Texto del Evangelio (Lc 12,13-21):
En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».
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Hoy escuchamos la parábola del “necio” que confía en las riquezas materiales. «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años». ¿Ah, sí? ¿Qué son “muchos años”? Ante la eternidad son nada.
—Además: “muchos años” pueden convertirse para mí en unos pocos días (semanas, meses). ¡Sólo Dios tiene dominio total sobre el tiempo! Y, lo peor, ni el Cielo ni Dios pueden ser comprados con “trigo”.
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