de edificar templos, de reinventar cultos, de ponerse apasionadamente al servicio de Dios y de su ley, como el sacerdote y el levita de la parábola... ¡dejando desdeñosamente al hombre herido en la cuneta!

Louis Evely

El ateísmo de los cristianos

Verbo Divino 1970, p. 20 s

3.

COMO A Tl MISMO

La mayor parte de los cristianos saben muy bien que el amor al prójimo es fundamental en el cristianismo. Pero la mayor parte también ha olvidado en la praxis lo que posiblemente recita de memoria sin titubear. Pues Jesús no se limitó a mandarnos amar al prójimo, sino que dijo: amarás al prójimo como a ti mismo. El olvido de esta cláusula ha desvirtuado la práctica de la limosna y desnaturaliza el amor cristiano y la caridad.

Uno no puede menos de recordar, a este propósito, el gesto profético del alcalde mejicano. Recién terminadas unas viviendas sociales, al visitarlas, decidió condenar al promotor, al arquitecto y al aparejador a habitar durante un año en dichas viviendas para que aprendieran a no construir semejantes chapuzas para los económicamente débiles.

Como el alcalde charro, habría que tomar decisiones así con tantos y tantos que, llamándose cristianos, en vez de ajustarse a la medida evangélica (como a ti mismo) usan y abusan de la ley del embudo. Deciden, por ejemplo, el salario de sus subalternos, que, por lo visto, no son iguales a él. Tratan a sus clientes o colaboradores, como si se tratase de seres inferiores o de otra especie. Cualquier nimiedad (un cargo, un nombramiento, un uniforme, un título, un tratamiento, una insignia, una buena remuneración...) les parece una razón para destruir e ignorar la igualdad radical que va implícita en el mandamiento de Jesús, en el mandamiento principal. Porque el principal mandamiento no es hacer caridad, ni dar limosnas, sino amar al prójimo como a uno mismo. Lo principal del mandamiento es, pues, el "como a uno mismo", de suerte que la omisión del "como" descalifica cualquier otra praxis que quiera camuflarse como caridad cristiana.

Y así no es de extrañar que resulte oscura, si no ambigua la presencia cristiana en la sociedad. Pues si con lo principal, que es amar al prójimo como a uno mismo, se ha jugado con tan poca seriedad y respeto, ¿qué tiene de extraño que se manipule todo lo demás, que sólo es secundario?

El principal mandamiento es un alegato, ineludible, en favor de la igualdad de todos los hombres y en contra de todo tipo de discriminación, acepción de personas, estratificación y jerarquización, cuando llevan consigo la reducción del prójimo a otro menos que yo, en vez de a otro igual que yo.


21 oct 2020

Santo Evangelio 21 de Octubre 2020

 




 Texto del Evangelio (Lc 12,35-38): 


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, eTexto del Evangelio (Lc 12,39-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».

Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?». Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.

»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».

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Hoy Jesucristo nos advierte que la vida no es una “juerga”… Más allá del tiempo —que a todos se acaba— hay la eternidad, la Eternidad de Dios.

—¿Te imaginas vivir la eternidad a base de comilonas, borracheras, discusiones…? ¡Bastante aburrida!, ¿no? En la eternidad, o se vive de amor, o se vive muerto de aburrimiento.n cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!».

Hoy Jesús hace una declaración llamativa: Dios —que es nuestro Dios— desea ser nuestro “siervo”. Preguntémonos: en el universo de las religiones, ¿hay alguna otra religión que crea en un “Dios-siervo”? No, radicalmente no. Tal atrevimiento es exclusivo del cristianismo.

—Por si fuera poco, para la fe cristiana el “Dios-siervo” no es ninguna novedad. En efecto, la profecía de Isaías (unos 600 años antes de Cristo) dedica amplio espacio (especialmente, el capítulo 53) al “Siervo sufriente de Yahvé”: se refería a la pasión de Jesucristo. ¿Lo sabías?

He venido a prender fuego en el mundo

Jesús vino a prender fuego al mundo y traer división. ¿Qué quiso decir?… |  Jesus de la Divina Misericordia

«He venido a prender fuego en el mundo»
(Lc 12,49-53)

+ Rev. D. Joan MARQUÉS i Suriñach
(Vilamarí, Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos presenta a Jesús como una persona de grandes deseos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!» (Lc 12,49). Jesús ya querría ver el mundo arder en caridad y virtud. ¡Ahí es nada! Tiene que pasar por la prueba de un bautismo, es decir, de la cruz, y ya querría haberla pasado. ¡Naturalmente! Jesús tiene planes, y tiene prisa por verlos realizados. Podríamos decir que es presa de una santa impaciencia. Nosotros también tenemos ideas y proyectos, y los querríamos ver realizados enseguida. El tiempo nos estorba. «¡Qué angustia hasta que se cumpla!» (Lc 12,50), dijo Jesús.

Es la tensión de la vida, la inquietud experimentada por las personas que tienen grandes proyectos. Por otra parte, quien no tenga deseos es un apocado, un muerto, un freno. Y, además, es un triste, un amargado que acostumbra a desahogarse criticando a los que trabajan. Son las personas con deseos las que se mueven y originan movimiento a su alrededor, las que avanzan y hacen avanzar.

¡Ten grandes deseos! ¡Apunta bien alto! Busca la perfección personal, la de tu familia, la de tu trabajo, la de tus obras, la de los encargos que te confíen. Los santos han aspirado a lo máximo. No se asustaron ante el esfuerzo y la tensión. Se movieron. ¡Muévete tú también! Recuerda las palabras de san Agustín: «Si dices basta, estás perdido. Añade siempre, camina siempre, avanza siempre; no te pares en el camino, no retrocedas, no te desvíes. Se para el que no avanza; retrocede el que vuelve a pensar en el punto de salida, se desvía el que apostata. Es mejor el cojo que anda por el camino que el que corre fuera del camino». Y añade: «Examínate y no te contentes con lo que eres si quieres llegar a lo que no eres. Porque en el instante que te complazcas contigo mismo, te habrás parado». ¿Te mueves o estás parado? Pide ayuda a la Santísima Virgen, Madre de Esperanza.
 

20 oct 2020

Santo Evangelio 20 de Octubre 2020

  



Texto del Evangelio (Lc 12,35-38): 


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!».

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Hoy Jesús hace una declaración llamativa: Dios —que es nuestro Dios— desea ser nuestro “siervo”. Preguntémonos: en el universo de las religiones, ¿hay alguna otra religión que crea en un “Dios-siervo”? No, radicalmente no. Tal atrevimiento es exclusivo del cristianismo.


—Por si fuera poco, para la fe cristiana el “Dios-siervo” no es ninguna novedad. En efecto, la profecía de Isaías (unos 600 años antes de Cristo) dedica amplio espacio (especialmente, el capítulo 53) al “Siervo sufriente de Yahvé”: se refería a la pasión de Jesucristo. ¿Lo sabías?

Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre (Lc 12,39-48)

 


Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre (Lc 12,39-48)


Rev. D. Josep Lluís SOCÍAS i Bruguera

(Badalona, Barcelona, España)


Hoy, con la lectura de este fragmento del Evangelio, podemos ver que cada persona es un administrador: cuando nacemos, se nos da a todos una herencia en los genes y unas capacidades para que nos realicemos en la vida. Descubrimos que estas potencialidades y la vida misma son un don de Dios, puesto que nosotros no hemos hecho nada para conseguirlas. Son un regalo personal, único e intransferible, y es lo que nos confiere nuestra personalidad. Son los “talentos” de los que nos habla el mismo Jesús (cf. Mt 25,15), las cualidades que debemos hacer crecer a lo largo de nuestra existencia.


«En el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Lc 12,40), acaba diciendo Jesús en el primer párrafo. Nuestra esperanza está en la venida del Señor Jesús al final de los tiempos; pero ahora y aquí, también Jesús se hace presente en nuestra vida, en la sencillez y la complejidad de cada momento. Es hoy cuando, con la fuerza del Señor, podemos vivir su Reino. San Agustín nos lo recuerda con las palabras del Salmo 32,12: «Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor», para que podamos ser conscientes de ello, formando parte de esta nación.


«También vosotros estad preparados» (Lc 12,40), esta exhortación representa una llamada a la fidelidad, la cual nunca está subordinada al egoísmo. Tenemos la responsabilidad de saber “dar respuesta” a los bienes que hemos recibido junto con nuestra vida. «Conociendo la voluntad de su señor» (Lc 12,47), es lo que llamamos nuestra “conciencia”, y es lo que nos hace dignamente responsables de nuestros actos. La respuesta generosa por nuestra parte hacia la humanidad, hacia cada uno de los seres vivos, es algo justo y lleno de amor.


19 oct 2020

Santo Evangelio 19 de Octubre 2020

  



Texto del Evangelio (Lc 12,13-21):


 En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».

Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».


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Hoy escuchamos la parábola del “necio” que confía en las riquezas materiales. «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años». ¿Ah, sí? ¿Qué son “muchos años”? Ante la eternidad son nada.


—Además: “muchos años” pueden convertirse para mí en unos pocos días (semanas, meses). ¡Sólo Dios tiene dominio total sobre el tiempo! Y, lo peor, ni el Cielo ni Dios pueden ser comprados con “trigo”.

La vida de uno no está asegurada por sus bienes (Lc 12,13-21)

 



La vida de uno no está asegurada por sus bienes»

(Lc 12,13-21)


Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet

(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)


Hoy, el Evangelio, si no nos tapamos los oídos y no cerramos los ojos, causará en nosotros una gran conmoción por su claridad: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes» (Lc 12,15). ¿Qué es lo que asegura la vida del hombre?

Sabemos muy bien en qué está asegurada la vida de Jesús, porque Él mismo nos lo ha dicho: «El Padre tiene el poder de dar la vida, y ha dado al Hijo ese mismo poder» (Jn 5,26). Sabemos que la vida de Jesús no solamente procede del Padre, sino que consiste en hacer su voluntad, ya que éste es su alimento, y la voluntad del Padre equivale a realizar su gran obra de salvación entre los hombres, dando la vida por sus amigos, signo del más excelso amor. La vida de Jesús es, pues, una vida recibida totalmente del Padre y entregada totalmente al mismo Padre y, por amor al Padre, a los hombres. La vida humana, ¿podrá ser entonces suficiente en sí misma? ¿Podrá negarse que nuestra vida es un don, que la hemos recibido y que, solamente por eso, ya debemos dar gracias? «Que nadie crea que es dueño de su propia vida» (San Jerónimo).

Siguiendo esta lógica, sólo falta preguntarnos: ¿Qué sentido puede tener nuestra vida si se encierra en sí misma, si halla su agrado al decirse: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea» (Lc 12,19)? Si la vida de Jesús es un don recibido y entregado siempre en el amor, nuestra vida —que no podemos negar haber recibido— debe convertirse, siguiendo a la de Jesús, en una donación total a Dios y a los hermanos, porque «quien vive preocupado por su vida, la perderá» (Jn 12,25).


18 oct 2020

Santo Evangelio 18 de Octubre 2020

  



Texto del Evangelio (Mt 22,15-21): 


En aquel tiempo, los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra. Y le envían sus discípulos, junto con los herodianos, a decirle: «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué te parece, ¿es lícito pagar tributo al César o no?». Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Mostradme la moneda del tributo». Ellos le presentaron un denario. Y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Dícenle: «Del César». Entonces les dice: «Pues lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios».

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Hoy, por decirlo de alguna manera, Dios defiende su terreno: ni quiere pisotearnos ni acepta que le pisoteemos. ¿Hasta dónde llega el poder del “César”? ¿A partir de dónde empieza el poder de Dios? ¡Qué malos somos! ¡Incluso desearíamos poner una frontera entre “yo” y “Dios”!: aquí está mi libertad y allí está tu cielo... Dios no quiere mezclarse en nuestros asuntos temporales, pero tampoco acepta que anulemos su voz… Cierto, “soy libre”; pero también es cierto que sin Dios “yo no sería libre” (ni siquiera “yo sería”).

—«Sólo Dios es Dios, y dejemos que Dios sea Dios» (Benedicto XVI).

Lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios

 



Lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios»

P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat
(Montserrat, Barcelona, España)
Hoy, se nos presenta para nuestra consideración una "famosa" afirmación de Jesucristo: «Lo del César devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios» (Mt 22,21).

No entenderíamos bien esta frase sin tener en cuenta el contexto en el que Jesús la pronuncia: «los fariseos se fueron y celebraron consejo sobre la forma de sorprenderle en alguna palabra» (Mt 22,15), y Jesús advirtió su malicia (cf. v. 18). Así, pues, la respuesta de Jesús está calculada. Al escucharla, los fariseos quedaron sorprendidos, no se la esperaban. Si claramente hubiese ido en contra del César, le habrían podido denunciar; si hubiese ido claramente a favor de pagar el tributo al César, habrían marchado satisfechos de su astucia. Pero Jesucristo, sin hablar en contra del César, lo ha relativizado: hay que dar a Dios lo que es de Dios, y Dios es Señor incluso de los poderes de este mundo.

El César, como todo gobernante, no puede ejercer un poder arbitrario, porque su poder le es dado en "prenda" o garantía; como los siervos de la parábola de los talentos, que han de responder ante el Señor por el uso de los talentos. En el Evangelio de san Juan, Jesús dice a Pilatos: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba» (Jn 19,10). Jesús no quiere presentarse como un agitador político. Sencillamente, pone las cosas en su lugar.

La interpretación que se ha hecho a veces de Mt 22,21 es que la Iglesia no debería "inmiscuirse en política", sino solamente ocuparse del culto. Pero esta interpretación es totalmente falsa, porque ocuparse de Dios no es sólo ocuparse del culto, sino preocuparse por la justicia, y por los hombres, que son los hijos de Dios. Pretender que la Iglesia permanezca en las sacristías, que se haga la sorda, la ciega y la muda ante los problemas morales y humanos de nuestro tiempo, es quitar a Dios lo que es de Dios. «La tolerancia que sólo admite a Dios como opinión privada, pero que le niega el dominio público (…) no es tolerancia, sino hipocresía» (Benedicto XVI).