Consejos para los Papas (Segunda parte)
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Muchos jóvenes se quejan con bastante frecuencia de la falta de confianza de sus papás. Sus testimonios hablan de cómo los padres no se preocupan mucho en hablarles, explicarles ni enseñarles ciertas cosas de la vida que ellos consideran que son fundamentales. Estos jóvenes se sienten defraudados, heridos y a veces hasta engañados por sus padres, de quienes esperan tanto.
Es triste que en muchos hogares no exista el diálogo y la conversación entre padres e hijos. En muchas casas los niños tienen que recurrir a revistas o a compañeros, tan mal o peor informados que ellos, para aprender ciertas cosas de una manera bastante deformada. Son los papás los llamados a educar a las criaturas, a dar información buena, realista, sana y profunda que ayude a los muchachos a formar su mente en ciertas áreas de la existencia humana.
Los papás que piensan que sus hijos sabrán esas cosas demasiado pronto son unos necios. ¿Por qué esperar a que ellos se formen una idea completamente falsa de la vida, hasta el punto de considerar el amor como algo morboso, pícaro o vergonzoso? ¿Por qué causar ese daño innecesariamente? Apelamos a la conciencia de los papás para que sean más sinceros con sus hijos, conversen mejor con ellos y expliquen las cosas sin pena, sin sentir vergüenza. Lo natural se explica naturalmente, siempre con sabiduría y amor y el deseo que los muchachos crezcan sanos.
Recuerden que sus hijos son más hijos de Dios que suyos. Su labor como padres es formarlos bien y una formación auténtica implica ayudarles a desarrollar una conciencia profunda de quiénes son, para qué han venido al mundo y cuál es la misión que deben cumplir. Su deber es solamente ayudarlos a que descubran su misión y su vocación, pero no pueden decidir por ellos. Ustedes no tienen derecho a decirles que tomen tal o cual camino ni de imponerles una profesión o vocación. Ustedes ayudarán a prepararlos para que ellos mismos sean quienes decidan por dónde ir, por dónde caminar en la vida.
Otra de las quejas de muchos hijos es que viven con sus padres como si fueran extraños. Se quejan de que papá y mamá no tienen tiempo para ellos y, prácticamente, son dos seres misteriosos y desconocidos. Son tan tristes las familias en las que cada uno anda por su lado sin ocuparse de los demás, en las que late el descontento, en las que el adolescente vive sus crisis completamente solo, en las que los papás deciden, sin consultar a los hijos, el oficio que han de tener y a veces hasta su matrimonio. Es triste ver esas familias en las que existe un foso profundo, una brecha tremenda entre las dos generaciones, donde no existe diálogo ni conversación ni mucho menos confianza. Hagan tiempo para ganarse la confianza de sus hijos. Pero para ganarse esa confianza no los engañen ni les mientan. Créanme que con el tiempo ellos se darán cuenta y cuando esto suceda, no volverán a confiar en ustedes.
Amen a sus hijos, dedíquenles el tiempo necesario y vivan cerca de ellos manteniendo una relación profunda. Amen a sus hijos en todo momento y también en los casos en que experimenten fracasos o cuando hayan sucumbido a situaciones infortunadas. Todo error que cometa su hijo debe abrir la puerta a un mayor amor, a un mayor afecto. ¿Ustedes creen que porque su hijo ha cometido un error ya no merece su amor, qué les pasa? Si Dios actuara así con nosotros, hace tiempo nos hubiera borrado de la faz de la tierra. ¿Quién no ha caído en la vida? ¡Cuidado! No se conviertan en jueces implacables que no acepten sus errores. Su hijo no es infalible, no es Dios. ¡Sigan amándolo! Amen aun y a pesar de todo, como Dios nos ama.
Cuando ustedes no comprenden o no quieren comprender ni entender a su hijo, lo están empujando más a la desesperación y al fracaso. Sostengan a sus hijos amándolos y aceptándolos. Que ellos sepan, en los momentos de prueba y de fracaso, que tienen a su papá y a su mamá que no lo abandonarán no importa cuál haya sido el error o fracaso que han experimentado.
Amen a sus hijos, quieran mucho a esas criaturas y luchen por ellos. Sepan que en el juicio final, Dios les pedirá cuentas sobre cómo formaron a esos niños. ¿Les cuesta? Por supuesto que requiere esfuerzo y dedicación, pero con la ayuda del Señor todo se puede. Dios tiene poder y fuerza para ayudarlos y para que puedan seguir adelante cargando sus cruces. Si quieren formar bien a sus hijos, pidan ayuda al Señor. Pidan a Jesucristo, el Señor, fortaleza espiritual y mucho amor, que es lo que sus hijos más necesitan. El Señor les ayudará, porque con Él, ustedes son. . . ¡INVENCIBLES!
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