13 jul 2019

Santo Evangelio 13 de julio 2019



Día litúrgico: Sábado XIV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 10,24-33):

 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!

»No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos».


«No está el discípulo por encima del maestro»

P. Raimondo M. SORGIA Mannai OP 
(San Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)

Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar sobre la relación maestro-discípulo: «No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo» (Mt 10,24). En el campo humano no es imposible que el alumno llegue a sobrepasar a quien le enseñó el abc de una disciplina. Hay en la historia ejemplos como Giotto, que se adelanta a su maestro Cimabue, o como Manzoni al abad Pieri. Pero la clave de la suma sabiduría está sólo en manos del Hombre-Dios, y todos los demás pueden participar de ella, llegando a entenderla según diversos niveles: desde el gran teólogo santo Tomás de Aquino hasta el niño que se preparara para la Primera Comunión. Podremos añadir adornos de varios estilos, pero no serán nunca nada esencial que enriquezca el valor intrínseco de la doctrina. Por el contrario, es posible que rayemos en la herejía. 

Debemos tener precaución al intentar hacer mezclas que pueden distorsionar y no enriquecer para nada la substancia de la Buena Noticia. «Debemos abstenernos de los manjares, pero mucho más debemos ayunar de los errores», dice san Agustín. En cierta ocasión me pasaron un libro sobre los Ángeles Custodios en el que aparecen elementos de doctrinas esotéricas, como la metempsicosis, y una incomprensible necesidad de redención que afectaría a estos espíritus buenos y confirmados en el bien.

El Evangelio de hoy nos abre los ojos respecto al hecho ineludible de que el discípulo sea a veces incomprendido, encuentre obstáculos o hasta sea perseguido por haberse declarado seguidor de Cristo. La vida de Jesús fue un servicio ininterrumpido en defensa de la verdad. Si a Él se le apodó como “Beelzebul”, no es extraño que en disputas, en confrontaciones culturales o en los careos que vemos en televisión, nos tachen de retrógrados. La fidelidad a Cristo Maestro es el máximo reconocimiento del que podemos gloriarnos: «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32).

Consejos para los Papas (Segunda parte)

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Consejos para los Papas  (Segunda parte)

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Muchos jóvenes se quejan con bastante frecuencia de la falta de confianza de sus papás. Sus testimonios hablan de cómo los padres no se preocupan mucho en hablarles, explicarles ni enseñarles ciertas cosas de la vida que ellos consideran que son fundamentales. Estos jóvenes se sienten defraudados, heridos y a veces hasta engañados por sus padres, de quienes esperan tanto.

Es triste que en muchos hogares no exista el diálogo y la conversación entre padres e hijos. En muchas casas los niños tienen que recurrir a revistas o a compañeros, tan mal o peor informados que ellos, para aprender ciertas cosas de una manera bastante deformada. Son los papás los llamados a educar a las criaturas, a dar información buena, realista, sana y profunda que ayude a los muchachos a formar su mente en ciertas áreas de la existencia humana.

Los papás que piensan que sus hijos sabrán esas cosas demasiado pronto son unos necios. ¿Por qué esperar a que ellos se formen una idea completamente falsa de la vida, hasta el punto de considerar el amor como algo morboso, pícaro o vergonzoso? ¿Por qué causar ese daño innecesariamente? Apelamos a la conciencia de los papás para que sean más sinceros con sus hijos, conversen mejor con ellos y expliquen las cosas sin pena, sin sentir vergüenza. Lo natural se explica naturalmente, siempre con sabiduría y amor y el deseo que los muchachos crezcan sanos.

Recuerden que sus hijos son más hijos de Dios que suyos. Su labor como padres es formarlos bien y una formación auténtica implica ayudarles a desarrollar una conciencia profunda de quiénes son, para qué han venido al mundo y cuál es la misión que deben cumplir. Su deber es solamente ayudarlos a que descubran su misión y su vocación, pero no pueden decidir por ellos. Ustedes no tienen derecho a decirles que tomen tal o cual camino ni de imponerles una profesión o vocación. Ustedes ayudarán a prepararlos para que ellos mismos sean quienes decidan por dónde ir, por dónde caminar en la vida.

Otra de las quejas de muchos hijos es que viven con sus padres como si fueran extraños. Se quejan de que papá y mamá no tienen tiempo para ellos y, prácticamente, son dos seres misteriosos y desconocidos. Son tan tristes las familias en las que cada uno anda por su lado sin ocuparse de los demás, en las que late el descontento, en las que el adolescente vive sus crisis completamente solo, en las que los papás deciden, sin consultar a los hijos, el oficio que han de tener y a veces hasta su matrimonio. Es triste ver esas familias en las que existe un foso profundo, una brecha tremenda entre las dos generaciones, donde no existe diálogo ni conversación ni mucho menos confianza. Hagan tiempo para ganarse la confianza de sus hijos. Pero para ganarse esa confianza no los engañen ni les mientan. Créanme que con el tiempo ellos se darán cuenta y cuando esto suceda, no volverán a confiar en ustedes.

Amen a sus hijos, dedíquenles el tiempo necesario y vivan cerca de ellos manteniendo una relación profunda. Amen a sus hijos en todo momento y también en los casos en que experimenten fracasos o cuando hayan sucumbido a situaciones infortunadas. Todo error que cometa su hijo debe abrir la puerta a un mayor amor, a un mayor afecto. ¿Ustedes creen que porque su hijo ha cometido un error ya no merece su amor, qué les pasa? Si Dios actuara así con nosotros, hace tiempo nos hubiera borrado de la faz de la tierra. ¿Quién no ha caído en la vida? ¡Cuidado! No se conviertan en jueces implacables que no acepten sus errores. Su hijo no es infalible, no es Dios. ¡Sigan amándolo! Amen aun y a pesar de todo, como Dios nos ama.

Cuando ustedes no comprenden o no quieren comprender ni entender a su hijo, lo están empujando más a la desesperación y al fracaso. Sostengan a sus hijos amándolos y aceptándolos. Que ellos sepan, en los momentos de prueba y de fracaso, que tienen a su papá y a su mamá que no lo abandonarán no importa cuál haya sido el error o fracaso que han experimentado.

Amen a sus hijos, quieran mucho a esas criaturas y luchen por ellos. Sepan que en el juicio final, Dios les pedirá cuentas sobre cómo formaron a esos niños. ¿Les cuesta? Por supuesto que requiere esfuerzo y dedicación, pero con la ayuda del Señor todo se puede. Dios tiene poder y fuerza para ayudarlos y para que puedan seguir adelante cargando sus cruces. Si quieren formar bien a sus hijos, pidan ayuda al Señor. Pidan a Jesucristo, el Señor, fortaleza espiritual y mucho amor, que es lo que sus hijos más necesitan. El Señor les ayudará, porque con Él, ustedes son. . . ¡INVENCIBLES!

12 jul 2019

Santo Evangelio 12 de julio 2019



Día litúrgico: Viernes XIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 10,16-23): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. 

Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra. Yo os aseguro: no acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre».


«Seréis odiados de todos por causa de mi nombre»

P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat 
(Montserrat, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio remarca las dificultades y las contradicciones que el cristiano habrá de sufrir por causa de Cristo y de su Evangelio, y como deberá resistir y perseverar hasta el final. Jesús nos prometió: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20); pero no ha prometido a los suyos un camino fácil, todo lo contrario, les dijo: «Seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Mt 10,22).

La Iglesia y el mundo son dos realidades de “difícil” convivencia. El mundo, que la Iglesia ha de convertir a Jesucristo, no es una realidad neutra, como si fuera cera virgen que sólo espera el sello que le dé forma. Esto habría sido así solamente si no hubiese habido una historia de pecado entre la creación del hombre y su redención. El mundo, como estructura apartada de Dios, obedece a otro señor, que el Evangelio de san Juan denomina como “el señor de este mundo”, el enemigo del alma, al cual el cristiano ha hecho juramento —en el día de su bautismo— de desobediencia, de plantarle cara, para pertenecer sólo al Señor y a la Madre Iglesia que le ha engendrado en Jesucristo.

Pero el bautizado continúa viviendo en este mundo y no en otro, no renuncia a la ciudadanía de este mundo ni le niega su honesta aportación para sostenerlo y para mejorarlo; los deberes de ciudadanía cívica son también deberes cristianos; pagar los impuestos es un deber de justicia para el cristiano. Jesús dijo que sus seguidores estamos en el mundo, pero no somos del mundo (cf. Jn 17,14-15). No pertenecemos al mundo incondicionalmente, sólo pertenecemos del todo a Jesucristo y a la Iglesia, verdadera patria espiritual, que está aquí en la tierra y que traspasa la barrera del espacio y del tiempo para desembarcarnos en la patria definitiva del cielo.

Esta doble ciudadanía choca indefectiblemente con las fuerzas del pecado y del dominio que mueven los mecanismos mundanos. Repasando la historia de la Iglesia, Newman decía que «la persecución es la marca de la Iglesia y quizá la más duradera de todas».

Consejos para los Papàs

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Consejos para los Papàs

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.



Dios ha encomendado y confiado a los papás la formación de sus hijos. Dios les ha dicho a ustedes: Ahí tienen a mis hijos para que los formen bien. Pero solamente se los doy en administración, porque son más hijos míos que suyos. Sí, los hijos son más hijos de Dios que suyos. Su obligación como padres es formarlos bien. Para cumplir con su deber, deben convertirse en sus educadores. Así compartirán la responsabilidad de educarlos integralmente junto con los maestros, profesores, sacerdotes y otros que se relacionen más de cerca con sus hijos. Pero siempre los padres en primer lugar, porque son los que están más próximos a esos chicos. 

Los papás deben aprender a formar mejor a sus hijos. Si los padres están mejor informados y buscan la ayuda de Dios, lograrán educar más eficazmente a sus hijos en todas las facetas de su crecimiento. Conozcan mejor y más profundamente quiénes son y cómo se desarrollan, en verdad, estas criaturas. Así los pueden ayudar a crecer y a realizarse más plenamente y serán en la vida todo lo que Dios quiere y ha previsto para ellos. 

¿Quieren formar bien a sus hijos? Pues no sean alcahuetas, no complazcan a sus hijos en todos los caprichos que se les ocurran. Los hijos deben entender que las cosas en la vida tienen un valor, un precio; que no pueden conseguir todo simplemente pidiéndolo; que ustedes no están al servicio de sus caprichos. Formar bien a los hijos implica hacerles ver que tienen que esforzarse y ganar las cosas en base a méritos. 

Una actitud contraria de los padres es el egoísmo al no proporcionar a sus hijos, de acuerdo con sus posibilidades, lo que les sea necesario para vivir bien. Ni egoísmo ni alcahuetería, sino justo en el medio. Enseñen a sus niños a valorar las cosas y a esforzarse por adquirir las cosas que quieren. Pero proporcionen a sus hijos todo lo necesario para que vivan decorosamente y se eduquen bien. 

Los buenos papás no utilizan a los hijos para su provecho. Ah, cuántos papás se sirven de sus hijos y viven solamente dando órdenes: Tráeme esto, llévame aquello, haz esto, haz lo otro. Tienen a los niños como si fueran sus criados y esto no está bien. Actitudes egoístas pueden causar que los hijos se rebelen y se den cuenta de que han abusado de ellos, que su trabajo no ha sido retribuido, que se les ha educado para explotarlos. 

Si ustedes no son capaces de amar desinteresadamente a sus hijos, ¡cómo esperan que ellos estén preparados para amar algún día! Comprendan que su hijo es eso, en definitiva, su hijo. No hay que mimarlos demasiado, pero tampoco hay que convertirlos en criados. Cada uno en el hogar tiene sus responsabilidades y todos deben participar en los quehaceres domésticos de la casa. Asignen a los niños tareas de acuerdo con sus aptitudes, habilidades y edades, pero no los conviertan en esclavos. Sus hijos son sus hijos y, repito, no hay que permitirles que vivan una vida cómoda y de vagabundería ni tampoco convertirlos en sirvientes. Hay que saber respetar a los seres humanos, por más papá o mamá que usted sea. 

A los niños no les gusta la competencia, la rivalidad entre papá y mamá. Ustedes no pueden olvidar que son una sola carne. Dios quiso esa unión y se tienen que amar no solamente porque Dios lo pide y ustedes lo merecen, sino también por el bienestar de sus hijos. Miren, cuando los esposos en verdad se sienten unidos, cuando en verdad se aman y se respetan, cuando existe armonía en el hogar, esto influye muy positivamente en las criaturas. 

¿Ustedes en verdad aman a sus hijos? No me refiero simplemente a ese amor instintivo del que casi todos los papás son capaces. Hablo de un amor objetivo, desinteresado, que tenga como fin el bienestar de sus hijos, su desarrollo, su felicidad, el ayudarlos a que crezcan integralmente. No me refiero a ese amor interesado por el cual los papás buscan simplemente mano de obra gratuita en sus hijos. ¡No! Me refiero al amor profundo, semejante al amor de Dios. 

Si quieren formar bien a sus hijos, pidan ayuda al Señor. Pidan a Jesucristo, el Señor, que les ilumine; pídanle fortaleza espiritual y mucho amor, que es lo que sus hijos más necesitan. El Señor les ayudará, porque con Él, ustedes son. . . ¡INVENCIBLES ! 


11 jul 2019

Santo Evangelio 11 de julio 2019



Día litúrgico: Jueves XIV del tiempo ordinario

Santoral 11 de Julio: San Benito, abad, patrón de Europa


Texto del Evangelio (Mt 10,7-15): 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento. En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».

«Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca»


Rev. D. Antonio BORDAS i Belmonte 
(L’Ametlla de Mar, Tarragona, España)

Hoy, el texto del Evangelio nos invita a evangelizar; nos dice: «Predicad» (cf. Mt 10,7). El anuncio es la buena nueva de Jesús, que intenta hablarnos del reino de Dios, que Él es nuestro salvador, enviado por el Padre al mundo y, por este motivo, el único que nos puede renovar desde dentro y cambiar la sociedad en la que vivimos.

Jesús anunciaba que «el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10,7). Él era el anunciador del reino de Dios que se hacía presente entre los hombres y mujeres en la medida en que el bien avanzaba y retrocedía el mal.

Jesús quiere la salvación del hombre total, en su cuerpo y en su espíritu; más aun, ante el enigma que preocupa a la humanidad, que es la muerte, Jesús propone la resurrección. Quien vive muerto por el pecado, cuando recupera la gracia, experimenta una nueva vida. Éste es un gran misterio que comenzamos a experimentar a partir de nuestro bautismo: ¡los cristianos estamos llamados a la resurrección!

Una muestra de cómo el Papa Francisco busca el bien del hombre: «Esta “cultura del descarte” nos ha hecho insensibles también al derroche y al desperdicio de alimentos. En otro tiempo nuestros abuelos cuidaban mucho que no se tirara nada de comida sobrante. ¡El alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre!».

Jesús nos dice que seamos siempre portadores de paz. Cuando los sacerdotes llevamos la Comunión a un enfermo decimos: «¡La paz del Señor sea en esta casa!». Y la paz de Cristo permanece ahí, si hay personas dignas de ella. Para recibir los dones del reino de Dios se necesita una buena disposición interior. Por otro lado, también vemos cómo mucha gente pone excusas para no recibir el Evangelio.

Nosotros tenemos un gran cometido entre los hombres, y es que no podemos dejar de anunciar el Evangelio después de haber creído, porque vivimos de él y queremos que otros también lo vivan.

Consecuencias del Alcholismo en la Juventud

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Consecuencias del Alcholismo en la Juventud

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.



Una de las peores plagas que ha azotado a la humanidad es el uso excesivo del alcohol. ¡Cuántas familias han sido destruidas y deshechas por el licor! Profesionales con un futuro maravilloso han desperdiciado su vida por el alcoholismo. Muchos jóvenes también están desgraciando su vida por efectos de beber alcohol desenfrenadamente. En la calle se pueden ver muchas personas cuyas vidas han sido arruinadas por su adicción al licor. El problema es terrible. Ustedes seguramente conocen a alguien con este tipo de problema, porque en casi todas las familias, desgraciadamente, hay alguien con problema de alcoholismo. En las familias donde existe un alcohólico, sea el papá, la mamá o un hijo, se sufre y se derraman muchas lágrimas. 

Duele mucho que el alcohol, que puede decirse que es la peor droga, se promueva tanto en los medios de comunicación social y que se estimule tanto a las personas para que tomen licor. También es lamentable que en cualquier ocasión se utilice el licor: cuando se pone la primera piedra de un edificio, cuando se bautiza a un niño, cuando alguien se casa y aún cuando alguien muere. Cualquier circunstancia se aprovecha para servir licor. 

Hay que tener mucho cuidado con el alcohol, porque es una droga terrible e impresionante que está envenenando a muchísima gente. Cuando se hace la autopsia a un alcohólico, los médicos se asombran de lo que encuentran, sobre todo en el hígado y el cerebro. El consumo desenfrenado de alcohol, en cualquiera de sus formas, tiene efectos devastadores en el organismo y perjudica también la personalidad del alcohólico. 

Es importante que los jóvenes piensen y analicen para que se den cuenta que están creciendo en un mundo donde el alcohol está causando daños cada vez más graves. Vivimos en una sociedad a la que podríamos llamar «alcoholocracia», es decir, una sociedad que vive del alcohol. El Señor dice que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Cor 6.19). Dios creó a cada persona con un cuerpo sano y le duele terriblemente ver la cantidad de hombres y mujeres que aniquilan su cuerpo, mente, cerebro, espíritu y alma bebiendo licor. La persona que se aprecia a sí misma y a los demás se cuida del alcohol porque sabe que no le hace ningún bien. Más bien destruye familias y empresas; hace daño a la sociedad y al país. 

La juventud tiene que defenderse de la terrible plaga del alcohol que azota a la sociedad. Pero, ¿qué hacer? Contesten con sinceridad a la pregunta, ¿Tengo yo problemas de alcoholismo? Tomen conciencia de que el licor representa un peligro muy grave. Ayuden a convencer a sus amigos, que pueden tener ese problema, de que el licor es muy dañino. Es ridículo y absurdo pensar que en una fiesta el que tiene un vaso de licor en la mano es el más hombre. Eso no es señal de virilidad, ni de ser más hombre, ni más adulto. Por el contrario, indica que hay un tonto más que se está intoxicando y puede ser candidato al alcoholismo. 

Jóvenes, ustedes tienen en sus manos su futuro y el de su patria. Unan fuerzas y hagan campañas públicas contra el consumo de alcohol. Apoyen y recomienden a Alcohólicos Anónimos, el organismo mundialmente reconocido que ofrece una opción a los alcohólicos para controlar su enfermedad. Alcohólicos Anónimos, y sus miles de capítulos afiliados en todo el mundo, es una institución maravillosa que ha ayudado a mucha gente a dejar el licor. 

Cambien de actitud y decidan que jamás serán alcohólicos. No caigan jamás en eso, al contrario, quiéranse mucho a sí mismos. Porque se aman y se quieren, no se dejen nunca conquistar por el licor. No jueguen nunca con eso, para no ser jamás una víctima del alcoholismo en nuestra sociedad. 

Una persona puede nacer siendo alcohólico en potencia, porque es una enfermedad adictiva hereditaria. Han visto los estragos y las terribles, dramáticas y funestas consecuencias que tiene el alcohol en la sociedad de nuestro país. Tienen que estar dispuestos a luchar y hacer campañas contra el alcohol, por amor a su patria y porque quieren lo mejor para todos ustedes y sus familias. Recuerden que sólo con la ayuda de Dios podemos lograr nuestra superación y alcanzar nuestras metas. Con El, ustedes serán . . . ¡INVENCIBLES! 

                      

10 jul 2019

Santo Evangelio 10 de julio 2019



Día litúrgico: Miércoles XIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 10,1-7): 

En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».


«Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca»

Rev. D. Fernando PERALES i Madueño 
(Terrassa, Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio nos muestra a Jesús enviando a sus discípulos en misión: «A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones» (Mt 10,5). Los doce discípulos forman el “Colegio Apostólico”, es decir “misionero”; la Iglesia, en su peregrinación terrena, es una comunidad misionera, pues tiene su origen en el cumplimiento de la misión del Hijo y del Espíritu Santo según los designios de Dios Padre. Lo mismo que Pedro y los demás Apóstoles constituyen un solo Colegio Apostólico por institución del Señor, así el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos, sucesores de los Apóstoles, forman un todo sobre el que recae el deber de anunciar el Evangelio por toda la tierra.

Entre los discípulos enviados en misión encontramos a aquellos a los que Cristo les ha conferido un lugar destacado y una mayor responsabilidad, como Pedro; y a otros como Tadeo, del que casi no tenemos noticias; ahora bien, los evangelios nos comunican la Buena Nueva, no están hechos para satisfacer la curiosidad. Nosotros, por nuestra parte, debemos orar por todos los obispos, por los célebres y por los no tan famosos, y vivir en comunión con ellos: «Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al colegio de los ancianos como a los Apóstoles» (San Ignacio de Antioquía). Jesús no buscó personas instruidas, sino simplemente disponibles, capaces de seguirle hasta el final. Esto me enseña que yo, como cristiano, también debo sentirme responsable de una parte de la obra de la salvación de Jesús. ¿Alejo el mal?, ¿ayudo a mis hermanos? 

Como la obra está en sus inicios, Jesús se apresura a dar una consigna de limitación: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10,5-6). Hoy hay que hacer lo que se pueda, con la certeza de que Dios llamará a todos los paganos y samaritanos en otra fase del trabajo misionero.

Conozcan y amen a sus hijos

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Conozcan y amen a sus hijos

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Una de las cosas más fundamentales de nuestra existencia es conocerse uno mismo. Nuestra alma encierra secretos infinitamente más sorprendentes que los del átomo y hasta ahora sólo hemos visto algunas de las cosas profundas que hay en ella. La psicología moderna intenta profundizar más en nuestro interior y cada vez causa más sorpresa la profundidad tan grande que existe en todo nuestro ser. 

¿Sabe usted que el 53% de los estudiantes que empiezan estudios universitarios no llegan a terminarlos? De hecho, un gran porcentaje de personas no se desarrolla en la vida porque están mutilados psicológicamente y que esto viene de muy atrás, por ejemplo de la infancia. 

Estudios científicos serios han demostrado que hay cantidades de personas que sufren una gran serie de mutilaciones psicológicas. Existe demasiada gente desdichada que no ha conocido un desarrollo afectivo o social normal, un desarrollo integral. Muchas de las neurosis de los adultos, escuche usted, provienen de traumas padecidos generalmente durante los seis primeros años de la vida. Entonces, esas experiencias no aceptadas o bloqueadas pero activas, pesan sobre el adulto y le hacen mucho daño. Por eso, los psicólogos hablan de la importancia de los primeros años de existencia de los seres humanos. 

Es importante estudiar cómo los padres están formando sus hijos, porque esto es vital para su desarrollo y nos interesa muchísimo. Muchos papás no se dan cuenta de la importancia que tienen los primeros años de sus hijos y muchas veces, sin querer, desarrollan en ellos graves problemas que les afectan para el resto de sus vidas. A los hijos hay que educarlos para la libertad, para que sean ellos mismos y puedan valerse por sí mismos en el futuro. Por eso es tremendamente importante que los papás sean conscientes de cómo están educando a sus hijos. 

El niño, para crecer y desarrollarse plena e integralmente, necesita amor. Para amar y aceptar a los demás, hay que haber sido amado y aceptado, haber sido llevado uno a amarse y aceptarse a sí mismo. Un niño que no ha sido amado es un ser que no ha despertado, que no tiene derecho ni lugar en el mundo, ni desarrolla interés en la vida. Así se siente él. Los niños que no han sido amados, muchas veces, se convierten en personas egoístas, se consideran como el centro del universo y lo quieren acaparar todo. Pero es que en el fondo sienten que no tienen sitio en ninguna parte. Pobres los egoístas. Generalmente han sido niños poco y pobremente amados. 

En cambio, el niño que ha conocido y recibido amor, que ha sido totalmente aceptado, comprendido, protegido, y a quien se le ha revelado su valor profundo, puede llegar a ser un adulto seguro de sí mismo y generoso. Una persona así perseguirá incansablemente en la vida la búsqueda de la felicidad y la construcción de una vida nueva y lo llegará a realizar. 

Los padres que aman a sus hijos creen en ellos. Los papás que no crean en las infinitas posibilidades de bien que se encierran en el corazón de sus hijos no los aman. Esos padres no pueden amar porque no tienen suficiente fe y valor para amarlos. Cuando los hijos no se sienten amados, se sienten desgraciados y entonces vuelven su mirada hacia la calle, buscando afuera al amigo, a alguien que los quiera y crea en ellos. Sólo crecerán auténticamente integrados si crecen siendo verdaderamente amados. 

Por otra parte, el niño necesita autoridad tanto como amor. La firmeza de sus papás es tan indispensable para su sentimiento de seguridad como el amor. El niño quiere y necesita la autoridad. Ésta le asegura y le estimula. Si es tan grande el número de muchachos nerviosos se debe a que no han gozado del sostén de una autoridad auténtica, que les exija responsabilidad de sus actos, cumplimiento del deber, y dar lo más que pueden de sí mismos. 

Los niños necesitan una autoridad que sea justa, que alabe y estimule pero que también corrija a tiempo. Necesitan una autoridad que se preocupe por ellos y les ayude, con sinceridad, a superar obstáculos y corregir defectos. Los niños y los muchachos necesitan saber que existe alguien, papá y mamá, cuya palabra es palabra que se da y se cumple. Los padres deben ser justos y buenos pero también exigentes. Es importante que cumplan siempre lo que dicen. La autoridad de los padres no debe ser, por cierto, negada por el otro cónyuge, sino que se debe compartir entre los dos. Los dos deben ponerse de acuerdo para corregir o castigar. Recuerde que los niños necesitan de una autoridad genuina y auténtica, tanto como mucho amor. 

En los países más desarrollados se ha descubierto el tremendo fracaso de los planes de crianza científica en centros especializados donde envían a los niños desde muy pequeñitos para recibir una educación, digamos, muy especial y sofisticada. Muchos de ellos crecen con una profunda frustración interna. Resulta que la falta de afecto, de un encuentro con una persona a la que el niño pueda amar y reconocer como algo muy íntimo y sentirse amado por esa persona provoca dramas tremendos en su ser. 

En esos países, se ha vuelto a insistir mucho en la profunda necesidad del niño de tener a su madre y a su padre al lado y poder experimentar el calor humano, maternal y paternal, el roce físico, el abrazo, las palabras tiernas y el amor profundo. El niño necesita todo eso para crecer bien a un nivel profundo. 

Los papás que aprenden, entonces, a amar con profundidad pero con madurez a esos niños, saben mezclar bien amor y firmeza, amor y disciplina, amor y exigencia. Le enseñan a sus hijos a ser ellos mismos, les dan confianza en sí mismos y, aunque los protejan y los cuiden también los dejan solos para que aprendan a resolver sus propios problemas. Esos papás formarán bien a sus hijos y esas criaturas podrán defenderse mejor en la vida y ser miembros responsables de la sociedad.


9 jul 2019

Santo Evangelio 9 de Julio 2019



Día litúrgico: Martes XIV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 9,32-38): 

En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios». 

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».


«Rogad (...) al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»

Rev. D. Joan SOLÀ i Triadú 
(Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos habla de la curación de un endemoniado mudo que provoca diferentes reacciones en los fariseos y en la multitud. Mientras que los fariseos, ante la evidencia de un prodigio innegable, lo atribuyen a poderes diabólicos —«Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios» (Mt 9,34)—, la multitud se maravilla: «Jamás se vio cosa igual en Israel» (Mt 9,33). San Juan Crisóstomo, comentando este pasaje, dice: «Lo que en verdad molestaba a los fariseos era que consideraran a Jesús como superior a todos, no sólo a los que entonces existían, sino a todos los que habían existido anteriormente».

A Jesús no le preocupaba la animadversión de los fariseos, Él continuaba fiel a su misión. Es más, Jesús, ante la evidencia de que los guías de Israel, en vez de cuidar y apacentar el rebaño, lo que hacían era descarriarlo, se apiadó de aquellas multitudes cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor. Que las multitudes desean y agradecen una buena guía quedó comprobado en las visitas pastorales de San Juan Pablo II a tantos países del mundo. ¡Cuántas multitudes reunidas a su alrededor! ¡Cómo escuchaban su palabra, sobre todo los jóvenes! Y eso que el Papa no rebajaba el Evangelio, sino que lo predicaba con todas sus exigencias.

Todos nosotros, «si fuéramos consecuentes con nuestra fe, —dice san Josemaría Escrivá— al mirar a nuestro alrededor y contemplar el espectáculo de la historia y del mundo, no podríamos menos de sentir que se elevan en nuestro corazón los mismos sentimientos que animaron al de Jesucristo», lo cual nos conduciría a una generosa tarea apostólica. Pero es evidente la desproporción que existe entre las multitudes que esperan la predicación de la Buena Nueva del Reino y la escasez de obreros. La solución nos la da Jesús al final del Evangelio: rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a sus campos (cf. Mt 9,38).

Compromiso del Cristiano con su Iglesia

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Compromiso del Cristiano con su Iglesia

Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.


Dios es nuestro Padre, tenemos por herencia el cielo, nuestro hermano mayor es Jesucristo y el Espíritu Santo habita en nosotros como su templo. Tenemos la dicha de ser cristianos, hijos de Dios, miembros de la Iglesia, de la cual dice Santo Domingo, ". . . que es una, santa, católica y apostólica." ¡Qué alegría compartir que somos cristianos y lo seremos hasta siempre! 

La Iglesia fue fundada por Jesucristo sobre el fundamento de los apóstoles, cuyos sucesores, los obispos, presiden las distintas iglesias particulares. Ella es peregrina en este continente y está presente y se realiza como comunidad de hermanos bajo la conducción de sus obispos. La Iglesia peregrina es, por naturaleza, misionera puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo según el designio de Dios Padre. La evangelización es su razón de ser, para eso fue fundada. 

San Pablo dice que todos somos miembros importantes de esa Iglesia, del cuerpo de Cristo, así como en el cuerpo humano la cabeza, ojos, pies, corazón, riñones, estómago, y todos sus otros elementos son esenciales para la existencia. Ustedes y yo somos importantes ante los ojos de Dios. Qué hermoso esto y qué dicha pertenecer por el bautismo a nuestra Iglesia, la que conoció a Jesucristo hace ya dos mil años. Jesús dice en la Palabra que Él preparará una morada celestial, un lugar cerquita con Dios en el cielo. Si con Él morimos, con Él resucitaremos y viviremos para siempre. Debemos estar alegres porque tenemos en herencia el cielo, seremos glorificados en Jesucristo. Hermanos, qué hermoso y maravilloso vivir con esa esperanza. ¡Gloria al Señor, gloria a Su Santo Nombre! 

Qué dicha ser hijos de Dios, que Él nos abrace y tenga misericordia de nosotros, nos apriete en Su corazón y nos ame profundamente. Desde siempre, Dios nuestro Padre pensó en nosotros, nos quiere y nos querrá siempre. Ese es Dios, el Rey, el todo bueno, maravilloso y santo. Demos gracias al Señor por haber nacido cristianos, por mantenernos en Su Iglesia, porque somos Suyos para siempre. 

Es verdaderamente hermoso y maravilloso ser cristiano y participar plenamente de todo aquello que es la vida católica a través del bautismo, la confirmación y la vivencia de los demás sacramentos. Pero, no todo acaba con decirse cristiano. Cristiano es el que ora y actúa; el que reza y evangeliza; el que ama a Dios y al prójimo; el que asiste al templo y es misionero. Cristiano es el que lo proclama públicamente en la Eucaristía, porque cuando asistimos a misa estamos pregonando que somos católicos, pero que también dice que es católico en la vida privada, el trabajo, negocio, universidad y colegio. Cristiano en el templo y fuera de él. 

Como cristiano, se vive en Cristo pero se muere para el mundo y ya no se le puede ver borracho en una cantina, maltratar a un empleado o a un hijo ni golpear a la esposa. No se le puede ver en un burdel o haciendo negocio ilícitos. Jovencitas, si viven en Cristo, mueren a toda forma de vestir indecente; muchachos, si viven en Cristo, mueren al lenguaje soez y bajo. Hermanos y hermanas casados, si viven en Cristo, deben ser fieles el uno al otro y nunca más caer en infidelidad o adulterio. Si somos de Cristo, morimos a las cosas malas del mundo, con todas sus idolatrías, para vivir en Cristo para siempre. Este es nuestro compromiso con Cristo hasta el final, ser Sus testigos en cualquier lugar. 

El que se compromete a ser cristiano mira al mundo de manera profunda, descubre la maldad y mira a sus semejantes con respeto. El cristiano no hace distinción de personas, tratando al rico diferente al pobre, despreciando al que tiene plata ni arrodillándose ante el que tiene dinero; atiende y quiere a todos por igual. Por eso el cristiano no es clasista ni tampoco racista. El cristiano ve a todo ser humano como hijo de Dios, lo trata con respeto y amor, ve a la gente de otra manera, como hermanos, más allá de cualquier diferencia humana. En verdad, ya no existen fronteras. Por encima de cualquier patria, nacionalidad o partido político, todo ser humano es su hermano. Somos ciudadanos del mundo con un corazón universal, sin partidismos, clasismos o exclusivismos. Ser católico, que significa universal, es estar abierto a todos, respetando toda religión y manera de alabar a Dios. No estamos en contra de nadie, sino a favor de Dios. Como católicos, no podemos caer nunca en fanatismos y duele la intolerancia que existe en algunas iglesias que no son católicas. Pero un buen católico no es fanático y aprende a respetar a cualquiera que hable de Jesús. 

El que está en Cristo nace de nuevo, es criatura nueva, hijo de Dios. ¡Sabe usted lo que significa ser hijo de Dios: ser miembro de la familia más importante, más poderosa, la eterna, la Santísima Trinidad! Para el cristiano, lo antiguo ha pasado y un mundo nuevo ha llegado. Qué hermoso es ser hijo de Dios y ser amado por Dios Padre, como Él ama a Su Hijo Jesucristo. Para el Señor, usted es un hijo muy querido; para usted, Dios es su Padre que lo ama mucho. Hemos sido reconciliados en Cristo. Cuando uno renace en Cristo, llega un mundo nuevo, lo malo muere para siempre. Las peleas familiares o con los vecinos, los problemas con aquel que nos debía algo en el ámbito moral, en el nombre de Jesús lo perdonamos, se entierra y muere para siempre. Para el cristiano, sus errores y pecados son borrados y enterrados. El pasado ya no interesa, murió; somos criaturas nuevas. Lo único que importa es el presente y el futuro en Jesucristo. No más rabietas ni cóleras por cosas que nos hacen. En Cristo, todo eso debe morir para que seamos más felices. Dios no toma en cuenta lo que hicimos; eso fue borrado con la Sangre de Jesucristo. Pues, en Cristo, Dios reconcilió el mundo con Él. 

Cristo no cometió pecado, pero Dios quiso que cargara con los nuestros para que participáramos en la santidad de Dios. En Jesucristo adquirimos el compromiso de amar a Dios con toda el alma, todo el corazón, todas las fuerzas y de amar al prójimo como a uno mismo. Nos comprometemos a anunciar en todas partes que Cristo vive, que Cristo reina, que es El Señor, que murió por nosotros y por nosotros resucitó. 

¡Pablo era perseguidor de los cristianos! Pero cuando Jesús lo hace caer en tierra y se encuentra con Él, él que era el encargado de meter preso a los cristianos, se convierte en mensajero de Dios e instrumento de la reconciliación. Tenemos un gran compromiso como cristianos porque hemos recibido la gracia de Dios; no la hagamos inútil. Esto significa que Dios está con nosotros y quiere que esa Divina gracia la comuniquemos a otros, constantemente, como fluye un río, invadiendo de agua el caudal para que todo lo que sea tocado por esta agua reciba también la vida que mana de esa fuente. 

San Pablo dice en la segunda carta a los Tesalonicenses, que Dios nos eligió desde el principio para que fuéramos salvados mediante la fe verdadera y la santificación que procede del Espíritu. Con este fin nos llamó mediante el Evangelio que predicamos y nos destinó a compartir la gloria de Cristo Jesús, Señor Nuestro. Hermanos, desde siempre fuimos elegidos para ser salvados. Somos miembros del cuerpo de Cristo, de la Iglesia. Tenemos ese gran tesoro que es la gracia de Dios, en vasijas de barro porque somos débiles, y tenemos defectos y pecados. Pero tenemos la gracia de Dios en nosotros. Recuerden que con Dios, somos . . . ¡INVENCIBLES! 



8 jul 2019

Santo Evangelio 8 de junio 2019



Día litúrgico: Lunes XIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): 

En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento. 

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.


«Tu fe te ha salvado»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, la liturgia de la Palabra nos invita a admirar dos magníficas manifestaciones de fe. Tan magníficas que merecieron conmover el corazón de Jesucristo y provocar —inmediatamente— su respuesta. ¡El Señor no se deja ganar en generosidad!

«Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá» (Mt 9,18). Casi podríamos decir que con fe firme “obligamos” a Dios. A Él le gusta esta especie de obligación. El otro testimonio de fe del Evangelio de hoy también es impresionante: «Con sólo tocar su manto, me salvaré» (Mt 9,22).

Se podría afirmar que Dios, incluso, se deja “manipular” de buen grado por nuestra buena fe. Lo que no admite es que le tentemos por desconfianza. Éste fue el caso de Zacarías, quien pidió una prueba al arcángel Gabriel: «Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré?’» (Lc 1,18). El Arcángel no se arredró ni un pelo: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios (...). Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo» (Lc 1,19-20). Y así fue.

Es Él mismo quien quiere “obligarse” y “atarse” con nuestra fe: «Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9). Él es nuestro Padre y no quiere negar nada de lo que conviene a sus hijos.

Pero es necesario manifestarle confiadamente nuestras peticiones; la confianza y connaturalizar con Dios requieren trato: para confiar en alguien le hemos de conocer; y para conocerle hay que tratarle. Así, «la fe hace brotar la oración, y la oración —en cuanto brota— alcanza la firmeza de la fe» (San Agustín). No olvidemos la alabanza que mereció Santa María: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45).

Vayamos contracorriente

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VAYAMOS CONTRACORRIENTE

Por Javier Leoz

El Papa Francisco, afirmaba hace unos años: “Dios da fuerza y valor para ir contracorriente. Hay que hacerlo y hemos de estar orgullosos de ello”. El Papa, posiblemente viendo el panorama internacional, los mártires por causa de la fe (cada año mueren en el mundo 20.000 personas por el hecho de ser cristianos), leyes que legislan en contra de la vida, etc. …animaba y nos anima a ser profetas, a ser sal y luz ya no diluirnos en lo políticamente correcto. A morir no martirialmente pero, tal vez, a morir cada día un poco por la causa de Jesús.

1.- Cuando uno se acerca al Evangelio, en este domingo, sabe de antemano que el anuncio del mensaje de Jesús conlleva (sobre todo en estos tiempos que nos toca vivir) no precisamente distinción, privilegio, clase, sino todo lo contrario: rechazo. El que pretenda lucir hoy una medalla en su pecho, el camino del Evangelio no es precisamente un pódium para conquistarla ni merecerla a los ojos de la sociedad. Pero Jesús, que siempre tiene palabras de ánimo, nos orienta y empuja de nuevo hacia la misión. ¡Poneos en camino!

Muchos intentarán que os quedéis quietos. Que vuestros criterios queden sepultados en el olvido. Responded con la fuerza de vuestras convicciones más profundas: lo que no hagáis nadie lo hará por vosotros ¡Mirad que os mando como corderos en medio de lobos! Pensaréis que muchos estarán con vosotros y, luego, os daréis cuenta que viven de espaldas con lo que dicen creer

2.- Responded con la constancia de vuestro trabajo. Las fieras también se pueden domesticar.

¡No andéis cambiando de casa! Entrad para conocer muy de cerca la realidad de los hombres y mujeres que os rodean. Pero, que esas circunstancias, no os impidan vivir con intensidad y con libertad vuestra relación con otras personas. Que la espesura del bosque no obstaculice la visión del horizonte al que estáis llamados.

¡No llevéis alforja, ni sandalias! Tened las manos libres para abrazar con libertad y sin condiciones. Soltad el volante de las falsas seguridades para agarraros a mi Palabra que nunca os ha de faltar ni defraudar. Y aquí entra de lleno aquella advertencia del Papa Francisco: “algunos hacen de su ministerio un simple carrerismo”.

¡Está cerca el reino de Dios! No perdáis la esperanza. Aunque todo os parezca estío e infructífero; vuestros esfuerzos baldíos; la siembra aparentemente perdida; la creatividad puesta en tela de juicio: pensad que Yo estoy cerca de vosotros. En la prueba y en el sufrimiento, en las dudas y en el esfuerzo es donde lleváis las mismas marcas que el anuncio del reino dejó en mi cuerpo

¡Vuestros nombres están inscritos en el cielo! Cesan las luchas en la tierra y comienza el descanso celeste

Se apagan las luces del mundo y se enciende la antesala del cielo

Cicatrizan las heridas causadas por el anuncio y empieza a divisarse aquello por lo que dimos la vida, las horas, la creatividad, el impulso, la sangre, y por lo que vertimos tantas lágrimas a tiempo y destiempo

¡Gracias, Señor, Tú eres la medalla de oro a la que yo aspiro!

7 jul 2019

Santo Evangelio 7 de julio 2019



Día litúrgico: Domingo XIV (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12.17-20): 

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. 

»Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: ‘Está cerca de vosotros el Reino de Dios’. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: ‘Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios’. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo». 

Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».


«¡Poneos en camino!»

+Dr. Josef ARQUER 
(Berlin, Alemania)

Hoy, nos fijamos en algunos que, entre la multitud, han procurado acercarse a Jesucristo, que está hablando mientras contempla los campos rebosantes de espigas: «La mies es mucha, pero los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10,2). De repente, fija su mirada en ellos y va señalando a unos cuantos, uno a uno: tú, y tú, y tú. Hasta setenta y dos...

Asombrados, le oyen decir que vayan, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde Él irá. Quizá alguno habrá respondido: —Pero, Señor, ¡si yo sólo he venido para oírte, porque es tan bello lo que dices!

El Señor les pone en guardia contra los peligros que les acecharán. «¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos». Y utilizando imágenes de costumbre en las parábolas, añade: «No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias» (Lc 10,3-4). Interpretando el lenguaje expresivo de Jesús: —Dejad de lado medios humanos. Yo os envío y esto basta. Aun sintiéndoos lejos, seguís cerca, yo os acompaño.

A diferencia de los Doce, llamados por el Señor para que permanezcan junto a Él, los setenta y dos regresarán luego a sus familias y a su trabajo. Y vivirán allí lo que habían descubierto junto a Jesús: dar testimonio, cada uno en su sitio, simplemente ayudando a quienes nos rodean a que se acerquen a Jesucristo.

La aventura acaba bien: «Los setenta y dos volvieron muy contentos» (Lc 10,17). Sentados en torno a Jesucristo, le debieron contar las experiencias de aquel par de días en que descubrieron la belleza de ser testigos. 

Al considerar hoy aquel lejano episodio, vemos que no es puro recuerdo histórico. Nos damos por aludidos: podemos sentirnos junto al Cristo presente en la Iglesia y adorarle en la Eucaristía. Y el Papa Francisco nos anima a «llevar a Jesucristo al hombre, y conducirlo al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre».