LA TERNURA DE DIOS
Por José María Martín OSA
1.- ¡Feliz Noche Buena! Tanto el evangelista Lucas como el profeta Isaías nos muestran al Niño que ha nacido con palabras hermosas y llenas de contenido. Toda la sabiduría y todas las promesas bíblicas están resumidas en estas definiciones, en estas descripciones que se nos hace de Jesús. El es el Salvador, el Mesías, el Señor. Él es Maravilla de consejero, Padre Perpetuo, Príncipe de la Paz. Él es hoy, esta noche y durante estos días santos del tiempo litúrgico de Navidad, el niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Él es la grandeza de Dios en la realidad frágil, pobre, humilde, y tierna de un niño que acaba de nacer, de un niño para el que su Madre apenas encuentra lugar donde recostarle, un niño que, anunciado por los ángeles, es adorado por unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turnos su rebaño.
2.- La verdadera Noche Buena es la de Belén. En ese niño, como escribe Pablo en su epístola a Tito, "ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, llevando ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y salvador nuestro: Jesucristo". La Navidad es el tiempo de Dios, el tiempo de la Fe, el tiempo de la Esperanza. De esa esperanza que es la salvación. Y no hay otra Navidad…..Por más que nos empeñemos en banalizarla, edulcorarla, maquillarla, disfrazarla y desnaturalizarla, viviendo y practicando tantas veces una Navidad sin Dios. Y no hay otra Navidad que la Navidad de Belén, la Navidad que el evangelista Lucas y el resto de los textos bíblicos de hoy y de estos días nos relatan. Algo muy distinto de las “otras navidades”. La verdadera Navidad es la Navidad de la Esperanza. En estos tiempos de crisis económica y moral debemos recuperar la Esperanza. En esta “Noche Buena” Dios se hace Niño y se manifiesta en la pequeñez y en pobreza para indicarnos el verdadero camino de la vida, la gran sabiduría de la existencia y la gran y única esperanza que nos salva.
3.- Regalar consuelo y ternura. Hagamos posible la esperanza con nuestros gestos y con nuestros detalles. Esperanza es el nuevo nombre de la Navidad. Y a esa esperanza hemos de comprometer nuestra vida. Una vida sobria que significa también solidaridad, fraternidad y justicia social, Una vida honrada en el cumplimiento de la entera ley de Dios, en el respeto a los demás, en la equidad y cuyos otros nombres son también solidaridad y fraternidad. Una vida religiosa: una vida que descubra a Dios, al Dios revelado por Jesucristo, al Dios de rostro y corazón humanos, que hoy, en Belén, en Jesús, es el niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Una vida, sí, sobria, honrada y religiosa. Es decir, una vida abierta a Dios y dirigida al prójimo. Una vida cuajada, rebosante y remecida de una esperanza que se basa en el amor de Dios y que se demuestra en el amor al prójimo. Hagamos posible la esperanza regalando no sólo cosas materiales, sino lo que de verdad puede hacer felices a nuestros hermanos los hombres y mujeres de nuestro tiempo:
- El regalo de escuchar. Pero realmente escuchar, sin interrumpir, bostezar o criticar. Sólo escuchar. Y si te pones en el lugar de la persona que te cuenta sus problemas o preocupaciones, lo estarás haciendo de forma genial.
- El regalo del cariño. Ser generoso con besos, abrazos, una palabra amable, un apretón de manos. Con estas pequeñas acciones demuestras el cariño por tu familia y amigos.
- El regalo de la sonrisa. Llena tu vida de imágenes con sonrisas, dibujos, caricaturas, y tu regalo dirá «me gusta reír contigo»
- El regalo de una nota escrita. Puede ser un simple «gracias por ayudarme». Un detalle así puede ser recordado toda una vida, inclusive cambiarla.
- El regalo del reconocimiento. Un simple, pero sincero «estás guapísima con ese vestido»; «has hecho un gran trabajo»; «sin tu ayuda nunca hubiera terminado esta tarea»; «fue una cena estupenda»... pueden convertir en especial un día ordinario.
- El regalo del favor. Todos los días procura hacer un favor. Y pedir las cosas «por favor».
- El regalo de la gratitud. Una manera de hacer sentir bien a los demás es decir cosas como “muchas gracias”; “que suerte tenerte cerca”.
4.- Hoy podíamos hacerle esta pregunta al Señor en nuestra oración personal: ¿dónde y a quién puedo y tengo que llevar palabras y gestos de consuelo y no lo estoy haciendo? Dímelo Señor. Dame tu luz para darme cuenta y la fuerza para hacerlo. Que yo pueda celebrar tu nacimiento sembrando esta estrella en el corazón de aquel que vive a mi lado o que veo todos los días en mi trabajo. Que de mis labios salgan palabras de consuelo y ternura, de mis manos gestos de acogida, especialmente hacia los que más me cuesta, que suelen ser los que necesitan más amor en sus vidas.
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