Decir amigo
Autor: Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv
¡Qué difícil es hablar de la amistad sino imposible!
Como difícil es hablar del amor
y describirlo.
Así sucede al querer pronunciar
una palabra
tan honda y tan profunda
tan misteriosa y plena
y a la vez,
tan ambigua y manoseada.
¡Qué difícil es
decir amigo!
Y difícil como todo lo profundo,
cuando las palabras ya dicen tan poco
y sólo quedan los gestos
y actitudes
y los signos y símbolos
que muestran realidades
más hondas;
aquellas que rozan
el río de la vida
que corre en el interior
de cada uno.
¡Ese misterio de libertad
y de confianza!
Ese sacramento del abandono.
Esa persona ante la cual
puedo llorar amargamente
en los momentos
de la angustia más cerrada,
en aquellos de dolor más agobiante
y sentir que las lágrimas
caen en él como en tierra arada.
Sin palabras, sin reproches, sin consejos,
aquel que me hace libre
porque respeta mi libertad;
aquel ante quien los miedos
se han esfumado
como por un mágico exorcismo.
Aquel en quien confío
y me ama y me acepta como soy.
Sin reproches,
pues la amistad,
como el amor,
se acepta o se rechaza;
no se interpreta.
Aquel ante quien puedo quedar
desnudo y vulnerable.
Aquel que puede conocerme
cuando el temor
de ser manipulado
ya se ha extinguido.
Es con quien puedo compartir
el gozo y la alegría
del tesoro encontrado.
Es quien puede comprender
a flor de piel esa alegría
y aceptarla como un don
y gozarse en ella
aunque en su corazón
la tristeza
haya establecido su morada.
Es el que siento
como de mi propia sangre
aunque la sangre nos separe.
Porque hay lazos más fuertes que la sangre.
Y puedo sentir su presencia cercana y fresca
aunque la distancia
que nos separe
sea infinita en el espacio.
Porque el Espíritu
está más allá
de todo espacio.
Un amigo
es un tesoro al revés:
no es algo que se posee
sino Alguien
a quién uno se entrega.
Es una roca en la tormenta
y rocío en el desierto.
Es firmeza en la debilidad
y ternura en la tempestad.
Calor en el invierno
y brisa en el verano.
Es fuego en la noche
y es una mano tendida
para recibir.
Aquel por quien se siente
necesidad de rezar
y con quien se puede orar.
Aquel con quien
la palabra compartir
puede significar
dejar de ser dos
para ser uno.
Con él se puede hablar
sin decir nada.
¡Qué difícil es decir Amigo!
Quizás
porque la única manera
de decirlo
es serlo.
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