Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv
Amarte Señor y contemplar tu rostro
es encontrar la salvación ansiada,
es, por fin, tener el alma reposada
sobre el pecho amante de su esposo.
Y en experimentar tu Amor eterno
se encuentra ya la tierra prometida,
la ciudad de la paz y la alegría
iluminada por tus ojos tiernos.
Es en Jesús, Emmanuel, Dios con nosotros
que recuperamos el Amor perdido,
en su corazón atravesado y dolorido
se abrió la fuente que nos trae el gozo.
Su vid nueva como lluvia fresca
fecundó de Amor los corazones rotos,
ungió la sequedad, iluminó los rostros
y germinó, en el páramo, su primavera.
Su Espíritu de Amor todo lo llena
y recrea el paraíso en lo profundo.
Él impulsa la historia y nuestro mundo
a la vida que en Ti se vuelve plena.
Él es el anticipo de la gloria contemplada,
luz divina que ilumina tu misterio,
el calor de tu presencia en el invierno
y el canto de los hombres que te alaban.
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