DE BIEN NACIDOS ES SER AGRADECIDOS
Por Gabriel González del Estal
1.- Y sucedió que mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Para ser agradecidos, a una persona o a Dios, lo primero que tenemos que hacer es reconocer que no merecíamos el don que nos han hecho. Ante Dios, esto para nosotros los cristianos nos resulta relativamente fácil, porque no resulta difícil reconocer que la mayor parte de los dones que Dios nos ha hecho no se han debido a méritos nuestros previos, sino a su bondad y misericordia. Así, por ejemplo, los dones de la vida, el haber nacido en una buena familia, la salud, la inteligencia, y muchos otros dones más. Nos resulta más difícil ser agradecidos a las personas que nos han hecho algún favor. Nos resulta, muchas veces, fácil pensar que los favores que nos hacen es porque nos lo merecemos. Por eso, yo aquí, ahora, prefiero insistir en lo bueno y lo cristiano que es ser agradecidos, en la vida, a las personas con las que convivimos habitualmente, o con las que tratamos por la razón que sea. El ser agradecidos es más que decir gracias, simplemente, es responder con hechos o con actitudes, al agradecimiento. Esta es muy importante hacerlo dentro de la familia, con los amigos, y con las personas con las que nos relacionamos por la razón que sea. Es decir, que ante las personas que son generosas con nosotros, nosotros debemos responder siendo generosos con ellas. E, incluso, ante las personas que son desagradecidas con nosotros, nosotros como cristianos que somos, debemos responder siendo generosas con ellas. Tenemos que ser agradecidos siempre, por humildad cristiana, e igualmente debemos ser generosos siempre por ser cristianos. El samaritano del evangelio sabía que él, como samaritano, no merecía ser tendido y curado por un judío, los otros nueve pensaban que ellos, como judíos que eran, merecían ser atendidos por los sacerdotes y ser curados por un judío.
2.- En aquellos días, el sirio Naamán bajó y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra de Eliseo, el hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio de la lepra. Naamán regresó al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Se detuvo ante él exclamando: Ahora reconozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Recibe, pues, un presente de tu siervo. Pero Eliseo respondió: vive el Señor a quien sirvo, que no he de aceptar nada. El sirio Naamán era una persona agradecida, porque él, como extranjero, no creía que un profeta judío tuviera la obligación de atenderle. Por eso, creía que tenía que pagar al profeta Eliseo el favor que le habían hecho. Pero el profeta Eliseo sabía muy bien que el Dios de Israel atiende siempre generosamente al que se lo pide con fe. Jesús de Nazaret decía más de una vez a los que curaba: tu fe te ha salvado. Nosotros, los cristianos de siglo XXI, debemos saber que para nosotros, como discípulos de Jesús, todas las personas somos hermanos, sin distinción de raza, legua o nación. Atendamos, pues, a los emigrantes con generosidad de hermanos e igualmente seamos agradecidos a cualquier extranjero que nos hace algún favor. Favor con favor se paga.
3.. Lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús. San Pablo nos invita en esta su carta a Timoteo a ser corredentores con Cristo de toda la humanidad. Sepamos, pues, aceptar nuestros dolores y sufrimientos y ofrecérselos a Dios. Cristo nos salvó con su cruz, unámonos nosotros a Cristo ofreciendo al Padre nuestras pequeñas cruces de cada día. Ser corredentores con Cristo nos hace de alguna manera ser otros Cristos y contribuir así a la salvación del mundo. Convertir nuestro sufrimiento en materia de salvación es actuar como auténticos cristianos, discípulos y seguidores de Cristo.
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