Educación para la Libertad
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
La responsabilidad de los padres es formar bien a sus hijos. ¿Le interesa formar bien a sus hijos? Pues, ¡edúquelos para la libertad!
Ahora, ¿qué es eso de educación para la libertad? Yo le pregunto a usted, ¿le parece bien estar siempre encima de sus hijos, decidiendo por ellos, protejiéndolos, aún cuando tengan 30, 40 ó 50 años? ¿No le parece esto bastante incómodo y hasta absurdo?
Pues, existen muchos papás que en su subconsciente desean hacer esto y no es correcto. Los padres tienen que educar para la libertad. De esa manera, sus hijos algún día tendrán la capacidad de ser autónomos, de actuar de acuerdo con sus propios criterios y valores. Hay que educarlos para que sean ellos los que decidan qué hacer con su propia existencia; para que cada uno sea protagonista de su propia historia y sean capaces de decidir por sí mismos su propio futuro.
Para lograr esto, los papás tienen que inculcar a las criaturas desde pequeñitas una fe profunda en Dios, sobre todo, y también en sí mismos; ayudarlos a que crezcan con confianza en sus propias personas, cultivar en ellos los más grandes ideales e inyectarle los valores morales más adecuados. La tarea de los papás es sembrar, de la manera más inteligente y profunda posible, todos los ideales y valores positivos y buenos. Mientras más profundamente siembren esto en sus hijos, y se preocupen en cultivar adecuadamente con mucho amor, verán florecer en sus hijos una personalidad auténtica y fuerte.
Los papás deben comprender que esta tarea implicará, definitivamente, mucho tiempo de convivencia con sus niños. Pero que sea una convivencia agradable, amena, íntima, y que se desarrolle desde las primeras etapas de sus vidas. A medida que el niño pequeñito crezca y adquiera más madurez y personalidad, los papás deben acompañarlos en su desarrollo. Ahora, acompañar no es estar encima de ellos como un perro guardián, no es sobre protejerlos, ni impedirles que sean ellos mismos. Acompañar es caminar a su lado y, mientras más pequeño el niño, más necesita sentir la presencia de sus papás.
Luego, a medida que va creciendo, los papás deben separarse, alejarse poco a poco. No en el aspecto, diríamos, físico o de contacto, sino en el aspecto de permitir al muchacho y a la muchacha que sean ellos mismos. Ustedes, como papás, deben estar siempre a su lado, aconsejándoles, velando por ellos, pero no decidiendo por ellos ni opinando o imponiendo la última palabra de una manera tiránica, porque eso no conduce a nada bueno.
Cuando comprenda que sus hijos son más hijos de Dios y de la vida que suyos, desempeñará mejor su papel de padre o madre. Comprenda que su misión fue traer a sus hijos al mundo y formarlos bien, pero para la vida y para que ellos cumplan la misión que Dios les tiene reservada. Cuando usted comprenda que su tarea consiste en sembrar solamente y que después ellos cosecharán para otros, entenderá algo muy importante de lo que es ser papá o mamá.
Su misión es sagrada e importantísima; le ha sido encomendada por Dios, nuestro Señor. Implica mucha madurez y responsabilidad. Forme bien a sus criaturas, siembre en ellos todo lo bueno que pueda. Después, déjelos crecer y desarrollarse. ¡Que sean ellos mismos! Gánese su confianza para que ellos tengan el suficiente interés de acercarse a usted para comentar sus experiencias, compartir sus fracasos y éxitos, para pedirle los consejos que necesitan, para buscar apoyo y consuelo en los momentos difíciles. Pero no esté demasiado encima porque entonces hará de ellos unos títeres que no aprenderán a vivir como seres autónomos y responsables o simplemente se rebelarán y los perderá irremediablemente.
¿ Sabe usted que una de las preguntas claves que Dios le hará en el juicio final es qué hizo con sus hijos? Si usted comprende la enorme responsabilidad de formar a sus hijos para la libertad, alcanzará la gracia de Dios y también se ganará el cielo. Porque el cielo también se gana ayudando a Dios en la formación de sus hijos, de Sus hijos. ¿Que esto cuesta? ¡Por supuesto! Pero, pida ayuda al Señor. Con Él, usted puede vencer cualquier dificultad y superar todos los escollos que se presentan en su vida, sobre todo en la educación y formación de sus hijos. Pida a Dios que le ayude a comprender su misión en la vida y a entender mejor su papel de formador y educador de sus hijos. Con Su ayuda, usted puede ser mejor como persona y como padre o madre. Con Dios usted puede vencer cualquier dificultad u obstáculo, porque con Él, usted es . . . ¡INVENCIBLE!
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