¿Qué es la Familia?
Parte II
La casa es el lugar para que usted y los suyos se sientan a gusto. Su casa debe ser un oasis de paz, un lugar muy especial, es suyo, es para usted, para sus hijos, su esposo, su esposa. Entonces, mantenga su casa lo mejor posible, y no me refiero a los floreros, cuadros, ni a la mesa, ni al sofá, ni a la alfombra dichosa, ni a las paredes donde en más de una ocasión los niños han sido maltratados y golpeados porque a sus tres años han escrito o han dibujado en las paredes. Benditas paredes en las que un niño puede pintar o dibujar, expresar libremente algo interno, que pinten en esas paredes, si la casa es para los niños, no para las visitas.
Haga que sus hijos valoren más la alegría, la esperanza, la sana convivencia, el amor familiar que el andar por la calle matándose, creyendo que por tener un carro son mejores y más valiosos que los compañeros. No le dé a los hijos todo lo que pidan. Que aprendan a vivir en austeridad, que valoren los principios fundamentales y que no se dejen arrastrar en la vida buscando cosas y creyendo que con la marca de esos tenis o de esos pantalones o camisas, van a ser mejores.
La marca auténtica es el sello del Espíritu Santo, que lo tienen aquellos que aceptan a Jesús como el Salvador y el Mesías. No la marca del carro ni de la ropa, esas son tonterías, motivados por empresas que por las ansias de tener más dinero, le hacen a usted decir que este año debe vestirse de esta manera y el otro año de otra manera. Ese es del daño que nos hace Satanás cuando caemos en la trampa del qué dirán. Yo visto como a mí me dé la gana mientras sea decentemente, porque lo importante no es el vestido exterior sino el vestido del Espíritu y estar vestido de la Gracia de Dios. Ese es el vestido importante. Vestido de "hombre nuevo", que vive en Gracia. Hay que ser libres como el viento. Sólo me importa lo que Dios dirá de mi, lo demás sólo son juicios temerarios.
Recuerde que su familia debe ser un oasis de paz, una escuela donde se formen sus hijos con auténticos valores, un centro de formación auténtico en donde se enseñe a amar, a reír, a cantar, a rezar, a servirnos unos a otros, a querernos. Una escuela en donde se forma uno en la verdad, en el corazón, que es lo que vale. La más grande herencia que usted le puede dejar a un hijo es una buena formación cristiana y humana. No importa el dinero, lo que importa es lo que usted hizo en los primeros seis, ocho, diez años de la vida de los hijos. Por eso es que el Dios Padre fue buscando por el mundo quién podría ser la mamá y el papá de su hijo y escogió a los mejores, los escogió a ustedes. Tenía todo el derecho.
De igual manera Dios tenía el derecho de escoger para Su Hijo, la mejor mamá del mundo, y escogió a María Santísima, inmaculada, limpia, pura para que formara bien a Jesús. Dios es eternamente sabio, infinitamente sabio y escogió a María por sus virtudes, por la profundidad en su alma, por su dulzura en el corazón. Esa mujer le enseñó a Jesús a ser humanamente sensible ante el dolor, le enseñó a llorar, le enseñó a vibrar ante el sufrimiento cuando veía a un leproso, a una mujer pidiendo limosna, a amar humanamente, porque aunque era Hijo de Dios, Verbo encarnado, humanamente tenía que crecer y asimilar una formación. María le enseña a su Hijo a comer, a gatear, a caminar, a rezar, a leer la Palabra y por supuesto que a amar.
Hagamos una oración pidiéndole al Señor por nuestras familias:
Señor, te pedimos que bendigas nuestra familia. Que bendigas nuestra casa, nuestros seres queridos para que en nuestro hogar reine un ambiente de paz y respeto. Te pedimos que el Espíritu Santo llene los corazones de quienes convivimos en la casa; que toque a los que más problemas tienen y que los que más sufren encuentren alivio en su alma y en su cuerpo. Te pedimos también Señor, que nos llenes de tu presencia, en especial a aquellos seres queridos que viven en conflicto personal permanente y que muchas veces no quieren saber de Tí. Señor, te suplico que tomes posesión de mi casa y que seas Tú el único rey y dueño del ese hogar para que nuestra casa sea un lugar en donde podamos convivir en paz. Amén.
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