Reina Asunta al Cielo
El Papa Pío XII, Pastor universal y Maestro infalible de la Santa Iglesia, el día 1°. de Noviembre de 1950, dijo: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces e invocar la luz del Espíritu de la verdad, para Gloria de Dios Omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para acrecentar la Gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, PRONUNCIAMOS, DECLARAMOS Y DEFINIMOS SER DOGMA DE REVELACIÓN DIVINA QUE LA INMACULADA MADRE DE DIOS, SIEMPRE VIRGEN MARÍA, CUMPLIDO EL CURSÓ DE SU VIDA TERRENA. FUE ASUNTA EN CUERPO Y ALMA A LA GLORIA CELESTE".
Esta solemne definición, esperada por los fieles de todo el orbe, añade una perla más a la corona de nuestra Madre y Reina María, y constituye desde aquel día una nueva Invocación de las Letanías y por consiguiente un motivo más para estos devotos comentarios.
Un Dogma es una verdad revelada por Dios y definida como tal por la Santa Iglesia, debe ser creída con fe divina y católica, según el lenguaje de los teólogos. Por tanto, la definición dogmática de la Asunción, acto solemne del Magisterio supremo e infalible del Romano Pontífice, nos obliga a creer con acto de fe divina y católica que la Asunción forma parte del tesoro de la Revelación confiado por Dios a su Iglesia.
Pero el Papa, cuando define, no hace más que declarar lo que se contiene en la Revelación, terminada con el último de los Apóstoles. Por eso la Bula de la Asunción, antes de las palabras de la definición, expone los fundamentos teológicos del nuevo Dogma:
• Consentimiento de la Iglesia.
El primer argumento es el sentir unánime de la Iglesia, cuyo valor teológico perfila claramente el Papa con estas palabras: "Este singular consentimiento del Episcopado católico y de los fieles, al creer definible como Dogma de Fe la Asunción corporal de la Madre de Dios al cielo, manifestó por si mismo de modo cierto e infalible que tal privilegio es verdad revelada por Dios y contenida en aquel Divino depósito que Cristo confió a la Iglesia para que lo custodiase fielmente e infaliblemente lo declarase. Así pues, del consentimiento universal del Magisterio ordinario de la Iglesia se deduce un argumento cierto y seguro para afirmar que la Asunción corporal de la Bienaventurada Virgen María al cielo es verdad revelada por Dios y por eso todos los fieles de la Iglesia deben creerla con firmeza.
Clausura el Santo Padre Pio XII la serie de argumentos en pro de la creencia de la Asunción, con el fundamento en la Sagrada Escritura, la cual pone a la Augusta Madre de Dios unida estrechamente a su Divino Hijo y siempre partícipe de su suerte. De donde parece casi imposible imaginaria separada de Cristo, a Aquella que lo concibió, le dio a luz, lo nutrió con su leche, lo llevó en sus brazos. Nuestro Redentor es Hijo de María y corno observador perfecto de la ley, no podía menos que honrar, ademas de al Padre Eterno, también a su santa Madre, pudiendo concederle el gran honor de preservarla inmune de la corrupción del sepulcro
Continua el Papa Pío XII "Por lo cual, como la gloriosa Resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así también para María Santísima la común lucha debía concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, porque como dice el apóstol San Pablo: "cuando este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad, entonces sucederá lo que fue escrito: la muerte fue absorbida en la victoria" (la. Cor. 15.54).
¡Oh Virgen Inmaculada Madre de Dios y Madre nuestra, creemos con todo el fervor de nuestra fe en tu Asunción triunfal en alma y cuerpo al cielo, donde eres aclamada Reina por todos los coros de los Angeles y por toda la legión de los Santos, nos unimos a ellos para alabar al Señor, que te ha exaltado sobre todas las demás criaturas, y para ofrecerte nuestro devoción y nuestro amor!.
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